Agatha Christie y la utilización y mezcla de venenos en sus intrigas narrativas

“Como enfermera en las dos guerras mundiales, Agatha Christie aprendió toxicología y las dosis necesarias para los envenenamientos, un saber que más tarde aplicaría en sus novelas policíacas.”

Ilustración de William Teason para “Miss Marple y 13 problemas”, Agatha Christie. SE ve un zapato nefro de tacón, un collar de perlas y unas setas venenosas.
Ilustración de William Teason para “Miss Marple y 13 problemas”, de Agatha Christie

En la novela moderna, una de las perspectivas más interesantes que se estudian es la muerte del protagonista. ¿Cómo acaba el autor con su creación? Los resultados son variados, uno de los que encontramos es el veneno.

El tema de los venenos en la literatura no es algo novedoso, cuenta ya con estudios que han suscitado el interés de especialistas en literatura y lectores en general. Los autores de novela tenían que manejar conocimientos médicos para poder hacer creíble la descripción de los padecimientos de sus personajes. Y, a la inversa, ha habido médicos interesados en los venenos que proponen los escritores.[1]

Según el diccionario, veneno (del lat. venenum) es una sustancia que, introducida en un organismo o aplicada a él, le produce la muerte o grave trastorno. Para los griegos el Pharmakon es una sustancia con una doble significación: remedio y veneno, es decir, el mal y su remedio. Pero ya encontramos referencias a algunos venenos en los libros de los Vedas (1500 a. C.) y fundamentalmente en el Ayurveda o Libro de la Ciencia de la Vida, que habla de venenos de procedencia vegetal.[2]

Como afirma Roberto Pelta:

Durante los siglos XVI al XIX el anhídrido arsenioso fue el veneno preferido por los criminales; de sus malévolas actuaciones se sirvieron los Borgia, la marquesa de Brinvilliers, la Voisin, madame Lafarge y Jeanne Gilbert. Un autor del siglo XVII llamado Fabricio de Hilden se refirió en su Opera Omnia a los vapores malignos que el arsénico envía a las vísceras nobles y que llegan a alcanzar el hígado a través de las venas, el corazón por las arterias y el cerebro por los nervios.[3]

Agatha Christie

Agatha Mary Clarissa Miller (1890-1976), más conocida como Agatha Christie, es la escritora británica de novelas policíacas más famosa del mundo. A Agatha Christie se la considera la maestra en la utilización y mezcla de venenos. Como enfermera aprendió toxicología y las dosis necesarias para los envenenamientos, un saber que más tarde aplicaría en sus novelas.

Desde pequeña, Agatha fue una lectora curiosa, y esa afición la acompañaría toda su vida. Por ello, era una gran conocedora de las obras de Walter Scott, John Milton, Alexandre Dumas, Jane Austen, Arthur Conan Doyle o Charles Dickens.

Fue enfermera durante la Primera Guerra Mundial en el Red Cross Hospital y en este trabajo aprendió todos los secretos de la toxicología, conoció las dosis necesarias para los envenena­mientos, los síntomas que tendría el paciente y los posibles antídotos. Además, colaboró con la Voluntary Aid Detachment (VAD), donde atendió soldados heridos.[4] Agatha Christie acabó por ser una experta en el mundo de los venenos. Y, por supuesto, estos conocimientos los aplicó en sus obras de ficción, en numerosos asesinatos.

En 1920 publicó su primera novela, El misterioso caso de Styles, donde crea el personaje del detective Hercule Poirot que alcanzaría fama mundial. Otro de sus personajes famosos es Miss Marple, una anciana que resuelve los crímenes con perspicacia y observación, además de tener unos conocimientos extensos en el campo médico. Jane Marple es la protagonista del relato que analizamos.[5] Como ella misma dice:

—Es cierto que he llevado lo que se llama una vida tranquila, pero he tenido muchas experiencias resolviendo pequeños problemas que han ido surgiendo a mi alrededor. Algunos verdaderamente ingeniosos, pero de nada serviría contárselos, ya que son cosas de poca importancia y no les interesarían, como por ejemplo: “¿Quién cortó las mallas de la bolsa de la señora Jones?” y “¿Por qué la señora Simons sólo se puso una vez su abrigo de pieles nuevo?” Cosas realmente interesantes para cualquiera que guste de estudiar la naturaleza humana. No, la única experiencia que recuerdo que pueda tener interés para ustedes es la de mi pobre sobrina Mabel y su esposo. Ocurrió hace diez o quince años y, por fortuna, todo acabó y nadie lo recuerda. La memoria de las gentes es muy mala, afortunadamente.

La huella del pulgar de san Pedro

El relato que nos ocupa es La huella del pulgar de san Pedro. En una pequeña ciudad como Saint Mary Mead nunca sucede nada interesante, sin embargo Miss Marple piensa que es el escenario ideal para conocer la naturaleza humana. En dos reuniones que participa, una en su casa y otra en la mansión de los Bantry, los presentes se divierten contando casos de crímenes y misterios con el objetivo de hacer que adivinen una solución a cada uno de los problemas presentados.

Entre los invitados está Sir Henry Clithering, ex investigador jefe de Scotland Yard. En la primera reunión de los seis casos presentados, Miss Marple encuentra todas las soluciones. En la segunda reunión vuelve a resolver los problemas narrados. Sir Henry queda impresionado con la sagacidad de Miss Marple dilucidando los más variados misterios, basada simplemente en la monótona rutina de aquella pequeña ciudad. Al final, en Saint Mary Mead ocurre el suicidio de una joven y Miss Marple incrédula, pide a su amigo Sir Henry Clithering que la ayude a demostrar a la policía la verdadera dinámica de la situación. Y una vez más la dama descubre al asesino.

La huella del pulgar de san Pedro refleja una costumbre muy humana: el cotilleo. En muchas novelas inglesas encontramos rumores y malentendidos que dan pie a confusiones o malas interpretaciones. Lo vemos en Jane Austen y lo volvemos a ver en los relatos de Agatha Christie:

Ahora bien, como supongo que ustedes ya saben, no hay nada más cruel ni más difícil de combatir que los rumores. Cuando la gente habla a nuestras espaldas nada hay que pueda uno rebatir o negar, y las habladurías van creciendo sin que nadie pueda detenerlas. Yo estaba completamente segura de una cosa: Mabel era incapaz de envenenar a nadie y no comprendía por qué iban a arruinarle la vida haciéndole insoportable la estancia en aquella casa sólo porque, con toda probabilidad, había hecho alguna estupidez.

Este relato, además, generó controversia por la forma en que cambia las reglas tradicionales de la novela policíaca. La autora se sirvió del relato de Miss Marple para ocultar y al mismo tiempo revelar la identidad del asesino. Incluso introduce pistas falsas, como la compra de arsénico por parte de la sospechosa, un posible envenenamiento por setas venenosas o el probable suicidio del fallecido. Todas estas posibilidades confunden al lector que valora cada una de las opciones como la causa de la muerte. Por eso el final sorprendente es tan valorado.

¿Quién lo ha hecho?

Veamos las opciones. Después de una acalorada discusión, Mabel, la mujer que además es sobrina de Miss Marple, quiere matar a su marido Geoffrey Denman y le envenena con arsénico. Agatha Christie utilizó con frecuencia escenas en sus historias con las que estaba familiarizada. Así lo narra en la historia:

Aquella misma mañana fue a la farmacia a comprar arsénico. Por supuesto firmó en el registro y, naturalmente, el farmacéutico lo había contado.

Esta costumbre queda ratificada por Velasco:

En los países anglosajones, se puede adquirir cualquier sustancia tóxica comprándola en una droguería o en una farmacia, pero el cliente tiene que firmar en el libro de registro que lógicamente siempre está a disposición de la Policía. Si se trata de un medicamento que hay que adquirir con receta, esta queda archivada durante cierto tiempo en la oficina de farmacia.[6]

Otra opción son las setas venenosas que todo el pueblo baraja como posibilidad, a pesar del desconocimiento de la causa de la muerte por parte del médico. Miss Marple añade:

Además, yo tenía demasiada experiencia de la vida para creer en la infalibilidad de los médicos. Algunos son inteligentes y otros no, y la mayor parte de las veces no saben lo que le ocurre a uno. Yo no confío ni en los médicos ni en las medicinas.

Parece mentira que esta frase salga de la boca de la protagonista de Agatha Christie, una mujer que aprobó el examen Apothecary Hall pasando al Servicio de Farmacia del University College de Londres. Su colaboración como enfermera durante las dos guerras mundiales está testificada. Y, además, sus estudios sobre química a menudo se vieron reflejados en las historias que publicó en los años de posguerra.

Por ejemplo, se cuenta que el jefe farmacéutico Harold Davis, posteriormente trasladado al Ministerio de Salud del Reino Unido, le informó sobre el uso del talio como veneno y en su novela El misterio de Pale Horse, publicada en 1961. Christie se sirvió de eso para el método de ejecución de las víctimas al que agregó indicios como la caída del cabello. Su descripción de la intoxicación con talio fue tan precisa que curiosamente ayudó a resolver un caso médico que resultaba desconcertante para los especialistas.[7]

La tercera posibilidad de nuestra historia, el suicidio, nos descubre que el fallecido era un experto en venenos y sus antídotos. Sin embargo, esta opción hay que descartarla porque no apareció ninguna carta testimonial y además no tenía motivos para suicidarse. Tampoco esa es la solución del caso.

Agatha Christie juega con el lenguaje para resolver su relato, concretamente con la pronunciación del antídoto que serviría para mitigar el veneno ingerido. El asesino ha utilizado atropina, un dilatador de las pupilas. En sus últimos momentos, Geoffrey Denman es asistido por la cocinera que no entiende las palabras del agonizante, y cuando este habla de “Pilocarpina” ella entiende “pile of carps” es decir, un montón de carpas. Por su puesto, la víctima muere y es Miss Marple la encargada de descubrir al asesino y librar a su sobrina de las sospechas.

Agatha Christie consigue que un malentendido en el vocabulario acabe con la vida del personaje. Si el envenenado hubiese sido entendido por su criada, se hubiera salvado, pues él mismo sabía cuál era el antídoto para su envenenamiento. Pero interpretaron mal sus palabras.

—Pilocarpina. ¿No adivinan cómo sonaría en labios de un hombre que apenas pudiera hablar? ¿Y cómo sonaría a oídos de una cocinera que nunca lo hubiera oído? ¿No debió de darle la impresión de que decía algo así como “pila de carpas”?

Todas estas posibilidades que aparecen en el relato para que el lector piense quién es el asesino, es una característica de la prosa de Agatha Christie que se ha llamado whodunit, contracción de la pregunta “Who has done it?” (“Who’s done it?”), que podemos traducir como: “¿Quién lo ha hecho?”, un tipo de novela policiaca de moda entre los escritores ingleses y americanos que se caracteriza porque el lector no sabe quién es el asesino hasta el final, después de barajar varias opciones posibles. En este subgénero se ofrecen al lector diferentes hipótesis para descifrar la identidad del autor del delito, todas ellas válidas, como en el caso que analizamos. La trama permite al lector ensayar hipótesis y en suma, intentar saber la identidad del culpable antes de acabar con la lectura del relato, donde resulta que el personaje menos sospechoso es el asesino.

El aplomo de Miss Marple para solucionar el caso rinde al lector. Es un razonamiento básico que le permite deducir que algo se interpretó mal. El relato termina con un final inesperado. Agatha Christie nos fascina por la exactitud de sus razonamientos y sus acertadas opiniones sobre la gente en su ambiente.

Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. En realidad, la vida es una calle de sentido único.

Este texto es un fragmento del ensayo “La enfermedad de la mujer en la literatura. La utilización de venenos en la novela”, de la catedrática de Lengua Española de la Universidad de Cantabria Lourdes Royano Gutiérrez. Pertenece a su libro Palabras que superan el tiempo (Ediciones Deslinde, 2021). La pieza pictórica que acompaña este ensayo es una ilustración de William Teason (Kansas City, MO, 1922-2003) para el libro Miss Marple y 13 problemas de Agatha Christie, en la edición de la Editorial Molino (Barcelona, 1960). La mayor parte de la producción de este artista fue para clásicos del misterio y el crimen.


[1] Uno de los libros más destacado en el análisis de venenos en España está escrito por Alfonso Velasco Martín, catedrático de Farmacología de la Universidad de Valladolid.
[2] “Los alcaloides son una serie de complejos compuestos, de los que se han descubierto más de cinco mil tipos diferentes y que se encuentran ampliamente distribuidos en su mayoría en el reino vegetal. Algunos de ellos son tan conocidos como la cafeína y la nicotina, presentes respectivamente en el café y en el tabaco, y existen otros miembros de la familia como los derivados del opio (morfina, cocaína, etc.). Dentro de los alcaloides destacamos los que encierran una levada toxicidad para el organismo humano, pudiendo incluso ser responsables de la muerte de un determinado sujeto por envenenamiento”. Pelta, Roberto: El veneno en la historia, Madrid, Espasa hoy, 1997, p. 81.
[3] Pero hay muchas formas de envenenarse. “Entre las sustancias tóxicas más difundidas en la Naturaleza está el arsénico, que ha sido empleado con fines suicidas y homicidas desde épocas primigenias. En las excavaciones de Pompeya se han hallado sortijas con cavidades para ocultar en su interior elementos venenosos, así como punzones disimulados para proceder a su inoculación”. Pelta, Roberto: op. cit., pp. 61-63.
[4] En su trabajo como enfermera, profesión a la que definió como «uno de los trabajos más gratificantes que cualquiera pueda tener, dedicó 3400 horas de trabajo no remunerado entre octubre de 1914 y diciembre de 1916. Como dispensadora hospitalaria para la Cruz Roja, obtuvo 16 libras esterlinas anuales hasta el final de su servicio en septiembre de 1918.
[5] Miss Marple y trece problemas (The Thirteen Problems) es un libro publicado en 1933, que contiene trece relatos cortos, en los que cada personaje va dilucidando un misterio.
[6] Op. cit., p. 67.
[7] 176 El período de guerra fue el momento de mayor prestigio de la carrera de Christie.

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