Favez, empecemos a llamarle Enrique

A pesar de las suficientes pruebas que demuestran la identidad masculina de Enrique Favez, se le sigue llamando por su nombre de nacimiento. Favez fue un hombre trans, mirarlo como tal podría abrir una puerta para entender mejor su identidad.

foto de escultura de Enrique Favez en la Alameda de Paula
Escultura de Enrique Favez en la Alameda de Paula. Detalle de la foto de: Otmaro Rodríguez

Esta es la segunda versión de un texto que empecé a escribir hace unos días, cuando la noticia del emplazamiento de otra escultura de “Enriqueta” Favez, esta vez en Guantánamo, fue noticia; y parecía prudente recordar a “la”, como seguimos repitiendo, “mujer que tuvo que vestirse de hombre para poder ejercer la medicina”.

En mi primera versión me debatía entre seguir llamándole “Enriqueta” o usar el Enrique que había escogido Favez para nombrar su identidad. Por momentos, en el mismo párrafo, necesité llamarle de las dos maneras, para ensalzar su valor como la “primera mujer en América en practicar la medicina y la cirugía”, y a la vez señalar que figuraba en los registros de la época el nombre de Enrique Favez como uno de los únicos tres cirujanos del área del Caribe.

Fue un texto redondo. Con estadísticas, incluso, acerca de lo ínfima que sigue siendo a la altura del siglo XXI la participación femenina en la cirugía y la medicina ―en España, por ejemplo, menos del 24% de los cirujanos son mujeres, y en Europa en general, casi nueve de cada diez cirujanos titulares son hombres―. Referencias a su condición de migrante, de “mujer migrante”, porque de “mujer” le traté. Y a lo inusitado de su matrimonio con Juana de León, que terminó siendo un singular antecedente del ya hoy legalizado, regularizado o aceptado en más de 30 países, matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero al final lo deseché.

Esa pregunta martillando en mi cabeza me hacía cuestionar la sinceridad de lo que acababa de escribir y pensé “A veces se nos va la mano con el feminismo”. Cuánta maravilla que a la temprana fecha de 1819 llegara a Cuba, vestida de hombre, “una mujer” que ya había ido a la guerra y había estudiado medicina. Qué portento el hecho de que pudiéramos hablar de su valor y la necesidad de cambiar su indumentaria para sortear los estigmas que imponía el machismo de la época. Qué orgullo el nuestro ―nosotros los cubanos, tan avanzados siempre―, que tuvimos a “la primera médico mujer de América” al oriente de la isla, la génesis del matrimonio igualitario, y las primeras expresiones de lesbianismo.

Portada de Por andar vestida de hombre (Editorial de la mujer, 2012). Diseño: Rainel Cabarroi Hernández.
Portada de Por andar vestida de hombre (Editorial de la mujer, 2012). Diseño: Rainel Cabarroi Hernández.

El doctor Enrique Favez

Lo cierto es que, según comenta Julio César González Pagés, el historiador cubano autor de Por andar vestida de hombre, la más completa investigación sobre la vida de Enrique Favez,Enriqueta” había comenzado a vestirse de hombre en algún punto a inicios del siglo XIX. “Hay documentación histórica que muestra que Enriqueta estuvo casada con un soldado del ejército de Napoleón, que murió. Tuvieron un hijo, que también muere a los pocos días de nacer. A partir de entonces, es que comienza a vestirse de hombre y asumir una identidad masculina”, comenta en entrevista que concediera a BBC Mundo. Pero el propio Pagés, que hace alusión a que “podría” ser uno de los primeros casos conocidos en Cuba de un hombre trans que proclamaba su identidad, y recoge en su libro todo el material posible con que pudiera demostrarse, escoge seguir llamando a Enrique, Enriqueta. Hace muy poco, en un intercambio de mensajes me ha dicho que ya lleva años llamándole sólo Favez, pero tampoco lo llama Enrique.

Respecto a su identidad, como respuesta a uno de los interrogatorios que se le hicieran cuando se le acusó, y que se puede leer en Por andar vestida de hombre, Enrique Favez plantea:

Desde mi infancia me costó mucho asumir las costumbres de las mujeres. Mi tío, por eso, procuró casarme con el fin de atraerme al verdadero modal de una mujer, pero esto sólo lo hice para dar gusto a mi tío, al cual le pedí a cambio que me llevase consigo a la guerra. Para esto recibí también el consentimiento de mi marido, que era del mismo regimiento que mi tío, y por eso me tocó verlo morir durante una batalla. Entonces fue cuando me vestí de hombre y me fui a París a estudiar hasta que me recibí de Cirujano, no con el intento de ofender a las personas sino al contrario, para socorrerlas de las necesidades que yo misma había recibido durante la guerra.

Pesa en esta declaración no sólo su inconformidad con lo que llama “costumbre de las mujeres”, sino el hecho de que no vaciló en cambiar de indumentaria cuando decidió estudiar medicina, lo cual estaba vedado al sexo femenino. Quizá también por esto los estudios, homenajes y acciones culturales siguen usando su nombre de nacimiento, o hay cierto estupor en cometer un acto de especulación o ya nos acostumbramos a ver a esta figura desde sólo una arista o ya se ha convertido en una convención.

Se resalta, no obstante, como otra de las distinciones de “Enriqueta” Favez, su relación con Juana de León, y su posterior boda bajo las solemnidades de la Iglesia católica. Se reconoce como un antecedente, sin dudas singular para la época y para la región, no sólo del matrimonio igualitario, sino de las relaciones homosexuales en público. “Hasta donde se conoce no había antecedentes públicos de lesbianismo en América Latina y son también las primeras mujeres que se casan bajo los oficios de la iglesia en toda Hispanoamérica”, señala González Pagés.

Fotograma de Insumisas.

La bibliografía recoge que a pesar de las investigaciones que intentaron negar la orientación sexual de Favez, las pruebas históricas, como el expediente del juicio al que fue sometido y el epistolario que intercambió con su esposa, dejaron claro que tenían una auténtica relación lésbica de mutuo consentimiento. Y hasta allí llega la conclusión sacada de los documentos, hasta la relación lésbica, lo cual sigue otorgándole a Favez un tratamiento de mujer. Al preguntarle, en el interrogatorio, acerca de si Juana de León no había notado “falta de sus deberes en el sexo del matrimonio”, Favez respondió:

No me notó falta alguna ni podría hacerlo, porque Juana de León cuando hizo el matrimonio estaba convencida de mi verdadero sexo. Ella quería vivir en mi compañía, para que la cuidase. Yo me descubrí delante de ella, ocho días antes del matrimonio, para que no estuviese engañada y ella me dijo no importarle. Si [así] no [fuera], hubiera sido imposible estar oculta por más de dos años sin que ella indicara a alguna persona sobre esta circunstancia. Ella siempre estuvo dispuesta a simular esta situación.

Sin embargo, la historia da un giro cuando Juana de León entrega a Favez a las autoridades. ¿Por qué lo hizo? González Pagés considera que se debió a presiones sociales. Una empleada de la casa las descubrió, lo que llevó a Juana a temer por su seguridad y la de su familia. En su denuncia, Juana argumentó que se casó con “ese monstruo” así lo llama debido a su orfandad y desamparo, sin sospechar sus “verdaderas intenciones”.

La actriz cubana Liliana Lam en Favez, monólogo. Foto: William Oceguera.
La actriz cubana Liliana Lam en Favez. Foto: William Oceguera.

Pero es importante recordar que en el siglo XIX, en una sociedad conservadora, comprender y aceptar la diversidad sexual era un desafío. “Si en el siglo XXI, asumir la sexualidad es algo que todavía cuesta en muchos lugares de América Latina, imagina en el siglo XIX. Es una decisión contradictoria la de Juana de León, pero comprensible”, asegura Pagés. El proceso judicial que siguió fue considerado “el más escandaloso de Cuba en el siglo XIX”, y culminó con la expulsión de Favez de todos los territorios de España en América.

Pero volvamos a la convención

Cuando empecé a escribir esta segunda versión, me di a la tarea de googlear ―ese ya no tan nuevo verbo imprescindible― a Favez con el nombre de Enrique. Sólo la Wikipedia, que lo presenta como “Enrique Favez (nacido Enriqueta Favez) (1791 – 1856) fue un médico suizo que trabajó en el ejército de Napoleón y en Cuba”, le nombra por su nombre elegido.

Julio César González Pagés reconoce ―en entrevista que le realizara en 2006 la experta en temas de género Danae C. Diéguez― que “excepto Enriqueta Favez, la mujer hombre, un libro escrito por una mujer”, la mayoría de los acercamientos a Enrique Favez han sido desde la perspectiva de “mujer que vino a ejercer la medicina y la filantropía”. Y apunta que la intención de Por andar vestida de hombre es “llamar la atención sobre las discriminaciones que han sufrido las mujeres durante la historia para desempeñar empleos donde fueron excluidas por ser migrantes o por una libre elección de su opción sexual.” Aunque, como mencioné antes, el libro está plagado de pruebas contundentes (documentos de un valor incuestionable) que demuestran la identidad masculina de Favez.

En 2019 Fernando Pérez, el director de filmes cubanos tan emblemáticos como Hello Hemingway, Clandestinos, La vida es silbar y Suite Habana, entre otros, estrena, en coautoría con Laura Cazador, Insumisas, una colaboración cubano-suiza que contó con Sylvie Testud en el papel de Enrique y “Enriqueta” Favez (así lo diferencian los créditos). La película se alzó con varios reconocimientos, entre ellos la nominación a los Premios Platino 2020 como Mejor dirección de arte, y el Premio Especial del Jurado del Festival de Cine de La Habana.

Insumisas, Trailer.

Para quien no conociera la historia de Favez, el final de Fernando, que es el gran director de cine que es, tuvo que haber sido un impacto tremendo. Durante la película se narra la vida de Enrique, desde que llegó a la isla, y su historia de amor con Juana. Escenas de descomunal belleza matizan y enfatizan la pasión, pero hasta en esa delicada filigrana con que ha tejido Fernando cada gesto, se deja ver una relación entre mujeres. Y alguno dirá “Eran dos mujeres”. Pero volvemos al hecho de que destacar la vida de Enrique Favez como mujer que amó a otra mujer no le hace justicia si como declaró era un “hombre en el cuerpo de una mujer”. Un hombre trans.

En noviembre de 2021, la sala Argos Teatro estrenó en La Habana Favez. Con un guion a dos manos ―entre Alberto Corona, quien también dirigió, y Liliana Lam, quien además interpretó al personaje―, Favez se basa fundamentalmente en el libro de Pagés. Una vez en versión final, el propio Pagés no pudo negar la fuerza de la pieza y la conmoción que le había provocado.

En su texto “Entre el desafío y la demonización”, publicado recientemente en el último número del 2022 de la revista Tablas, como presentación del libreto, Carlos Celdrán, dramaturgo, director teatral, maestro e intelectual al que admiro y respeto enormemente, al hablar de Favez señala “Nacida mujer, devenida hombre por elección”, pero ya la ha presentado como Enriqueta, porque el imaginario cultural lo reconoce por ese nombre a pesar de esta dicotomía inmensa. No obstante, hacia el final de su reflexión no puede dejar de poner luz en el hecho de que Liliana Lam y Alberto Corona hayan llamado sólo Favez al monólogo.

Es interesante (…), el hecho de que los autores decidan llamar a su obra Favez. Sólo Favez. Y hacer desaparecer del título el nombre o los nombres que acompañaron los avatares de la protagonista a través de su escabrosa vida, el Enriqueta o el Enrique, máscaras sociales que escondían, bajo sus apariencias nominativas, un ser nuevo y vital que escapaba a las definiciones, a los géneros establecidos, a los roles y jerarquías patriarcales.

Quince años antes, Mefisto Teatro había estrenado Escándalo en La Trapa, pieza original de José Ramón Brene que dirigió Tony Díaz. Escándalo en La Trapa recibió el Gran Premio de Puesta en Escena en el Festival de Teatro de Camagüey en octubre de 2006, y le concedió a Eduardo Arrocha el premio por el diseño de vestuario, que fue una de las más llamativas e icónicas virtudes de la obra. Todavía recuerdo aquellos trajes de cartón duro en los que los personajes casi no podían moverse. Una metáfora de la falta de libertad que imponían las mentalidades de la época. En Escándalo en La Trapa nadie en verdad era muy Él o muy Ella, aunque en el programa de mano podía leerse:

En el Convento de La Trapa, en Francia, Enriqueta Faber [así también se ha escrito su apellido], cuando se está despidiendo de la vida, cuenta al Padre su historia de mujer diferente, indomable, capaz de asumir el rol de hombre para realizar estudios de medicina, y extraordinaria también por sus sentimientos humanistas que la llevaron al matrimonio con otra joven para salvarla.
Foto de la obra de teatro "Escándalo en la Trapa, de José Ramón Brene, dirigida por Tony Díaz en Mefisto Teatro.
Escándalo en La Trapa, foto: Pepe Murrieta.

Figuran también, entre otros estudios y artículos, en el imaginario cultural cubano y extranjero acerca de la vida de Favez, los libros Enriqueta Faber: Ensayo de novela histórica (1894), de Andrés Clemente Vázquez; Mujer en traje de batalla (Alfaguara, 2001), de Antonio Benítez Rojo; Armas de varón, mujeres que se hicieron pasar por hombre (Oberon, 2004), del investigador español Miguel Ángel Almodóvar. El documental Enriqueta y Adela (2015), de Rolando Almirante, quien también dirigiera el video de Libertad disfrazada, la canción de Tanya también inspirada en esta figura. Y las esculturas de José Villa Soberón y Gabriel Raúl Cisneros Báez, que ya se dejan ver en la Alameda de Paula de La Habana y el boulevard de la ciudad de Guantánamo. Todas estas obras, no tengo que jurarlo, son un homenaje a Enriqueta, la mujer.

Un último detalle

En el texto que presenta en YouTube el documental Favez, una historia real, de Lídice Pérez, se lee “Docudrama sobre la historia de Enriqueta Favez, primera mujer que ejerciera la medicina en Cuba, bajo un disfraz masculino, entre 1819 y1824. Guion y dirección Lídice Pérez López .Cuba 2004.” El propio Pagés apunta, en la entrevista de Danae C. Diéguez ya mencionada, que el documental de Lídice Pérez “rescata la figura de Favez”, y que la autora “ya tenía su idea construida alrededor de Favez como primera doctora, (…) una mujer que fue más allá de su tiempo trabajando como médico, como mujer migrante en una isla alejada de su cultura”.

Sin embargo, a pesar del “bajo un disfraz masculino” que también puede leerse al final de la pieza, en el minuto 22 del audiovisual podemos escuchar en off uno de los más hermosos fragmentos de las cartas que Favez le enviara a Juana de León desde Nueva Orleans:

No sé cómo comenzó todo, realmente ha sido como una novela toda mi vida. Ese viaje a la Isla de Cuba no me dejó ser más la misma mujer o mejor el mismo hombre.”
Cartel de Omar Batista Jiménez para la obra Favez, de Liliana Lam y Alberto Corona.
Cartel de Omar Batista Jiménez para la obra Favez, de Liliana Lam y Alberto Corona.

En Por andar vestida de hombre, que documenta en extenso los fragmentos del juicio contra Favez que publicara el periódico La Administración bajo el título “Causa Célebre”, también se recogen esta y otras cartas. Al final de la misma que cita Lídice Pérez en su documental puede leerse:

Juana, no sé si podremos vernos de nuevo algún día, pero sí estoy seguro que, de hacerlo, estaría de nuevo dispuesta a sufrir a tu lado.
Te quiere

Enrique.

No sé si la diferencia de género entre seguro y dispuesta habría que atribuírsela a una errata de transcripción, a un error gramatical fácil de cometer por una persona de habla francesa en cuya lengua algunas palabras llevan un género distinto al que llevarían en español, o a esa misma ambivalencia que ya traslucía antes. Lo cierto es que al final pone Enrique, como firma el resto de las cartas, y esto es un signo inequívoco de que así era como se identificaba.

Vuelvo a Favez, el monólogo de Liliana Lam y Alberto Corona, o más exactamente a las palabras de Celdrán al respecto: “El término Favez resulta así una cualidad que nos adentra en un territorio más vasto”, y aunque menciona la palabra “ambiguo”, porque es el adjetivo exacto para definir lo que hasta hoy ha sido Favez en la historia, termina diciendo “irreductible”, que no sólo es una palabra tremenda y hermosísima, sino perfecta en su definición.

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