Sue Kaufman: «Diario de un ama de casa desquiciada»

La novela tuvo una enorme repercusión en la sociedad norteamericana de los sesenta, convulsa y difícil. Muchas mujeres de clase media se identificaron con la historia de Tina Balser, su personaje protagónico.

Cubierta de la primera edición de "Diario de un ama de casa desquiciada"
Cubierta de la primera edición de "Diario de un ama de casa desquiciada"

En 1967 se publicó en Estados Unidos la novela de Sue Kaufman (1926-1977) Diario de un ama de casa desquiciada. La autora ya era conocida en el mundo literario y periodístico por sus colaboraciones literarias en diversas publicaciones periódicas. Fue el Diario de un ama de casa desquiciada, no sólo su tercera novela, sino también el texto con el que alcanzó una gran notoriedad como escritora. En el año 1970 el director de cine Frank Perry la llevó a la pantalla. Tuvo en el rol protagónico a la actriz Carrie Snodgress y por su interpretación del personaje de Tina Balser fue nominada al Oscar de Mejor Actriz en la edición de 1971. Pero el premio de actuación femenina y el de revelación a la mejor actriz no lo obtuvo, sino en el Globo de Oro de ese mismo año.

El éxito de la novela estuvo condicionado también por el ambiente político y cultural de la época. En esos primeros años de la década del sesenta había comenzado la escalada bélica norteamericana en Vietnam del Sur. Miles de jóvenes norteamericanos, hispanos y negros fueron reclutados y enviados a una guerra de la que desconocían sus causas. La aparición del movimiento hippie, que dura hasta hoy, con el slogan de “Paz y amor” tuvo en la población estudiantil una fuerte presencia. El mejor testimonio cinematográfico de este hecho es el filme Hair, de Milos Forman, del año 1979.

Portada de una edición actual de "Diario de un ama de casa desquiciada".
Portada de una edición actual de «Diario de un ama de casa desquiciada».

En esos años sesenta se expandió la enseñanza universitaria lo que dio acceso a las aulas a casi todas las clases sociales. Este fue un factor esencial para que las universidades pasaran a ser escenarios de múltiples protestas. La rebeldía de los estudiantes no era solo contra la guerra, sino también contra el estatismo social, la lucha por los derechos civiles y contra los falsos valores. Las universidades eran fuertemente criticadas por sus anquilosados planes de estudio y por vivir de espaldas a la convulsa realidad. Los jóvenes reclamaban una universidad donde prevaleciera la razón crítica y los estudiantes tuvieran derecho a la polémica y al libre pensamiento. Los textos del filósofo y sociólogo germano-estadounidense Herbert Marcuse, con sus ideas acerca de la política de tolerancia represiva, la necesidad de romper con los moldes retrógrados de la cultura, la necesidad del ser humano de alcanzar una libertad individual, la creación de una sociedad y un hombre unidimensional con el fin de luchar contra un sistema social que acaba por estandarizar el pensamiento. Para el filósofo ese estatismo social no hacía otra cosa que engendrar la violencia ante la imposibilidad de pensar individualmente. Marcuse se convirtió en aquellos años en lectura obligada de los estudiantes universitarios.

La lucha por los derechos civiles llevada a cabo por la población afroamericana tuvo como principio alcanzar los derechos civiles, pero no por vías violentas. Encarcelado en 1963, Martin Luther King, fue puesto en libertad por el presidente J.F.  Kennedy. Recibió el Premio Nobel de la Paz en octubre de 1964. El 4 de abril de 1968 fue asesinado. Blancos y negros, en masa compacta, asistieron al entierro más grande de la historia norteamericana. Otros movimientos como los Panteras Negras, creado por estudiantes, tuvo también una línea pacifista y llegaron a crear programas para la educación de los niños, habilitación de instituciones gratuitas de salud y se opusieron fuertemente al uso de las drogas. Personalidades como Angela Davis, a quien se le considera una de las fundadoras del feminismo negro, también respaldaron las posturas pacifistas en la lucha por los derechos civiles. Era, indiscutiblemente, un escenario difícil.

El resto del mundo no estaba más tranquilo.  La invasión de las tropas soviéticas a Checoslovaquia entre el 20 y el 21 de agosto 1968 provocó la resistencia de los estudiantes checos y conmovió al mundo. Por otro lado, las barricadas de estudiantes y obreros en el llamado Mayo francés de1968 y la violencia con que fueron reprimidos demostró que, en efecto, uno de los grafitti aparecidos en las calles parisinas era absolutamente cierto: “Corre, compañero, el viejo mundo te persigue”. El 2 de octubre de ese mismo año se produjo en México la matanza de Tlatelolco. No se sabe todavía cuántos murieron aplastados por los tanques o baleados por el ejército. Estudiantes, obreros, campesinos, mujeres, niños, gente común, fue masacrada por militares, muchos de ellos vestidos de civil, para poner fin a una oleada de protestas y reclamaciones de derechos civiles por parte del estudiantado y los obreros mexicanos. Días después, en medio de un clima de tensión, se inauguraron los Juegos Olímpicos en Ciudad México.

Una nueva oleada feminista, respaldada por figuras como Betty Friedman con su libro La mística de la feminidad, publicado en 1963, se expandía también por los Estados Unidos. Las ideas de Betty Friedman y sus seguidoras dieron lugar a la constitución de NOW, es decir, la Organización Nacional de Mujeres que tenían como presupuesto “El malestar que no tiene nombre… ¿Es esto todo?” Ese mismo año el presidente norteamericano J.F. Kennedy se vio obligado a constituir un grupo de trabajo para que investigara la verdadera situación de la mujer en su país. Los resultados de esa comisión estuvieron mediados por la mentalidad patriarcal que impidió una auténtica incorporación orgánica de la mujer norteamericana en su sociedad. El resultado inmediato fue la constitución del grupo Women´s International Terrorist Conspiracy (WITCH). Este grupo aunó a otros independientes y tuvieron un rol importante en las luchas por la liberación de la mujer.

Todos estos hechos actuaron con un carácter de contracultura que puso en tela de juicio todos los valores de la sociedad norteamericana. Influyeron también otros aspectos además de los ya mencionados. La aparición de la píldora anticonceptiva, que permitía regular el crecimiento familiar, fue uno de ellos. El desarrollo tecnológico que trajo consigo la aparición de una serie de artefactos que aliviaban el trabajo de la mujer en la casa actuó como otro factor fundamental. Al tener mejores condiciones para desempeñarse en las labores domésticas, la mujer tiene más tiempo para su desempeño como sujeto social. Por tanto, comenzó a mirar con mayor atención lo que ocurría fuera de su espacio hogareño. Esta es una de las aristas que Sue Kaufman devela en Diario de un ama de casa desquiciada.

La mística de la feminidad de Betty Friedan, portada.
«La mística de la feminidad» es un libro clave del feminismo escrito durante la segunda ola del feminismo (1960-1990).

El ideal estándar de la familia norteamericana fue descrito por Sue Kaufman en su novela. Las hijas en la escuela, los horarios estrictos, la planificación de las comidas, la bebida del marido a la mano para cuando llegue de la calle, las compras rutinarias y la relación con una servidumbre que funcionaba sordamente como un ojo acusador sobre la familia y, en especial, de su ama, Tina Balser, son develadas con cáustica intención. Aquel concepto modélico del grupo básico social se heredaba de décadas anteriores. Para ello, se crearon programas radiales y televisivos que enseñaban cómo alcanzar la felicidad a partir de conceptos estrictamente patriarcales. Las niñas debían ser educadas para el matrimonio perfecto y alejadas tempranamente de la educación profesional. El hombre debía ser respetado como el único sostén de la casa. La mujer, aparentemente, era el horcón de ese mundo interior, pero sólo epidérmicamente porque se le negaban todos los derechos. Nada podía administrar sin el dinero que recibía del esposo y del que tenía que dar cuentas. Por tanto, la mujer era una especie de cuidadora de la familia y del hogar. El término de cuidadora alcanzó entonces una connotación social y se convirtió en el centro de atención de las feministas norteamericanas. Para ellas ser cuidadora implicaba un tipo de trabajo doméstico. La ensayista Nani Aguilar Barriga al analizar el término de cuidado en relación con el feminismo señala que:

«En las décadas de 1960 y 1970 se gestan diferentes movimientos que reivindicarán el salario para los trabajos domésticos como las Welfare Mothers en Estados Unidos y la Campaña Internacional por el Salario para el Trabajo Doméstico cuyo epicentro será Italia. En la década de 1960, las Welfare Mothers, mujeres que recibían asistencia económica del Estado en el marco de un programa que proporcionaba dinero a los hijos de familias monoparentales, cuyas familias no disponían de ingresos o estos eran muy bajos. Se movilizaron para exigir un salario al Estado por el trabajo que suponía criar a sus hijos. Lideradas por mujeres afroamericanas, e inspiradas a su vez en el Movimiento por los Derechos Civiles, politizaron el cuidado e instalaron el trabajo reproductivo como problema político público».[1]
Nani Aguilar Barriga
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El drama de Tina Balser

En el  Diario de un ama de casa desquiciada, la Kaufman muestra el angustioso drama de Tina Balser, mujer de clase media acomodada que ha renunciado a su propia vida para cuidar  de la casa y la familia. Todo es, en apariencia, perfecto. La carrera exitosa del marido. Las dos hijas que se educan en uno de los mejores colegios de Manhattan. La sirvienta que, desde la cocina, observa y engaña a todos sin que nadie se percate. La vida transcurre en una aparente calma bajo un orden preestablecido. Hasta que un día Tina Balser descubre que todo puede cambiar para ella. Solo necesita hacer valer sus deseos y necesidades. Ella se había graduado en Artes en una universidad y nunca había ejercido su profesión. Ahora le urge dejar testimonio de su verdadero yo. Necesita expresar lo que realmente piensa del marido tiránico y controlador. Describir a las hijas, que la desprecian y se burlan de ella, como los seres despiadadamente egoístas que son. Hacer notar que la sirvienta forma parte de ese mecanismo que la asfixia y que es una de sus principales enemigas. Se decide, pues, a escribir. Como en La habitación propia de Virginia Wolf solo necesita un pequeño espacio, un lápiz y papel. Pero esto lo hará a escondidas, cuando los otros no estén o, simplemente, duerman. No requiere de nada más:

«En cuanto he llegado a casa, he cerrado esta puerta con llave… No me gusta este silencio. He abierto el cajón de en medio y sacado la libreta de debajo de un montón de combinaciones de nailon. Es una estupenda libreta, gruesa, de ciento treinta y dos páginas. Al deslizarse por la primera página tan nueva y tan blanca, mi mano deja unas marcas de humedad, hinchadas y arrugadas que hacen que la tinta se corra cuando intento escribir encima. Compré la libreta ayer, en la tienda de todo a cinco centavos. Llevé a las niñas allí como premio por haberse portado bien […] Mientras buscaban y elegían, yo me quedé a su lado mirando, deseando que el tic de mi ojo derecho se detuviese y rezando para que el nudo de mi garganta no empeorase, y entonces me fijé en el montón de libretas y se me ocurrió la idea. Así de sencillo. Las vi y supe que era lo que necesitaba, lo que había estado buscando todo este tiempo, sin saber que las necesitaba ni que estuviera buscándolas. No sé si me explico. También supe que era una buena idea, sensata, porque mientras estaba allí de pie, mirando las libretas, el tic del ojo se detuvo de repente y el nudo de la garganta desapareció. Una señal. Así pues, cogí cuatro libretas y me las puse debajo del brazo».[2]

A partir de ese momento comienza a derrumbarse, como castillo de naipes, el mundo de equilibrio y perfección hogareña. La violencia doméstica se hace patente en la voz imperativa e insultante del marido. La violencia no solo es física, sino también verbal, lo que suele ser, en ocasiones, peor. Tina/Sue se compara entonces con el famoso personaje de Tabitha-Twitchit creado por la escritora inglesa Beatriz Potter. El mismo representaba a una gata que no era otra cosa que una madre sufrida y maltratada por sus tres hijos. Los intentos de Kauffman por quebrar tantas amarras la desestabilizan sicológicamente y la arrastran a una relación extramarital. Al final, el marido reconoce su incapacidad para sostener el peso del mundo familiar. Su conducta irreflexiva, egoísta y corrupta queda al desnudo en el momento justo en que Sue/Tina se sintió culpable, por última vez, en su matrimonio.

«Se ha acabado, me dije. Realmente se ha acabado. Ya puedes recoger los pedazos y volver a empezar. Pero no sentí nada, nada de nada, ninguna euforia, ninguna emoción, solo los calambres y el calor del sol en la cabeza y en la espalda. ¿Ya podía recoger los pedazos para empezar qué exactamente? No lo sabía. George había dicho que una vez que decidiese qué era lo que quería, todo iría bien. Pero, ¿qué era lo que quería? No lo sabía, no lo sabía, así que finalmente me levanté y volvía a casa y me puse a escribir. Y ahora que he escrito hasta aquí, sé finalmente lo que quiero y quién voy a ser. ¿Quién? ¿De quién se trata? Pues de Tabitha-Twitchit-Danvers, naturalmente. La señora con el delantal. Y la lista de tareas. Y las llaves. Soy yo. Ah, soy muy yo, y no puedo entender de ninguna manera por qué no me he dado cuenta antes. Supongo que, por un lado, Jonathan no me dejaba. Eso no encaja con la imagen de lo que debe ser la esposa de un hombre del Renacimiento. Pues bien, he intentado ser la imagen que él quería, he intentado ser muchas cosas, pero ahora ya lo sé. Esa es la persona que voy a ser, y si a Jonathan no le gusta, que se aguante. Tabitha- Twitchit-Danvers-Yo».[3]

La mujer se mira al espejo y su imagen se visualiza fragmentada y rota. No basta pedir la palabra y hablar, sino que las escuchen. Los problemas de este tipo tienen causas más hondas que van desde la sicología individual de la mujer, los imaginarios sociales hasta las estructuras de las sociedades. Diario de un ama de casa desquiciada tuvo una enorme repercusión en aquella sociedad norteamericana de los sesenta tan convulsa y difícil. Muchas mujeres de clase media se identificaron con Tina Balser, las mismas mujeres que salieron a las calles para apoyar a los jóvenes mientras estos quemaban sus tarjetas de reclutamiento para no ir a Vietnam. Las que marcharon al lado de los afroamericanos, en silencio y con respeto, mientras acompañaban los restos mortales de Martin Luther King. Incluso aquellas que, desde el silencio del hogar, miraban cómo la vida les cambiaba sin pedirles permiso. Todo esto fue apenas un momento en el tiempo porque después nada fue igual en el mundo. El feminismo había nacido en medio de una sociedad dividida en clases y esencialmente patriarcal. Así lo advirtió Herbert Marcuse:

Si ustedes quieren lo pueden considerar como una declaración de capitulación o una confesión. Soy de la opinión de que nosotros los hombres debemos pagar por los pecados de la civilización patriarcal y su tiranía: las mujeres tienen que liberarse para determinar ellas mismas su propia vida, no como esposas, no como madres, no como amas de casa, no como amantes, sino como seres humanos individuales. Esta será, ciertamente, una lucha llena de amargos conflictos, dolor y tormentas.[4]

Y sucede todavía hoy, como en el final de la novela de Sue Kaufman, cuando Tina Balser afirma que “esa es la persona que voy a ser”. La afirmación que se convirtió en una suerte de declaración de fe para buena parte de las mujeres norteamericanas de la época. Pero buena parte de los problemas expuestos por Sue Kaufman en esta novela siguen en pie. Mientras otros conflictos han aparecido para hacer más difícil la vida de las mujeres en el mundo. Tenía razón, pues, el filósofo alemán Theodor Adorno, a quien Marcuse cita, “Lo que sería distinto, todavía no lo es”.


[1] Nani Aguilar: Aguilar: “Una aproximación teórica a las olas del feminismo: la cuarta ola”, en: revista Femeris, Vol. 5, No. 2, p. 108. Consultado en https://doi.org./10.20318/femeris.2020. 5387, http://www.vc3m,es. Consultado el 4 de junio de 2023.

[2] Sue Kaufman: Diario de un ama de casa desquiciada. Traducción de Milena Busquets., e-Pub con estilo,  Colección Mezqui, enero de 2010, pp. 2-3.

[3] Ibíd., pp. 586-587.

[4] Herbert Marcuse: “Marxismo y feminismo”, en: Calas en nuestro tiempo. Editorial Idearia, Barcelona, 1983, p 11.

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