Camila Lobón: La verdad como piedad

| Vidas | 15/12/2020
Camila Lobón, artista cubana

¿En qué momento de su vida un artista alcanza el centro de su expresión? He tenido que hacerme esa pregunta muchas veces, como crítico y sobre todo como maestro. ¿A quién estoy enfrentando, al poeta anterior a Muerte de Narciso o al genio que se inicia en ese poema? El maestro ve desesperarse al joven que quiere ser, que quiere llegar a ser lo que cree que va a ser pero que aún no ha podido ser. El maestro sabe que ese triunfo es imprevisible y que todo esfuerzo por pronosticar o acelerar el proceso conlleva el riesgo de la adulteración y el desastre. Por demás, un primer momento, como el de Lezama aludido, es solo una anagnórisis y un despegue: Muerte de Narciso, aunque muy leído y citado hoy día, está lejos de la majestad de Dador.

He visto a muchos jóvenes caer en una especie de hibernación hasta que estallan. Otros han ido ascendiendo suavemente, escalando como alpinistas dedicados. A Camila Lobón la admirábamos desde la adolescencia por la gracia de sus obras primeras. Ya Zeami, el dramaturgo japonés medieval creador del primer tratado de teatro en la historia, notó que los actores adolescentes solían tener una caída de nivel, un como extravío después de los dieciocho años. Es difícil aferrarse a la sabiduría de la adolescencia y seguir con esa desnudez en este despiadado mundo, y aun lográndolo se puede quedar mareado durante mucho tiempo —y fue mi caso. Comenzando sus estudios universitarios de artes plásticas, Camila parecía estar mareada como un actor del No a los veinte. Y cuando menos los esperaba, llegaron sus libros.

Obra de la exposición personal «Pesadilla recurrente» de Camila Lobón.

Pues sí, después de las instalaciones y los videos de mérito, prueba de adultez de técnicas en el mercado, la joven artista nos ponía enfrente unos libros, unos álbumes para niños.  Sin verlos ya estaba seguro de que algo importante venía ahí. Significaba abandonar el trillo de los otros para inaugurar la propia riesgosa avenida. Y ahí estaban esos álbumes para la familia, la abuela, la mamá, el hermano, dotados de la técnica habitual del libro infantil: en la página de la izquierda unas líneas de relato, a la derecha una imagen que amplía la fábula.  Sencillo, con una tranquilidad clásica, atenida a una tradición. Ningún intento de renovación o ruptura. Pues aunque los dibujos se atreven a una acidez, a una fealdad inevitable, nunca van más allá de lo que el lector infantil o adulto logra entender sin esfuerzo. La misma fábula resulta fácilmente comprensible, incluso para un nene real. Desde luego, la artista está distante de las aventuras millonarias de Donald el pato o las carreras del lobo occidental contra el conejo ruso. Que parecen tan inocentes y son barbarie. Para los niños y para los adultos que están inconformes con serlo Camila nos ofrece la verdad, nada más que la verdad y toda la verdad, de un golpe.

Uno de los dibujos distópicos de Camila R. Lobón (1995). Exposición colectiva «Iter criminis» (Camagüey,2019).

Martí, aunque vigilado y finalmente censurado en La Edad de Oro, habló en esa revista de lucha, sangre y muerte.  En esa trilogía de Mary y los hombres lagartos, Pesadilla recurrente, Breve relato de una visita al zoológico, Camila Lobón le muestra al niño o al adulto arrepentido la desgracia que es la historia, especialmente la historia nacional: la depravación, la inmoralidad de la vida esclava y de los esclavizadores. Vemos la cara del dueño del zoológico pervertido, e identificamos al dictador.

Vete de aquí, niño, que estamos hablando los mayores, se oye muy en el interior de las casas cubanas cuando los padres se lanzan a la aventura de decir por un instante lo que piensan de la realidad nacional. La artista se aparta de esas costumbres. Al niño y al adulto en sana regresión hay que decirle la verdad. ¿Para alterar su conciencia, para lanzarlo a las batallas violentas del mundo? ¿Para convertirlo en el soldado de una ideología, de un grupo de salvajes que ha de aumentar la degradación de la persona y de la vida? La verdad es salud. La verdad es la clave de la construcción de la persona y de la sociedad. La verdad es piedad, a menudo dolorosa y sin embargo reconfortante. A la artista le duele la perversión de los otros. Pero su indignación elude la rabia y el testimonio pasivo: ella misma es la niña que dice que no a la miseria del mundo, incontaminada y fuerte: ella propone la rebelión santa, infantil, contra esa miseria. Ella se ha dedicado a sí misma esos álbumes y ha obedecido a esa sabiduría actuando en consecuencia. Haber llegado a estas calidades de expresión personal apenas después de los veinte años es ya una cota admirable y defendible. Haberla llevado con riesgo a la plaza pública, como vocera de su generación, es un acontecimiento del más alto rango que debe ser apoyado y seguido.

Dibujos de Camila Lobón, 1995.

Un grupo de jóvenes cubanas se van convirtiendo en madres de la nación. Frente al Estado macho, grosero y esclavizador, el Espíritu ha creado la respuesta de esas mujeres íntegras, exquisitas y pacíficas que dicen la verdad de la libertad con un amor que se impone sin ninguna violencia. Rubia de ojos dulces, amiga siempre dispuesta al servicio, Camila encabeza el grupo con una profundidad de la verdad que la coloca en la piedad más sabia. Ella ha logrado en su primera juventud un centro prodigioso, del que habrá de manar arte y verdad con una energía constante y una claridad misteriosa. Porque la domina la cólera de su amor, término con el que Martí definiera las protestas que le hacía su señora madre. Sí, hay una cólera del amor que la mujer ejerce con mucha más propiedad y eficacia que el hombre. Siempre me ha impresionado que los mensajes que la Virgen Madre de Dios envía en sus apariciones suelen distar de la dulzura que la tradición católica espera de ella. Mensajes apocalípticos, duros. Porque la perfecta limpieza, la santidad blindada rechaza absolutamente el mal. Sin mixtificaciones ni pretextos. Sin ambigüedades ni perezas. Sin trucos y sin mentiras. Nuestra madre nos quiere perfectos como el Padre. Una mujer puede pedirnos eso. Es mujer, es madre. Viendo los incesantes dibujos apocalípticos y estremecedores de Camila Lobón me parece estar escuchando el mensaje de la Virgen del 25 de marzo de 2001 ante unos niños y un pueblo en la Yugoslavia convulsa del fin del socialismo: Despierten del sueño cansado de su alma, y digan ¡sí! a Dios con todas sus fuerzas.

Aleluya.

Texto tomado de Árbol Invertido. (Leer aquí)

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