Nunca fuimos putas (conversación con una sobreviviente)

En su pueblo del centro de la Isla, todo el mundo las conoce. Y aunque muchos aceptan que no son malas personas y nunca le han hecho daño a nadie, no comprenden su modo de asumir la libertad. Su más preciado mito es haber sido amantes de músicos y deportistas famosos. No solo tienen en común el ser hermanas, o ese atreverse a confesar con soltura cuánto les ha gustado el baile, la diversión, el sexo… Ambas son sobrevivientes de la violencia machista, que desgarró sus cuerpos y las dejó marcadas para siempre.
Una de ellas,1 accedió emocionada a contar parte de esta historia, sin que mediaran muchas preguntas, porque quería hablar de sí misma, sobre sus desprejuiciadas concepciones del amor y sobre la violencia sufrida.

Yo siempre he sido una mujer enamorada. Me gusta mucho el sexo. La vida mía es el sexo, yo he vivido por el sexo. Cuando hago el amor a plenitud, ya comí. Me encanta masturbarme, es una de las cosas que más me gusta. No me avergüenza decirlo, porque eso nació conmigo. La primera masturbación la hice muy temprano. Sentí una cosquilla… Una tiene que decirle al pan, pan; y al vino, vino. A lo mejor mi hermana ahora me critica, porque es cristiana, pero ella también vivió en ese mundo…
Nosotras somos las mellizas, alias Las Urracas. Todo el mundo tiene un apodo, y este nos lo puso mi tío Tingo desde chiquiticas. […] Los muñequitos americanos de las urracas ya existían. Mi hermana y yo caminamos y hablamos a los ocho meses. Y entonces él dijo: “Estas son las urracas parlanchinas”. Y a partir de ese momento fuimos Las Urracas.

¿Crees que hay mucho machismo en este pueblo?

Aquí hay mucha violencia contra las mujeres. Ya han matado a cinco. Y a mi hermana y a mí nos dieron muchas puñaladas. Gracias al Señor estamos vivas. Aquí hay abusos que no se sacan a la vista, porque a ese hombre es para que le hubieran echado veinte o veinticinco años. Me perforó cuatro órganos: el colon, el intestino delgado, el bazo y el pulmón izquierdo. Mire cuántas secuelas tengo. En la cara, el corazón… Me dio once puñaladas, y cuando fuimos al juicio le echaron cinco años. (Le habían pedido veinte por intento de asesinato).

Yo sé que es un hombre violento. Estuvimos muchos años juntos y yo tenía necesidad de estar con él, porque tenía a mi mamá encamada y a mi hermana enferma; dependía de él para muchas cosas. Una vez me dio un machetazo en una mano. Yo seguía aguantando. Un día, cuando llegué del trabajo, me encontré que estaba matando a golpes a su madre… Le daba patadas en el piso, y ella dando gritos y gritos… hasta que le quité la mano de encima. Su mamá era loca de nacimiento, la mujer más buena y más linda del mundo, que me quería con la vida.

Como él tenía dinero de cuna, todo se quedaba ahí. En la cuadra le tenían miedo y respeto. Cuando me quiso matar, tampoco nadie se metió. Imagínate, una cuadra llena de gente, y nadie tiró una piedra ni un palo… Un hombre dándome puñaladas en el piso. Cuando llegó la policía, dijeron: “¿Y aquí en esta cuadra no hay un hombre?”.

Decían que era un abuso, pero que no se metían porque era un buen vecino, que había nacido en esa cuadra… De mí hablaron que yo también era buena vecina, pero la verdad es que no se metieron…

¿Y qué opina la gente del maltrato a las mujeres?

Bueno… Yo no sé lo que opina la gente, porque no he hablado de eso con muchas personas, y unos dicen unas cosas y otros dicen otras. Hay algunos hombres que son machistas y se hacen los verdaderos hombres, dicen que cuando a una mujer le dan un golpe o una galleta es porque se lo ganó. ¡Pero no! Tú no eres padre mío, tú no me hiciste, no me criaste, no tienes que darme una galleta o un palo. ¡Si no te sirvo, déjame…!

Hubo momentos en que yo llegaba cansada del trabajo y no tenía deseos de hacer el amor… y me obligaba a hacerlo. Y yo… porque tenía miedo, lo hacía. En cada almohada él tenía un cuchillo, arriba del escaparate, en la cocina, en la sala…

La fiscal me pregunta a mí: “¿Y por qué tú sabías que él tenía tantos cuchillos en la casa?” Y yo le dije: “¿Cómo no lo voy a saber, si viví diecisiete años allí?” ¡Ni la fiscal me dio la razón! Estamos en Cuba libre, pero hay cosas y casos.

Ella cuenta su historia, aunque tiene miedo, porque su agresor saldrá de la cárcel después de cumplir una breve condena, y por eso prefiere ocultar incluso su nombre. Foto: Maylén Domínguez Mondeja.

Yo fui a lavar y a limpiarle, porque él tenía una mujer a la que le pagaban para eso. Pero en esos días a la mujer la operaban y su hermana de La Habana me llama y me dice: “Mira, de meter en la casa a una gente desconocida, tú eres de confianza… Te vamos a pagar setenta dólares para que me cuides a mi hermano hasta que la mujer se opere”. (Los setenta dólares los gasté en medicinas… y mis familiares corre pacá y corre pallá).

Ese día yo llegué. Empecé a lavar y me dijo: “¿Quieres tomarte un trago?” ¡Preguntarle al gato que si quiere pescado! Fue y buscó una botella de ron. Yo terminé de lavar, limpié todo y me dijo: “¿Qué vamos a hacer de almuerzo?” “Bueno, te voy a hacer unos bistecs para almuerzo y comida, que quiero irme temprano para los carnavales de Santa Lucía, que una amiga me está esperando”, le dije.

Lavé, limpié, le hice almuerzo y comida. Y como a las doce y media almorcé, me bañé… me vestí y le dije: “Chico, me voy”. Entonces me dijo: “Espérate, voy a buscar otra botellita y otra caja de cigarros para cuando te vayas no salir más de aquí”. En eso llegó un vecino y lo mandó a buscar. Él no había doblado la esquina y yo cogí el bolso, y cuando voy a salir me dice: “Espérate un momento, toma, para que lleves a los carnavales”. Me dio dos billetes de cincuenta. Los metí en la cartera, y cuando doy la espalda, me dio una puñalada y me dijo: “¡Puta, tú no pisas más con nadie!” (Perdona la palabra). “¡Puta, tú no pisas más con nadie!”

“Pero…,¿tú estás loco?”, le dije. Yo me empiezo a defender con una mano. Dos veces lo tiré y me di en la rodilla defendiéndome con el pie, porque me apuntaba hacia el pipi. Ya cuando me da en el pulmón, yo me caigo. Me arrastré hasta la otra casa. Le toco a la muchacha: “¡Ábreme, ábreme!”
Si ella me abre, solo me hubiera dado dos puñaladas. No me quiso abrir y ahí fue cuando él se aprovechó porque ya yo no tenía fuerzas, y empezó a darme y a darme y a darme… Ahí es cuando yo le digo: “¿Es verdad que tú a mí me quieres?” Y él me dice: “Yo te amo, tú eres mi vida”. Le digo: “No me des más, que tú sabes que mi hermana, ¿qué se va a hacer sin mí?, tú sabes que yo se lo hago todo a ella, y mi mamá hace dos meses que se murió”. Él me dijo: “¡Yo sí te voy a matar hoy!” Y cuando me fue a dar la última puñalada, yo le dije: “Ay, si tú me vas a dar otra puñalada para yo morirme, tráeme agua, que yo no me quiero morir con sed”. (¡Se me encendió el bombillo!).

Él fue adentro a buscar agua y yo aproveché para decirle al vecino de enfrente. “¡Apúrate, busca una ambulancia, a la policía, que me muero, yo ya no puedo más, no puedo más!” Aquí yo tenía un hueco de este tamaño y echaba tremendos coágulos… Y todo el mundo viendo aquello. La suerte mía fue una cristiana que pasó en una bicicleta (¡en nombre del Señor!) y fue a buscar a la policía. La ambulancia decía: “No podemos llegar hasta que la policía no llegue”. ¡Y metió una tángana! Gracias a esa mujer vino la policía… El señor que llamó, es verdad que se preocupó, pero como le tienen miedo a él…

¿Te quieren en el barrio?

Aquí todo el mundo me quiere. Pues si yo traigo una croqueta del trabajo, la comparto con ellos.

¿Cuáles son ahora tus motivos de alegría?

Que mi hermana ya camina: estuvo un año boba en un sillón de ruedas, se babeaba y no hablaba ni caminaba. Mi mayor alegría es que ella está en su iglesia y se siente realizada allí…

¿Recibiste ayuda psicológica después de lo ocurrido?

Para nada. Mi preparación psicológica fue Dios. Yo le dije a mi hermana mayor: “Ven acá, y el médico que me operó dónde está, que yo no lo he visto más?”

Muchos dicen que tú actúas así porque eres una mujer muy fácil…

Cuando una mujer tiene más de cinco novios (pa’ no decir maridos, o queridos…) entonces dicen: “ay, qué puta, qué cochina, qué descarada es”. Yo pienso que en la vida si tú eres sociable, si tienes humanidad en este mundo… no seas descarado, pues si tú tienes cinco mujeres a la misma vez, ¿por qué me vas a criticar a mí porque he tenido varios hombres? Y te voy a decir una cosa: nunca he hecho el amor con dos hombres a la vez. A mí me ha gustado en la vida aprender siempre algo nuevo, no me da vergüenza porque no le estoy robando nada a nadie. Estoy tomando el momento que me están dando, el disfrute y el sexo que me están dando, ¿viste? Estoy gozando, porque desde que nací soy gozona. ¡Y no me da vergüenza! Como si lo tengo que decir en el parque (donde está Martí, que es el más que amo). ¡Y eso no es putería, fue un momento que quisiste gozar, que quisiste vivir! Por eso nadie te tiene que dar golpes. Nosotras nunca fuimos putas.

¿Tus sueños?

¿Mis sueños?… Tener salud… mi hermana y yo. Que en mi trabajo todo me vaya bien… y ver si puedo arreglar mi techo, que se me va a caer…

¿Aún esperas el amor?

[Sonríe…] Un amor que me quiera mucho, porque el sexo me encanta… Un amor que me quiera de verdad. 

  1. Por cuestiones de seguridad, se ha ocultado el nombre real de la protagonista de esta historia, así como se ha alterado su foto, para protegerla, según ella “porque ya falta poco para que él salga de la cárcel y tengo miedo”. (Nota del editor)

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