Mirar la Isla con Flora Fong

La ensayista Olga García Yero explora la construcción del paisaje en la obra de la pintora cubana Flora Fong.

| Escrituras | 24/04/2024
Flora Fong, "Contra viento y marea" (2012)
Flora Fong, "Contra viento y marea" (2012).

La obra de Flora Fong García (Premio Nacional de Artes Plásticas, Cuba, 2022) es una de las más sugerentes y peculiares dentro del panorama de las artes plásticas hechas por mujeres en los últimos años. Flora Fong diseña una visualidad donde lo insular ocupa un lugar predominante. En ella esa insularidad toma las más disímiles formas y, muchas veces, es el resultado de la expresión de su sentido de permanencia en esta tierra.

A través de su producción artística, la realidad cultural de la Isla se presenta como una cámara de ecos de diversos discursos que forman parte de la savia nutriente de la cultura cubana. Quizás esa sea una de las creadoras que mejor expande, a través de su obra, la convulsa realidad paisajística que es el Caribe. Al describir el Caribe, el ensayista Antonio García de León Griego ha afirmado que:

Emergiendo como refugio de huracanes, este ensamble de archipiélagos moldeados por su impacto constante y cíclico tiene en gestación permanente a las islas antillanas […]. Derivado de un huracán de consecuencias mayores, es uno de los espacios culturales más complejos que se han formado en los últimos siglos: un arrecife nervioso y enérgico que se fraguó a gran velocidad desde el desembarco de Colón y sus hombres en las Antillas Menores y Mayores, adquiriendo desde un primer momento rasgos particulares.1

José Lezama Lima, en su ensayo “La pintura y la poesía en Cuba en los siglos XVIII y XIX”, afirmaba que en esta zona del mundo: “La historia está hecha, pero hay que hacerla de nuevo”.2 El espacio de las islas fue desde su origen el lugar donde todo era posible y eso marcó sus diferentes historias. Por eso, hay tantos discursos históricos o más, que ínsulas, que se rehacen una y otra vez por el efecto de los vientos. Esta es la única parte del mundo en que las islas, al decir de Antonio Benítez Rojo, se repiten de una manera fractal.

Es por eso que a los pintores de la Isla, a través de los tiempos, les ha sido tan difícil representar el paisaje. Los múltiples tonos del mar, que adquiere caprichosas formas con las olas que baten el arrecife. Esa luz que no pudo ser captada ni siquiera en un cuadro como “Amanecer”(1876) de Esteban Chartrand. Al respecto, uno de los grandes de la crítica de arte en Cuba, Jorge Mañach, en su conferencia Paisaje y pintura en Cuba, advertía:

Dentro de la evolución global de la pintura cubana, el paisajismo nunca ha figurado en un primer plano, ni ha sido, por tanto, el género más representativo. En el siglo pasado, el único paisajista que tuvimos fue un francés: Esteban Chartrand. […] Los paisajes del excelente Menocal, pintados con mucho oficio, tiraban todavía demasiado a las opacidades del taller. Los de Leopoldo Romañach, que no era menos dentro de su técnica, aprendida en Italia, resultaban casi siempre un poco exangües, tímidos, como sobrecogidos del aire exterior.3

El paisaje insular

Flora Fong, "Agua con viento" (2009)
Flora Fong, «Agua con viento» (2009).

Hubo otros artistas que se acercaron al paisaje cubano, como Carlos Enríquez. El paisaje insular lo transformó en escenario de múltiples temas con un tratamiento inusitado: lo sensual y lo histórico. A partir de su línea, suave y ondulante, sensual sin lugar a dudas, sus textos rompen con el paisajismo académico para acercarse cada vez más a la luz insular. No es el caso de Víctor Manuel, con sus paisajes europeos de fondo para representar a una “gitana tropical”. Allí jamás está la isla. Víctor Manuel está demasiado apegado a los colores y representaciones pictóricas de un Gauguin, que incluso en sus cuadros tahitianos tampoco puede atrapar la luz de aquellas islas.

Para acercarse, pues, a la obra de Flora Fong, en lo que a la representación de la Isla se refiere, a través de sus múltiples formas y gamas de colores, hay que entender esta relación con la pintura anterior en Cuba. La mirada de la artista no solo es resultante de nuestra tradición pictórica, en un sentido de tradición y ruptura, sino que también en ella está ese otro componente cultural de nuestra identidad que son las raíces asiáticas.

El movimiento, la luz, los diversos tonos y el aire que se respira en los cuadros de Flora Fong son el resultado de lo mejor de la historia de la plástica insular expresada en su tono muy personal. En su obra trasciende el paisaje rural de Carlos Enríquez tanto como el marino de Romañach. Pero ella está muy lejos de la academia y de la posvanguardia.

Sus obras van más allá porque están cargadas de sentidos múltiples que nada tienen que ver con la quietud de la orilla o el sonido de las olas que se rompen y multiplican en las costas de la Isla.

Una ruptura de cánones y códigos

En un cuadro como “Idea fija”, expuesto en el año 2010 en la muestra The mother, the son: two artists, one passion, en la galería Cernuda Arte, de Miami, Flora presenta un lienzo con un enigmático gran pez convertido en parteaguas que divide el universo ¿en dos mundos? O sectores inabarcables. La cola del pez adquiere la forma de una media luna, que parece iluminar esas aguas donde cuatro botes, dos en cada segmento del lienzo, tratan de alejarse ¿de qué?, pero no todos reman en la misma dirección. La idea del viaje, la necesidad de buscar y encontrar nuevos paisajes, la emigración como una constante de las islas, son solo algunos de los momentos que quedan atrapados en este lienzo. Tela que tiene como referente histórico la mal llamada4crisis de los balseros” en el año 1994.

El tema de la asunción personal de sus raíces, cubanas y asiáticas, ocupa un lugar importante en la obra de la artista. Hay en su pintura una insistencia en esa anagnórisis que se produjo a partir del encuentro con su familia en China. Eso le permitió dar un giro muy peculiar a su lenguaje pictórico, al punto de que este se hizo mucho más rico en trazos, colores y códigos. Así se integran en su paleta, al lado de la cafetera, el platanal, el bohío y el inmenso mar Caribe. Ahora entran en sus telas los caracteres chinos, los techos en forma de pagoda de los bohíos cubanos, los papalotes, en fin, todo ese otro mundo que se integra unas veces y otras adquiere un carácter binario.

Flora expresa estas complejas relaciones a partir de códigos muy precisos que apuntan finamente hacia el carácter sincrético de los procesos culturales en el Caribe. Por eso, ella no es una mera paisajista a la manera de los maestros que la antecedieron. La artista construye su propio paisaje a través de otras rejillas culturales. Se trata de una ruptura de cánones y códigos que la alejan de toda academia y posvanguardia. ¿Dónde está situada la obra de esta artista? Indudablemente, ella es expresión del neobarroco en las artes plásticas cubanas. La literatura cubana tiene a Severo Sarduy, a José Lezama Lima y a José Soler Puig como fundadores de este lenguaje. En el cine, Fernando Pérez y Miguel Coyula han construido un mundo a partir de estos conceptos. En ese sentido, la Fong se destaca por la creación de un lenguaje integrador en su obra.

El clima inquieto de las islas

La insularidad para ella no es el mero paisaje, al contrario, hay una reflexión y una madurez que se muestran con una fuerza y, a la vez, con una delicadeza cromática únicas dentro de la pintura cubana. Es algo claramente perceptible en las series Ancestros, Bahías, Caribe, Gallineros, Girasoles, Hoja de tabaco, La fruta y Platanales. Mención aparte merecen, por sus especificidades, Nube de otoño y De China al Caribe. Si algo recorre a estos textos pictóricos es el movimiento, el viento huracanado, el clima inquieto de las islas. La artista ha expresado:

El movimiento siempre ha estado implícito en mi obra; el viento a veces aciclonado, propio de la región caribeña, se siente, produce sonidos como el trueno; es una fuerza interna poderosa que me interesa magnificar, tanto como el agua, la vegetación, la luz solar, elementos vitales de esa naturaleza que rige nuestras vidas en el planeta tierra.5

Flora Fong, "Al otro día" (2011)
Flora Fong, «Al otro día» (2011).

En un cuadro como “Temporada ciclónica”, del año 2009, la fuerza extrema de los vientos que azotan a las palmas le otorga al texto una intensidad y un ritmo tales, que este llega a alcanzar la rapidez de una imagen cinematográfica. La artista ha sabido jugar con el espectador. No solo se puede palpar el movimiento, sino también el estremecedor sonido del viento huracanado.

Pero la artista va más allá, no solo se sienten el azote y la violencia del huracán, sino que los tonos de la atmósfera y los cambios de la luz que son, a su vez, componentes de estas fuerzas desatadas de la naturaleza, pueden advertirse más allá de la tela. La artista ha logrado captar, por primera vez en la plástica cubana, estos eventos naturales que son típicos del Caribe. García de León Griego los ha descrito con un estilo tal, que puede advertirse cada una de las imágenes por él construidas:

Caminando por impredecibles rutas y soplando de este a oeste desde fines de la primavera hasta el otoño, los vientos sin rumbo ni morada se maduran en el Atlántico central, apenas rumiando en escarchas lo que será después la furia desatada. Y a medida que avanzan, convirtiéndose en huracanes de variada intensidad, se abaten sobre el Caribe insular con particular furia, atravesando el ancho mar hasta tocar las primeras islas solitarias. Caminan con las corrientes y a menudo las enfrentan, marcando las fronteras invisibles del mar Caribe, los límites de la navegación, los caminos intangibles de su conformación histórica. Es el viento abatido sobrevolando los puertos, sorteando aduanas y las estaciones, las aldeas, los barrios y los callejones de salitre.6

No es posible pensar en la obra de Flora Fong sin la presencia del ritmo visual que provoca siempre en ellas el viento. Esa representación puede llegar a tomar tonos de cierto humor, como en “Boletín informativo”, una obra de 2010. En un espacio abierto, tres palmas ocupan el centro donde predominan diversos tonos que van del rojo al blanco. La artista deja sugerida la idea de que otras palmas ya han sido devastadas, mientras el centro lucha a toda costa para mantenerse en pie. ¿Llegaría a tiempo el boletín informativo? Es la pregunta que el espectador puede hacerse respecto a las imprecisiones meteorológicas en un espacio tan azaroso como el Caribe.

Flora Fong, "Cangrejo en el manglar" (2016)
Flora Fong, «Cangrejo en el manglar» (2016).

Pocas veces el humor ha estado presente en la plástica cubana. “¿Qué está pasando?”, una obra de 2002 que expusiera en Puerto Rico y luego en Miami en 2006, entraña una muy original mirada a la noche insular desde la costa. Los tonos de azul y blanco, unidos al mar que rodea la costa, le dan un sello muy peculiar. Caracteres chinos han tomado la forma de manglares que pueden llegar a provocar cierto desasosiego; sin embargo, todo esto desaparece cuando la mirada del espectador tropieza con un pequeño cangrejo que da la impresión de que va a salirse del lienzo, como saludo o como advertencia. No deja de ser una forma muy fina de humor, como elegante es también el trazo de la artista.

Un diálogo soterrado con la realidad

Flora Fong, "Ideograma" (2009)
Flora Fong, «Ideograma» (2009).

En su exposición De China al Caribe, que realizó en el 2009 en La Habana, se aprecia con énfasis el problema de la transculturación en las islas. Es “Antillas”, uno de los textos más significativos de la muestra. Allí está el mar, captado en su diversidad de tonos de luz, pero también como integración de los posibles encuentros de culturas que a través de sus aguas puedan producirse. No es el mar y ya, no; la artista lo ha representado como límite entre las islas y el mundo. Un mar que marca un espacio y condiciona el espíritu del hombre que se para en sus costas. Pero es también el mar abierto, como vía de tránsito infinito, de eterno retorno y concentración de fuerzas centrípetas que generarán nuevos lenguajes en la medida que se desdibujan en la memoria los recuerdos. Los objetos insignificantes, las calles, el mundo que se quedó atrás, son como si salieran de sus entrañas.

El temor de morir en otras tierras, porque ya no hay vuelta atrás, eso es lo que se siente con el solo recuerdo del mar. Ese mar antillano que pone límites a los sueños de los isleños. El mar, pues, en toda su majestuosidad cultural, no simple paisaje, no, sino reflexión eterna. Y la luz, al fin lograda en la representación de la plástica cubana. La luz, difícil de atrapar, tuvo que esperar hasta el siglo XX para ser representada cabalmente. Como en la literatura, fue preciso esperar a que José Soler Puig la atrapara en su enorme novela El pan dormido. Al fin, mucho tiempo después, se alcanzó en las artes plásticas lo que Mañach pedía con urgencia: “Yo no sé que pintor alguno haya logrado todavía remedar siquiera la imponderable vibración de aquella luz sobre la costa y el mar”.7

Flora Fong mira la Isla, nuestra isla, con un lirismo tan caro a las artes plásticas. Su obra establece un diálogo a veces soterrado, lleno de un barroquismo visual que han venido sosteniendo los artistas de la isla, independientemente del género que cultiven. Es lo que ocurre entre Flora Fong y Virgilio Piñera cuando este nos evoca a la Isla:

Las historias eternas frente a la historia de una vez el sol,
las eternas historias de estas tierras paridoras de bufones y cotorras,
las eternas historias de los negros que fueron,
y de los blancos que no fueron, o al revés, o como os parezca mejor,
las eternas historias blancas, negras, amarillas, rojas, azules
toda la gama cromática reventando encima de mi cabeza en llamas…8

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1 Antonio García de León Griego: El mar de los deseos. El Caribe hispano musical. Historia y contrapunto. Siglo XXI Editores, México, 2002, p. 20.

2 José Lezama Lima: “La pintura y la poesía en Cuba en los siglos XVIII y XIX”, en: La visualidad infinita. Introducción, estudio crítico, selección y notas de Leonel Capote. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1994, p. 85.

3 Jorge Mañach: Paisaje y pintura en Cuba. Artes Gráficas Ibarra, Madrid, 1957, pp.14-15.

4 Mal llamada porque la crisis no fue de los balseros, sino del régimen dictatorial cubano. Los balseros, mucho de los cuales han convertido, tristemente para nuestra patria, el estrecho de la Florida en un cementerio marino, fueron los que pusieron en crisis a Castro. Remito a la obra de Franklin Álvarez, una de las figuras descollantes de la plástica cubana, que en aquellos años inició una serie con ese nombre, Cementerio marino, ante la cual el público no puede dejar de estremecerse.

5 Flora Fong: Palabras de presentación a Nube de otoño. Lda y Dimencor [s.p.], 1997.

6 Antonio García de León Griego: ob. cit., p. 19.

7 Jorge Mañach: ob. cit., p. 8.

8 Virgilio Piñera: La isla en peso. Ediciones Unión, La Habana, 1998, p. 37.

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