Teatralidad en la obra de Marina Abramovic

Un repaso por la carrera de la artista serbia Marina Abramovic nos lleva hasta su performance The artist is present, una provocación al público a replantearse el arte y sus funciones.

Retrato de la artista serbia Marina Abramovic.
Retrato de la artista serbia Marina Abramovic. / Imagen: Nedeljnik

Marina Abramovic (1946) es una creadora de origen serbio que comenzó su carrera en la década del 70 y que ha producido creaciones por más de tres décadas siendo conocida por esto como «la abuela del performance”.

De más está decir que el performance como praxis se construye a partir de una relación eminentemente teatral marcada por la interacción actor-público, como aquella, pero en la cual esta presenta la peculiaridad de proponerse de una forma “aparentemente más directa” entre artista creador y espectador —se señala que es “aparentemente más directa” pues aunque pueda darse el caso de que el artista finja ser él mismo, en su cotidianidad, esto nunca es totalmente así; siempre el acto de “dejarse observar” implica una representación por parte del creador, una teatralización de su cuerpo-mente.

«Marina Abramovic construye su obra de un modo que todavía en el paso del tiempo continúa siendo perturbadora…»

Lo cierto es que Marina Abramovic construye su obra de un modo que todavía en el paso del tiempo continúa siendo perturbadora, pues el performance siempre lo es y desde una poética que incluso tal vez sin proponérselo no dejar de ser marcadamente femenina:

Explorar en el cuerpo como constructo social…

Si partimos en el análisis de la motivación de explorar en el cuerpo como constructo social que, por tanto, puede ser construido, reconstruido, deconstruido, asumido o criticado en una obra que parte de la corporalidad como medio de expresión, a partir del cual proponer determinado discurso, surgen algunas interrogantes iniciales como: ¿cuerpo del artista —o cuerpo representacional— versus cuerpo genérico?, ¿puede ser el cuerpo en sí mismo teatral?

En las obras o performances de Abramovic, el cuerpo de mujer desde su carga genérica se presenta ante los ojos de los espectadores, a veces desnudo, a veces enfundado en un vestuario ancestralmente femenino, en tanto traje teatralizado.

Fotograma del video "The Witch Ladder": Marina Abramović vestida de negro, con los brazos abiertos ante una mesa llena de cuchillos.
Fotograma del video «The Witch Ladder», de Marina Abramović (2022). / Imagen: Universidad de Oxford.

En ocasiones este cuerpo rompe las fronteras del género, y provoca, en tanto es sometido a cosas que tal vez soportaría mejor el de un hombre, y se convierte en su igual por ejemplo al ejecutar el juego ruso de rítmicamente dar golpes con un cuchillo entre los dedos de su mano (Ritmo 10, 1973), o cuando lleva los sentidos al límite del dolor y lanza su cuerpo al centro de una estrella de fuego en Ritmo 2 (1974).

El trabajo de Marina Abramovic con Ulay: The Other

De hecho, Marina Abramovic construye parte de su obra en paralelo con su pareja durante años, el también artista Ulay. Con él concibe un colectivo llamado The Other (El otro) en que parte del objetivo era hacer desaparecer el ego y también deshacerse de una carga identitaria artística y también sexual (hombre-mujer) para lograr una simbiosis entre ambos artistas como si de gemelos astrales se tratara.

«El fin de la relación de pareja profesional entre Marina y Ulay lo marcó un performance en que ambos caminaron kilómetros desde extremos contrarios de la gran Muralla China para llegar a encontrarse en medio del camino y despedirse cordialmente»

El cuerpo se deconstruye, borra su identidad. Lo importante no es el “ser” que hasta entonces se creía conocido sino el “artista”. El fin de la relación de pareja profesional entre Marina y Ulay lo marcó un performance en que ambos caminaron kilómetros desde extremos contrarios de la gran Muralla China para llegar a encontrarse en medio del camino y despedirse cordialmente.

Otra vez el cuerpo femenino fue desafiado a extremos que convencionalmente se asocian al hombre: la larga caminata, el desgaste físico, etc.

Marina Abramovic se reinventa como artista

Marina Abramovic a sus 42 años tras la ruptura con Ulay se reinventa como artista. Si hasta entonces había explorado deshacerse del ego, con todo lo que esto implica a partir de ese momento, juega a construir su obra a partir de este.

En lo personal, confiesa que empieza a interesarse en la moda y en el cuidado de su cuerpo, cabello, uñas, etc. —desde un enfoque convencionalmente femenino—, tal vez debido a que es ya lo suficientemente madura como para hacer lo que le viene en gana sin preocuparse en no convertirse en una “mujercita clásica”.

En la mujer artista a veces se da el fenómeno de no querer ser una “mujer” en el sentido más convencional de lo que se tiene por esta, a nivel de imagen o construcción social. A nivel de elaboración dramática, en su obra Marina se feminiza, se hace cada vez más elegante. También se vuelve más teatral, es decir, juega a “representar” más.

En su performance del 2010 en el MoMa, The artist is present (La artista está presente), Marina Abramovic presenta una retrospectiva de su obra —artistas jóvenes invitados “reviven” sus performances—. A la par ella realiza un evocador performance dónde se sienta en una silla con una mesa delante e invita al público, una persona por vez, a ocupar el asiento frente a ella.

Abramovic en el performance "The Artist Is Present" (2010): sentada a la mesa con otra persona delante.
Abramovic en el performance «The artist is present» (2010). / Imagen: Wall Street Journal.

Marina Abramovic rompe con la pasividad de la recepción del arte

Marina Abramovic rompe con la pasividad de la recepción del arte y convierte a los usuales espectadores en participantes del acto creativo. El público ya no está aislado, observando con frialdad en una galería, o museo, o en la fila de butacas de un teatro, sino que “actúa” también, como una suerte de partenaire, al colocarse frente a la artista, pasa del rol pasivo de “observador” a “observado”.

Ayuda a completar la obra, a que esta termine de consumarse, y por otra parte sale de la comodidad de su zona de confort habitual. El acto de contemplar deja de ser algo frío o distante y se vuelve un proceso humano con todo lo que implica la cercanía física: se genera un diálogo mudo pero directo. La obra es el artista vivo frente a él, pero también él mismo.

Se logra una interacción basada en la vivencia desde la convención de que aún sin palabras se puede dialogar. El artista está ahí para compartir un instante, instante que se dilata temporalmente en la experiencia y percepción de los cientos de colaboradores-espectadores que incluso regresan una y otra vez, un día tras otro a ocupar la silla frente a Abramovic.

La experiencia que se desarrolla es terapéutica y también ritual. Por una parte el público-participante busca ser comprendido por el artista-psicoanalista que lo “entiende” sin que medien palabras. Por otro lado, un tanto egoístamente descarga sus sentimientos en el performer-vertedero-basurero.

Un proceso catártico

Marina Abramovic, en tanto “artista”, despojada de género, deviene médium-chamán, comprende y siente las historias que le cuentan sin que medien palabras. Se establece un proceso que es catártico: la gente va a descargarse de sus problemas, a dejar los dolores de la vida depositados en esta suerte de curandero. Cree sanar. Se purifican o purgan determinadas pasiones en el “diálogo”.

«The artist is present rompe además con la cotidianidad. La quietud propuesta por Marina Abramovic, el silencio, genera un cambio en el quehacer diario del público…»

The artist is present rompe además con la cotidianidad. La quietud propuesta por Marina Abramovic, el silencio, genera un cambio en el quehacer diario del público. La relación con la vida cotidiana se modifica ante el llamado al estatismo, ya sea que el espectador devenga participante y se siente frente a ella, o bien que mantenga su postura de público observando a Abramovic y su acompañante.

Igualmente el que no participa, participa, en una suerte de voyeurismo: observar algo vivo provoca el placer de lo prohibido.

Marina Abramovic, con este performance, vuelve a desafiar su propio cuerpo, su condición femenina e incluso su edad, al pasar 716 horas y media aproximadamente, realizando esta desgastante representación —con intervalos de descanso solo nocturnos—.

The artist is present : sentarse frente a Abramovic

La gente que se integra en la experiencia tiene la impresión de estar formando parte de algo importante. Sentarse frente a Abramovic convoca la auto-reflexividad en la forma de preguntas múltiples:

¿Quién soy ahora? ¿Quién o qué es la persona (artista) frente a mí? ¿Qué hago ahora en el mundo? ¿Qué estoy sintiendo? ¿Cómo este encuentro me transforma, me trasciende o me deja indiferente?

The artist is present es un encuentro estético que lleva a preguntarse: ¿Esto es arte? ¿Qué es el arte? ¿Puede el ser humano ser arte? ¿Puedo “yo” también, como participante del encuentro, ser arte? Pero sobre todo: ¿puede el cuerpo trascender las fronteras del género impuesto socialmente y convertirse en arte-artista?

«The artist is present», un performance de Marina Abramovic, en el momento que es visitado por Ulay.

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