Testimonios carnales. Conversación con Irela Casañas

| Vidas | 07/04/2017

Nos experimentaron. Nos quemaron la piel al mediodía.
La anestesia en las venas de agua nos hizo bien de más.
Testimonios carnales no exponemos
solo decir
la demasiada luz no es la bondad.
Ábranos la cabeza Director y ponga en ella lo feliz.
Claustrofobia normal y sueños cortos.
Mejor viajar adentro
en la desconexión total del circo triste.

Irela Casañas, “Cuadrado mágico”, del libro La enfermedad del bronce.

Conversar en la sala de mi casa con Irela Casañas Hijuelos (Santiago de Cuba, 1989), poeta, editora de Ediciones La Luz (Holguín), cronista, graduada de sociología, es adentrarme en las vivencias singulares de una joven inquieta, cuestionadora, y que se reconoce feminista. Ella analiza con profundidad las problemáticas de su tiempo.

Su historia personal nos muestra cómo la violencia contra la mujer puede adquirir las más sutiles máscaras. Desde su contexto particular que dibuja la dura cotidianidad hoy en el interior de Cuba, Irela ha enfrentado prejuicios y estereotipos que, lejos de dañarla, sirven para que reafirme su libertad interior, y la decisión de elegir un destino propio, a veces contrario al que la sociedad le quiere imponer.

Vamos a reflexionar un poco sobre la problemática de género y de cómo ha incidido en tu vida ¿Tú ves una perseverancia del machismo y de la actitudes discriminatorias contra la mujer en nuestra sociedad?

Una y otra vez se comenta entre las personas interesadas en el tema, que lo que más conmueve, lo que más nos lastima, no es tanto el tradicional machismo de los hombres, sino ese machismo latente y expreso en las propias mujeres; duele, incluso, verlo desplegado con fuerza en mujeres profesionales, mujeres con un alto nivel cultural. Me ha impresionado observar, comprobar cómo esas mujeres ven como algo normal, natural, determinadas expresiones que nos sojuzgan y disminuyen como seres humanos.

¿Vivimos, entonces, en una sociedad patriarcal donde se discrimina la identidad femenina, que en Cuba, como en cualquier otro país postcolonial, es múltiple, diversa?

Sí, obviamente, quizás si nos comparamos con otras sociedades latinoamericanas se ha avanzado notablemente, pero yo no creo que debamos tomar esos referentes, pienso que debemos compararnos con las sociedades que han logrado más en la lucha por la equidad de géneros. Para la formación profesional y los estándares educativos cubanos, hay numerosos problemas queaún no se han resuelto, cuestiones que no están a la par de ese nivel educativo que se ha logrado en los ámbitos académicos... entonces, vivimos en una sociedad de múltiples contrastes.

¿Crees que nuestra educación tiene en cuenta los enfoques de género, o es una educación a la que le falta en la formación de una conciencia de equidad?

Yo pienso que sí, que falta por ganar y sobre todo por profundizar, porque una observa, por ejemplo, a algunos conductores de radio y televisión que quieren dar una imagen de equidad diciendo “los niños y las niñas” y son así cuestiones muy leves, superficiales, pero lo que se dice educar a un niño y una niña desde pequeñitos sobre sus derechos, sobre sus deberes, sobre cómo los roles de género no deben ser algo rígido, cómo debe haber solidaridad entre todos los géneros, entre todos los seres humanos, sí, aún falta mucho por hacer a nivel social. No tener en cuenta una educación que vaya formando una conciencia en la equidad desde pequeños, va lastimando, lastrando toda la proyección de ese ser humano que luego, al pasar por diferentes entornos sociales e instituciones, va sintiendo con más fuerza ese vacío educativo, y al final repite los mismos patrones patriarcales. La familia pudiera ser contraparte, jugar un papel decisivo en la educación a partir de enfoques no discriminatorios, pero desgraciadamente también la familia cubana tiene que autoeducarse en ese sentido.

¿La mentalidad discriminatoria del patriarcado es trasmitida a los hijos por las propias madres?

Quizás se pueda advertir en las nuevas generaciones, en los muchachos que ahora tienen unos veinte años, ellos tienden a asumir los roles tradicionales femeninos de forma más natural. No obstante, creo que las mujeres tienen en sus manos un gran trabajo por hacer. Cuánto han calado los estereotipos machistas en algunas mujeres queda evidenciado en la elección que hacen las mismas de su propio destino. Asombra observar cómo comúnmente la mujer cubana se ve obligada a estar “acompañada” del hombre, pues el hombre es el “macho proveedor”. Al ser Cuba un país donde la vida cotidiana se hace extremadamente difícil a la hora de acopiar todo lo necesario para pasar el día, dígase alimentos, ropas, los útiles del hogar, si vas a reparar tu casa, etcétera, la mujer, yo lo admito, necesita de ese “macho proveedor”, no tanto porque sea el hombre el que pague, porque la mujer puede manejar dinero, ahora hay muchas mujeres emprendedoras que manejan dinero y logran un nivel económico desahogado, no es ese el asunto. La mujer debe elegir si estar al lado de un hombre, aunque no sea el adecuado para su proyecto de vida. Hay cuestiones que en Cuba deben ser negociadas por los hombres, en ese sentido yo creo que vivimos en una sociedad medieval; por ejemplo, cuando hay que reparar la casa y buscar materiales de construcción, no es la mujer la idónea para negociar, es como si la mujer corriera el riesgo de ser timada, y en ese caso una se percata de que el hombre es el ideal.

¿Es que se considera que la mujer no tiene capacidad necesaria para ese tipo de negocios…?

Sí, porque se considera que no tiene las habilidades necesarias en esas áreas, donde hay que negociar un transporte, materiales de construcción, una tubería para la cocina, entonces eso es tarea del hombre porque sencillamente en nuestra realidad no se puede levantar un teléfono y pedir la ayuda de un plomero, llamar a una tienda y procurar lo que necesites, la solución de los problemas cotidianos, “la resolvedera” como se dice popularmente, de ese tipo de cosas, se ha establecido así en Cuba por décadas. Procurar solución a ese tipo de cuestiones tan elementales, es terreno de hombres, que son los “educados” socialmente en Cuba para “resolver”.

¿Pero no está bien que lo aceptemos así, no?

Claro que no. Lo ideal sería que la sociedad estuviera organizada de manera tal que tú levantaras un teléfono y pudieras contratar una brigada para que te repare el techo, pero primero tendría que haber un teléfono en cada vivienda, que existiera la brigada, los materiales y además que una pudiera pagarla. Y tampoco en nuestra sociedad la vida fluye de esa manera. Por lo que una mujer sola, se las tiene que ingeniar para asumir esos roles atribuidos al hombre, y como todo se le va a hacer más, pero mucho más difícil, será otro añadido a sus ya numerosas tribulaciones.

En lo personal, he padecido esa organización patriarcal de la vida cotidiana. Yo estoy casada desde hace más de veinte años, con un psicólogo que es invidente, sin embargo yo he sentido que en determinados quehaceres que él no ha podido ocupar por su condición, yo he tenido que crecerme, y enfrentar situaciones nada fáciles al respecto, porque hay cosas, a pesar de que él se impone constantemente a su incapacidad, que he tenido que asumir. Como éles el hombre queamo, que yo he querido elegir, tengo que vencer todos esos muros y crecerme. Sí, por mi propia experiencia sé que la mujer se puede crecer, pero no ha sido algo sencillo, más bien estresante. Entonces, yo veo que hay mujeres que están con hombres que asumen actitudes agresivas con ellas, o que no es el hombre que aman, pero deciden continuar con ellos porque les resuelven determinadas tareas de la vida cotidiana. La mujer puede elegir y sobreponerse y tratar de entrar en esos terrenos que en nuestra sociedad son propios de hombres, permearlos y vencer todas las limitaciones, y no sentarse a esperar a que todo esté organizado de manera tal que con levantar el teléfono se resuelva.

Hablando de una cuestión más íntima, y hasta difícil de preguntar. ¿No has sentido que la sociedad te cuestiona el hecho de que hayas escogido para tu vida a una persona invidente?

Sí, al principio de nuestra relación viví momentos realmente desagradables, molestos, sobre todo en ese comienzo, ya entiendo que las personas intolerantes se adaptaron a nuestra perseverancia, y nos dejaron por imposibles. Me han sucedido cosas muy desagradables, de manera indirecta o muy directa. En una ocasión un hombre me cuestionó por qué me maquillaba, y me arreglaba tanto, si mi esposo no me podía ver. Yo le respondí cualquier cosa, no recuerdo bien lo que le respondí, pero me quedé reflexionando largamente sobre aquello. Se supone que la mujer cubana, como si fuéramos musulmanes, solo debe agradar al esposo y a Dios, debe posar solo para ese hombre, como si fuera una pertenencia del esposo, un objeto más para sus ojos, y no cuenta mi autoestima, no cuenta que yo soy un ser que vive en sociedad, no importa lo que yo deseo, porque sencillamente una también puede maquillarse para satisfacerse a sí misma, no veo por qué debemos encadenarnos al estigma de que sólo debemos servir, que nos debemos al otro, sin ningún respeto por nuestra propia individualidad. Te das cuenta de la violencia que se escuda en expresiones como las que me dijo ese hombre, y cuánto contienen de agresividad, patrones que dañan a las personas que las portan y a las ofendidas.

He sido muy cuestionada en ese sentido, mi familia al principio tampoco entendía, pues Hugo, aunque lo aceptaban por el ser gran humano que es, quizás no cumplía los patrones tradicionales del hombre apto para resolver los problemas cotidianos. Si yo hubiera permitido que entraran en mí esas preocupaciones, me hubieran hecho mucho daño. Yo decidí que no, mi elección y la seguridad de mis sentimientos no permitieron que nadie dañara nuestra relación. Aunque, para ser justa, siempre hubo personas que nos apoyaron, incluso sin ser nuestros amigos.

Y has logrado imponer tus sentimientos por encima de esos patrones que no solo son muestras de un cruel machismo, sino también discriminatorios de la persona con discapacidad.

Sí, también, y me imagino que eso lo han experimentado otras personas con discapacidades. A pesar de que se ha avanzado dentro del país, aunque la sociedad ha evolucionado en esas cuestiones, queda un largo camino por recorrer, existen actitudes (unido al estatismo mental para aceptar las diferencias) que actúan a veces perniciosamente sobre las personas con discapacidades, provocando que se sientan disminuidas. Por ser nuestra realidad tan peculiar, por tener que dar tanto de nosotros para enfrentar cada día y llegar al siguiente, es que se torna tan difícil defender ese derecho a la diferencia.

Me comentabas que habías decidido no concebir hijos y que has sida cuestionada también por esa razón.

Bueno, aún estoy a tiempo, pues poseo buena salud, y mi decisión no es definitiva. Pero he sido muy cuestionada, porque ya cumplí 36 años, y no lo contemplo como un plan inmediato. De mi generación, de las muchachas que estudiamos juntas, vengo a ser la única que no ha tenido hijos, no quiero parecer que me estoy victimizando, pero yo he sentido que sobre mí se ha proyectado una violencia simbólica, pues no pasa un día sin que me pregunten por qué he decidido prescindir de hijos.

Ha sido tu elección personal…

Pienso que no ha llegado la hora, que no es el momento idóneo, para asumir tamaña responsabilidad. No me he sentido con el deseo irrefrenable de ser madre, valoro a las madres y adoro a los niños, tengo ese lado romántico de creer que sí es algo especial y me pongo del lado de las madres, me siento plenamente conectada por ese amor que sienten por los hijos, y creo que la maternidad es sin lugar a dudas algo sublime, sin embargo yo no he sentido que es el momento de experimentar ese estado que es para toda la vida. He sido muy, pero muy cuestionada, sobre mí se han hecho bromas de muy mal gusto, han invadido mi privacidad constantemente con preguntas crudas y directas, eso viene sucediendo desde que me gradué en la Universidad de Oriente en 2002, hasta ahora en 2017. Recibiendo esa incesante impugnación, he comprobado que al menos en Cuba, muchas mujeres y también hombres, valoran al hijo como una inversión para el futuro. La pregunta más frecuente es: ¿y quién te va a cuidar cuando seas vieja? Pero es que un hijo no es una inversión, respondo. Una vecina me dijo: “Sí, un hijo sí es una inversión.” Imagínate, me dejó sin palabras.

Eso resulta también una concepción distorsionada de lo que es o puede ser la familia…

Y muy limitada, porque he visto que muchas mujeres, más allá de asumir la maternidad como algo sublime, llevan el proyecto de tener un hijo como el único sentido de su vida. No valoran, por ejemplo, que yo he publicado, que poseo un trabajo que me gusta, que me he superado profesionalmente, y que todos los días concibo una nueva aspiración, un nuevo plan para seguir cumpliendo mis sueños como escritora. Me da la impresión de que creen que si no soy madre, nada de eso sirvió, nada de eso es importante, el hijo parece la manifestación exclusiva de que como mujer te hayas realizado. Todo esto también se relaciona con los estratos patriarcales, ¡a esta altura!, y con las limitaciones que se impone la mujer.

He observado un retroceso en cuanto a las perspectivas de algunos sectores de la mujer, no he hecho un estudio sobre esto, pero lo he observado con bastante frecuencia. En décadas pasadas la mujer soñaba con ser profesional, universitaria, pero observo un fenómeno que viene creciendo en los últimos años: muchas adolescentes y jóvenes aspiran sólo a casarse con ese “macho proveedor”, y la mayoría cuando lo logran, al hacerse madres, su vida termina así, sin otra ambición. Quizás esto se deba a la devaluación del estatus del profesional, muchas mujeres jóvenes sólo anhelan, increíblemente, lo mismo que nuestras abuelas: casarse con un hombre resuelto que le garantice una estabilidad económica, y luego dedicarse a él, la casa, los hijos. Es triste, pero hoy es una realidad bien palpable.

Por considerar que el feminismo es un concepto restringido o ya superado, muchas mujeres, incluso intelectuales, rechazan el término, y hasta lo consideran extemporáneo. En mi caso, he sido cuestionada por ponerle a Alas Tensas el subtítulo de “revista feminista”. ¿Qué opinión tienes tú acerca del feminismo?

Yo no dudo en catalogarme como feminista, ni reprocho esta denominación para la revista, al contrario, me parece gratificante, que exista una publicación que toque bajo un prisma nada conservador la problemática actual de la mujer. La vida social se ha ido diversificando y está bien que existan revistas que se especialicen en cubrir distintos espacios; al complejizarse el conocimiento, ninguna publicación puede abarcarlo todo, ni de una ciudad, ni de un sector poblacional, ni nada por el estilo. Lo que sí noto es un poco de pacatería a la hora de reconocer lo que engloba el término feminista; hay hombres y mujeres que lo consideran anticuado, que eso no ha evolucionado, y temen ser considerados anticuados, o demasiadas combativas como mujeres si las llaman feministas.

¿No crees que detrás de la ignorancia sobre un movimiento y una corriente de pensamiento positivo que ha evolucionado a través del tiempo, se escuda también el hecho de que el feminismo nació siendo un movimiento político y sigue siendo político? Ser feminista implica también luchar por determinados derechos civiles, implica proyectar ideas políticas, activismo, compromiso social, y esta condición provoca en un gran número de intelectuales temor, apatía, desinterés…

Ante todo creo que un intelectual que exprese “yo no tengo nada que ver con la política”, lo mío es la escritura, me parece que actúa de forma un poco anacrónica, porque un intelectual en el siglo XXI, en la Cuba de hoy o en cualquier sociedad, forma parte de la conciencia crítica de la misma. Uno puede decidir, está en el derecho de no involucrarse, pero respetando al que se involucre. Lo político está en el aire que respiramos, evadirlo es tratar de saltarse la realidad, quizás existan prejuicios fundados en el desconocimiento porque muchas veces se trabaja con el síntoma del problema, pero no con la raíz. Toda la violencia contra la mujer, los rumores que se extienden por la ciudad cuando algo bien terrible le sucede a una mujer y toda la violencia psicológica que ocurre en el espacio intrafamiliar, pudieran comenzar a tener soluciones desde la ley, desde decisiones políticas que involucren el derecho, quizás algunas personas tienen prejuicios y no toman partido, pero es que se estaría tomando partido por el propio bien de tu país, por el avance de la sociedad, y cuando vamos al espacio micro, por tu hogar.

¿Qué pudiera realizar la mujer intelectual cubana para luchar por una real equidad de género en todos los ámbitos sociales?

Bueno, lo primero que todas debemos hacer es no permanecer calladas, opinar, empezando a perder los prejuicios y miedos, expresar nuestra opinión. Lo que estamos haciendo ahora mismo es un gran paso, dar a conocer y compartir informaciones, criterios, tomando como patrones las sociedades que han logrado más y no las que han logrado menos en este sentido, para actualizarnos en cuánto han ganado en la vida práctica y la cotidianidad, y cómo eso ha incidido en el bienestar de la mujer y la equidad de géneros. En fin, en nuestras manos está la responsabilidad de compartir, opinar, escribir, contribuir a la conciencia social del país en que vivimos.

¿Acometer acciones, aunque sean mínimas…?

Cuando expresas tu opinión a favor de la equidad y contra actos de violencia de género, aunque estos sean sutiles, ya estás movilizando el pensamiento. En el hogar, en el espacio cotidiano, hay mucho que conquistar, tenemos que empezar en conjunto a educarnos y autoeducarnos, rechazando los patrones patriarcales heredados. Nuestra actitud diaria debe ser de rectificación y crecimiento, despojarnos de las restricciones que arrastramos de una cultura latina androcéntrica y excluyente que nos conducen al autoengaño. Si empezamos el cambio desde nuestra mentalidad, podemos generar una reacción en cadena positiva. Quizás no imaginamos el bien público que podemos suscitar si esta transformación comienza desde las propias mujeres, desde nosotras mismas.

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