Mariela Brito: «Ni como actriz ni como espectadora he sentido nunca la alegría del 11J, ni el dolor de su resaca»

"En El Ciervo Encantado he aprendido cosas muy importantes, cada obra ha sido un medio de aprendizaje y de conocimiento de mí misma y del mundo".

| Vidas | 10/01/2022
El último. Puesta en escena de El ciervo encantado.
"El último". Puesta en escena de El ciervo encantado. / imagen: Leonardo Tarrero.

Este es el resultado de un cuestionario que le envié a Mariela Brito a propósito de El Último, la más reciente obra estrenada por El Ciervo Encantado. Cuando descargué el documento para la computadora, con la impaciencia de la mirada, que antecede indisciplinadamente a toda lectura pausada y comedida, ya lo había leído todo: el visceral testimonio de un ser humano que no tiene otra alternativa que anteponer la vivencia de la carne a cualquier ropaje estético o escénico. El cuerpo en primera instancia.

Me sentí apabullado. Experimenté vergüenza por la naturaleza remilgada y hasta pretenciosa en que le formulé las preguntas. La honestidad de su única respuesta estaba en otro lugar del universo, lejos de las palabras y culteranos argumentos que no se explican de otro modo que con una larga exhalación. Esta virtuosa de la escena, cuya práctica rebasa las fronteras de las tablas, adentrándose con soberana autonomía en el terreno de la visualidad, desbordante de exquisito conceptualismo, es fundadora, junto a la Maestra Nelda Castillo, de un anclaje mítico en la cultura cubana, la agrupación teatral El Ciervo Encantado. Le agradezco infinitamente por permitirme la publicación íntegra de sus palabras.

«El último», puesta en escena de El ciervo encantado / imagen: Leonardo Tarrero.

Amilkar querido, soy incapaz de responder tu amoroso y agudo cuestionario, al menos formalmente. Como te comenté, las entrevistas me cuestan mucho, cada día me resisto más a mi representación.

En este momento mi resistencia a hablar de obra, metodologías, aportes, recorrido, conceptos, etc., es brutal, me rebota. Y me parece más irrelevante, y casi absurdo, AHORA, finalizando un año en que a los cubatraumas básicos se han sumado eventos de mucha gravedad, que nos afectan desde lo más simple y cotidiano hasta el sentido de quiénes somos y qué hacemos (o no), ante los hechos.

¿Cuán suficiente es o no nuestra obra, y cuánto pesan nuestros miedos y acomodos concretos y mentales ante el oprobio? Todo es extremo y los cuerpos son el campo de batalla en un paisaje que se expande, y fragmenta, geográficamente. Los dolientes estamos lo mismo aquí que en México, Montreal, Valencia (y un gran etc.).

Hemos vivido, y seguimos viviendo, una historia muy particular llena de “detalles” que sólo nosotros entendemos, y que uno solo de ellos resulta imposible y agotador de explicar: el tarjetón, la bodega, la libreta, el módulo, las tres libras adicionales, el CDR, los actos de repudio, y por ahí pa´ allá un montón de señales, frases de aviso, maniobras, experiencias íntimo-colectivas que compartimos como un idioma que sólo nosotros hablamos. Y este año ha habido un plus sobre esa base, y se siente. Yo lo siento, y el 11 de Julio sentí como estallábamos de todo eso. 

Yo estuve allí, en Prado y Neptuno, y viví una experiencia íntimo-colectiva muy distinta, hermosa, hasta que la policía y los paramilitares recibieron la orden de combate.

Después ha venido todo lo que sabemos, arrestos, colas, maltratos, colas, inflación, colas, enfermedad, colas, inflación, colas, juicios sumarios, colas, muertes, inflación, colas, frustración, colas, inflación, causas, colas, condenas, colas, inflación, prisión, colas, golpes, colas, insultos, inflación, suicidio, colas, violaciones, colas, depresión, inflación, exilios, colas, abusos, colas, burlas, colas, inflación, colas, derrumbe, colas…

Es mucho.

En El Ciervo he aprendido cosas muy importantes, cada obra ha sido un medio de aprendizaje y de conocimiento de mí misma y del mundo en que vivo, no de EL MUNDO en mayúsculas, sino de mi contexto, de mi vida concreta en un lugar concreto. He crecido y he cambiado mucho en estos veinticinco años. Y lo más importante de esos aprendizajes es su proyección en la vida, el cambio real de comportamientos y de conciencia más allá del escenario. 

Pienso en cada obra y me veo en una crisis vital, dolorosa, de la que aflora un enorme alivio, y también un vacío. Cada vez que termino un proceso siento que es el último, que no tengo necesidad de decir nada más, entonces, cuando transcurre un tiempo X, me empieza a rondar otro tormento que debe convertirse en obra para no volverme loca. Y ahí inicia otra investigación, sin rumbo fijo, sin búsqueda, sin idea de resultado, que desemboca en el descubrimiento de algo que necesito aprender y comunicar, y que no coincide con lo que yo creo que necesito, siempre ligado a los lugares comunes y los (des) arreglos mentales.

Pero ni como actriz ni como espectadora he sentido nunca la alegría del 11J, ni el dolor de su resaca. 

La experiencia vital de este año me ha pasado la cuenta, y El Último ha sido otro alivio (pequeño), ante el destrozo. Soy consciente de que haber hecho esta obra, en medio de semejante circunstancia, es excepcional, pero… 

Ahora no siento ese alivio, la realidad supera la metáfora.

Disculpa no poder responder a tus preguntas y en su lugar mandarte esta especie de cartica seguramente impublicable,

Un abrazo,

Mariela

( En Árbol invertido)

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