Crónica Roja (Memorias de una violación: dos cartas cruzadas y un poema)
Santa Clara, Cuba, 29 de diciembre de 2017.
Querida Ileana:
Te envío esta crónica escrita en forma de poesía que describe uno de los más aberrantes rostros de los muchos que tiene la violencia contra la mujer. Es horrible pensar en lo peligroso que resulta a veces para una mujer ser joven, bella e inocente. En el caso específico de este texto, escrito hace varios años (forma parte de mi cuaderno Esperando un milagro, título que tomé de una pintura de José Ramón Benítez Vieyto, porque todas mis crónicas suceden durante la época en que él nos iluminó con aquel cocodrilo sobre un taburete), trata de un suceso real y denigrante en toda la intención de este término, pero que cada vez se hace más común en Cuba.
Suerte a tu revista, tan necesaria, y un próspero nuevo año para ti, mi hermana querida, también para mi hermano Francis y esos dos frutos de la libertad, la delicadeza y el amor que ambos han cultivado en esa vida llena de zarzas que les tocó y han sabido sortear a golpes de ases.
Besitones.
Rte. Otilio Carvajal
Ciego de Ávila, Cuba, 8 de enero de 2018.
Querido Otilio:
No imaginas cómo me ha estremecido tu crónica escrita en versos. Una vez más la literatura cubana realiza las funciones que deberían asumir los medios periodísticos. Pero, cuando se escribe con autenticidad y una belleza que por momentos puede ser sombría como aquí, el impacto de un texto como el tuyo puede ser mayor. También logras provocar escalofríos al asomarte al abismo del ser humano y asumir incluso el punto de vista de los violadores. Recuerdo, porque cosas así no se olvidan, los acontecimientos que narras en tu crónica poética. Sé cuánto dolor causó aquel crimen en el seno de la familia de nuestro amigo, y viene a mi memoria el desasosiego que nos provocó, porque conocíamos a la niña.
Los violadores tratan a la víctima como una presa, un objeto que pueden poseer y destrozar, con esa conciencia prepotente, pero su actitud no ocurre en un día, sino que es el producto social de vivir bajo esa idea del dominio y el control sobre otras personas. Al final, en realidad, nunca pueden poseer el cuerpo ni el espíritu de la otra persona, aunque le lleguen a matar en el colmo de su impotencia miserable, como suele ocurrir.
Y nunca será poco lo que hagamos, amigo mío, para denunciar ese tipo de males, sobre todo cuando la prensa y las instituciones que deben reconocerlos, investigarlos y condenarlos, manifiestan una doble moral al respecto. Por un lado, niegan la existencia de esa enfermedad social y, al mismo tiempo, contradictoriamente, tratan de quedar bien con breves campañas publicitarias. Aunque cierto es que quizás ante el incremento de este tipo de hechos y el empuje de la prensa independiente, en los últimos tiempos, en alguno que otro artículo, han comenzado a reconocer su existencia. Hasta que no admitamos y reafirmemos por todas las vías posibles que la violencia de género es una grave violación a los derechos humanos, quizás no empezaremos a avanzar de verdad en su erradicación.
Hay muchos temas en los que debemos unirnos, más allá de cualquier diferencia, quienes deseamos una Cuba mejor. Una de las causas más incuestionables y urgentes es la lucha contra la violencia de género. Por ello te agradezco que quieras compartir en Alas Tensas tu conmovedor poema.
Yo, igual que el cocodrilo indefenso e iluso de aquel cuadro que acompañó nuestro crecimiento como escritores (dormido sobre un taburete), también estoy esperando un milagro, o mejor dicho, el milagro. En ese día utópico que nos ilumina por delante, no existirán ya en nuestro país las desigualdades ni la violencia contra las mujeres.
Que la fuerza del amor no te falte en este año que recién comienza. Te abrazo.
Rte. Ileana Álvarez
CRÓNICA ROJA
Violadita por los hijos de Jiménez
se desangra en el campo de fútbol.
Era una muchacha de paso bello
que se ponía su shortcito para correr
y luego se lo quitaba para ducharse.
Se llamaba Raquel, la suavemente.
Ahora le dicen la violadita.
/Cuando venga el hipo: te tomas tres vasos de agua
y piensas en tres viejas feas/.
En el estadio de fútbol, los hijos de Jiménez
no saben qué más hacerle al cuerpo.
Ella venía con sus tarecos de la beca
y un diploma enrollado debajo del brazo.
Se veía linda desde lejos:
un tomeguín, la suavemente.
Le gustaba desde niña a los hijos de Jiménez
que eran feos como los domingos que se mueren
sobre el largo bostezo de las gradas.
Poco que hacer había luego del partido.
En Cuba hay poco que hacer
después que los equipos recogen y se van
y el domingo comienza a morirse de tan tonto.
/Cuando venga el hipo: te tomas un vaso de aguazuca
y piensas en que un día de estos van a morirse todos los traidores/.
Pasaba Raquel y ellos le miraban zarandear
y se volvían lobos.
Tenía aquel cuerpo de perfectos arrecifes.
Una nalguita pa aquí, otra nalguita pa allá:
el pelo rítmico caía en forma de bengalas.
Fue la única vez que el padre de Raquel
no fuera a acompañarla.
Estaba con Jiménez matando un lechón para sus hijos.
Hablaban sobre la vileza de los días
y en el aire las moscas se tambaleaban
y caían, víctimas del comunismo tropical.
/Cuando venga el hipo: te tomas un café en el bisne de Jiménez
y piensas en que el viento del mar
se espesa como sopa de pescado en viernesanto/.
Pasaba, jacarandosa y tierna, suavemente
y a los hijos de Jiménez se les cruzaron las cuerdas.
Una nalguita pa aquí, otra nalguita pa allá
y ellos la seguían haciéndose los lobos.
En la calle Celia Sánchez, estrecha y tremendista,
la agarraron;
en la calle Celia Sánchez, oscura y muy propicia,
la obligaron
a coger por la calle Che Guevara hasta el estadio.
/Cuando venga el hipo: te tomas un jarro de sambumbia
y piensas en el novio de la beca/.
Le arrancan la ropita de uniforme, la acomodan.
La previoladita llora como un lechón ante el cuchillo.
―Pásame un trago, Jiménez:
no te cobro un peso y estás más cicatero que los chinos.
La machacan, la ensucian y le llenan la boca...
y le llenan el cuerpo de chiflidos.
Se toma el trago, doble... y hunde las manos en el puerco.
―Las tripas me las llevo; a mi hija le encanta la morcilla.
Se ríe Magdalena, la esposa de Jiménez.
Se ríe el marido, como un cerdo
y un vaso se cae y no se rompe.
/Cuando venga el hipo te quedas calladita
y verás que se larga y no regresa/.
Dos puñaladas... tres… y poco a poco
la sangre va manchándole el diploma.
Se ríen con risa de muchachos
que quieren morirse de tan lobos. Y se van.
En el estadio de fútbol se queda violadita y suavemente,
sin saber que va a morirse,
sin saber que el hipo llegará de pronto, inevitable.
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