Entrevista | Celia González: “¡Qué más quisiera una que estar construyendo en La Habana, sin dictadura!”

“Me niego a normalizar la vida en Cuba, (…) a producir obras tibias “que digan, pero no digan” para que me inviten a dar una charla en Bellas Artes”, comenta Celia González.

| Vidas | 03/04/2024
Celia González en PERFORMANCE Ojos de Hueso 2022. Foto: Cortesía de la entrevistada
Celia González en su performance “Ojos de Hueso” 2022. Foto: Cortesía de la entrevistada

En 2009 yo iniciaba mi segundo curso docente en el ISA, cuando Celia, recién graduada de la propia institución, comenzaba su servicio social. Para ella era un requisito metodológico que estuviese a la vera de algún profesor más experimentado y, durante los talleres con los estudiantes, la frescura de su quinquenio estudiantil se manifestaba con un hálito renovador, pero inequívocamente certero. A la vuelta de 15 años, ha devenido en una de las creadoras-investigadoras más sobresalientes de su generación. En varias oportunidades escribí reseñas sobre la obra que ella y Yunior Aguiar desarrollaron por aquel entonces, incluso cuando ambos impartían el taller de videoarte en la Facultad de Artes Visuales.

Nuestro acercamiento de intereses siempre fue creciente, coincidiendo habitualmente en postgrados, inauguraciones, festivales y descargas. Desde entonces, sus propuestas ya eran cuestionadoras hasta la pared del frente, como decimos en la Isla cuando una cosa es bien evidente. Hay algo obvio para quienes hemos vivido activamente los últimos años en Cuba: jamás sospechamos que el panorama nacional pudiera ser tan cabrón como lo ha sido en el último quinquenio. Cuando más cortante empezó a ser la oxidación totalitaria del régimen, el rápido posicionamiento de Celia no sorprendió a nadie. Su protagonismo cívico en el 27N, o cuanto manifiesto afrontara la falacia oficial, está ahí para contarlos en primera persona.

La vitalidad de su obra hurga en factores estructurales de la naturaleza y el hombre, de modo que sus argumentos no son para nada obvios. Desde 2014 sus derroteros han enrumbado gradualmente hacia el terreno de la antropología y la etnografía, ganando a su favor una Maestría y un Doctorado en estas disciplinas. La organicidad y agudeza de su vida y obra, la convierten en un foco de atención para el arte y el pensamiento de la nueva Cuba. Espero que este cruce afectivo de sabiduría y nostalgia, tenga la equivalencia de un fuerte abrazo para enviarle.

La noticia de una antología respaldada por prestigiosos pensadores contemporáneos ―que te cuenta entre sus autores― debe figurar como la primicia de esta entrevista. Groso modo, ¿cuáles son los ingredientes de contenido nucleados bajo un título tan abarcador?

Global Manifestos for the Twenty-First Century. Common Struggles, and Future Change es una compilación de ensayos de 40 autores de India, Europa del Este, Colombia, Chile, Croacia, China, Alemania, preocupados por el futuro de la humanidad ante el inminente colapso ecológico y económico y, sobre todo, ante la falta de proyecto común. Es decir, ese continuo problema: el debate ante la crítica al capitalismo y la búsqueda de una alternativa que ya no es cubierta por el comunismo a ciegas, aunque definitivamente hay un regreso constante al marxismo con una nostalgia impresionante.

Es una izquierda heterogénea que plantea más interrogantes que soluciones. Hay una cosa importante en la que coincido con algunos de los autores del libro, y es pensar en el aquí y el ahora, es decir, dejar de imaginar el progreso (directriz común del capitalismo-comunismo) y concentrarse en cultivar en el sedimento actual. Agradezco que los editores hayan ubicado mi ensayo en la sección “Philosophical Footprint sof the Present to Build a Here-and-Now”.

Sin embargo, la sola lectura de la introducción indica ese síntoma preocupante: la persistencia dual para plantear el futuro humano, pareciera indicar que solo hay dos opciones, capitalismo o comunismo/socialismo, y es seguro un acuerdo común: el anticapitalismo. Entonces, queda mejorar el comunismo, y para los autores del libro es claro que no vamos a ser estalinistas ―ya sabemos que eso estuvo mal―. Y así, con una mirada crítica tibia, queda resuelto el problema del terror producido por el comunismo real en el siglo XX ¡y actualmente!

Estoy aprovechando tu pregunta sobre este libro recién publicado, no para echarle tierra a un espacio que acogió un ensayo de mi autoría, sino para apuntar hacia un problema que casi siempre queda convenientemente opacado. Porque si los intelectuales de izquierda, anticapitalistas por definición, también critican al comunismo real (la alternativa) ¿qué les queda?

“Ojos de Hueso”, 2022 Foto: Cortesía de la entrevistada
“Ojos de Hueso”, 2022 Foto: Cortesía de la entrevistada

Esta es la postura que regularmente he encontrado en congresos, conferencias y mesas de café: ¿Hay víctimas del comunismo? Sí, nadie lo niega, pero son aplazables por un bien común, y aquellos que aún viven el comunismo real deben poner en espera sus “quejas” y demandas de empatía porque “no es el momento ideal”. Aquellas víctimas del comunismo real deben “entender” y hacer silencio ante lo realmente urgente: la lucha contra el otro sistema, la lucha contra la derecha. Y de nuevo, un regreso al dualismo izquierda o derecha, como si se tratara de bloques homogéneos y no hicieran pactos entre ellos constantemente.

2-El título de tu ensayo, Volcanic Lakes and Hallucinatory Vegetation, me resultó muy sugestivo. Quisiera que me hablaras sobre el meollo del mismo, y cómo es que Cuba y Nicaragua quedan atrapadas en este análisis.

El ensayo “Lagunas volcánicas y vegetaciones alucinógenas. El desastre para pensar en futuro” es una propuesta ante el dilema que plantea el libro: pensar en futuro y buscar alternativas ante formas de vida insostenibles. En realidad lo escribí hace dos años cuando investigaba para mi tesis de doctorado en Antropología. En ese momento comencé a conversar con varios artistas de Nicaragua y enseguida saltó un problema en común con Cuba: la censura y el miedo ante la represión del Estado y el Partido Único (PCC en Cuba y FSLN en Nicaragua).

Una de las cosas que quería lograr era una tesis no comparativa sino cruzada entre Cuba y la región. En la retórica del Estado cubano está la insistencia en la singularidad política y cultural de nuestro país para reafirmarse a sí mismo como constructor protagonista de ese “proyecto alternativo caribeño subalterno antimperialista único”, para mí es importante discutir esa singularidad y entendernos en comparación cruzada con la región a la que pertenecemos.

A propósito de alianzas, no es infrecuente en tu investigación artística y antropológica el tema de las relaciones interespecies. Aun dentro del marco de tu último texto antologado en ver la luz, ¿en qué ámbito de saberes se manifiesta esta interacción de especies? ¿Es meramente biológica, biosocial, o existen componentes mágicos al estilo de los Cagüeiros de nuestra mitología insular?

Es todo eso a la vez, biológico y mágico. Las relaciones interespecies y sus posibilidades para pensar en futuro ha sido tema de discusión protagónico en instituciones de arte y académicas en los últimos 8 años (Donna Haraway, Ana Tsing), ―quizás hace más―. Se trata de pensar obras o investigaciones en las que el humano no sea el único protagonista, es decir, dejar de pensar la relación entre humano y no humano como una de subordinación en estructura piramidal, teniendo al humano en la punta, y claro, no a cualquier humano, humano-masculino-blanco.

Esto sirve para pensar formas de subordinación producidas por relaciones de poder, pero también para imaginar, especular sobre existencias probables que pongan en disputa los lugares comunes y arbitrarios con los que justificamos el racismo, machismo y la explotación constante de seres vivos por no ser considerados iguales. Es decir, sugiere la oportunidad de reordenar desde dónde miramos el mundo; a mí en particular me interesa especular sobre las posibilidades de la mutación “humano-quitón” para derrumbar de una vez y por todas al “hombre nuevo”.

Aunque el ensayo publicado recientemente no se trata de esa propuesta de forma directa, refiere a la misma posición. Selecciono dos artistas mujeres ―de Cuba y Nicaragua― nacidas después de la caída de la URSS y el Campo Socialista, con capacidad de mirar a distancia aquel enfrentamiento dual, aunque sus vidas han sido producto de ello a través de los Partidos Únicos (PCC y FSLN). En el ensayo analizo dos obras de cada artista, pero cruzándolas con sus historias de vida, ya que no se trata de pensar en productos, objetos, en la obra “autónoma” sino en el enredo experiencia de vida-obra-reflexión.

Tanto Camila como Darling escogen lidiar con el trauma producido por los Partidos Únicos, a través de aquello que hemos llamado “naturaleza” para diferenciarlo de lo “humano social”. Sus obras cuentan la historia política nacional filtrada por entes no humanos: lagartos, flores alucinógenas y lagos de origen volcánico. ¿Qué mejor manera de cuestionar el lugar en la cima de una pirámide evolutiva del militante destacado, del hombre nuevo armado, de la prepotencia del líder único e irrevocable que a través de la alianza con un lagarto o un lago?

Las urgencias de nuestra región y en particular de nuestra isla, están dirigidas al enfrentamiento a una dictadura y a lidiar con los traumas que nos han dejado más de seis décadas de control del Estado, familias divididas, escasez… Sin embargo, puede ser útil pensar desde las posibilidades de las relaciones interespecies en el futuro de Cuba y del Caribe. No se trata de una propuesta extraña, en definitiva, los cubanos le pedimos al mar ante la desesperación.

¿Cómo se involucra Camila Lobón en esta historia?

Camila es un ser de luz, fascinante y brillante, que hace años trabaja en sus libros ilustrados y muchas veces tiene a su propia familia como protagonista para explicarse el trauma nacional. “Mary y los hombres lagartos” es una historia protagonizada por su abuela y escrita para su hermano. En síntesis, Camila cuenta sobre el control y destrucción por los hombres-lagartos de Villa del Lago y de las flores mágicas que alegraban a sus pobladores.

En la historia, laguna, flores y humanos decaen al unísono, como una sola entidad desequilibrada y enfrentadas entre sí por el mundo militar de los “hombres-lagartos”. Camila, quien fue encerrada durante 70 días en una azotea junto a la poeta Katherine Bisquet por los hombres-lagartos ―prepotencia del hombre nuevo― conoce de qué se trata el control y la destrucción de la magia. Considero que Camila Lobón, ahora en el exilio, es de las artistas y activistas a seguir y escuchar en medio de este proceso de desintegración y militarización de la isla.

Si mal no recuerdo, fue en 2021 que te hice el primer disparo para una entrevista. En aquella ocasión mi curiosidad partía de una obra tuya en la Bienal de Jakarta. Esa pincha me dejó el cerebro inflamado; me cuadró muchísimo. Cuéntame del trasfondo de esa obra específica. ¿Había alguien más implicado en su concepción?

Hablar de “Temporada de lluvia / Temporada de seca” viene mucho al caso porque fue un intento de comprender los efectos del comunismo en el trópico, específicamente en Indonesia y Cuba. Surgió como respuesta a la invitación del dúo Celia-Yunior a la bienal de Jakarta de 2021. Ya veníamos Yunior y yo interesados en la presencia de materiales orgánicos en las instalaciones, presentar el dato, la estadística, la gráfica junto a olores, sonidos, texturas que anclaran a través de los sentidos la abstracción de la visualización de datos.

“Temporada de lluvia / Temporada de seca”, Celia-Yunior, 2021, Bienal de Jakarta. Foto: Cortesía de la entrevistada
“Temporada de lluvia / Temporada de seca”, Celia-Yunior, 2021, Bienal de Jakarta. Foto: Cortesía de la entrevistada

El problema de las invitaciones a bienales es que casi siempre queremos hacer una obra que esté relacionada con el lugar en que va a suceder, pero casi nunca hemos visitado el sitio antes. Entonces, es un gran riesgo, podemos dar en el clavo o no; en este caso, además, la invitación fue durante la pandemia así que no hubo forma de viajar. Nos decidimos por una obra de diálogo entre Cuba e Indonesia, dos países ubicados en el trópico donde el comunismo ha tenido una presencia importante. Nos percatamos de que durante los gobiernos comunistas en ambos casos hubo una obsesión con la construcción de embalses para acumular agua.

Esto tenía dos sentidos, uno, la preocupación real por la necesidad de acumular agua en territorios donde hay temporadas de seca y pocos ríos, y temporadas de lluvia que se deben aprovechar. Segundo, la necesidad de los líderes caudillistas de dejar grandes monumentos para ser recordados en el futuro, en este caso la construcción de embalses a modo de mega proyectos ingenieriles.

En la combinación comunismo-trópico nos preguntábamos, ¿cuánta lluvia caía mientras se adoptaban o desterraban sistemas políticos, ideologías de la Guerra Fría en archipiélagos tropicales? Así surgió la instalación “Temporada de lluvia / Temporada de seca”. Se concretó en dos contenedores de agua que hacían referencia a los embalses construidos por los gobiernos comunistas en cada país. Un contenedor se llenó con la cantidad de agua proporcional a las precipitaciones de Cuba en 1959 (inicio del comunismo) y el otro con las de Indonesia en 1964 (fin del proyecto comunista en ese país), ambas fechas quedaron grabadas en el fondo de los estanques. 

“Temporada de lluvia / Temporada de seca”, Celia-Yunior, 2021, Bienal de Jakarta. Foto: Cortesía de la entrevistada

Para producir los contenedores pedimos que se utilizara arena de cascara de arroz, a la vez que también estuvieran rodeados por cáscaras de arroz, envoltorio del alimento base para ambos países, y elemento seco (temporada de seca). En el centro, entre los estanques, estaba ubicada una publicación diseñada por nosotros con dibujos de las siluetas de todos los embalses de Cuba e Indonesia. La instalación estaba envuelta por una pieza sonora producida por el músico mexicano Rodrigo Toro. La pieza tenía como referencias la calma acuática del agua almacenada artificialmente y el estado de sequía.

Yo vivía en Luanda cuando me contaste que habías terminado la Maestría en Antropología Visual. Fue en 2016, y me dio tremendo alegrón que tus inquietudes, incubadas ya desde el Diplomado de Producción Simbólica que pasamos en el ISA, cogieran ese rumbo. Eso es lo que creí entender en aquel entonces, pero, ¿cuándo es que la antropología comienza a filtrarse en tus procesos creativos, o al menos lo hiciste plenamente consciente?

Empecé esa Maestría en 2014, ya habíamos estado en los Diplomados del ISA y había descubierto que me gustaba escribir y el debate con autores del campo de la sociología y la filosofía. No sabía nada de Antropología y creo que viniendo de una formación diseñada para la producción de obras es difícil saltar a la academia pura y dura, pero fue un proceso increíble, de formación y humano. En La Habana, la querida Magaly Espinosa, Mailyn Machado y Rufo Caballero habían hablado de antropología y etnografía para referirse a las obras de un grupo de artistas, incluyendo el dúo Celia-Yunior. Las referencias bibliográficas apuntaban casi de forma exclusiva al “Artista como etnógrafo” (1994) de Hal Foster. En esa época estábamos al tanto de Bourriaud y su arte relacional (1998) y Bishop “Artificial Hells” (2012) y esos textos entraban en diálogo con la propuesta de Foster.

La Maestría fue la oportunidad de conocer una disciplina, de entender qué es la antropología y la etnografía y también de conectar la discusión sobre arte contemporáneo y antropología visual de una forma más profunda y sistemática. De manera inmediata no creo que hayan cambiado las obras que producía con Yunior en ese momento, pero poco a poco comencé a incorporar preocupaciones y reflexiones que venían de las lecturas de etnografía. Sobre todo, aprendí que me gusta escribir ensayos y se ha convertido en una forma de decir distinta a la obra, pero igualmente gratificante y potente para reflexionar y sacarse las cosas de adentro, que es para eso que hago arte y escribo.

En obras más recientes como “Deshijar” (2019), “Ojos de Hueso” (2022) o la propia obra de Jakarta “Temporada de lluvia / Temporada de seca” (2021) hay una mezcla entre testimonio e imagen que me interesa mucho. Pero, sobre todo, hay una soltura que viene de la posibilidad de desbordar ciertas preocupaciones en la escritura, la mayoría de esas obras tienen una versión escrita “Hijo nacido en primavera” (2020) y “Ojos de hueso”. “Redundancias destotalizantes” (2023 inédito) por ejemplo. Yo pienso que es un camino que continua, veremos qué sale próximamente.

En todo lo que hemos hablado hasta el momento hay un componente clave en tu proyección social, y es tu postura cívica a partir del camaleónico vuelco sociopolítico que experimenta Cuba en los últimos años. Lamentablemente, a muchos artistas aquí les importa tres timbales lo que pase en ese sentido. Desde tu percepción, ¿cómo asumes el compromiso de crear, pertenecer y actuar en un contexto humano que restringe tantas libertades?

¡Qué tema tan difícil política y emocionalmente! Fíjate que eres de los pocos amigos que aún vive en Cuba… Estos últimos años han sido dolorosos, pero esclarecedores. Yo personalmente no expongo en Cuba, a menos que reabra “Espacio Aglutinador”, esta es mi postura actual. No pongo un pie en una institución oficial porque sencillamente eso sería normalizar la violencia. No pudiera tomarme un Cuba Libre en una inauguración, mientras de la nada se acercara un funcionario, a modo de viejo amigo, a darme una palmadita en la espalda y decirme: “Estabas bravita conmigo” para yo responder “solo estaba de viaje” y tragar en seco porque no me convendría abrir la garganta y gritarle lo más duro que pudiera, si es que quisiera exponer en La Habana.

“Deshijar”, 2019. Foto: Cortesía de Celia González
“Deshijar”, 2019. Foto: Cortesía de la entrevistada

¿Cómo se puede pretender que no pasó nada, que no pasa nada? Esa es mi pregunta. No solo hay mucha gente presa, no solo ha habido mucha represión, interrogatorios, amenazas, sino que esto les ha sucedido a mis amigos, a mí misma, a mis padres. Entonces, me niego a normalizar la vida en Cuba, a irme de descarga después de una expo con una botella de ron, a producir obras tibias “que digan, pero no digan” para que me inviten a dar una charla en Bellas Artes. No, me niego como persona, como amiga, como hija.

Te decía que estos años han sido dolorosos y esclarecedores porque he aprendido sobre mí misma. Yo fui artista invitada (como Celia-Yunior) por el Estado a La Bienal de La Habana (2012), a La Bienal de Venecia (2015), promovida para La Bienal de Lyon (2016), mientras a las Damas de Blanco le daban golpizas en la calle y todos lo sabíamos. Ese tipo de artista fui yo, y si algo agradezco a estos últimos años es haberme puesto en el lugar correcto para aprender más sobre mí misma.

¿Qué tipo de relación entre las personas ha producido el totalitarismo en Cuba? Padres que denuncian a sus hijos, amigos que observan la golpiza policial y esperan a que “se enfríe la cosa” para seguir con la “vida normal” y si es posible aprovechar los espacios vacíos. La tristeza es infinita, me sudan las manos mientras escribo, pero lo más probable es que todo siga su rumbo: los presos sigan presos, los desterrados sigan desterrados y los artistas tomadores de Cuba Libre exponiendo.

Luego de recorrer medio mundo en función de tus investigaciones estéticas y socio antropológicas, ¿no tienes nostalgia por aquellos años de formación y docencia en el ISA, por los colegas, las fiestongas y aquellos festivales de video en Camagüey?

Nostalgia tengo siempre, querido Amilkar. Supongo que viene con la edad y con la migración. Fueron años lindos, sanos, llenos de gente brillante y sensible como tú, pero ¿cómo se hace compatible la nostalgia y la negación a llevar una “vida normal”, a esa normalización de la violencia? ¡Tremendo lío mental! Por suerte me gusta más quienes somos ahora, nos admiro más, pero añoro la época de los tabacos y las charlas largas ¡Qué más quisiera una que estar construyendo en La Habana, sin dictadura!

Es evidente que tus vínculos profesionales y amistosos con otros artistas de larga data siguen vigentes. Veo en tu currículum interacciones prácticas con muchos de ellos, como Lester Álvarez y Henry Eric. ¿Cómo ves el panorama de los intelectuales en el exilio? Desde la distancia, ¿qué papel crees que juegan en la dinámica y transformación que este país necesita con urgencia?

Pensar, escribir, publicar y exponer son prácticas fundamentales para contar qué pasó, qué significa y qué vamos a construir. Creo que se ha dicho mucho y se seguirá diciendo, y el exilio brinda la distancia para hacerlo, aunque esa misma distancia quita legitimidad a ojos de los espectadores externos porque no estás allá. Los exilios sirven para pensar y planear y regresar con proyectos claros, veremos qué pasa en el caso de la isla. En realidad, en esta migración masiva de los últimos años se ha ido gente interesada en pensar Cuba desde afuera, y artistas que solo quieren hacer su carrera sin mirar atrás o mirar para seguir en el nicho “arte cubano”.

Yo creo que somos pocos en realidad los interesados en dinamizar y transformar el paisaje intelectual del futuro en Cuba. Por ahora, de forma contingente han surgido publicaciones y eventos fundamentales, y pienso que lo mejor está por venir, con más serenidad. Cuba ha sido un país construido por la mirada y el deseo extranjero: yumas, rusos, latinos de izquierda, todos halando para su lado el pedacito más conveniente. Ahora, en medio de este derrumbe, cuando Cuba es historia trasnochada para muchos, es el momento de pensar qué queremos construir y sobre cuáles cimientos. Claro que estará difícil, porque el apoyo y la visibilidad de plataformas internacionales son cada vez menores. El exilio tiene la mejor posición para pensar y decir, hay que seguir.

Tu más reciente logro académico es el Doctorado en Antropología Social, que acabaste el año pasado en México. ¿Qué proyectos amasas para el futuro inmediato?

La tesis me dejó agotada, pero acabo de empezar una estancia posdoctoral en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en la Ciudad de México. Estoy en los primeros pasos de organización de un evento para pensar “Prácticas Destotalizantes” dirigido a intelectuales de países con Estados totalitarios. Este fue el concepto central de mi tesis de Doctorado y ahora trabajo para compartirlo y dinamizarlo. Por otro lado, estoy trabajando en la próxima fase de “Ojos de hueso”, la especulación sobre la mutación entre humano y quitón. Una propuesta de humano mutante, seres que habitarán el futuro caribeño como resultando de siglos de terrores colindantes, incluyendo las dictaduras. Y sigo avanzado en obras-testimonios como “deshijes”. También pienso que es importante cuidar de mis helechos y plantas de clima seco aquí en México, cuidar otros seres.

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