Glosario Feminista Vivo | Heterosexualidad obligatoria o compulsoria y bisexualidad

"La imposición de una cultura heterosexual envuelve diferentes formas de opresión que son institucionalizadas y legitimadas".

Personas LGTBQ marchando con banderas LGTBQ
Marcha de Orgullo Gay. Imagen: BBC

Alas Tensas, gracias a la colaboración de Yarlenis Malfrán, y de otras académicas feministas comparte su Glosario feminista vivo, que busca hacer accesibles a un amplio público conceptos y nociones feministas decoloniales, “sin renunciar al rigor necesario que ayuda a ponderar las varias aristas de un asunto”. En esta oportunidad les compartimos los conceptos de heterosexualidad obligatoria o compulsoria y bisexualidad, analizadas ambas críticamente y desde una visión desmitificadora.

Heterosexualidad obligatoria o compulsoria

El concepto de hereosexualidad obligatoria o compulsoria fue debatida por feministas como Monique Wittig y Adrienne Rich, con el objetivo de resaltar que la heterosexualidad no es apenas una de las formas de expresión de los deseos erótico-sexuales; sino sobre todo, una de las formas de hegemonía imperantes en las sociedades occidentales y, consecuentemente impuestas en los territorios del sur global.

La heterosexualidad obligatoria consiste en un conjunto de enunciados y prácticas institucionales, estructurales que sitúan a la heterosexualidad como el modo de vida natural, correcto y saludable, y todo lo que salga de ella como patología y aberración. Implica también un conjunto de puniciones simbólicas y materiales contra aquellas personas que no se reconocen como heterosexuales.

En tal sentido, la heterosexualidad obligatoria, en tanto una estructura de poder, opera con una premisa central: “todas las personas son heterosexuales”. Los principales efectos de esa premisa son la invisibilización de las personas que no son heterosexuales, como la punición simbólica o material de las mismas.

La concepción de los servicios de salud sexual y reproductiva (de reproducción asistida) con una perspectiva heterosexual, constituye un ejemplo claro de cómo se manifiesta esa punición simbólica. Al ser enunciados como “Programa de Atención a la Pareja Infértil”, se parte del presupuesto de que solo las personas heterosexuales poseen demandas de este tipo. Esa es una forma de institucionalización de la heterosexualidad. Así como cuando en la puerta de un bar encontramos como requisito “entrada por parejas” y la presunción es que dichas parejas sean heterosexuales. Tal institucionalización de la heterosexualidad (como requisito de acceso a servicios o derechos) implica punciones para todas las personas que no se identifican como tal.

«La imposición de una cultura heterosexual envuelve diferentes formas de opresión que son institucionalizadas y legitimadas«.

Siguiendo los ejemplos antes mencionados, tanto la imposibilidad de acceder a un servicio de salud o a un momento de ocio en un bar, forman parte de esas formas de punción social derivadas de esa imposición de la heterosexualidad. Así, la heterosexualidad obligatoria o compulsoria constituye una forma de disciplinamiento de los cuerpos para que se autoperciban como “naturalmente heterosexuales”. Por tanto, la imposición de una cultura heterosexual envuelve diferentes formas de opresión que son institucionalizadas y legitimadas.

La heterosexualidad obligatoria opera a través de varios mecanismos tales como la idealización del romance heterosexual como un proyecto central de vida, y la difusión de un imaginario según el cual la pulsión heterosexual masculina es incontrolable. Comúnmente se dice: “imagínate, es hombre, no se puede controlar cuando ve a una mujer con una ropa corta”. O peor aún, cuando un menor de edad tiene comportamientos que incomodan a las niñas (como jalarle el pelo o proferir empujones), se asume que “el niño está enamorado”.

Al mismo tiempo esa cultura hetero, promueve una sexualidad de las mujeres cis que estaría principalmente al servicio de la satisfacción masculina. Al presumir que el deseo masculino es inevitable, se refuerza la idea de que todas las mujeres del mundo son heterosexuales y, por tanto, desean acoger tales deseos masculinos. Es también una forma de invisibilizar la bisexualidad, la lesbianidad, entre otras formas de expresión del deseo sexual.

Cuando nos referimos a la heterosexualidad obligatoria como un concepto crítico, ello significa que la crítica que se propone por medio de este concepto, no pretende cuestionar a la heterosexualidad como orientación y posibilidad de vincularse afectivo-sexualmente. El cuestionamiento está dirigido a los dispositivos de poder que la consideran como la base de la sociedad, como la sexualidad única saludable por definición.

La bisexualidad y las actitudes bifóbicas

Existen diversos mitos sobre la bisexualidad, muchos de ellos asociados al desconocimiento de la misma, lo que promueve diversas actitudes bifóbicas. Una de las principales actitudes bifóbicas es asumir que la bisexualidad es una identidad sexual binaria y que implica 50% de atracción por mujeres y 50% de atracción por hombres.

Una de las autoras que se ha dedicado a la producción teórica y al activismo político sobre bisexualidad es Shiri Eisner 1, en quien nos apoyamos para presentar aquí algunas ideas claves para definir la bisexualidad como una identidad sexual o una forma de orientación del deseo sexual.

La bisexualidad, en tanto forma de orientación del deseo implica dos características: deseo por más de una persona (por ende, no se trata de esa idea falsa de mitad y mitad) y el deseo por personas de géneros iguales y diferentes al de la persona bisexual.

La bisexualidad se define por la posibilidad de sentir atracción (romántica, sexual y/o ambas) por personas de más de un género (y vale recordar aquí que los géneros no se restringen a mujeres cis y hombres cis, sino que incluyen también trans, travestis, no binaries).

Tal atracción no necesariamente se da al mismo tiempo o de forma concomitante (por tanto no hay ninguna regla que exija que para “ser bisexual de verdad” hay que desear en el mismo momento a personas de diferentes géneros); no se expresa de la misma manera y no se da en un mismo nivel de intensidad. Ninguna de esas particularidades anula la bisexualidad de las personas que se reconocen como tales.

Esta definición de bisexualidad rompe con la idea de que bi implica dos, pues el deseo bisexual puede estar orientado a varios géneros, eliminando el énfasis gentialista que circunscribe el deseo sexual al genital del otro. Por otro lado, al distinguir que el deseo bisexual por más de un género no se da en un mismo momento, ello abre espacio para la fluidez del deseo sexual, confrontando la actitud bifóbica según la cual personas bisexuales “están confusas con su deseo o no se deciden”.

Es importante combatir los estereotipos bifóbicos tales como:

  • que las personas bisexuales no existen,
  • que ellas no son auténticas,
  • que constituyen un grupo de riesgo de contaminación de ITS por el solo hecho de la multiplicidad de su deseo;
  • que sus deseos y existencias no son legítimos ni deben ser reconocidas y respetadas.

1 https://en.wikipedia.org/wiki/Shiri_Eisner

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