Para no quedar colgada en el ciberespacio. Sobre la Encuesta de Igualdad de Género en Cuba

| Observatorio | 21/08/2019
Mujeres al cuidado de los hijos en La Habana.
Mujeres al cuidado de los hijos en La Habana. / Foto: Francis Sánchez.

El pasado mes de febrero Cuba puso a disposición pública los resultados obtenidos de una encuesta nacional sobre igualdad de género, realizada por el Centro de Estudios de la Mujer y el Centro de Estudios de Población y Desarrollo, y con el apoyo de varias instituciones nacionales e internacionales.

Aplicada en noviembre de 2016, dos años y varios meses después conocemos sus resultados, los cuales han aportado datos muy valiosos sobre la situación actual de la mujer cubana debido a que el cuestionario indaga en gran cantidad de aspectos tanto de su vida social como de la vida en pareja, y evidencia cuánto se ha ganado en materia de igualdad y cuáles son las desigualdades que persisten.

En total, fueron encuestadas 19 396 personas de 15 a 74 años de edad en toda Cuba. La cantidad de hombres y mujeres que respondieron al cuestionario fue prácticamente la misma. Es meritorio el trabajo del equipo que concibió y llevó a cabo este proyecto, solo conozcamos las secciones que contiene la encuesta y ya es posible imaginar cuánta información se obtuvo: “características sociodemográficas”, “concepciones generales sobre igualdad”, “uso del tiempo y cuidados”, “familia y relaciones de pareja”, y un audaz y detallado cuestionario dirigido solo a mujeres, denominado “otros aspectos de la vida en pareja”.

Como toda encuesta bien planeada, esta ofrece detallados datos demográficos que ayudan a establecer relaciones entre zonas de residencia, edades, género, profesiones, etcétera, algo sumamente importante para analizar los interiores de la sociedad cubana, valorar su diversidad, los cambios generacionales, ciertas subjetividades, y en general, todas las diferencias y similitudes que existen entre la muestra estudiada.

Algunos puntos no son debidamente incluidos en el documento ya mencionado, por ejemplo, en la sección “Concepciones generales sobre igualdad” hay una pregunta muy interesante. En caso de que la persona no trabaje fuera del hogar o no realice ninguna actividad que genere ingresos, se indaga en los motivos de esa situación; en las posibilidades de respuesta se ofrecen muchas razones, desde estar impedido de hacerlo por alguien más hasta haber quedado “disponible”, (desempleado)… pero, los datos obtenidos no aparecen en el Informe de Resultados. Algo similar sucede con las respuestas de la pregunta señalada como la 2.12: “En los últimos cinco años ¿le ha ocurrido alguna de las siguientes situaciones por el hecho de ser mujer o por ser hombre? Diga si fue en su Centro de Trabajo o Estudio”. Las situaciones son un total de ocho, y van desde la subvaloración de capacidades del trabajador hasta el acoso sexual. Pero, no sabemos qué respuestas suscitaron. ¿Omisión voluntaria o descuido?

El primer sentimiento que le puede asaltar a cualquier mujer u hombre que lea los resultados, es el de sentirse acompañado en cuanto a padecer similares preocupaciones. Pues cuando se pregunta ¿cuáles cree Ud. que son los tres principales problemas para las mujeres en Cuba hoy en día?, hombres y mujeres respondieron que en primer lugar están los bajos ingresos económicos (un significativo 72, 8 % lo expresó así). La escasez de viviendas y los problemas de transporte fueron referidos como los otros dos más relevantes. Le sigue la sobrecarga doméstica como el cuarto problema más importante. La “buena noticia” es que entre doce problemas que se plantean en la pregunta, el maltrato y la violencia no aparece como uno de los mayores, sin embargo, el 10,5 % del total de encuestados lo considera uno de los tres principales, algo que no deja de ser preocupante.

Precisamente, en la encuesta se le presta mucha atención a la violencia de género, teniendo en cuenta también las causas que pueden llevar a los hombres a ser victimizados. Como ya he señalado, uno de los segmentos más logrados en todo el cuestionario es el dedicado a la vida en pareja, y que solo fue formulado a mujeres.

Hay algo que sobresale en este trabajo y que arroja datos contradictorios. Veamos lo siguiente.

Tabla. Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género en Cuba (2016).

Si miramos esta tabla, todo parece estar bien. Pero no es así. No es posible que la mayoría de las personas respondan afirmativamente a la idea de que en Cuba existe una estructura institucional que le brinda un apoyo total y absoluto a las mujeres, entre ellas a las víctimas de violencia, y que cuando de manera más directa se les plantea la idea de que “las organizaciones de la comunidad apoyan a las mujeres cuando necesitan ayuda para resolver sus problemas”, se observe una significativa disminución de quienes están de acuerdo con que eso es de ese modo (68, 6 %). No digo que los resultados hayan sido alterados, sino que tal vez la subjetividad de los encuestados fue puesta a prueba, cuando se les habló de “organizaciones de la comunidad”, o sea, CDR y FMC. Seguramente al pensar en esas organizaciones, en su cotidianidad en los lugares de residencia, les fue difícil encontrar ejemplos de ayuda real, pues han sufrido una evidente pérdida de apoyo popular por su formalismo y vaciamiento en sus funciones. Cuando se le pregunta a la mujer si ha acudido alguna vez a una institución o servicio que atienda a mujeres que son víctimas de violencia de pareja, estas son las posibilidades que se le proponen:

Tabla. Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género en Cuba (2016).

Como vemos, las instituciones de Salud Pública, la Fiscalía, la FMC… no pueden, ni deben, llenar un vacío real que hace ya años es notable en Cuba. Carecemos de instituciones o asociaciones plenamente dedicadas a atender a las mujeres en situaciones de riesgo o violentadas por razones de género, una institución que, si existiera, pudiera completar el trabajo de las demás y acompañar a las mujeres, tanto en los procesos de denuncia como en la recuperación de la salud, sobre todo la recuperación de la autoconfianza. El trabajo con esta clase de víctimas es demasiado complejo y debe partir de un espacio que tenga a la mujer necesitada de ayuda, como su único objetivo. De hecho, “Buscar orientación o atención de una institución o persona” es válida solo para el 16, 9 % de las mujeres en caso de ser agredidas por parte de su pareja. La mayoría expresó que la separación de la pareja es la primera opción.

Entre la población encuestada, el 51, 9 % expresó que la violencia contra la mujer en Cuba es poca, mientras que un 30 % consideró que es mucha. Por otro lado, un 8, 9 % afirmó que no existe la violencia contra la mujer en Cuba. Ese 30 % es muy significativo, como también lo es el escaso 71,1 % que afirma que “en las familias se respetan los derechos de las mujeres”. Respecto a esto último, lo que aprecio de positivo es la inconformidad con el funcionamiento (o disfuncionamiento) de las familias. Lo que no es nada positivo es que, gracias a la encuesta, se ha podido conocer que se mantienen muchos mitos y estereotipos sobre la violencia, en este sentido sobresale que el 40, 3 % expresó que “la violencia en la pareja es un asunto privado”. Está demostrado que apreciarlo así inmoviliza a la sociedad, restándole importancia a este grave problema y facilitando una actitud cómoda en caso de ser testigos de episodios de violencia. Esta cuestión se encuentra unida a la creencia, también planteada en la encuesta, de que “la mujer que soporta el maltrato es porque le gusta, si no ya hubiera roto la relación”, con la cual estuvo de acuerdo el 59, 5 % de la población. Sencillamente, alarmante. Resultados así demuestran cuánto hay por hacer para cambiar y mejorar la percepción individual y social de la violencia de género en Cuba. Cuánta educación en feminismos se necesita en la sociedad para revertir esos números.

Al observar las respuestas a otros aspectos es posible sentir optimismo por cierta evolución en algunas ideas y actitudes de la población, pero el hecho de que la mayoría no comprenda que una mujer puede quedar atrapada y sin recursos para librarse de la violencia física es lamentable. Igualmente, es digno de atención y no menos alarmante que mitos como “Es normal que en las relaciones de pareja exista algún tipo de violencia” y “La mujer es la culpable de que el hombre la maltrate” hayan obtenido más del 25 % de aprobación.

La violencia de género sobre la que se indagó estuvo enfocada en la relación de pareja, obviando otras formas de violencia como el acoso sexual callejero y la violencia obstétrica. Es comprensible que esta encuesta no puede abarcar todos los problemas y situaciones, pero estas dos expresiones de violencia debieron estar incluidas por su incidencia y gravedad.

Otro de los resultados más sobresalientes que aportó este trabajo es el cálculo de las horas que dedican tanto mujeres como hombres a diversas actividades cotidianas. Así, se ha conocido que, como promedio, en una semana, las mujeres dedican 14 horas más que los hombres al trabajo no remunerado. Esto es común también entre las mujeres que tienen un empleo que le garantice salario.

Como en el citado documento se expresa, en el uso del tiempo hay una considerable brecha de género, desfavorable para las mujeres. Lo que no ha calculado la encuesta es si el día de la mujer tiene 25 o 27 horas, que es lo que me da por pensar, cuando observo los resultados en los gráficos que aparecen en el documento ya citado. Se constata que el tiempo de ocio para las mujeres es notablemente inferior al de los hombres.

Con los resultados en la mano, las instituciones vinculadas a este estudio han propuesto una serie de recomendaciones, que, si fueran atendidas, servirían mucho para mejorar la situación de la mujer, y en general, de la familia cubana. Esta investigación tan valiosa debe ser divulgada y aprovechada antes de que continúe envejeciendo, para evitar estrategias improvisadas o sin impacto práctico. Sería una pena que luego de esperar tanto por un trabajo de este alcance, sus resultados queden “colgados en el ciberespacio”. La encuesta no es un fin en sí misma, el fin debe ser progresar, implementar políticas públicas que tengan en cuenta sus resultados para que en nuestro país avancemos en la erradicación de las desigualdades de género.

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