María Teresa Blandón: «Nuestro faro está en la propia vida de las mujeres»

"La apuesta de las feministas no es apoyar a un líder o apoyar un partido para que se queden por siempre en el poder, es contribuir a procesos dinámicos de transformación en beneficio de las mujeres y del conjunto de la sociedad".

María Teresa Blandón, feminista nicaragüense. / Imagen: Cortesía de la entrevistada.

Los modelos alternativos al sistema capitalista han asumido agendas de derechos para amplios sectores marginados por la sociedad, como es el caso del movimiento de mujeres en general y del feminismo en particular. 

Alas Tensas entrevistó a María Teresa Blandón quien dirige La Corriente Feminista . María Teresa es una destacada feminista que proviene del sandinismo, pero decidió distanciarse del modelo partidario para dar paso a un activismo comprometido con las mujeres, luego de constatar que en las filas de ese movimiento de tendencia socialista los derechos de las mujeres fueron drásticamente negados. En la actualidad, las feministas constituyen una fuerza social opuesta al régimen de Ortega.

Blandón reflexiona sobre el origen del feminismo dentro del contexto de las revoluciones de tendencia socialista en Cuba y Nicaragua, y cómo estos procesos se distancian del verdadero enfoque de derechos para las mujeres en ambos países, entre otros temas que enfrenta el feminismo en los contextos latinoamericanos actuales. Desde el levantamiento cívico de abril 2018 en Nicaragua, María Teresa es perseguida y asediada por los órganos represivos del gobierno, pero su voz no la han podido callar.

El Estado se presenta como el gran patriarca que protege, tutela y define cuáles son los límites de las transformaciones.

¿Qué implicaciones reales ha tenido para la reivindicación de la mujer como sujeta social el hecho de encasillar o igualar sus demandas a las de las llamadas revoluciones de izquierda en Cuba (1959) y Nicaragua (1979)?

«Es muy importante comenzar este análisis sobre los cambios reales que han vivido las mujeres en la Revolución Sandinista de los ´80 y la Revolución Cubana. No se puede negar la realidad en relación a los gobiernos dictatoriales que precedieron a estas revoluciones, evidentemente hubo cambios importantes en las condiciones de vida de las mujeres y en algunos casos también en su estatus, es decir, en el grado de reconocimiento y de participación en el ámbito público.

«Tanto en Cuba como en Nicaragua las mujeres pasaron de estar completamente ignoradas e invisibilizadas en el espacio público a un importante nivel de reconocimiento de la participación en cargos de elección popular, en el caso de Nicaragua, y en cargos de dirección y de representación; en el caso de Cuba fue inconmensurablemente mayor. También es cierto que el Estado Sandinista y el Partido Comunista de Cuba se ocuparon de atender ciertas necesidades que tienen que ver con el rol que juegan las mujeres como reproductoras y como cuidadoras de la vida.

«Hubo políticas de atención a la infancia y eso tiene mucho que ver con la función social de la maternidad política de acceso de las mujeres a la educación formal, políticas para mejorar la atención en salud sexual y reproductiva. En algunos casos, políticas de empleo en mejores condiciones, aunque eso no fue sostenible en el tiempo ni tuvo la suficiente amplitud. Pero eran cambios importantísimos y luego también hubo cambios en el enfoque de las leyes. Desde la Constitución consignaron en ambos países la igualdad entre hombres y mujeres y la no discriminación.

En el caso de la Revolución Sandinista (sobre todo en los primeros años) y en el caso de la Revolución Cubana, se constatan avances significativos que fueron parciales y no fueron sostenidos en el tiempo, pero que se diferenciaron significativamente de las políticas conservadoras con un enfoque familista y abiertamente sexista de los gobiernos, digamos, de derecha conservadora, que han sido una constante en América Latina y el Caribe».

Manifestación de feministas de Nicaragua. Imagen: DW

¿Cómo fue cambiando el proceso de las mujeres organizadas en ambos sistemas, cuando eran recluidas como “Área de la Mujer” o “Comisiones de la Mujer”, en las distintas organizaciones sociales y gremiales adjuntas al partido FSLN, en el caso de Nicaragua? ¿Constituyó una copia fiel de la manera en que están organizadas las mujeres en Cuba?

«Ciertamente los cambios que promovió la Revolución Cubana en las primeras décadas y la Revolución Sandinista en la década de los ´80 tenían un enfoque básicamente marxista-leninista y ponían toda la mirada en lo que se conocía como el «centralismo democrático» ejercido por el partido-estado.

«Toda la posibilidad de cambio y de transformación se concentraba en el aparato burocrático del Estado, controlado de manera prácticamente absoluta por el partido de gobierno: por el partido de Frente Sandinista, en el caso de Nicaragua y por el Partido Comunista de Cuba. Desde ahí ya tenemos un sesgo sustantivo, pues el Estado se presenta como el gran patriarca que protege, tutela y define cuáles son los límites de las transformaciones, de los cambios, que tienen que operar la sociedad y, particularmente, lo que tiene que ver con las relaciones de género y con el papel de las mujeres en la sociedad.

Hay una clara tendencia del gobierno cubano y del Partido Comunista, que lo controla todo, a negar la violencia contra las mujeres.

«El estado-partido considera pertinente, necesario, prioritario, qué es lo que va a promoverse a través de las políticas públicas y, en tanto, lo que consideran inapropiado va a salir de su agenda, y esto fue lo que pasó en torno a algunas demandas significativa de las mujeres. 

«Por ejemplo, el tema de la maternidad voluntaria en Nicaragua fue un caso clarísimo: las organizaciones de mujeres planteaban —y las mujeres en general— que necesitaban políticas que les permitieran decidir si querían tener hijos y cuántos hijos querían tener. Esta demanda no fue respondida por el Estado, todo lo contrario, el Estado o Partido rojo y negro (FSN) se opuso rotundamente a modificar políticas que permitieran a las mujeres ejercer la maternidad voluntaria, nunca se reguló el tema de la interrupción voluntaria del embarazo, este siguió siendo prácticamente clandestino. 

«Tampoco se les autorizaba a las mujeres, por ejemplo, si querían hacerse una ligadura de trompas; de hecho, prevaleció esta norma de que los hombres tenían que autorizar si una mujer ya no quería tener hijos o si se quería operar. Había ahí una marca patriarcal muy clara. Otro tanto pasó en el caso de Nicaragua con el tema de la violencia de género, la violencia machista. 

«La Revolución Sandinista y su partido de vanguardia, el Partido Sandinista, se negaron sistemáticamente a reconocer la violencia de género como un problema crucial. Ante los reclamos de las organizaciones de mujeres, el discurso era esa violencia. Pero la violencia principal era la de la guerra contra la Revolución y lo otro (la violencia de género) «nos puede dispersar y nos puede dividir».

«Peor aún en el caso de Cuba, porque lleva 60 años el Partido Comunista en el poder y siguen cerrando los ojos. Aún hoy hay una clara tendencia del gobierno cubano y del Partido Comunista, que lo controla todo, a negar la violencia contra las mujeres y eso lo podés ver en el ocultamiento en las estadísticas e incluso en los casos de feminicidios. Es apenas en la última década que las organizaciones de mujeres, las organizaciones feministas, han venido visibilizando el peso que la violencia machista tiene en esa sociedad, pero la política oficial del gobierno ha sido encubrir y minimizar la gravedad de esa violencia.

«Esta situación ha afectado la posibilidad de tener políticas específicas para atender esta problemática y lo mismo podríamos decir con el tema de las libertades sexuales. Por su parte, en el Partido del Frente Sandinista fue un rasgo característico su profunda homofobia, lesbofobia. Había un rechazo abierto y particularmente cruel con las mujeres lesbianas y esto lo vivimos, está documentado, las militantes del Frente Sandinista que se declararon lesbianas fueron víctimas de políticas coercitivas, políticas represivas de sanciones, de discriminación abierta. Lo mismo pasó hasta hace poco en Cuba con los homosexuales y con las lesbianas. Muy recientemente el Partido Comunista ha tratado de corregir esa odiosa marca homolesbofóbica que ha estado presente en Cuba y estuvo presente claramente en las estructuras del Frente Sandinista en la década de los ´80.

«Otro dato que resulta importante traer al análisis es que ni Cuba ni Nicaragua, ni el Frente Sandinista ni el Partido Comunista de Cuba, se ocuparon en modo alguno de trastocar la división sexual del trabajo. Es decir, siguieron siendo revoluciones que, al igual que hace el capitalismo, asientan su economía y los enfoques de sus políticas públicas sobre el trabajo gratuito, no pagado, de las mujeres.

«La matriz económica, socioeconómica, sigue siendo la misma: el Estado desarrolla sus políticas desde el supuesto de que los hombres son los principales proveedores y que las mujeres son las principales encargadas del trabajo de cuidado, aún y cuando por otro lado haya abierto oportunidades de educación y de empleo para las mujeres, esto cambió en ambos casos, lo que no cambió es esta distribución del trabajo por medio del cual, aunque las mujeres estén en el llamado ámbito productivo de generación de ingreso, también tienen que hacerse cargo del trabajo de cuidado de los hijos, de las hijas, de los maridos mismos, de las personas con discapacidad dentro de la familia, de las ancianas, de los ancianos, de las personas enfermas.

«La matriz es la misma del capitalismo: las mujeres ya no sólo tienen que generar ingresos en el mercado si no que simultáneamente tienen que hacerse cargo del trabajo de cuidado. Esto en algún momento los movimientos feministas lo llamábamos la doble y la triple jornada. Esto se mantuvo intacto en la década de los ´80 en Nicaragua y se mantiene intacto básicamente en el caso de la Revolución Cubana».

La relación entre estos partidos de izquierda de corte vanguardista, como el Partido Comunista de Cuba y el Partido Sandinista de Nicaragua y los movimientos de mujeres, efectivamente ha sido una relación particularmente conflictiva«.

En la lógica de la globalización, se encasillan a los movimientos sociales como de izquierda o de derecha, aunque ambos defiendan el modelo patriarcal. ¿Cómo ha hecho el movimiento de mujeres para imponer su agenda particular anti patriarcal sin ser encasillada en la defensa de ambas ideologías?

«La relación entre estos partidos de izquierda de corte vanguardista, como el Partido Comunista de Cuba y el Partido Sandinista de Nicaragua y los movimientos de mujeres, ha sido una relación particularmente conflictiva, nosotras las feministas nicas hablábamos de un mal matrimonio. Tanto las mujeres nicaragüenses como las cubanas apoyamos a la Revolución porque creíamos que cambiando las estructuras sociales, económicas, políticas, las mujeres íbamos a tener también mayor reconocimiento, mayores derechos, mayores oportunidades de mejorar nuestras condiciones de vida y la de nuestras familias. 

«Sabíamos que las dictaduras (de Batista y Somoza) nos habían colocado a las mujeres en una posición de subordinación, en un lugar de no ciudadanía y pensábamos, creíamos, las mujeres de aquellas generaciones, que las revoluciones sí iban a tener una apuesta por la igualdad sustantiva de derechos y oportunidades para hombres y mujeres; y apoyamos a esas revoluciones y las apoyamos sin condiciones. 

«Fuimos una fuerza importantísima para defender ambas revoluciones,  pero bueno, a las mujeres, a las feministas de la década de los ´80, en el caso de Nicaragua, nos bastó una década para saber que no, que el Frente Sandinista era un partido en ese sentido bastante conservador que tenía una idea de las mujeres asimiladas a la clase social, o sea, que cuando pensaba en mujeres, pensaba en los pobres, en los campesinos hombres, pensaba en los trabajadores hombres; que no había problematizado absolutamente nada de las relaciones de género, incluso en temas tan ostentosos y tan graves como la violencia machista.

«Nos dimos cuenta que había una actitud utilitaria. Cuando se relacionaban con las organizaciones de mujeres lo hacían desde esta postura de partido de vanguardia, de los iluminatis que tienen claro cuál es la orientación del cambio y qué esperar de los movimientos sociales, incluyendo al movimiento feminista: una lealtad absoluta. Y lo mismo pasó con el Partido Comunista cubano, sólo que a aquellas compañeras les ha llevado mucho más tiempo poder desestructurar esas relaciones opresivas de las organizaciones de mujeres con el partido de vanguardia. 

«En ambos casos en realidad la relación fue muy abusiva, ha sido una relación muy utilitaria, no se les ha considerado a las organizaciones de mujeres como entidades autónomas con capacidad de interpelación y se les han impuesto enfoques que muchas veces se alejan de las necesidades de las mujeres.

«Les han exigido a las organizaciones de mujeres lealtad, obediencia ciega, sometimiento y silencio. (…) han sido relaciones utilitarias y relaciones abusivas y con claro sesgo patriarcal»

«Por ejemplo, en el caso de la Revolución Sandinista, nos decían que la violencia política, la violencia de la guerra, era la violencia, que las otras podían esperar. Eso significaba pedirles a las mujeres que aguantaran, que no protestaran frente a la violencia machista que vivían cotidianamente en sus casas, en sus centros de trabajo, en las calles, etc. Esto ha sido muy típico de los dos partidos: pedirle a las mujeres que se inmolen, que se sacrifiquen, que renuncien a sus propias aficiones, a sus propias demandas ciudadanas, y cuando no lo logran estigmatizan a las organizaciones de mujeres y las excluyen”.

«Esto ha pasado también en los dos países: ha habido organizaciones beligerantes, organizaciones feministas, que han sido sancionadas, relegadas e incluso han sido desarticuladas. En Cuba, por ejemplo, desde los ´90 hasta nuestros días ha habido organizaciones que han sido desarticuladas por tener un pensamiento crítico, por demandar cambios en la políticas de la Revolución; y en el caso de Nicaragua la relación de la Asociación de Mujeres Nicaragüenses Luisa Amanda Espinoza (AMLAE) en la década de los ´80 con el Frente Sandinista fue una relación sumamente abusiva .

«Ese partido asumía que AMLAE era una organización de su pertenencia y la trataba como si realmente dependiera o tuviera que ser obediente con los lineamientos del Partido. Eso lo han pedido tanto el Partido Comunista cubano como el Frente Sandinista a las organizaciones de mujeres afines a ambos partidos. Les han exigido a las organizaciones de mujeres lealtad, obediencia ciega, sometimiento y silencio. Han sido relaciones utilitarias y relaciones abusivas y con claro sesgo patriarcal«.

María Teresa Blandón.

El movimiento de mujeres, en general, y el feminismo, en particular, tienen variedad de corrientes y planteamientos que difieren unos de otros, pero ha sido uno de los más cohesionados a partir de encontrar que ni las diferencias sociales o étnicas las han salvado de la violencia institucional pública y privada. En este contexto, ¿cómo se puede debatir los ingentes problemas de derechos humanos que viven las mujeres en sistemas políticos que se diferencian entre autoritarios, democráticos, socialistas, etc.?

«A nivel general hubo en América Latina una corriente muy importante del movimiento feminista que estructuró una crítica muy contundente a la izquierda de la década de los ´70 y de los ´80, por esta marca machista y patriarcal que no llegó ni siquiera a interesarse por entender la complejidad de las relaciones de género y las necesidades de transformación. Esta corriente mayoritaria en el feminismo latinoamericano cortó con esa izquierda y precisamente de ahí surge un movimiento feminista mucho más maduro mucho más dinámico y por supuesto, un movimiento autónomo autoconvocado que construye  su propio pensamiento, su propia forma de organización y convocatoria, y sus propias agendas indicativas,  porque a pesar de todos los esfuerzos realizados no encontró en las izquierdas latinoamericanas un aliado empático y comprometido con sus demandas.

«Los debates ideológicos siempre tendrán que ser confrontados con la realidad porque nos enfrentamos a este serio problema de la demagogia (…) hay una izquierda latinoamericana que es sumamente demagógica»

«Luego han venido otras experiencias que han llevado a las feministas a tener algunas esperanzas, por lo menos algún sector del feminismo. Pasó, por ejemplo, con las zapatistas en México. Incluso ahora mismo en México hay una cierta esperanza  de que las feministas puedan hacer una buena alianza y tener oportunidades con MORENA, pues algunas están haciendo sus esfuerzos. Lo mismo pasó en algún momento en Ecuador, también como una experiencia fallida, al fin y al cabo porque el partido de Correa devino en un partido híper conservador. Lo mismo ha pasado con la izquierda boliviana en la que esta articulación entre el género y la clase en algún momento se pensó que iba a reconocerse y asumirse por el MAS aunque sabemos que ahí hay un claroscuro. 

«Y, en el caso de Cuba y Nicaragua, ha habido es un claro retroceso como ya hemos venido explicando. Para las feministas es muy difícil colocarse en este debate, primero porque partimos de los hechos reales. Es decir, los debates ideológicos siempre tendrán que ser confrontados con la realidad porque nos enfrentamos a este serio problema de la demagogia que no es exclusiva, como ya hemos podido ver, de la derecha. Hay una izquierda latinoamericana que es sumamente demagógica, tienen unos discursos revolucionarios dizque transformadores que luego cuando ya llegan al poder se revelan conservadores, excluyentes, autoritarios.

«Ya asumimos las feministas que no basta con hacer pomposas declaraciones revolucionarias si esto no va acompañado con una cultura política en estos partidos que sea coherente con los cambios que se proponen. Eso no lo hemos visto. 

«Dentro del movimiento feminista hay algunas feministas que todavía creen que estas izquierdas puedan ser aliadas sobre todo porque le tenemos mucho miedo a esa derecha ultra conservadora. Mientras, hay otras feministas que piensan que todos los partidos políticos de izquierda o de derecha comparten una matriz patriarcal y marcadamente machista y que entonces las feministas tenemos que ir aprendiendo de la historia, ser cuidadosas y tener siempre un ojo crítico.

«Puede ser que para unos temas en algunos contextos particulares podamos tener algunas alianzas, pero la idea es que no podemos entregarle un cheque en blanco a las izquierdas como en el pasado, mientras estas no demuestren que han cambiado, que han entendido la necesidad de trabajar por desestructurar las relaciones del poder entre hombres y mujeres.

«Yo pienso que en el caso de Nicaragua y de Cuba estamos un poco curadas. Las feministas cubanas ya saben los profundos límites que tienen con la «izquierda» cubana que insiste en controlar todo y que insiste en establecer los límites de las transformaciones sociales y de género y que insiste también en negar y ocultar las marcas de la desigualdad. 

«En el caso de Nicaragua, sabemos que ni siquiera podemos hablar de izquierda, que estamos frente a un partido autoritario, a un partido totalitario en el que se ha revelado lo peor de la misoginia, del racismo, del sexismo y del que ya no se puede esperar nada.

«Nos separamos de un exceso de polarización ideológica y nos remitimos a hacer un análisis crítico del papel de las izquierdas, ya sea en su calidad de oposición, como cuando acceden al poder. Y por el otro lado somos conscientes de que el debate en este momento en América Latina tiene que ver con redefinir lo que es la izquierda.

«Para nosotras las feministas hablar de un partido de izquierda es hablar de un partido comprometido con los derechos humanos, comprometidos con todos los cambios que puedan asegurar para nuestra sociedad, no sólo equidad de género sino desarrollo sustentable de lucha clara contra el racismo y una apuesta por el reconocimiento de la diversidad. Ya no son las izquierdas de antaño que se definían claramente por su lucha contra la dictadura, sino que ahora estamos hablando de izquierdas que deberían, o que se esperaría que deban tener, una idea más compleja sobre los cambios que necesitan las sociedades en contextos neoliberales que nos han colocado en una crisis sistémica. Si no tienen las izquierdas la posibilidad de contestar los efectos devastadores que tiene el neoliberalismo, pues entonces en realidad sería más de lo mismo.

«Y precisamente en base a este debate: cómo se colocan las izquierdas de cara al peso que tiene el neoliberalismo en la vida de los hombres y las mujeres en toda su su pluralidad de experiencia, que nosotras hemos hecho un movimiento conceptual, que es político, pero que tiene implicaciones concretas, no en el tema de cuáles son los dilemas que tiene nuestras sociedades, no sólo la cubana y la nicaragüense, sino a escala global.

«Ya no se trata únicamente de izquierda y derecha, (…) se trata efectivamente es de oponerse a estas nuevas y viejas formas de autoritarismo«

«Hablemos de América Latina, pues el debate tiene que ver con los dilemas, tiene que ver con cómo resignificar el contenido de la democracia frente a una evidente emergencia de gobiernos autoritarios que se sirven, que utilizan los mecanismos formales de la democracia para llegar al poder, pero luego se quieren eternizar. Es decir, utilizan los mecanismos del sufragio universal lo pervierten y luego quieren desmontar esos logros de la democracia liberal, y ejemplos tenemos de sobra. Cuba ni siquiera llegó a eso.

«El Partido Comunista derrocó a una dictadura para siempre y dijo «no nos importa la democracia porque la democracia es burguesa´». En el caso de Nicaragua o en el caso de Bolivia o en el caso de Ecuador, la tendencia es (en Nicaragua) y era (caso Correa y Morales) claramente autoritaria en esos partidos que llegaron al poder por la vía democrática, por la vía de las elecciones y luego recurren a toda clase de patrañas para quedarse en el poder. Pero no solo es para quedarse en el poder, es para controlar a todas las instituciones, para acabar con el Estado de derecho, para ejercer un control total sobre el Estado, sobre los movimientos sociales, con una clara marca de hostilidad y de exclusión a los movimientos autónomos, incluyendo a los movimientos feministas.

María Teresa Blandón. Imagen: cortesía de la entrevistada.

«Ya no se trata únicamente de izquierda y derecha, porque sabemos que hay derechas autoritarias y hay izquierdas autoritarias. Entonces se trata efectivamente de oponerse a estas nuevas y viejas formas de autoritarismo, una oposición que supone una defensa firme de los valores democráticos. Y los valores democráticos no sólo tienen que ver con los mecanismos formales de la democracia, como el de las votaciones, como el de la de la independencia de los poderes del Estado, que es sumamente importante, como la del respeto a la libertad de expresión, a la libertad de asociación, de protesta, de protesta ciudadana, sino que tiene que ver con construir nuevos modelos de relación entre el poder público, entre el gobierno, las instituciones del Estado y la ciudadanía«.

¿Qué lecciones podrían aportar las feministas nicaragüenses y cubanas, con la experiencia de dominación y encasillamiento de sus agendas por los Partidos Sandinista y Comunista, respectivamente?

«Las lecciones aprendidas de las mujeres cubanas y las nicaragüenses son múltiples y de distintas índoles. Las cubanas seguramente tendrán muchas más, no en balde tienen seis décadas de estar entre la esperanza, el desencanto y el coraje. Pero creo que las lecciones que nos han dado las cubanas son grandes a pesar de tanta opresión, a pesar de tanto dominio patriarcal por parte del Partido Comunista de Cuba. El feminismo no institucional, es decir, el feminismo no captado, el feminismo autónomo, sigue resistiendo: algunas dentro del país, otras fuera del país, pero gracias a ellas es que hemos logrado conocer la verdad de lo que viven las mujeres cubanas y la falsa retórica pro igualdad del Partido Comunista de Cuba. Eso también deja más en evidencia cómo las organizaciones feministas que funcionan bajo el Partido Comunista tienen unos claros límites en la calidad de sus propuestas y la posibilidad de incidir en el Estado y que grupos más pequeños sin recursos, sin apoyo del Estado, pero con un claro planteamiento, han logrado mayor incidencia en la sociedad y esto es un gran mérito para las feministas independientes de Cuba.

«La apuesta de las feministas no es apoyar a un líder (…) es contribuir a procesos dinámicos de transformación»

«En el caso de Nicaragua, en realidad nosotras nos separamos abiertamente del frente sandinista desde casi los finales de la década de los ´80 y eso nos ha permitido convertirnos en un movimiento vigoroso, en un movimiento autónomo, en un movimiento con credibilidad y con una creciente capacidad de influencia. Creo que nosotras también, ambos feminismos, a pesar de las diferencias que podamos tener, hemos logrado ir construyendo alianzas a nivel regional e internacional que nos han permitido ser un movimiento muy teórico y políticamente, un movimiento muy maduro, muy contundente.

«Tenemos mucho que decir, no solo de cara a la crítica a las izquierdas y derechas, sino para construir ideas sobre el tipo de sociedades que necesitamos. De hecho, somos agentes democráticas, actoras democráticas. En nuestro seno no hay sistema de lealtad, no hay liderazgos únicos, no hay vanguardia, no hay un único modelo de organización, de debates. Hay controversia, hay rupturas: eso habla de una dinámica democrática que no conocen los partidos autoritarios ni de izquierda ni de derecha. De tal manera que la autonomía de pensamiento y de acción política es una lección clave, como lo es no olvidar que nuestro faro está en la propia vida de las mujeres, en las aspiraciones de las mujeres y otros actores subalternos.

«Otra lección es que no podemos dejar los cambios, nunca debemos dejar las posibilidades de los cambios en las estructuras del poder que centralizaron en el Estado. Eso es un contrasentido: una fuerza que llega al poder va a ser una fuerza autoritaria en algún sentido y con tentación de cerrar los mecanismos democráticos para sostenerse en el poder.

«La apuesta de las feministas no es apoyar a un líder o apoyar un partido para que se quede ad infinitum en el poder, es contribuir a procesos dinámicos de transformación social, cultural, política, en beneficio de las mujeres y del conjunto de la sociedad». 

Palabras de María Teresa Blandón.

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