La Madre de Aguas de La Turbina

La Madre de Aguas de La Turbina ha sido objeto de controversia y debate. Algunos argumentan que es una ilusión óptica causada por un tronco de palma que flota en el agua. Otros creen firmemente en su existencia, y la consideran una figura mitológica poderosa.

| Mundo | 13/09/2023
fotografía del lago de La Turbina en Ciego de Ávila. SE ve la escultura de un pez saliendo del agua.
La Turbina. Ciego de Ávila. Foto: Ileana Álvarez

Para Maikel José Rodríguez Calviño.

«(…) las investigaciones folklóricas (…) aclaran zonas de nuestro vivir que guardan profundas y soterradas relaciones con la poesía».

José Lezama Lima

I

Una gran serpiente mágica vive en La Turbina.[1]

La Turbina es una laguna artificial situada al norte de la ciudad de Ciego de Ávila, en la región central de Cuba, a 450 kilómetros aproximadamente de La Habana.[2]

Se dice que La Turbina surgió a principios del siglo XX cuando, de la cantera utilizada para la extracción de diorita desde la segunda mitad del siglo XIX, comenzaron a brotar manantiales poderosos, quedando convertida la gran oquedad, en el transcurso de pocas horas, en una laguna cuyo eje mayor alcanza varios centenares de metros de longitud. Es posible que por aquellos tiempos Madre de Aguas, que es así como en la mitología cubana se le conoce a la serpiente gigantesca,[3] decidió hacer de la laguna su habitáculo, y desde entonces allí vive, al parecer muy contenta, junto a los espíritus de los ahogados y a Yemayá[4] y Olokun, orishas de la Regla de Ocha-Ifá.[5]

«La Madre de Aguas de la laguna avileña se mantuvo siendo, según se cuenta, asesina de los hombres que sin temeridad alguna se han aventurado a bañarse en sus aguas.»

Samuel Feijóo, en su Mitología cubana,[6] incluye un testimonio apuntado en las primeras décadas del pasado siglo en relación a la Madre de Aguas de La Turbina, y en el cual se le atribuye el carácter de asesina. De modo que la gran serpiente apareció en la página impresa por primera vez en un clásico de la literatura cubana, y lo hizo junto a otras de su género cuyas residencias se extienden a lo largo y ancho de la Isla, siendo la no menos legendaria Madre de Aguas de Violeta la única que en las páginas de ese fabuloso libro tiene su hogar en los predios de la provincia de Ciego de Ávila. El testimonio recogido por Feijóo en torno a la Madre de Aguas de La Turbina dice:

Hay en esta ciudad una laguna que le llaman La Turbina. Allí se bañan muchas gentes, grandes y chicos —yo también—, y es el caso que cada cierto tiempo se ahogaba alguien y la gente lo atribuía a que el primero que se ahogó se le quedó el espíritu maligno allí y cada cierto tiempo buscaba compañía y halaba al infortunado de turno.
Otros decían que había una serpiente que agarraba al infeliz y se lo llevaba hasta el fondo.[7]

De tal forma, resulta muy interesante constatar cómo desde los primeros tiempos de existencia de La Turbina como laguna, los frecuentes ahogamientos fueron atribuidos, en parte, a la labor criminal de la gran serpiente, lo cual presupone que ya por aquel entonces la fabulosa criatura había sido avistada, al menos en los mares de la imaginación popular, si tenemos en consideración la imposibilidad de contar con el testimonio de sus víctimas.

Así, mientras otras Madres de Aguas en Cuba mostraban peculiaridades y temperamentos disímiles, como devoradoras de caballos, ranas, vegetales, terneros y reses, cantoras como gallos, con voces de violines, con montura y al servicio de santeros, como hongo y sirena y con cuernos de torete, inmunes a las balas e invencibles, agresivas, habladoras y pacíficas, buscadoras del mar en ocasiones, la Madre de Aguas de la laguna avileña se mantuvo siendo, según se cuenta, asesina de los hombres que sin temeridad alguna se han aventurado a bañarse en sus aguas.

Fotografía del parque recreativo La Turbina, en Ciego de Ávila. Cuba. Se ve el lago desde el césped con un banco para descansar y observar la laguna de la que se dice que puede habitar una madre de aguas.
Parque Recreativo La Turbina. Ciego de Ávila. Foto: Yudarkis Veloz Sarduy

De ser así, habría que preguntarse entonces, tras la búsqueda de una explicación plausible de ese comportamiento del reptil, si no se trata de un extraordinario sentido de pertenencia y sobre todo de territorialidad. Tal vez Madre de Aguas no quiere a ningún intruso dentro de su vivienda, y asume la presencia humana como un peligro latente o una imperdonable intromisión.

La lectura detallada tanto del libro de Samuel Feijóo como del Catauro de seres míticos y legendarios en Cuba,[8] de los investigadores Gerardo Chávez Espínola y Manuel Rivero Glean, permite ofrecer un resumen de las peculiaridades más distintivas de las Madres de Aguas cubanas.[9] Ellas son serpientes mágicas y poderosas que viven por los charcos, lagunas y ríos, y que pueden llegar a ser tan grandes como una palma. Como figura mitológica tienen un carácter amerindio.[10]

Donde ellas viven siempre hay agua y es esa su principal virtud. De irse a vivir a otro lugar, el río o laguna donde vivía se seca. Son inmortales y quien logre matar una al poco tiempo muere. Quien logre verla se hallará afiebrado y no es considerada ni sirena ni diosa, sino un enorme majá bienhechor de quien los jóvenes cubanos ya no hablan, y muchos ni siquiera la conocen. Aunque es una figura mitológica femenina, y se le llama madre, muchos se refieren a ella como un majá macho, quizá como resultado de la enorme carga machista imperante en nuestra sociedad patriarcal.

Otra de las apariciones de nuestra Madre de Aguas en la literatura escrita tuvo lugar en el volumen El que de miedo se muere, de los investigadores avileños José Gabriel Quintas y Manuel Toledo Alejo, quienes aseguran:

Esta Nessie local, producto genuinamente avileño, al igual que su similar escocesa no ha podido ser capturada y, de paso, ha cargado con buena parte de la culpa por las víctimas. Metamorfoseada en chivo expiatorio, ha permitido esconder o disimular los verdaderos culpables: la imprudencia y excesiva temeridad de los que acuden a bañarse en la Turbina.
De todos modos esperamos que si algún día cambia la fisonomía del lugar —proyectos no han escaseado en varias épocas—, se le dedique, en muestra de desagravio, un sencillo monumento a la Madre de Aguas.[11]

Hablando de La Turbina y sus misterios con un prestigioso santero de nuestra ciudad, le escuché decir: “Esa laguna es una virtud que Olofi decidió poner en ese lugar y lo hizo porque la necesitábamos para algo. Y si a esa virtud le puso otra dentro como la Madre de Aguas, por algo habrá sido también”. Y Julio César Roche, oriaté avileño hijo legítimo de Aggayú Solá afirma: “Las Madres de Aguas son majás que cuando se ponen viejos les da por meterse a vivir en el agua y se adaptan enseguida a vivir en las lagunas y se ponen muy grandes”.

II

Existen otras Madres de Aguas en Ciego de Ávila, pendientes a una indagación más minuciosa. Indiscutiblemente la de La Turbina es la que mayor atención ha recibido en las páginas de la literatura. Una que ha pasado bastante inadvertida es la que se dice habitaba (¿habitará aún?) en el arroyo Manchaca, al este de la ciudad que le da nombre a la provincia.

En relación con la Madre de Aguas Guarda Biajacas, otra célebre de los predios avileños y referenciada por Feijóo en su Mitología…, sabemos, por el propio investigador, que:

En el ojo de agua que llena el canal que pasa por el Uno de España vive una Madre de Aguas. Yo no la he visto ni quiero verla. Pero dicen que sale a coger sol, que es como un majá muy largo, con dos tarritos en la cabeza.
Una vez un muchacho se resbaló y cayó en el ojo de agua y por poco se ahoga, porque el majá lo enroscó por las piernas y le halaba p’abajo. Tuvieron que halarlo con fuerza porque ese majá se lo llevaba.
También en ese ojo de agua hay unas biajacas grandísimas, que se ven claritas ahí. Pero nadie las puede pescar.
Ese es otro misterio del ojo de agua y su madre.[12]

En su Historia de la cultura del municipio de Florencia, el investigador Rolando Martínez Martínez hace constar que en su territorio se escuchaba decir que: “Cuando se iniciaron los movimientos de tierras para la construcción de la presa de Florencia, por la zona de La Curva, mucha gente vieron un rastro como el dejado por una palma que es arrastrada. Esa visión se repitió muchas veces y se pensaba que fuera una madre de agua que habitaba en el río de por allí”.[13]

Recientemente, mientras exploraba el poblado avileño de Guayacanes y sus alrededores próximos, Félix Venegas, campesino de más de setenta años y antiguo morador de la zona, gran apasionado de la historia y la cultura de su terruño, me refirió algunas historias que narran la presencia de Madres de Aguas por aquellos lares pertenecientes al municipio de Majagua.

Desde joven he escuchado que por acá había una Madre de Aguas grandísima que vivía dentro de un pozo. Eso fue por la época en que por todo esto quedaba monte todavía. Ella es un majá grandísimo. Donde termina el pueblo pa’llá arriba, en una finca que le decían El Limpio de la Vaca, había un pozo criollo donde se dice que vivía y salía de vez en cuando aquel majá muy grande con tarritos.
También hubo una Madre de Aguas famosa en la finca de Pancho Pina, campesino de aquí mismo de Guayacanes, con quien hice amistad porque él venía y compraba en la bodega del pueblo que estaba al lado de mi casa. Resulta que él iba por la manigua rumbo a su finca y vio un majá muy gordo y lo mató cortándolo por el rabo, pero el animal aquel era muy fuerte y se agarraba de la parte de abajo de la furnia donde vivía y no pudieron sacarlo, por lo que acabó perdiéndose en la furnia. Estas son historias viejas, ya nada de eso existe.

No es necesario detenernos demasiado en lo que se cuenta o asegura en relación a cada una de estas Madres de Aguas avileñas para percatarnos inmediatamente que la de La Turbina ostenta características peculiares que la distinguen.[14] Ella es la única que vive en una aguada de carácter artificial, y aunque la de Violeta haya tratado de ahogar a un muchacho que accidentalmente cayó en sus dominios, a la de La Turbina es a la que se le atribuyen varias muertes, y es quizá tan solo de ella de quien pueda escucharse hablar de vez en cuando en esta región de Cuba.

«Donde ellas viven siempre hay agua y es esa su principal virtud. De irse a vivir a otro lugar, el río o laguna donde vivía se seca. Son inmortales y quien logre matar una al poco tiempo muere».

Esto podría explicarse, en primer lugar, por la estrecha relación que han mantenido con ella, a lo largo del tiempo, algunos oficiantes de la Regla de Ocha y del Palo Monte establecidos en la Ciudad de Los Portales, y que siguen de alguna forma la tradición iniciada por la extraordinaria María de la Paz, primera gran oficiante de una religión afrocubana establecida en nuestra comarca y quien ostenta, entre otros méritos, el de haber sido la primera en rendirle culto y atención a la Madre de Aguas de La Turbina.

III

Como los mitos no necesariamente surgen de forma exclusiva de la imaginación, a lo largo del tiempo han tenido lugar algunos avistamientos de la Madre de Aguas de La Turbina. De todos los que he llegado a conocer, el más impresionante es el que relaciona a la mítica criatura con la famosa y también mítica santera María de la Paz, que tuvo su casa en el barrio de La Turbina, a corta distancia de la laguna artificial y a quienes muchos consideran la mujer que trajo el santo a Ciego de Ávila.[15] Aún se recuerda con gran fuerza emotiva la ceremonia que año tras año María de La Paz le ofrecía a Madre de Aguas y a Olokun.

Imagen de estatua dedicada a Olokun, madre de aguas en Nigeria.
Estatua dedicada a Olokun, en Nigeria.

La santera sostuvo una comunión muy fuerte y hermosa con Madre de Aguas, quien llegó a convertirse para esta excepcional mujer en una prenda o fundamento más de cuantos poseyó. Gozaba del privilegio de su amistad y fue su permanente protegida. Para demostrar lo anterior, basta recordar que las únicas veces que Madre de Aguas salió de su refugio en las aguas de La Turbina fue para visitar a María de La Paz en su propia casa, lo cual se dice hacía siempre en horas de la madrugada después de terminada la ceremonia religiosa, para manifestar agradecimiento. No se conoce que Madre de Aguas visitase otra de las casas de aquel barrio.

Ya retirados los tambores y dada por concluida la celebración, el gran majá salía de las profundidades de La Turbina y cruzaba la línea del ferrocarril, rumbo a la casa de la santera. Madre de Aguas escogía también la madrugada como el mejor momento para hacerle la visita a la santera, para que nadie la pudiese ver, aunque una excepción hubo, según se cuenta, y en esa oportunidad pudo ser avistada, fuera de su escondite, por un gran número de vecinos del barrio.

Según el respetable criterio de Idelisa, gran santera que vive en el barrio de La Turbina y conoció a María de la Paz: “Era en el puentecito viejo de La Turbina, que ya no existe, donde María de la Paz le daba de comer a Madre de Aguas. La ñoca venía a ese lugar cada vez que se hacía la ceremonia, año tras año, a recibir su comida”. Y otra gran santera del mismo barrio, la muy respetada Catalina (Ocholoniwá) me aseguró: “La Madre de Aguas aún vive”.

La hermosa y especial relación que mantuvieron siempre Madre de Aguas y María de la Paz es otro de los grandes misterios que envuelven a la ciudad de Ciego de Ávila y pudiera explicarse, entre otras muchas razones, por haber sido la santera la primera persona en dedicarle ofrendas y toques de tambor. En correspondencia con las historias de la tradición oral no resultaría una exageración decir que hubo una domesticación recíproca, dándole aquí al sustantivo domesticación todas las connotaciones que esa palabra tiene en El principito, el famoso libro de Antoine de Saint-Exupéry.

Por otro lado, es muy probable que María de La Paz conociese algunos de los secretos de Madre de Aguas, los cuales, unidos a las enseñanzas de sus ancestros africanos, le permitieron, en la liturgia santera, un acercamiento único y privilegiado con la serpiente poderosa cuya existencia en las aguas de La Turbina hubo de descubrir desde los primeros días de su llegada a la ciudad de Ciego de Ávila, procedente de Jovellanos.

Tales secretos, María de la Paz se los llevó con ella al mundo de los espíritus, y no hemos de mostrar ningún extrañamiento, pues bien se sabe que los ararás son muy reservados y celosos de todo cuanto envuelve a sus universos espirituales, así como de la gracia y la buenaventura que por tradición les ha sido dada desde siglos. Pero no solo Madre de Aguas se le aparecía a la santera, sino que lo ha hecho también, aunque de una forma diferente en sus esencias y circunstancias, a algunos de los vecinos del viejo barrio de La Turbina.

Pasemos entonces a ofrecer un muestrario o colección de estos otros avistamientos.

Dice una señora de 72 años:

Una tarde, casi al anochecer, fui a botar un saco de basura en uno de los basureros que hay entre la línea del tren y La Turbina, casi pegado al agua. Arrojé el saco en el basurero y a los pocos segundos vi a la serpiente aquella en el momento en que sacó la cabeza del agua. Lo único que pude verle fue la cabeza. Me impresioné mucho.
Supe que era Madre de Aguas por el gran tamaño de la cabeza, más o menos como del ancho del tronco de una mata de coco, y con dos tarritos y unos ojos que me miraban fijamente y que me dieron entonces la impresión de que estaban bravos. Di media vuelta y me mandé a correr lo más que pude hasta llegar a mi casa. Hay que decir que yo no soy la única aquí en el barrio que la ha visto; hay otras mujeres a las que también se les ha aparecido.

Aquí cabe hacernos entonces la pregunta; ¿la Madre de Aguas avileña solo se ha dejado ver por mujeres, o preferentemente por mujeres? De ser esto así tendría, como todo en el mundo, una explicación. La más plausible que se me ocurre, teniendo en cuenta que las presuntas víctimas de la serpiente han sido siempre hombres, es que Madre de Aguas, identificada a plenitud con la feminidad, establece una armónica comunión con cualquier otro espíritu femenino que se aproxime a su morada.

“Se dice que Madre de Aguas es una piedra de Palo Monte, y es por eso que casi nadie la puede ver, sino solamente los paleros y algunas personas que tienen una gracia espiritual muy especial”.

Otra señora, de 81 años, con gran lucidez asegura:

Siempre he vivido en este barrio. Nací en Florencia pero desde chiquita me trajeron a vivir para acá para Ciego, y desde que vine siempre he vivido aquí pegada a La Turbina. Lo que te voy a contar pasó cuando tenía poco más de veinte años. Estaba yo en la orilla de La Turbina, la orilla que da para la línea del tren, y de pronto sentí como un chapaleteo en el agua, a poca distancia de la orilla. Entonces miré y vi la cabeza de un enorme majá con dos tarritos en la cabeza y ojos grandes y negros. Nadaba con gran rapidez y mantuvo unos segundos la cabeza fuera del agua, hasta que al parecer se dio cuenta de que yo la estaba viendo y se sumergió. Tuve la impresión de que no le gustó que la vieran.
La caldera del brujo, libro al que pertenece este ensayo antropológico.

Otro testimonio señala:

Al bajar el nivel de las aguas de La Turbina, que después de intensos aguaceros había alcanzado la línea del ferrocarril de Júcaro a Morón, pudo verse en el fango la huella que dejó Madre de Aguas. Era grande, parecía una zanja. Hubo quien comparó aquella impronta con la de una gran tubería. El ancho de aquella marca semicircular tendría cerca de medio metro más o menos. Apareció cerca de uno de los grandes basureros que están entre la línea del tren y la laguna, donde la gente del barrio acostumbra a arrojar sus desperdicios.
En el momento de la inundación, la zona del basurero quedó sepultada bajo las aguas, y el gran majá debió haber aprovechado para darse un paseo por allí. Porque lo que sí está muy claro es que antes de la inundación aquellas marcas no existían, y durante el tiempo que duró la misma nadie tampoco pudo haberlas hecho bajo las aguas. Es por eso que yo digo que aquellas huellas son la mejor prueba que tenemos de la existencia de la Madre de Aguas de La Turbina, pues no me explico qué otra cosa pudo haberlas hecho. Yo las vi, y no me da vergüenza confesarte que me provocaron mucho respeto.

Dice otra testimoniante:

Yo no soy de Ciego de Ávila; nací en Santiago de Cuba y estaba por aquellos días en el barrio de La Turbina pasando unas vacaciones en casa de una amiga. Y nunca había escuchado hablar de las Madres de Agua, muchísimo menos de que en el lago de La Turbina de Ciego existía una. Por eso quizás me asusté tanto. Y eso que yo soy una mujer que no le tiene miedo a ningún animal. No hice más que hacer el cuento de lo que me había pasado, enseguida me dijeron: Eso que tú viste fue a Madre de Aguas. ¿Qué cómo fue que pasó todo…? Te lo voy a contar.
La casa donde yo estaba parando está en el barrio de La Turbina, y desde el primer día que llegué a la ciudad, al ver que tan cerca de la casa de mi amiga donde me hospedaba había un lago, quise ir a verlo de cerca. No sé explicarlo pero desde muy niña siempre me han gustado mucho los paisajes donde esté presente el agua. Por eso un día por la tarde, casi al anochecer, caminé hasta el borde de la laguna. Mi amiga no pudo acompañarme en ese momento, por lo que fui sola.
Me acuerdo que ese día estaba la tarde nublada y que no lejos del lugar donde me paré a mirar el agua habían unos niños pescando y un hombre que se alejaba con su caballo. Llevaría allí no más de diez o quince minutos cuando de repente escuché un sonido que en aquel momento me pareció que era una piedra o algún objeto grande y pesado que alguien había tirado con fuerza al agua.
Miré hacia mi derecha porque el sonido que escuché procedía de esa dirección, y fue entonces que pude ver la enorme cabeza de un majá que tenía dos tarritos y unos ojos muy negros que me miraban con fijeza y causaban espanto. Y aunque la mayor parte del cuerpo del majá, que ahora sé que no era otra cosa que una Madre de Aguas, estaba sumergido, por lo que alcancé a ver puedo asegurarte que ha de ser bastante larga, pues su grueso es mayor que el de un poste, yo calculo que más o menos su grueso debe ser muy parecido al de uno de esos tubos de los registros de las alcantarillas de las carreteras, algo así como cuarenta centímetros o tal vez medio metro.
Mi primera reacción fue alejarme de la orilla, cosa que hice sin virar la espalda ni dejar de mirar a aquel bicho. En verdad no pude detallarlo mucho porque, aunque no encontré que el majá diese la más mínima señal de estar asustado, estuvo bastante poco tiempo con la cabeza al descubierto; no tardó en zambullirse por lo que fue un avistamiento que no ha de haber durado más de medio minuto. Todo fue muy rápido.
Mientras me alejaba recuerdo también que me detuve en mirar a los niños que estaban pescando a poco más de cien metros de allí, y ellos seguían muy campantes con su pesquería, riéndose y divirtiéndose de lo lindo, por lo que llegué al convencimiento de que fui yo la única que avistó a la gran serpiente, porque de haberla visto ellos de seguro que no hubieran reaccionado así. Todo esto pasó en el mes de diciembre de 1984.

Es criterio de algunos que a Madre de Aguas no le gusta dejarse ver con frecuencia, y que, además, no son tampoco todas las personas quienes pueden verla, sino solo unos privilegiados, y esto quizás explique la razón por la que no son abundantes los avistamientos. “Madre de Aguas es una piedra de Palo Monte, y es por eso que casi nadie la puede ver, sino solamente los paleros y algunas personas que tienen una gracia espiritual muy especial”, nos dice una apasionada estudiosa de la mitología regional.

Cuentan algunos vecinos del barrio de La Turbina que, durante las obras con vistas a la habilitación del lago y sus alrededores como Parque de la Ciudad, unos buzos exploraron los fondos del depósito de agua para conocer con precisión los diferentes niveles de profundidad y poder ubicar el restaurante flotante. Las mediciones marcaron lugares de hasta más de cuatro metros de calado.

«A la Madre de Aguas de la Turbina no le han faltado detractores que niegan su existencia, al igual que otras personas (…) que la defienden con pasión y aseguran que siempre ha vivido allí, desde los tiempos del surgimiento del lago.»

Mientras se hacían las exploraciones, uno de los buzos salió del agua a toda velocidad, aterrorizado porque, según sus propias palabras, muy bien recordadas por sus compañeros de trabajo y algunos vecinos del barrio de La Turbina que observaban las obras “sintió que algo muy grande le pasó por detrás”. El buzo no llegó nunca a ver qué era aquella cosa grande que le había pasado nadando tan cerca a sus espaldas, sin embargo está muy seguro de que se trataba de un animal de gran tamaño y muy peligroso, y que su proximidad causa terror. Tal parece que nuestra Madre de Aguas, al sentir la presencia de intrusos en su territorio, decidió darles un buen susto para que no trastornaran la tranquilidad y la paz de su morada.

IV

Como suele ocurrir cuando de una figura mitológica se trata, a la Madre de Aguas de la Turbina no le han faltado detractores que niegan su existencia, al igual que otras personas (casi siempre oficiantes de alguna de las religiones cubanas de origen africano) que la defienden con pasión al tiempo que aseguran que siempre ha vivido allí, desde los tiempos del surgimiento del lago, y que todavía allí está, aunque ya es una ñoca muy vieja y es por eso que tiene dos tarritos.

Al respecto, una de las versiones que más he escuchado es la que dice que el mito de esta criatura se debe a una error de interpretación o ilusión óptica, pues hace años hubo en las aguas de nuestra laguna artificial el tronco de una palma derribada que flotaba de un lado a otro a la deriva, y que a ratos permanecía hundido, y de vez en cuando emergía a la superficie. ¿Y cómo era posible que no permaneciese el tronco flotando todo el tiempo?

Los detractores de Madre de Aguas sostienen que de los manantiales que existen en abundancia en el fondo de la laguna brotan continuamente muchas burbujas de aire, y que ese oxígeno se colaba en el tronco hueco de la palma una vez que esta se encontraba en el fondo, ocasionando que de repente subiera a la superficie con gran rapidez.

En ese momento, quien estuviera en la Turbina y viese a lo lejos emerger la palma pudo haberla confundido, en su imaginación, con una serpiente de gran tamaño. Sin embargo, esta tesis tiene un talón de Aquiles y es el siguiente: ¿alguien podría explicar por qué razón la palma descendía al fondo de la laguna y no permanecía todo el tiempo flotando? Téngase en cuenta, además, que por muy lejos de la orilla que se encontrase la presunta palma y por muy mala visión que tuviese la persona que la confundió con una serpiente, un tronco de palma a plena luz del sol es algo muy difícil de no poder identificarse, y se presta, a mi entender, bastante poco para la confusión.

«Madre de Aguas es uno de los grandes misterios de nuestra área geográfica. Acaso uno de los primeros que brotaron de este lado del mundo.»

De entre los que apoyan la existencia de la Madre de Aguas, hay algunos que afirman que ya nadie la volverá a ver, bien porque murió (aunque se asegura que puede vivir muchísimos años y hasta se dice que no mueren nunca), bien porque abandonó La Turbina y se fue a vivir a otra aguada distante. Esto último resulta muy poco probable, pues en tal caso La Turbina se hubiese quedado seca con inmediatez.

Sin embargo, los oficiantes de la Ocha y numerosos espectadores que acuden cada año a la ceremonia que la Asociación Yoruba de Cuba realiza en La Turbina para continuar la tradición iniciada por María de la Paz hace décadas, donde con toques de tambor se le ofrece su fiesta y su comida a Madre de Aguas, han sido testigos, después de haber sido arrojadas las ofrendas a la laguna consistentes en frutas, dulces, huevos y otros alimentos, de la aparición en la superficie de unos grandes círculos concéntricos que tienen la peculiaridad de brotar desde el fondo y no como consecuencia de que alguien haya lanzado al agua alguna piedra u otro objeto.

Para estas personas, entre las cuales me incluyo, las burbujas que brotan repentinamente desde el fondo y que forman grandes círculos concéntricos, justo en el lugar donde fueron lanzadas las ofrendas, se deben a la presencia oculta en el fondo de Madre de Aguas, que desde allá abajo se mueve como bailando, satisfecha por la comida que se le ofreció y por el tambor que se toca por y para ella. Si esto es así, nuestra Madre de Aguas ha mandado su mensaje de que está “vivita y coleando” y que aún puede uno llegarse hasta la Turbina, llamarla y pedir su intercesión ante cualquier dificultad.

V

Atreverse a establecer apreciaciones definitivas en torno a una cuestión mitológica no resulta ni convencional ni inteligente. Madre de Aguas es uno de los grandes misterios de nuestra área geográfica. Acaso uno de los primeros que brotaron de este lado del mundo, si tenemos en consideración la raíz amerindia que acompaña en su esencia más pura a este mito. Lo verdaderamente valioso e importante, más allá de encontrar una respuesta capaz de decodificar el misterio, es contar con el misterio mismo. Y que el misterio permanezca intacto, única forma de no perder nunca la enorme carga de poesía y seducción que, como mágicos ingredientes, contribuyen a aumentar el catauro de lo real maravilloso de Nuestra América.

Tomado del conjunto de investigaciones antropológicas La caldera del brujo de Pedro Evelio Linares (Ediciones Deslinde, 2023).


[1] Con este artículo el autor ganó el Premio Especial de la revista Videncia de Ciego de Ávila correspondiente al año 2018, el cual se otorga a la investigación que mejor aborde un tema relacionado estrechamente con la cultura avileña. El jurado estuvo conformado por Lina de Feria en condición de presidenta, así como por la poeta y ensayista Ileana Álvarez y la filóloga y Máster en Cultura Latinoamericana Carmen Rosa Castellón.

[2] También se conoce, en la ciudad de Ciego de Ávila, como La Turbina, al barrio que se extiende a lo largo de la línea del ferrocarril de Júcaro a Morón y que pasa muy próximo a la costanera este de la laguna. De hecho, el barrio toma esta designación popular de la laguna artificial homónima. A ese barrio también se le llama La Zona, aunque lo más usual es que se le llame La Turbina.

[3] En la Regla Conga de Palo Monte, de origen bantú, a la orisha Yemayá se le dice también Madre de Aguas, sin guardar relación alguna con la serpiente.

[4] En una ocasión fue visualizada en La Turbina, sobre las aguas, al centro del lago artificial, una gran imagen de la Virgen de Regla, según nos cuenta una prestigiosa santera, hija de Ochún (la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, según el sincretismo religioso) que tiene su casa a pocos pasos de la laguna: «Había mucha gente del barrio en las orillas de La Turbina, y enseguida fuimos para allá. Lo que pasaba era que en medio de La Turbina apareció por un rato, con gran claridad, la imagen de la Virgen de Regla.

Aunque Yemayá es orisha de las aguas saladas y ejerce su dominio en el mar, también puede encontrársele en depósitos de aguas dulces como nuestra laguna artificial. No nos olvidemos que en África, además de orisha del mar, Yemayá lo es también del río del mismo nombre que cruza por Nigeria, y en Cuba es famosa para la religiosidad popular a Laguna de San Joaquín de Ibáñez, de la cual nos habla Lydia Cabrera tanto en su clásico El monte como en otra de sus obras capitales, lugar donde al entonar sus cantos a Yemayá, las santeras de antaño caían de inmediato poseídas por la diosa.

[5] Asimismo las piedras de diorita que se encuentran en abundancia en La Turbina, máxime cuando fuera en el pasado una cantera destinada a la extracción de ese material, han sido y siguen siendo utilizadas por oficiantes de la Regla de Ocha en la ciudad de Los Portales, fundamentalmente para asentar en ellas a Elegguás y Echús guardieros de las casas, o como parte de los tronos del orisha que abre y cierra los caminos de la desgracia y la felicidad. Pongamos en relación al particular algunos ejemplos: frente a la casa de Catalina (Ocholoniwá), una de las santeras de mayor trayectoria de cuantas residen en la ciudad de Ciego de Ávila y habitante del barrio de La Turbina, hay un gran bloque de roca diorita frente al portal, junto al borde del mismo.

Otra piedra de diorita la encontramos junto a la puerta, por la parte exterior, de la casa de una de santera de mayor prestigio, también vecina del mismo barrio, al igual que una cadena de hierro que se extiende de lado a lado del piso del umbral de la puerta de su ilé osha, con la intención de impedir que nada malo entre a la misma. En otra de las ilé osha conocidas de la ciudad, hemos visto otra de estas piedras formando parte del altar donde se encuentra el fundamento de Elegguá, constituyendo uno de sus atributos más destacados. En este último caso, el fragmento pétreo acompaña, aunque fuera de la freidera de barro de Elegguá, a la otá o piedra sagrada que se encuentra dentro de la cazuela donde se asienta la divinidad.

[6] Samuel Feijoó: Mitología cubana, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 2003.

[7] El texto de Samuel Feijóo prosigue: «También decían que el agua depositada en ella tenía temperaturas distintas a ciertos pies de profundidad, causando repentinos calambres. Lo que sí puede que sea aceptable es que como allí había una cantera de los ferrocarriles desde la dominación española, quedó un hoyo muy ancho y trataron de rellenarlo con cachivaches y hasta con vagones de ferrocarriles desechados, no percatándose de una serie de manantiales que allí salían los cuales con el tiempo anegaron los hierros salientes, y puede ser que esos obstáculos hacían que cuando el bañista tropezaba con ellos se les acalambraran los pies». Mitología Cubana, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 2003, p. 157.

[8] Gerardo Chávez Espínola y Manuel Rivero Glean: Catauro de seres míticos y legendarios en Cuba, Centro de Promoción y Desarrollo de la Cultura Juan Marinello, La Habana, p. 337, 2005.

[9] Apúntese que el mito de la Madre de Aguas no es patrimonio exclusivo de Cuba, pues constituye un mito destacado en países de Suramérica como Colombia y Brasil. Al establecer un estudio comparativo del comportamiento de este mito en Cuba en relación al de los países suramericanos, se encontrarán no pocos denominadores comunes y, como es de esperar, una serie de peculiaridades distintivas. Igualmente ocurre si nos lanzamos a la aventura de comparar la Madre de Aguas de La Turbina con las demás de su clase en otras regiones de nuestro país.

[10] En África también existe el mito de la Madre de Aguas. Aunque el mito de la Madre de Aguas africana no guarda relación alguna con su homónima amerindia, no ha de descartarse a la hora de estudiar el comportamiento de este mito en Cuba, la huella africana que lo enriquece.

[11] José Gabriel Quintas y Manuel Toledo Alejo: El que de miedo se muere, Ediciones Ávila, Ciego de Ávila, pp. 22 y 23, 2008. Aún Madre de Aguas espera por su monumento. De levantarse algún día, el lugar más idóneo para su emplazamiento, según el criterio del autor, sería la propia laguna artificial. De acuerdo estoy con José Gabriel Quintas y Manuel Toledo Alejo cuando niegan en su libro el carácter asesino de nuestra Madre de Aguas y aseguran que los ahogados se deben, por tanto, a la temeridad e imprudencia de los bañistas.

Hemos de insistir en que es muy difícil, casi imposible, atrapar a una Madre de Aguas, y quienes excepcionalmente lo logran no viven mucho tiempo para contarlo. Los naturalistas consideran que, de existir, sería la mayor de las boas cubanas. Y son las hembras, en numerosas especies de reptiles, las que alcanzan una mayor talla y agresividad.

[12] A su vez, Samuel Feijóo toma la referencia de esta Madre de Aguas, tal como deja anotado en su libro, de la investigadora Magaly Landa, quien entrevistó en Violeta (nombre del batey del central azucarero del mismo nombre perteneciente por aquel entonces a la antigua provincia de Camagüey y en la actualidad perteneciente al poblado cabecera del municipio avileño de Primero de Enero) a una campesina de cuarenta años, mulata, que no quiso identificarse. En el momento de realizar la entrevista a la campesina que hubo de aportar la información sobre esta Madre de Aguas, la investigadora ostentaba el título de bachiller y tenía treinta años de edad. Samuel Feijoó: Mitología Cubana, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 2003, p. 166.

[13] Rolando Martínez Martínez: «Historia de la cultura del municipio de Florencia», Material mecanografiado e inédito, de 1997, que se atesora en la Sala de Fondos Raros y Valiosos de la Biblioteca Provincial Roberto Rivas Fraga, de Ciego de Ávila.

[14] En su libro La fiesta del tocororo (Eds. La Memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2010), René Batista Moreno ofrece numerosos testimonios de la presunta existencia de Madre de Aguas en otras aguadas del país. Una vez leído el volumen (donde no solo aparece Madre de Aguas, sino una fascinante y fascinadora multiplicidad de seres mitológicos cubanos) se arriba al convencimiento (tal como ocurre tras la lectura de la clásica Mitología Cubana, de Samuel Feijóo) de que las Madres de Aguas ostentan, amén de sus comunes denominadores, una fabulosa diversidad. Dígase entonces que, entre las Madres de Aguas cubanas de las que se tiene conocimiento gracias a la literatura escrita, todas siempre peculiares y diversas, la Madre de Aguas de La Turbina, por sus características poco comunes dentro del gran grupo, logra distinguirse con inmediatez.

[15]  Para un mayor conocimiento en torno a María de la Paz, consúltese, de mi autoría: «María de La Paz. La mujer que trajo el santo a Ciego de Ávila», en este propio libro.

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