Diana. La protectora de animales
Diana Cary Ángelbello Álvarez (Ciego de Ávila, 1987) es protectora de animales: “Siempre pensé en tener un lugar para recoger esos animales que yo veía en la calle”. Diana vio en la televisión un documental sobre una mujer que en Colombia había logrado crear un Santuario y se dijo “bueno, a lo mejor no estamos locos”. Pensaba que era una locura, pero que se podía lograr si ponía empeño. “Empecé a atraer personas, a formar un grupo”.
La parte legal se le ha hecho difícil porque ya hay una Asociación Nacional de Protección a Animales y Plantas, se supone que deberían pertenecer a esta Asociación. Diana hizo varios pedidos para legalizar su refugio, pero no tuvo respuesta. Decidió crear un Refugio donde había existido siempre la llamada Perrera, un centro de matanza. Allí llevan a todos los animales que recogen en la calle. “Pero me dijeron que, si yo hacía eso, le cambiaría el fin a ese centro laboral. Y yo les respondí: pero, entonces, ¿cuál es el fin de ustedes, matarlos? El Director de Higiene me dijo que yo estaba medio loca, que lo mío era un fanatismo”.
Si en un plazo de 72 horas, en la Perrera, si nadie aparece reclamando su propiedad, los “sacrifican” (el eufemismo es usado por los encargados del llamado Programa de Zoonosis). Detrás de este término científico como aparece en los diccionarios (se dice de cualquier enfermedad propia de los animales que incidentalmente puede comunicarse a las personas), ella descubrió una rutina de trabajo tan o más cruel que muchas enfermedades transmisibles.
“Todos los meses hacen una recogida y, después de 72 horas, los matan en La Perrera con estrictina. La estricnina es una sustancia que muchas personas creen que elimina al animal sin sufrimiento, porque eso es lo que les han dicho” relata Diana. Pero, sí sufren, porque estos perros mueren por asfixia. Este veneno les va parando los órganos, todos, uno por uno, hasta que mueren asfixiados. Dicen que ellos matan a los perros que andan por la calle porque muerden, porque pegan rabia y demás, pero Diana no cree que sea tan así porque “los perros callejeros son muy sumisos, han sufrido mucho, por lo que los maltratan, por el hambre que pasan, por el frío, que prácticamente ninguno muerde y le temen a las personas. Al contrario, los de las casas que salen para la calle son los que de verdad tienden a atacar”.
Convencida de que difícilmente lograría convertir a los “sacrificadores” profesionales en piezas claves de un proceso complejo para salvar y promover la adopción, se propuso salir a combatir las infecciones de los perros callejeros y, asimismo, el pretexto de tener que darles muerte porque estuviesen enfermos. “Anduvimos un tiempo grande desparasitando en cada zona a los perros de la calle; íbamos y los inyectábamos, sin ningún problema, ellos se dejaban inyectar, no son agresivos. Desparasitamos en el Bulevar, en Vista Alegre y en Vista Hermosa”.
La frustración no tardó en volver a sacarle los dientes. “Paramos de hacer estos recorridos, cuando vimos que no tenía sentido, porque Higiene al final también nos recogió a los perros que habíamos desparasitado y los mató”. Sin quedarse cruzada de brazos, Diana sigue haciendo lo que está humanamente a su alcance:“ aquí todavía no hay mucha cultura de adoptar animales grandes. Hay personas que tienen hasta 11 en su casa. Nos hemos enfocado en por lo menos rescatar a los que en peor situación estén, para que no tengan un final tan feo”.
Si el mundo se divide entre la gente sensible y la que no, la protectora de animales ya eligió su lado: Diana quisiera bailar hasta que le duela el cuerpo, lo más que pueda, y hacer en su ciudad un santuario de animales para salvarlos: “esos son mis sueños”.
(Artículo en colaboración entre Alas Tensas y Tremenda Nota.)
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