Poesía uruguaya ⎸Plegaria

“Grandes lirios marmóreos de pureza, / Pesados y glaciales como témpanos; / Piedad para las manos enguantadas”

| Escrituras | 22/09/2023
Fotografía de la escultura "Cupido amenazador", del escultor francés Etienne Maurice Falconet.
Escultura en mármol de Etienne Maurice Falconet (París, 1716-1791). "Cupido amenazador", 1757, (Museo del Prado).

―Eros: ¿acaso no sentiste nunca

Piedad de las estatuas?

Se dirían crisálidas de piedra

de yo no sé qué formidable raza

en una eterna espera inenarrable.

Los cráteres dormidos de sus bocas

dan la ceniza negra del Silencio,

mana de las columnas de sus hombros

la mortaja copiosa de la Calma,

y fluye de sus órbitas la noche:

Víctimas del futuro o del misterio,

en capullos terribles y magníficos

esperan a la Vida o a la Muerte.

Eros: ¿acaso no sentiste nunca

Piedad de las estatuas?

Piedad para las vidas

Que no doran a fuego tus bonanzas

Ni riegan o desgajan tus tormentas;

Piedad para los cuerpos revestidos

Del armiño solemne de la Calma,

Y las frentes en luz que sobrellevan

Grandes lirios marmóreos de pureza,

Pesados y glaciales como témpanos;

Piedad para las manos enguantadas

De hielo, que no arrancan

Los frutos deleitosos de la Carne

Ni las flores fantásticas del alma;

Piedad para los ojos que aletean

Espirituales párpados:

Escamas de misterio,

Negros telones de visiones rosas...

¡Nunca ven nada por mirar tan lejos!

Piedad para las pulcras cabelleras

―Místicas aureolas―

Peinadas como lagos

Que nunca airea el abanico negro,

Negro y enorme de la tempestad;

Piedad para los ínclitos espíritus

Tallados en diamante,

Altos, claros, extáticos

Pararrayos de cúpulas morales;

Piedad para los labios como engarces

Celestes donde fulge

Invisible la perla de la Hostia;

―Labios que nunca fueron,

Que no apresaron nunca

Un vampiro de fuego

Con más sed y más hambre que un abismo.―

Piedad para los sexos sacrosantos

Que acoraza de una

Hoja de viña astral la Castidad;

Piedad para las plantas imantadas

De eternidad que arrastran

Por el eterno azur

Las sandalias quemantes de sus llagas;

Piedad, piedad, piedad

Para todas las vidas que defiende

De tus maravillosas intemperies

El mirador enhiesto del Orgullo:

Apúntales tus soles o tus rayos!

Eros: ¿acaso no sentiste nunca

Piedad de las estatuas?

Este poema de la poeta uruguaya víctima de feminicidio, Delmira Agustini, aparece en su poemario Los cálices vacíos, de 1913.

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