Cleva Solís: la otra poeta de «Orígenes»

"La historia de marginación de esta artista cubana, integrante del Grupo Signos, y de la generación de Orígenes, nos habla de lo que ha sido y sigue siendo el destino de muchas creadoras en la Isla".

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Cleva Solís, poeta y pintora cubana.

Toda narración está llena de oclusiones, olvidos, aspectos ignorados, silencios pactados o forzados. En tal sentido, la historia de la cultura cubana de los últimos sesenta años no ha sido una excepción. Los procesos políticos posteriores a 1959 han arrojado una larga lista de voces e inteligencias censuradas o excluidas y entre ellas figura la de la poeta y pintora Cleva Solís. Su obra ha sido objeto de un desconocimiento prácticamente absoluto, al punto de que sólo un reducido grupo de intelectuales e investigadores ha sido capaz de valorar con justicia la autenticidad, la hondura reflexiva y la belleza de su quehacer.

Nacida en Cienfuegos, Cuba, en 1918, realizó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana y de publicidad en la Universidad Masónica José Martí; también adquirió conocimientos de Biblioteconomía. Su obra poética se desarrolló fundamentalmente en la órbita origenista y su impronta se percibe en los cuatro poemarios que nos legó: Vigilia (1956), Las mágicas distancias (1961), A nadie espe­ra el tiempo (1961) y Los sabios días (1984). Por ello es considerada como la oncena integrante de Orígenes, o “la otra poetisa de Orígenes”, como la llamó Fina García Marruz, su colega y amiga entrañable. Cleva Solís desplegó su actividad como pintora, sin embargo, cerca del Grupo Signos, dirigido por Samuel Feijóo. Ello testimonia su amplia capacidad para moverse en círculos de ideas diversos, su versatilidad intelectual y sus cualidades humanas para cultivar amistades diversas.

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De izquierda a derecha (de pie): Manuel Díaz Martínez, Eliseo Diego, Antonio Serrano de Haro (Embajador de España), Miguel Barnet, Cintio Vitier, José Antonio Portuondo; (sentados) Cleva Solís, Dulce María Loynaz, Alberto Lauro, Bella García-Marruz, Alberto Batista Reyes y Fina García-Marruz. (La Habana, 1988.). Foto tomada del blog de Manuel Díaz Martínez.

Con todo, la crítica de su época no fue capaz de estimar las cualidades de su quehacer y los investigadores de períodos posteriores han tenido que enfrentar —a la hora de acercarse a su obra— el prejuicio de que se trata de una creadora menor, cuya producción, suponen, no reviste de importancia y por tanto, no vale la pena dedicarle estudios debido a su insignificancia en el amplio panorama de la cultura nacional. Se ha llegado a decir, incluso, que los elementos ponderables de su legado se supeditan absolutamente al influjo de Feijóo.

…»la causa fundamental fue su silenciamiento, forzado por las autoridades culturales cubanas luego de que alrededor de 1970 la artista participara en una colecta en favor de disidentes y presos de conciencia«.

Tal minimización de la obra de Cleva Solís se debió en cierta medida a su modestia, relatada por sus amistades cercanas como excesiva; lo cual redundó en que se autoimpusiera el alejamiento de los centros de atención y las luchas por el protagonismo. Mas en realidad, la causa fundamental fue su silenciamiento, forzado por las autoridades culturales cubanas luego de que alrededor de 1970 la artista participara en una colecta en favor de disidentes y presos de conciencia. Lo que para ella era un acto de bien humanitario tuvo como respuesta el señalamiento, las amenazas y la intimidación que suelen ser parte del aparato represivo de la dictadura cubana, que en casos semejantes condena al anonimato y la muerte social a sus víctimas.

Así, quienes se han acercado a su biografía no han podido precisar si fue expulsada (aunque luego rehabilitada), de su puesto en la Biblioteca Nacional. No obstante, las repercusiones de dicho evento fueron tales que su amigo Samuel Feijóo tuvo que interceder por ella ante el entonces presidente, Osvaldo Dorticós.

El halo de niebla e imprecisiones que rodea a este suceso, definitorio para la vida y la obra de Cleva Solís, se ampara en el silencio, las palabras a medias y las historias mutiladas de los testigos más cercanos. Lo cierto es que la autora vivió aterrorizada en lo adelante y en ello influyeron sus padecimientos nerviosos, atizados por el hostigamiento periódico del que fue objeto hasta el retiro del que fuera su puesto de trabajo durante décadas.

Su miedo era tal, que jamás intentó visitar los Estados Unidos para reencontrarse con sus hermanos por temor a ser purgada. Asimismo, cargaba con la angustia y el autorreproche de que su madre, con tal de no abandonarla, jamás volvió a ver a sus otros hijos. Tales cuestiones explican el silencio editorial que sufrió su obra durante aproximadamente 20 años, el poco conocimiento acerca de su pintura y la vida autorrecluida y semiclandestina que llevó.

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Collage realizado por Alas Tensas donde se pueden ver algunas imágenes de la obra de Cleva así como una foto en grupo donde destaca la presencia de Lezama Lima, Fina García Marruz, Cintio Vitier y Edenia Guillermo.

Habría que señalar que la obra pictórica de Cleva Solís posee ese sello de cubanía que caracterizó a las realizadas bajo las líneas del Grupo Signos. Sin embargo, los trazos y los colores y el fitomorfismo predominante denotan una especial sensibilidad y una sabiduría expresadas con formas simples, diríase ingenuas, que dan cuerpo a un mundo que parece flotar. Sus pinturas fueron parte de una muestra que tuvo lugar en Lausana, Suiza, en 1983, que conjuntó su obra con la Feijóo. Asimismo, en 1995 sus piezas se exhibieron en Espacio Aglutinador como parte de la labor de rescate de todas aquellas producciones legadas a los márgenes del arte cubano, entendido según los comisarios y la burocracia del sector cultural. La de Aglutinador fue su última exposición.

Su obra poética no debe verse al margen de su producción plástica. La embarga esa ingenuidad que transpiran sus pinturas. Cada verso parece una apertura de párpados ante lo desconocido, un descubrimiento íntimo de los misterios del mundo; mas no deja de tener la potencia reflexiva que tanto amó en Rilke y adquirió para su propia creación. Ello puede constatarse en Obra poética (1999), compilación elaborada por Fina García y Cintio Vitier. Allí figuran los versos aparecidos en los poemarios antes citados, a los que se añadieron algunos poemas inéditos y otros ni siquiera fechados.

¿Cuánto sabríamos acerca de la obra de Cleva Solís sin tales actos de redención? ¿Cuán completos o suficientes han sido? ¿Alcanzan para dimensionar en su justa medida los méritos del quehacer de esta creadora? Ciertamente, se trata de intentos altamente válidos de arrebatar del olvido a una figura, sin dudas, de singular importancia; pero no han sido suficientes, y no por deficiencias propias, sino porque el caso de Cleva Solís no es ni el último ni el único de su clase. La historia de marginación de esta artista nos habla de lo que ha sido y sigue siendo el destino de muchos, de modo que nos deja en claro la actualidad de aquella frase benjaminiana de que: “tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer”.

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