Víctimas y victimarias. Respuesta legal e institucional. El caso cubano

Foto: Dunia Cordero Amador. Cortesía de: País de Píxeles.

Las instituciones son lugares en los cuales una sociedad da respuesta a necesidades o demandas de sus miembros; donde estos ejercen sus derechos y obligaciones.

Podemos ver en efecto cómo las instituciones están permeadas por los mitos que distorsionan la real situación de la esposa maltratada y por los prejuicios sexistas a los cuales hemos hecho referencia.

La parte sumergida de esta problemática incluye la revictimización que se produce cuando una víctima consulta el sistema de salud y se le acusa de masoquista, o como excusa para no hacerles caso las mujeres maltratadas “se arrepienten y retiran los casos”.

De igual forma sucede cuando consultan el sistema legal sin encontrar legislación adecuada o si se le dice que un episodio violento que se produce reiteradas veces, pero solo una vez al año, no es violencia familiar.

Existe un gran desconocimiento con relación al fenómeno de la violencia contra la mujer, lo cual le impide a las instituciones y a la comunidad donde está insertada la mujer maltratada, una efectiva intervención en estos casos, contribuyendo a la impunidad del golpeador.

Estas mujeres frente al miedo que les genera el estar atrapadas sin quererlo en una relación de violencia unidireccional deliberada y severa, no saben que la vida puede ser vivida de una forma diferente, o ha pedido auxilio y no se lo dieron, etc. No puede pues predecir qué haría si se viera envuelta en un episodio violento.

En ocasiones, frente al miedo y como fruto de la desesperación, la mujer maltratada puede responder violentamente, ocasionando la muerte de sus esposos, todo lo cual repercute en su vida individual, social y familiar.

Cuando hablamos de asesinato, nos referimos al delito más grave que un ser humano puede cometer, como expresión radical de la violencia.

El homicidio o asesinato es un problema social real que al estudiarlo bajo una perspectiva de género, resulta ser una especie de ventana que nos permite asomarnos y vislumbrar mejor o de distinto modo a nuestra sociedad; pone de manifiesto la manera en que hombres y mujeres son introducidos en la vida social.

Cabe preguntarse ¿qué estará fallando desde lo social cuando no existen signos de alarma por los hechos previos, lo cotidiano amenazante? ¿Habrán encontrado estas mujeres maltratadas antes de asumir el rol victimario, miradas esquivas, oídos sordos, actos inocuos antes de arrojar a sus esposos de la escena del mundo de una manera tan brutal?

El fenómeno de los malos tratos es de primera magnitud que en nuestros tiempos ha adquirido una relevancia pública y social insospechada, comparada con épocas anteriores, sin que aún goce de una adecuada respuesta legal. En una investigación realizada en el contexto cubano, en el año 2004 se indagó la historia de maltrato de mujeres que cometieron homicidio o asesinato contra sus compañeros, se constató que todas tenían una historia de violencia conyugal y habían sido víctimas habituales de violencia emocional. Algunos de sus testimonios hablan por sí solos, las expresiones más frecuentes fueron: “persecuciones, prohibiciones en cuanto a relacionarme con las amistades, vestirme de determinada forma, trabajar en la calle”, “me prohibía salir, solo podía hacerlo con él”, “me humillaba, me decía que no servía en la cama”, “me decía constantemente que yo estaba loca, me obligaba a tomar medicamentos y me decía que a mis hijos los iban a descuartizar”, “me decía las cosas más cínicas que se le pueden decir a una persona, me hacía sentir una cucaracha”, “me insultaba bajito para que nadie lo oyera y eso me irritaba mucho, tiraba cosas mientras yo dormía, la cafetera, los jarros, etc., de esta manera me despertaba a cualquier hora, comenzábamos a pelear”, “si estaba enferma no me ayudaba en nada, jamás se brindó ni para llevarme a un hospital, yo era como una perra para él”, “nada de lo que yo le decía tenía valor”.

Llama la atención que esas conductas tan dañinas y desvalorizantes no produjeron alarma entre quienes la recibían porque el desconocimiento y las pautas de relación aprendidas, convertían en aceptables tales desmedros, que con el tiempo convirtieron sus vidas en infierno.

Los elementos antes expuestos hablan por sí solos sobre los vacíos en el conocimiento que aún existen con relación al fenómeno de la violencia contra la mujer, lo cual le impide a las instituciones y a la comunidad donde está insertada la mujer maltratada, una efectiva intervención, contribuyendo a la impunidad del golpeador.

Producto de los pobres argumentos que suelen tenerse; no pueden percibir que la mujer violentada se encuentra en todo los estratos sociales y económicos, pueden tener cualquier edad y nivel de instrucción y pueden tener una historia de vida surcada por la violencia que condicionó un aprendizaje distorsionado en cuanto a la forma de vivir en pareja con percepciones y representaciones permeadas por mitos, estereotipos y prejuicios sexistas que limitan el autodesarrollo y por ende el ejercicio de la autonomía de estas mujeres.

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