Cirquísima: la niña, la adulta y sus ancestras

"Cirquísima", de Jessica Pérez Quesada, es "un libro relevante para la literatura cubana contemporánea".

"Cirquísima", libro de Jessica Pérez Quesada.
"Cirquísima", libro de Jessica Pérez Quesada.

Hace unos meses, cuando decidí escribir sobre Cirquísima, sentí que no podía. Ahora, que vuelvo al poemario y empiezo un segundo texto, siento lo mismo. El primero lo logré y en este me empeño. Es difícil leer a Jessica Pérez Quesada y encontrar las grietas por donde entrar a sus textos. Una vez dentro, me es necesario hablar sobre ellos, seguir escribiendo. Su poemario es de esos que no podemos dejar olvidados, ni en otros países, ni en otros libreros, ni en el propio. Escribo porque veo en Cirquísima un libro relevante para la literatura cubana contemporánea: “de excelencia”, expresó Lina de Feria para la nota de contraportada. Porque Jessica Pérez Quesada es una grandísima poeta y porque, si no, es imposible salir un rato de ese cuerpo textual.

En el primer acercamiento me referí a una niña, la que abre el poemario protagonizando un recuerdo, la que es varias veces voz a lo largo del volumen. La niña llega expuesta, “desnuda y frágil”. En un mismo verso habla de amor, desnudez y hermosura. Relaciona el llanto con la vida como si la conjunción entre sufrimiento y existencia se le hubiera anunciado muy temprano.

Declaré la relación entre la adulta y la niña. Sin embargo, para mi sorpresa, no pude desarrollar cómo era, no pude contar lo que pensé que sería el centro del texto. En aquel análisis se impuso la adulta puesta en el mundo. Era lógico, la adulta es la voz del poemario. Se impuso una lectura a lo real contemporáneo en la obra de Jessica y así, una descripción de su poética antes de adentrarme en los temas que preocupan a esa voz.

Analizar la poética fue un primer paso necesario antes de hablar de la niña y su crecimiento, de la adulta y su experiencia traumada. Acepté la justa imposición de la escritura sobre mi idea primaria. Me exigió analizar cómo se relaciona la poeta con la poesía antes que la mujer con el mundo, si pudiera yo hacer esas particiones. El texto necesitó describir el TODO antes que al YO; para llegar al YO con una comprensión del mundo en el que se inscribe el cuerpo textual y el de mujer en lo real distópico, patriarcal y eco-geno-femicida.

Este texto, por su parte, pretende saldar las deudas con el primero. Enlazar a la poética de Jessica algunos temas sobre los que poetiza. Leer qué atraviesa a ese YO ―que se expresa y es percibido como mujer― en aquel TODO.

Capas estructurales de opresión

“Yo vomité una vez de terror a los tres años”, escribe la poeta, explicitando lo que se lee en varios de los poemas: la experimentación precoz, el descubrimiento prematuro del miedo. La niña Cirquísima ya se relaciona con su desnudez sexual y reconoce su hermosura física. Experimenta el deseo, la necesidad y la culpa, como la adultez practica estos conceptos.

No leemos mucho de la niñez en los poemas. Llegamos directamente al momento de su ruptura. A “el martes aquel” que significó la pérdida de la inocencia.

“La infancia es un algodón de azúcar, una pildorita rosa,/ una melcocha”, nos dice en el poema “Culebra”, uno de los más fuertes y reveladores del poemario. La infancia empalaga, es repulsiva. Desagrada en la yuxtaposición de semas de lo dulce, en el ritmo decadente que detiene la lectura y la deja empantanada en caramelo. “Culebra” es una experiencia corporal concentrada en la lengua. Una niña está reconociendo su cuerpo y está llevando todos los sentidos y su poder a un solo órgano:

Los placeres del mundo, la antesala del mundo, el asco
y la medida
los tengo en la boca y la lengua es mi reino

Va descubriendo lo dulce, lo picante, lo frío y lo salado: los límites del gusto y de lo desagradable. Su experiencia con el deseo está fundada en un rejuego tóxico de abstinencias. En la creación, por mano ajena, de una sensación de ausencia que propicie el agradecimiento ante lo poco e incluso lo dañino.

La necesidad y la entrega fueron manipulados desde muy temprano en la voz poética de Cirquísima. Se torcieron los mecanismos del deseo y se empezaron a confundir sus ademanes con los del amor, como si fueran un mismo gesto. Uno que nace de la falta y culmina en la culpa. “Todo pasa porque me siento la(s) culpa(s)”, titula un poema. Inoculadas en la niñez como herramientas para mantenerla a “oscuras, oscura”.

En “Culebra” se equiparan el deseo y la gula, lo que debería ser disfrutable y pulsión de vida con el pecado. Hay un escenario que propicia estas torciones. Las descripciones parten desde su cuerpo, alrededor de él, pero sabemos que en él no está la génesis del daño. Hay capas estructurales de opresión sobre el cuerpo de una niña. Hay, en la poeta adulta, en su “Desired constellation”, una intención de análisis y levantamiento de esas capas:

mirando cómo el viento despeina los cimientos desnudos
de la casa
que casa es Familia
es Cárcel
Cuerpo
Frasco
y yo luciérnaga.

Cirquísima hace por exorcizar y deconstruir poetizando. En su “Rêverie” dice, como si fuera de su poética, “yo exhumo los cuervos que pudre mi cabeza con la mano”. La luciérnaga intentó salir del frasco y tragarse la estructura opresiva. Sin éxito en la vida material, la causa del daño siguió viva y “(hubo de enterrar-se aquel monstruo en su sueño)”:

Yo busco el origen del miedo y lo miro a los ojos
con mis dedos asustados
yo sobrevolé mi casa y comí la luz de todos
pero el perro aquel no moría y la columna prendía su fuego
y no moría
pero el perro enfermo inundaba mi cama con su orina
yo gritaba, él no moría
(hubo de enterrar-se vivo
en su sueño
en una bolsa
con la jeringa rota
y la piel cauterizada)

¿Qué abrió semejantes heridas en la experiencia de Cirquísima? Un verso establece relaciones si se lee haciendo flechas, buscando los sentidos propuestos en la yuxtaposición: “mujer, hombre, niña, cicatrices, dedos, barbas”. Mi cerebro enlaza semas: uno, tres y cuatro; dos, cinco y seis: mujer, niña, cicatrices; hombre, dedos, barbas. Enlaza la poética con el “origen del miedo” y la violencia ya no necesita hacerse más explícita.

Una autoestima horadada

La falta esencial es de sus más grandes heridas. La insatisfacción encontró cómo quebrar la autopercepción de la voz poética. Son varios los versos que nos hablan de una autoestima horadada. “Hasta cuándo no tener las alas que quiero/ y estar al centro del hambre” se pregunta. Reitera en los poemas una visión de sí como deforme, inútil, insuficiente. Cirquísima toca sus cercos. Ella misma es su censora en la adultez. No puede salir del ciclo en que la envuelve lo insaciable. Intenta, de algún modo, forzar la densa construcción de su percepción insuficiente y culposa, para refundarse:

Cada paso de un siglo, levantar las plantas, dejar un abismo húmedo
y cien cascaritas mohosas de que allí estuve
Y yo queriendo habiendo bajado los pies de los ojos
para apisonar mi culpa
No sabes, yo basto, la traigo en mí. Yo soy la mole
reventándome las vértebras del libre albedrío, hechas un lago
se funden dentro de mí no soy piedra soy agua lenta en cuenca
verde cae una gota si doy un paso
Pero el mundo sucede muy rápido alrededor de las coles, es
supersónico.

Cirquísima se tuerce para ser vista y gustar, necesita sentirse deseada. Se busca y no se encuentra: “Dónde está el espejo que pedí detrás de la barra:/ la piedra de día no brilla”. No se ve: “se me escapan las virtudes”, nos dice. Las plantó demasiado pronto en el cuerpo y este también ha crecido, en su percepción, descompuesto. Se mira “como quien guarda algo malsano en el azogue/ sospechando la Criatura que dentro del sueño es plena”. Teme de su poética en la vigilia, por si la descubre, por si se la roban, por si pierde contenido y forma, por si fuera fotosensible. Crea, se crea e intenta curarse, en el ensueño y en lo oscuro. Explica en “Criatura”: “de día los límites me achican y ando callada”. Sabe que puede expandirse: “yo quiero ser el ente total/ que empiece en mí y no sepa donde acabe”. Pero la mezquina voz de la falta la desestima, disminuye, aplana, le pregunta:

¿Cómo una mujercita tan llana puede esconder todo el caos?
ES COSA DE LOCOS ES COSA DE LOCOS
No cuentes a nadie sus sueños que te la amputan.

La potencialidad de la muerte

El daño en Cirquísima es tanto psicológico como físico. La reflexión sobre la potencialidad de la muerte desde puntos de vista metafísicos y en relación con los ciclos naturales se matiza y adquiere otras dimensiones al ser leída desde su experiencia como mujer. “Animal joven”, por ejemplo, es un poema sobre el reconocimiento del cuerpo y su crecimiento (“los huesos de mis rodillas que van semejando un sauce”), su expansión (“un laurel Un bosque”), como refugio (“donde el animal sabrá acurrucarse en invierno”).

Es también un poema con un destino posible, un límite latente, un último verso mortal: “Si no me talan”. Es una posibilidad que la existencia de la “huambra” ―palabra derivada del quechua que se refiere a una persona joven de corta edad, según la definición del Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la lengua española, que especifica: “especialmente mujer”― pueda ser eliminada. Cirquísima siente su cuerpo adulto en peligro y el miedo “como una mujer sola que se devuelve/ como un espasmo”.

No puedo pasar por alto la enunciación del sintagma “una mujer sola”. Especialmente significativo y que, sin más, ya está puesto en contexto y en situación de vulnerabilidad. “Un hombre solo”, de manera general, necesitaría lugar, tiempo y más características para significar. Sin contexto expresaría una relación filosófica con la existencia. “Una mujer sola”, explica Jessica:

[…] es un sonajero
Una mujer sola siempre va desnuda
En esta jungla una mujer sola es un ciervo desvestido
un trocito de carne puesto a la mesa
Va sangrando
Voy sangrando.

En lo real derruido, en el mundo “De hormigón armado”, el cuerpo de mujer es desecho, territorio de abyección y resto:

y soy una mancha en la calle un saco de sangre
Detrás del escombro intuyo aquel edificio
aún libre de sombra
Detrás de mí ya no verás nada
vendrán las palas y un alguien que me echará a la basura.

Ejercicio de resistencia

Jessica Pérez Quesada, autora de “Cirquísima”
La poeta cubana Jessica Pérez Quesada, autora de “Cirquísima”.

Jessica Pérez Quesada escribe poemas donde el presente abrasa. Pero también hace un giro de reflexión hacia el pasado, más atrás de la niña. En el poema “Ancestors” sorprende cómo “acurrucados ayer hoy se alargan/ expectorando los siglos”. Cirquísima debe lidiar no solo con su reconstrucción psicológica y su muerte, sino también con los cimientos de su crecimiento echados sobre mujeres anteriores:

Ancestro es una voz de mujer dentro
La madera que fue muerta para los travesaños y el piso respira
fue viva y alta un día y muerta olía aún a árbol

Cirquísima es la amalgama entre aquel “ayer hoy”. La reflexión atraviesa su experiencia histórica para, desde su poética y cuerpo en el presente, evidenciar el material con el que se han construido los relatos y organizado los sistemas de opresión contemporáneos: “y es Carne Nuestra el tiempo Gangrenado”. La abyección que la define es anterior a su nacimiento. Volver poema su potencialidad de muerte y poética resulta en fértil ejercicio de resistencia:

Ella quiso dar a luz postmortem
debajo y sobre nosotros cáscaras de ayer,
su contracción tardía
Ancestro es su lamento
Anémona marchita
parto sin sangre alumbrando herrumbre

Esa “herrumbre” es el poema-cuerpo en Cirquísima. La niña nació en una casa donde Abuelo necesitaba expandir su territorio (“Abuelo es un gato que nunca orinó cerca del árbol) y Abuela era cada vez más frágil (Abuela es un cristal que adelgaza). Cirquísima ha hecho poética del gemido de su niña, de su adulta y de sus ancestras.

Los poemas describen un territorio vital descompuesto por las tendencias y formas que la modernidad colonial y patriarcal ha establecido: a partir de capas de violencias, validez de ciertas experiencias sobre otras, desecho de cuerpos con el fin de perpetuar estructuras de poder y opresión. Mapean un territorio mental sembrado de miedo, marcado por la culpa y el torcimiento de los gestos y fines del deseo sexual.

Cirquísima intenta cauterizar sus heridas en cada verso: entra en el sueño, enfrenta al monstruo, busca el origen, va más atrás, proyecta su siguiente paso. Aunque, en el proceso, el desprendimiento de “―solo humo―/ igual al del crematorio” no le parezca suficiente, creo que sus poemas suponen un increíble “alumbramiento”. No sé si en algún momento logrará ser libre de todo el mal poetiza(n)do, pero lo intenta: “lo escupo/ pero lo escupo como quien pare en la tierra”.

Encontrar las respuestas

"Cirquísima", libro de Jessica Pérez Quesada.
«Cirquísima», libro de Jessica Pérez Quesada.

No sé si podré salir del poemario, pero lo intento. No se si se acallarán los versos de Cirquísima. Ni el ansia de encontrar en los silencios y guiones cómo se sostiene esta poesía tan al borde de la destrucción como latente de deseo (“donde muere-nace el poema será imperecedero”).

Quiero encontrar en este libro todas las respuestas: ¿cómo salvar a la niña? ¿Se puede no vivir como la adulta, Cirquísima? ¿Cuántas mujeres están poetizando junto a Jessica Pérez Quesada? ¿Es útil hacerle paratextos a un poemario? ¿Ayuda la poesía a perforar lo real?

Quizás siga escribiéndole, quiero ver si entre todas las grietas palpo esa en la que nos es posible cuidarles a las infancias la inocencia. O si una vez perdidas la infancia y la inocencia podemos destruir estructuras construyendo relatos otros que nos salven la vida. Siento esos relatos también en Cirquísima, los continuaré buscando. Jessica Pérez Quesada poetiza y yo coincido con ella, “sigo creyendo que el ciervo es más hermoso/ antes de ser eviscerado”.

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