Safo de Mitilene, sexualidad y amor en «la décima musa griega»

La figura de Safo se ha convertido en un icono de la lucha por la igualdad de género y los derechos de las mujeres. Su legado poético sigue conmoviendo a lectores y lectoras de todas las épocas.

| Mundo | 22/05/2023
Joven poetisa Safo en un fresco pompeyano representada con libro y pluma en las manos.
Joven poeta Safo en un fresco pompeyano.

Lesbos, la Isla de la diosa Afrodita, es una región erótica cuyas curvas se dibujan en los versos de la poeta Safo.

Esta es la isla de la pasión en donde el amor “lesbiano”, de lesbos, es celebrado por primera vez en la historia de la literatura por una estilizada mujer de cabellos negros.

Llega la mitad de la noche

el tiempo se esfuma

estoy sola, tumbada en mi lecho”

(Safo)

Nacida en el seno de una familia aristocrática, que le propició una esmerada educación literario-musical, hija de una mujer llamada Cleis y de un rico comerciante de vinos que murió peleando contra los atenienses, Safo se mostró al mundo griego un siglo antes que los trágicos Esquilo, Sófocles y Eurípides. También es anterior a los filósofos atenienses Sócrates y Platón.

La época en que vivió Safo

Se dice que nació en Ereso en el siglo VII a.C.

En los fragmentos de su obra que nos han llegado, la poeta celebra la belleza del entorno, «la aurora en el puerto de la reina” y la “alfalfa dorada que crece a la orilla del mar”.

En la época de Safo, Lesbos es una de las joyas del archipiélago Egeo, un bastión de modernidad sin comparación con cualquier otra región del mundo heleno, alejado de las influencias atenienses y mucho más cercano a las influencias de Asia menor y sus riquezas.

Escultura antigua que representa a la poetisa Safo, de Lesbos.
Safo de Lesbos.

En Lesbos imperan Afrodita, la diosa del amor, y Demeter, la diosa de la agricultura y las cosechas. En la antigüedad se decía que cuando los dioses querían pan mandaban al mensajero Hermes a Lesbos a buscarlo. El pan hecho con la cebada de Ereso era el mejor de toda Grecia.

La riqueza de la tierra provenía de las rocas volcánicas que se descomponían siendo esparcidas por las lluvias y el viento. De este viento tan fuerte de la zona también habla Safo en uno de sus poemas.

Himno en honor a Afrodita

La mayoría de sus obras se perdieron y la única que nos ha llegado casi completa es el Himno en honor a Afrodita. Aquí se describe este sentimiento como una poderosa fuerza divina que puede mover montañas y hacer que los hombres y las mujeres hagan locuras.

En una parte de su himno, Safo expresa:

«¡Dulce madre de oro, hermosa Afrodita, te suplico que no me atormentes con la angustia y la pena, oh, señora, no hagas que mi corazón se sienta afligido por el amor!».

Lo que sabemos de su poética nos viene por referencias de terceros autores que vivieron al menos un siglo después de su muerte.

Casi todo lo que pueda suponerse acerca de la vida y escritos de Safo son comentarios e interpretaciones hechas por los propios exegetas griegos, especialmente los del Egipto ptolemaico, a partir de lo que queda de sus textos, incluyendo la creencia de que tuvo un breve matrimonio, una hija a la que llamó Cleis, en honor a su madre, y un puñado de relaciones amorosas con sus discípulas de Lesbos que dieron origen al término “lésbico” —originalmente el gentilicio de la isla— como sinónimo de atracción entre mujeres.

La obra de Safo no fue popular fuera de su patria y esto contribuyó a su escasa difusión

Safo componía en dialecto eolio, cuando el dialecto clásico de la literatura griega era el ático. Si bien eruditos como Platón podían apreciarla, a la gente que no hablaba el dialecto eolio le costaba mucho más y esta dificultad hizo que el abismo de la incomunicación se fuera ahondando con el paso de los siglos. El escritor romano Apuleyo consideraba el lenguaje de Safo “extraño y complicado” y comentaba de las dificultades que tendrían algunos lectores de la época romana para entender sus poemas si hablaban el griego clásico.

Se dice que Alejandro Magno envió a sus soldados a Lesbos para recuperar algunos de los poemas de Safo y conocer en su lengua original la obra de esta mujer singular que rompió el anonimato al que eran sometidas las mujeres de su tiempo. Si la aventura tuvo o no un final feliz y el Magno leyó los textos en la intimidad de su tienda no lo sabemos, pero ya la anécdota nos devela algo de la curiosidad que sentían los antiguos hacia la figura y obra de la devota de Afrodita.

Después del asesinato de Melacro, tirano de Lesbos, Safo vivió unos años exiliada en Siracusa, junto a otros personajes relevantes de la isla. Durante aquel exilio, entabló una estrecha amistad con Dionisio, tirano de Siracusa, quien se mostró profundamente admirado por su personalidad independiente y por su enorme talento poético.

Poesía de delicada intimidad…

Considerada heredera del poeta Homero, Safo se aparta del relato épico. Su poesía, de una delicada intimidad, ahonda en la paz introspectiva y no en los ruidos de la acción guerrera, frecuentes en una Grecia arcaica en donde a menudo la violencia era ley.

“Un grupo de caballeros, o de soldados a pie, un escuadrón; no hay nada más hermoso en la tierra azul y sombría. Pero yo creo que lo bello es lo que se ama por amor, sin obstáculos. Esa es una verdad que todos pueden comprender. Ahora me acuerdo de Anatolia, la ausente. La gracia adorable de sus pasos, el resplandor cambiante de su rostro radiante, preferiría ver eso que los carros de combate y la infantería armada”

(Safo)

Con este poema, Safo hace una declaración literaria que nunca antes había hecho un hombre o una mujer.

Escultura que representa el busto de Safo.
Busto de Safo.

Ella nos dice: Puede encantaros la caballería, puede encantaros la infantería, podéis sentiros fascinados por el ejército y las batallas, pero para mí lo mas importante, lo único que cuenta, es el amor.

A su regreso del exilio, Safo se entregó de lleno a la poesía, cosa que refuerza la teoría de su origen aristocrático pues nadie que no dispusiera de cuantiosos recursos podría vivir consagrado exclusivamente a la creación.

El tíaso de Afrodita en Lesbos: Libaciones en el templo del amor

Grosso modo, los tíasos eran comunidades que funcionaban bajo el amparo de un dios. En cuanto al tíaso de Safo, es posible que haya sido una especie de escuela para mujeres aristocráticas en la que se enseñaba poesía y música, aunque no se tiene certeza absoluta sobre la estructura y funcionamiento de esta singular comunidad. Se cree que las discípulas de Safo eran jóvenes mujeres de la aristocracia lesbiana que rendían culto a Afrodita pues se han encontrado fragmentos de su obra en los que se exalta la belleza y el encanto de algunas de ellas. Safo dirigió su tíaso diez años, hasta el 580 a.C., considerada la fecha de su muerte.

“Voy a recordarte los hermosos días pasados, las coronas, a menudo, de violetas y rosas con las que adornabas tu frente a mi lado, y las guirnaldas fragantes, las flores entrelazadas que ponías en tu frágil cuello, el aceite perfumado, el preciado ungüento que cubría tu cuerpo como una reina. Y sobre el nuevo lecho, en mis brazos, con ternura, saciabas tu sediento deseo”

(Safo)

El amor en la poesía de Safo

La sexualidad está en la base de la poesía de Safo y las relaciones que tiene con algunas alumnas hacen de sus compañeras maravillosas destinatarias de sus impulsos amorosos.

Safo vio a través de la belleza femenina, y mucho antes que Platón en El Banquete, el poder moral de la belleza.

Se amaba a sí misma y ese sentimiento de amor propio y de sentimientos y sensaciones compartidas aparece en toda su poesía.

“Ofrezco tu belleza al sacrificio de mis pensamientos y te adoro con todos los sentidos”

(Safo)

Es posible que el amor en la poesía de Safo no solo se refiriera al amor humano sino también al amor divino, a la veneración de Afrodita como la diosa del amor y de la belleza. Esto podría explicar algunas de las manifestaciones amorosas que encontramos en sus poemas, que podrían también ser interpretadas como una expresión de la relación entre la poetisa y su diosa tutelar, pues en muchas ocasiones en la antigua Grecia las relaciones sexuales tenían un carácter sagrado y formaban parte de los rituales religiosos en honor a las divinidades.

Legado de la poesía de Safo: ícono de la lucha por la igualdad de género y los derechos de las mujeres

Por otro lado, es importante destacar que en la sociedad griega antigua la mujer era vista como un objeto de deseo y no como un sujeto activo en las relaciones sexuales y amorosas. Sin embargo, Safo se muestra en sus poemas como una mujer independiente, intelectual, con criterio propio y con control de su sexualidad, lo que resulta sorprendente en una época en la que las mujeres ocupaban un papel muy limitado. En este sentido, la figura de Safo se ha convertido en un icono de la lucha por la igualdad de género y los derechos de las mujeres.

Su legado poético sigue conmoviendo a lectores y lectoras de todas las épocas. Escribió poesía lírica de gran belleza y profundidad emocional. Le cantó al amor, a la pasión, a la naturaleza de su amada isla, a sus bellas mujeres plagadas de sensualidad y secretos. Entre sus obras más destacadas se encuentran los «himnos a los dioses», los «epitalamios» (poemas de boda) y los «fragmentos de amor».

Queda muy poco de la obra de Safo, apenas 650 versos…

La pérdida de casi toda la obra de Safo se debe en parte a que muchos de sus manuscritos se encontraban en la Biblioteca de Alejandría, la cual sufrió múltiples incendios a lo largo de los siglos, algunos de ellos provocados por furibundos pirómanos enemigos del saber. También la Iglesia persiguió activamente su obra por considerarla inmoral. En el siglo IV, el arzobispo de Constantinopla, Gregorio Nacianceno, hizo quemar públicamente todo lo que de Safo pudo encontrar. Más tarde, en el siglo XI, otro Gregorio, esta vez papa, el papa Gregorio VII, organizó una batida para destruir cualquier copia de sus poemas por considerarlos inmorales y carentes de fundamento.

"Fragmentos de Safo", hallazgo del papiro de Colonia, 2004.
«Fragmentos de Safo», hallazgo del papiro de Colonia, 2004.

El motivo de la condena papal tuvo que ver con el tratamiento que se daba en su obra al amor homosexual, especialmente al amor entre mujeres. En un contexto en el que la Iglesia consideraba el deseo femenino pecaminoso por naturaleza, esto era suficiente para arremeter contra cualquier cosa que evocase este deseo, así se tratase de un antiquísimo fárrago de versos incompletos.

La historia humana es una sucesión de piras en las que arden las ideas de la libertad y el placer, un incesante acoso a todo lo que escapa a los dictámenes del poder arcaico y oscuro.

Influencia de Safo en la poesía griega antigua

Aunque la figura de Safo destaca por su importancia e influencia en la poesía griega antigua, hubo otras mujeres que también cultivaron la poesía y que, al igual que Safo, se enfrentaron a la discriminación en aquella sociedad patriarcal y sectaria.

Nombres como Erinna de Telo y Ányte de Tegea, ambas seguidoras de Safo y también pertenecientes a la isla de Lesbos, dan fe de esto. Erinna escribió el poema épico «La tejedora», que narra la historia de una joven tejedora que muere prematuramente. Ányte, por su parte, destacó por su poesía naturalista y por sus apasionadas descripciones de la naturaleza.

Otros registros incluyen a Corina de Tanagra, que se cree vivió en el siglo V a.C. y que fue reconocida por su habilidad en la poesía lírica, y a Nosis de Locris, una seguidora de Safo que vivió en el siglo IV a. C. La poesía de Nosis se centraba en temas como la naturaleza, el amor y los ritos religiosos.

El final de Safo, si es que hay un final…

Una hipótesis de su final dice que presa de una decepción , y por no resignarse al inevitable arribo de la vejez, se tiró de un acantilado y halló su última voluntad en la espuma de las olas. Probablemente esto no sea más que un matiz final dentro de su legendaria vida. En la antigua Grecia el suicidio no era algo bien visto y la condena a los suicidas, tanto en el mundo terrenal como en el infamando griego era severa e irrevocable.

La única verdad sobre Safo son sus textos, unos 650 versos que la censura cristiana y la moral conservadora no consiguieron pulverizar.

Los versos que llegan a nosotros son un grito de amor, agitación y angustia asociados para siempre a la belleza, a la mágica isla de Lesbos y al deseo femenino:

“Las musas me otorgaron la auténtica dicha. Cuando muera no seré olvidada”.

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