Poesía femenina y feminista

Este artículo nos conduce a través de las voces que han hecho de la poesía femenina un acto feminista. Las miradas que han provocado a lo largo de la historia y los criterios que han suscitado.

collage de fotos de poetas femeninas de todos los tiempos
Mujeres poetas. Foto: Collage de Alas Tensas

La poesía feminista nace asociada a la poesía femenina, a una voz de mujer que se construye como sujeto lírico y coloca a la par a la mujer en el centro de la creación, para hablar y pensarse y decir lo que siente y cómo lo siente.

Antes de profundizar en el tema, se hace válido definir algunos conceptos, para ganar claridad en el análisis. Poesía, procede del griego poeisis, que significa “hacer” o, “creación”. Es, sin dudas una de las primeras manifestaciones artísticas que practicó la humanidad; asimismo un género literario, definido en los inicios[1] como “(…) la música y el arte de versificar (…). Esta es la única especie, que se llama poesía; y los que la cultivan, los únicos a quienes se llaman poetas”,[2] según indicaba Platón, pionero en reflexionar sobre el tema, seguido de Aristóteles en su Poética.

El Diccionario de la Real Academia Española resulta también una fuente primaria útil para precisar en algunos términos que aquí se emplean, en tanto, por una parte rige la lengua hispana, y además es de acceso libre y por ende masivo. Así, de este se extrae que Femenina es: “Propio de mujeres. || 2. Perteneciente o relativo a ellas. || 3. Que posee los rasgos propios de la feminidad. || 4. Dicho de un ser: Dotado de órganos para ser fecundado. || 5. Perteneciente o relativo a este ser. || 6. Débil, endeble. || 7. Gram.Perteneciente al género femenino”.

Nótese que tal denominación, a estas alturas, no se haya exenta de un halo patriarcal, en tanto además de aludir a la fecundación, perviven etiquetas como “débil o endeble”, causa y consecuencia de que el sexo femenino, haya sido considerado a lo largo del tiempo el sexo débil.

«Asimismo, poesía feminista sería aquella que posee ya una visión favorable a las necesidades y derechos de la mujer».

Para seguir, con el Diccionario de la Real Academia Española, se tiene que Feminista es aquello: “Perteneciente o relativo al feminismo. || 2. Partidario del feminismo” y Feminismo por tanto se plantea como: “Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres. || 2. Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres”.

Atendiendo, pese a todo, a tales significados, se podría considerar entonces que poesía femenina, es la poesía creada por mujeres. Aunque, si se aplicara a cabalidad el enfoque que promueve la RAE, también habría de sobreentenderse así a cualquier producción “débil y endeble” —independientemente del género de su autor—. Asimismo, poesía feminista sería aquella que posee ya una visión favorable a las necesidades y derechos de la mujer.

La tradición

Si se atiende al devenir de la historia, es posible apreciar que la poesía escrita por mujeres tiene una larga tradición. Tal es así que el primer escritor de quien se conserva un registro, ya que llegó a firmar su trabajo, fue Enheduanna, alrededor del 2000 a. C., una mujer de Mesopotamia. En ella el don poético se desarrolla en relación con su triple función como suma sacerdotisa del templo del dios Nannar (La Luna), diosa encarnada —representante de la divinidad— y princesa —tuvo un protagonismo político en su tiempo—. Sin embargo, hoy su nombre permanece casi en el olvido y tales datos resultan poco difundidos, incluso en los anales de la literatura.

En Grecia, el coro, thiasos o cortejo dionisíaco femenino aparece documentado, tanto en la decoración de varias ánforas, como en la descripción del escudo de Aquiles. En ellos, las mujeres asumían el canto —y como parte de este la poesía, que nace para ser cantada y no con el fin de leerse—, la música y la danza, en pos de las fiestas religiosas y ritos. Grecia, tuvo una gran voz en Safo de Lesbos, quien: “no empleó su arte para hablar como y de lo que los hombres hablaban; lo renovó y lo dulcificó para decir lo que ellas creían (…). Safo entroniza los valores individuales con que las mujeres refinadas de Lesbos se miden, aman, piensan.” .[3]

«Si bien es cierto que a lo largo de la historia de la literatura y la poesía, la mujer no lo ha tenido fácil, la mujer negra menos«.

Sin embargo, “no siempre se aceptó con naturalidad su condición de mujer. Aristóteles mismo reparó en ello, involuntariamente, al explicar que en todos los sitios se honraba a los sabios, así, los habitantes de Quíos a Homero, “aunque no fuera de esa ciudad” y los de Mitilene a Safo “aunque fue una mujer”. Acaso por esto, pese a haber sido considerada décima musa por Platón, le fue conformada la falsa imagen de prostitución y lascivia (…)”[4] que deforma la biografía de la poeta casi hasta el presente.

Foto en blanco y negro de la poeta africana Phillis Wheatley.
Phillis Wheatley (África Occidental, 1753 – Boston, Massachusetts, Estados Unidos, 1784).

Si bien es cierto que a lo largo de la historia de la literatura y la poesía, la mujer no lo ha tenido fácil, la mujer negra menos, como revela la historia de Phillis Wheatley, quien nació en la segunda mitad del siglo XVIII, en lo que hoy es Senegal y a los siete años fue apartada de su tierra y vendida como esclava a una familia en Boston. A los catorce años, ya escribía poesía, sin embargo, tuvo que defenderse ante la corte, porque pocos creían que fuera capaz de concebir versos de alto valor. Finalmente, el tribunal reconoció que era poeta. En 1773, con ayuda financiera de sus protectores, viaja a Londres, donde consigue publicar su libro: Poemas sobre varios asuntos, religiosos y morales.

Ya lo dijo Virginia Woolf en su ensayo Una habitación propia (1928-1929):

“Cada vez que una lee de una bruja tirada al agua, de una mujer poseída por los demonios, de una curandera vendiendo hierbas y aun de la madre de un hombre célebre pienso que estamos en la pista de un novelista, un poeta abortado, o una Jane Austen muda y sin gloria, una Emily Brontë rompiéndose los sesos en el páramo o recorriendo con desolación los caminos, trastornada por la tortura de su genio. Me atrevo a adivinar que Anónimo, que escribió tantos poemas sin firmarlos, era a menudo una mujer.”[5]

La mujer pese a todo no ha dejado de cantar, a lo largo del tiempo, incluso desde el anonimato, o en la oralidad. Cabe así citar, un ejemplo puntual de la tradición oral donde las mujeres han logrado prevalecer: el rito argelino de la Boqalaque se desarrolla desde fines del siglo XVI. Es una práctica femenina que se realiza en las noches, durante algunos días de la semana para pasar el tiempo, pero además en fechas señaladas y celebraciones familiares, donde la poesía es explorada desde una tradición oracular, que entra en contacto así también con el origen del género —el poeta era visto como “vate” por su capacidad para vaticinar—. El diálogo poético que se establece, parte de la recitación de memoria, o bien, de la improvisación.

De lo femenino al feminismo

El tiempo ha regalado voces, que han ido posicionando un modo de hacer femenino al dar voz a los sentimientos e inquietudes de muchas, hasta llegar incluso a denunciar la posición relegada que ha ocupado la mujer en la sociedad, así como su aspiración a la igualdad. La poesía se anticipa… Es así que en Latinoamérica se desarrollan claras expresiones de tal sentir, incluso mucho tiempo antes del desarrollo del feminismo como movimiento.

«El tiempo ha regalado voces, que han ido posicionando un modo de hacer femenino al dar voz a los sentimientos e inquietudes de muchas».

De manera temprana, en el siglo XVII Sor Juana Inés de la Cruz, se atreve a decir “Hombres necios que acusáis/a la mujer sin razón/ sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis”. Con ácido sarcasmo, esta exponente del barroco novohispano, se centra en el comportamiento hipócrita del género masculino y lo satiriza en sus célebres redondillas.

Gertrudis Gómez de Avellaneda (Puerto Príncipe, Cuba 1814 – Madrid, España 1873). Retrato de Federico Madrazo

En Cuba, Gertrudis Gómez de Avellaneda, una de las autoras esenciales del romanticismo hispanoamericano, destacó por la marca transgresora que recorre su obra y su vida —se casó dos veces y fue madre soltera en el apogeo del siglo XIX—y se ubica como otra precursora del feminismo. Ella reivindica a la mujer, a la manera de Sor Juana, en un poema como El porqué de la inconstanciaContra mi sexo te ensañas/ Y de inconstante lo acusas;/ Que así piensas que te excusas/ De recibir cargo igual”. Otras dos poetas cubanas decimonónicas, se adscriben también a semejante sentir. En Razones de una poetisa, Adelaida del Mármol, joven autora que moriría de apenas diecinueve años, afirma no solo sus derechos como mujer, sino en tanto escritora: “Sabedlo, pues, la mujer/ que recibe ilustración/ desde su infancia ha de ser/ en la edad de la razón/ más exacta en su deber”. 

Mientras, Mercedes Matamoros, se cuestiona la feminidad y sus fines cuando canta: Pensativa en tu ventana/ miras el rico vergel;/ dime, en los sueños de rosa/ que te fingen otro Edén,/ ¿qué prefieres mujer bella,/ un blanco mirto o un laurel?/ —El áureo laurel prefiero./ —Entonces… no eres mujer”. Matamoros además, como autora del libro El último amor de Safo, explora, el erotismo, asunto osado, máxime para una dama del siglo XIX, en tanto ella misma señala: “Aunque la mujer permanezca fiel a la consigna de la hipocresía que el hombre le ha impuesto, acude siempre a leer en secreto lo prohibido. Yo me he lanzado a escribir cada día con mayor libertad porque creo, como Milton, que lo impúdico es el pudor”[6].

Foto de la poeta mexicana Nahui Olin
Nahui Olin (Veracruz, México, 1893- Ciudad de México, 1978). Foto de Antonio Gardūno

Entrado el siglo XX la rebelde poeta modernista mexicana Nahui Olin (María del Carmen Mondragón) en El cáncer que nos roba la vida, un poema que es casi un manifiesto, denuncia:

«El cáncer de nuestra carne que oprime nuestro espíritu sin restarle fuerza, es el cáncer famoso con que nacemos —estigma de mujer— ese microbio que nos roba la vida proviene de leyes prostituidas de poderes legislativos, de poderes religiosos, de poderes paternos”.

En el caso de Nahui el pensamiento que refleja en la obra se imbrica de un modo íntimo a su vida, ya que ella se caracterizó por quebrar también las normas y tabúes de su tiempo: en 1922 era una mujer divorciada y tuvo varias relaciones sin llegar a casarse. Activa desde el punto de vista cultural, fue también pintora y como modelo posó desnuda para pintores y fotógrafos de su época; entre ellos Diego Rivera, Rosario Cabrera o Edward Weston.

Contemporánea de la Mondragón y para más, modernista, al sur del continente la escritora argentina, Alfonsina Storni también reflexiona en su obra acerca de su lugar como mujer en el mundo. En ¿Qué diría la gente? cuestiona su “libertad de ser” por encima de la imposición de cualquier “deber ser” dictado por la sociedad, mientras que en Hombre pequeñito comienza por compararse con un canario, para enfatizar su necesidad de volar libre, lejos incluso de los dictados del amor o las relaciones: “Digo pequeñito porque no me entiendes, /ni me entenderás./Tampoco te entiendo, pero mientras tanto/ábreme la jaula que quiero escapar;/ hombre pequeñito, te amé media hora, no me pidas más.”

«A lo largo de siglos, la sexualidad de la mujer ha sido ninguneada desde una cosmovisión patriarcal que tiene su origen en la religión».

Estos sentires alcanzan a la también uruguaya, Ida Vitale, exponente de la generación del 45 y Premio Cervantes de Literatura. Ella en Fortuna, denuncia la desdichada historia de la mujeres a lo largo del tiempo: “(…) haber podido hablar, caminar libre,/ no existir mutilada, (…)/ No ser casada en un negocio,/ medida en cabras/ sufrir gobierno de parientes/ o legal lapidación./ (…)”. Hasta reivindicar cuando expresa: “Descubrir por ti misma/ otro ser no previsto/ en el puente de la mirada./ Ser humano y mujer, ni más ni menos”, porque de eso se trata, a fin de cuentas, del simple derecho a “ser” desde una “condición humana”, que debería excluir cualquier noción de género.

Foto de la poeta y traductora uruguaya Ida Vitale.
Ida Vitale (Montevideo, Uruguay, 1923). Foto tomada de El País

En el caso de la poeta cubana, Carilda Oliver Labra, se observa algo por lo menos singular, que no obstante la vincula a voces precedentes, como la citada Mercedes Matamoros, e incluso a Juana Borrero, ambas también oriundas de Cuba. Si bien a simple vista Oliver Labra no pareciera pretender la reflexión directa que realizan otras escritoras con respecto a la posición de la mujer, con su poesía erótica ofrece una mirada de lo femenino, que resulta transgresora. 

A lo largo de siglos, la sexualidad de la mujer ha sido ninguneada desde una cosmovisión patriarcal que tiene su origen en la religión y luego se transfiere incluso a movimientos políticos y establece la necesidad de castigo para la Eva incitante mientras exalta la castidad y pureza a través de la figura de la Virgen María. De ahí que la obra de Carilda se torne osada desde esta perspectiva, en tanto el erotismo puede ser en sí mismo una infracción a lo establecido, máxime si es una mujer quien rompe la norma. 

Más allá de las múltiples obras perseguidas a lo largo del tiempo por este motivo, cabe recordar, ya que aquí se alude a poesía femenina, el incidente de censura en el semanario Marchadurante el año 1956, relacionado con el verso “un pañuelo con sangre semen lágrimas”, en el poema El amor de Idea Vilariño. Carilda Oliver Labra redimensiona la condición de mujer cuando exige “hazme otra vez una llave turca”, pero también en su tan célebre Me desordeno, amor me desordeno desde una carnalidad que no necesita siquiera del atenuante del amor —“acaso sin estar enamorada”— para entregarse a ser.

El enfoque de género

«En ciertos casos la lírica escrita por mujeres, ha sumado también al enfoque de género, la preocupación racial y social —de clase—.«

En ciertos casos la lírica escrita por mujeres, ha sumado también al enfoque de género, la preocupación racial y social —de clase—. Es así que dentro de la poesía de tema negro en América destaca, quien es una de las más importantes escritoras brasileñas contemporáneas, Conceição Evaristo. En Voces de mujeres relata una historia de sufrimiento y opresión, que no es solo la de las mujeres de su familia sino la de tantas y tantas mujeres no solo en Brasil sino a lo largo del continente americano: 

Foto de la poeta brasileña Conceição Evaristo.
Conceição Evaristo (Minas Gerais, Brasil, 1946). Foto tomada de Enciclopédia Itaú Cultural
“La voz de mi bisabuela/ resonaba de niña/ en las bodegas del barco./ resonaron los lamentos/ de una infancia perdida./ La voz de mi abuela/ se hizo eco de la obediencia/ a los blancos que son dueños de todo./ La voz de mi madre/ resonaba suavemente, revuelta/ en el fondo de las cocinas ajenas,/ bajo los bultos de/ ropa sucia que llevaban los blancos/ en el camino polvoriento/ hacia la favela./ Mi voz aún/ resuena versos perplejos/ con rimas de sangre/ y/ hambre./ La voz de mi hija/ recoge todas nuestras voces,/ recoge en sí misma/ las voces mudas/ ahogadas en gargantas./ La voz de mi hija recoge/ en sí misma/ el discurso y la acción./ Ayer —hoy— ahora./ En la voz de mi hija/ se escuchará/ el eco de la vida-libertad”.[7]
Conceição Evaristo
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El final de estos versos de Evaristo resulta optimista, y tiene una fuerza interior que nace también de asumir el viaje, que trajo a las ancestras desde África a América y proyectarse desde ahí hacia un futuro en que todavía queda mucho por hacer. Con esta obra se hermana al Oriki para las negras viejas de antes, de la poeta cubana Georgina Herrera: “las negras viejas, picos/ de misterioso pájaros/ contado/ como en cantos lo que antes/ había llegado a sus oídos,/ éramos, sin saberlo, dueñas/ de toda la verdad oculta/ en lo más profundo de la tierra”:

Hoy siguen surgiendo voces, en Latinoamérica y el mundo, y trasciende que la poesía femenina, es decir, la poesía escrita por mujeres, pueda ser hondamente feminista, en tanto, desde la reflexividad que promueve, convoca a la igualdad de derechos para hombres y mujeres, asimismo, en su sinceridad descarnada, en el orgullo con que devela el sentir, pensar, o hacer de un sujeto lírico, que se reconoce mujer. Así Gioconda Belli reafirma: “Y Dios me hizo mujer,/ de pelo largo,/ojos,/nariz y boca de mujer./Con curvas/ y pliegues/y suaves hondonadas/y me cavó por dentro,/(…)/ Todo lo que creó suavemente/ (…)/ las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días/por las que me levanto orgullosa/ todas las mañanas/ y bendigo mi sexo.”

La literatura —e incluso el discurso femenino en tanto parte de esta— y como ha podido verse hasta aquí, también la lengua en términos generales, ha estado dominada a lo largo del tiempo por los hombres. Por eso, cuando la donna angelicata, al abandonar el rol asignado por tradición, exhibe su realidad material, alma y cuerpo, y exige “mírame, estoy aquí y ahora”, articula un gesto de rebeldía que prefigura un cambio. El hecho femenino entendido desde tal dimensión se torna en sí mismo transgresor y conduce al gesto feminista, en tanto rompe con la dinámica patriarcal y se centra en la renuncia al puesto asignado de objeto al que se le canta, para devenir protagonista del poema. La mujer entonces se canta y se piensa, piensa su realidad y reivindica su lugar en el mundo.


[1] En los inicios, porque verso y música —no así musicalidad— han sido trascendidos con el paso del tiempo.

[2] Platón: “El banquete o del amor”. En Platón, Patricio de Azcárate (1871). Obras completas. Madrid: Medina y Navarro Editores.

[3] Carlos Montemayor (1982). “Introducción”. En Safo (1986). Poemas. México: Editorial Trillas, p. 11.

[4] Ibídem, p. 7.

[5] Vriginia Woolf (2014). Una habitación propia, Daruma.

[6] Mercedes Matamoros, carta a Manuel Serafín Pichardo, 1902.

[7] A voz de minha bisavó

A voz de minha bisavó
ecoou criança
nos porões do navio.
ecoou lamentos
de uma infância perdida.
A voz de minha avó
ecoou obediência
aos brancos-donos de tudo
A voz de minha mãe
ecoou baixinho revolta
no fundo das cozinhas alheias
debaixo das trouxas
roupagens sujas dos brancos
pelo caminho empoeirado
rumo à favela.
A minha voz ainda
ecoa versos perplexos
com rimas de sangue
e
fome.
A voz de minha filha
recolhe todas as nossas vozes
recolhe em si
as vozes mudas caladas
engasgadas nas gargantas.
A voz de minha filha
recolhe em si
a fala e o ato.
O ontem – o hoje – o agora.
Na voz de minha filha
se fará ouvir a ressonância
o eco da vida-liberdade.

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