El Primer Congreso Nacional de Mujeres Cubanas (segunda parte y final)
Volver sobre el Congreso Nacional de Mujeres es una necesidad para conocer la historia Patria en momentos tan difíciles como los de ahora.
En 1921 se había creado la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba. A ella se le sumaron otras ya existentes como el Congreso Nacional de Madres, la Asociación de Católicas Cubanas, el Club Femenino de Cuba, la Asociación Nacional de Enfermeras y el Comité de Creches Habana Nueva. El objetivo era unir fuerzas y bajo una sola dirección continuar un camino de demandas y búsqueda de derechos para la mujer cubana.
La Federación Nacional de Mujeres se había organizado a partir de las Asociaciones Femeninas a lo largo de las seis provincias de entonces, a saber, Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Las Villas, Camagüey y Oriente en sus capitales respectivas. Tuvieron cada una de ellas bibliotecas, escuelas nocturnas, cursos diversos y, en el caso de Camagüey, fundaron una revista única en su tipo. Me refiero a la Revista de la Asociación Femenina de Camagüey, que circuló entre 1921 y 1927. Esa revista tuvo un importante papel en la divulgación de los temas a debatir en el Congreso Nacional de Mujeres que se había aprobado realizar, de forma anual, por la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas.
Sesgos de clase y raza
No puede dejar de señalarse que esta organización se centraba sobre todo en las esferas de la mujer de clase media y alta. No incluía a las mujeres de los gremios, ni a las sindicalizadas. Como tampoco hubo un acercamiento a las mujeres negras y mestizas, que también tenían sus propias asociaciones y revistas, a la par de sociedades de instrucción y recreo. Porque en esta esfera de la sociedad cubana hubo una burguesía media y alta constituida por negros y mulatos. Los antecedentes más inmediatos de esta burguesía estuvieron en aquellos Casinos Españoles de Color que existieron desde fines del siglo XIX.
Quizás, el reconocimiento de estas asociaciones que no fueron solo negras, sino también de chinos, españoles, extranjeros y blancos sea difícil de entender hoy para algunos sectores que tratan de ver todos los procesos sociales en blanco y negro. La sociedad cubana finisecular tenía una estructuración social muy compleja y todavía poco estudiada. La historiadora María del Carmen Barcia ha valorado esta situación:
Estudiar la sociedad cubana en los años finales del siglo XIX constituye un reto tentador. El panorama económico, político, social y cultural de esos años resulta sumamente complejo y no ha sido suficientemente investigado. Los historiadores cubanos han sido pródigos en estudios políticos y militares de la etapa comprendida entre 1868 y 1898; absortos en la intención de dar la relevancia debida a un acontecimiento tan trascendente como fue la lucha por lograr la independencia política de la isla, han soslayado el estudio de otras cuestiones imprescindibles para establecer el adecuado balance en la interpretación de una sociedad que transitaba hacia un nuevo estadio de desarrollo. Uno de ellos, precisamente el que se inicia a finales de los años ochenta y culmina en la tercera década del siglo XX.1
El Congreso y la sociedad civil
Las mujeres que participaron en estas asociaciones y las que organizaron este congreso, el primero en Cuba y en América Latina, tuvieron un papel importante en el devenir de las luchas femeninas y en la construcción de una historia de las mujeres. Historia de mujeres que no es hacer una cronología de acontecimientos, sino que implica adentrarse en lo profundo de la historia misma, en lo aparentemente insignificante, pero que va a entretejer madejas y hechos esenciales para la historia en general.
Las organizadoras del Congreso Nacional de Mujeres contaron con el apoyo de diversas esferas del país. Las más importantes fueron las Escuelas Normales para Maestros de cada una de las provincias, instituciones de salud, logias masónicas, Universidad de La Habana, representantes de la cultura y las artes de la Isla, entre otros.
Tuvieron también el respaldo de parte de la prensa cubana. El diario El Imparcial y la corresponsalía de El Heraldo de Cuba fueron sus voceros en Matanzas. En Santiago de Cuba, de El Cubano Libre, un periódico nacido en la manigua y que se mantenía en la República, además de La Independencia y Diario de Cuba reflejaron en sus páginas la marcha de la reunión que se preparaba. El veterano diario El Camagüeyano les dio amplia cobertura en Camagüey, así como El Sol en Cienfuegos.
Los temas a debate
Las organizadoras recorrieron cada una de las provincias para explicar las bases del congreso. Los temas para debatir quedaron definidos como siguen: lo que ellas denominaron “Temas libres”, pero con la condición de que nunca fueran desfavorables al feminismo ni al sufragio. No todas las mujeres que participaron en el congreso eran feministas. Incluso, algunas de sus organizadoras tampoco lo eran. Otra de las bases que se pidieron era que los temas no tuvieran carácter político ni religioso. Constituyeron una Comisión de Estudios con amplias facultades para aceptar o rechazar los trabajos.
Algunos de los temas a tratar en la reunión fueron en primer lugar, la necesidad de dar acceso a la mujer en el desempeño, en todas las categorías, de aquellos cargos públicos que impliquen el gobierno y administración de intereses morales y materiales de su sexo. Derecho de la mujer a formar parte de los tribunales que juzgaran los delitos cometidos por mujeres.
Un importante tema lo fue también el de reconocer los hijos ilegítimos y que tuvieran los mismos derechos que los legítimos. Se buscaba, a su vez, la igualdad en la legislación sobre el adulterio. Además, los temas que más escándalo provocaron fueron los que iban contra la prostitución y la trata de blancas, las enfermedades venéreas, el alcoholismo y las drogas.
La mujer enfermera, la reforma de la enseñanza femenina., la ampliación de la educación física para la mujer, la actuación de la mujer en las luchas independentistas fueron algunas de las temáticas abordadas por las delegadas.
La presidenta del Congreso, señora Pilar Morlón de Menéndez, en su discurso de apertura agradeció la presencia del Gobernador de La Habana, las delegadas de las provincias y representantes de asociaciones femeninas extranjeras, entre las que estaban la norteamericana y la argentina. No dejó de decir, con orgullo, que ese congreso de mujeres había sido ideado y organizado por ellas, sin ayuda de ningún tipo por parte del Gobierno. Pilar Morlón de Menéndez afirmó:
Nunca como en el día de hoy sentimos tanto derecho a gloriarnos de ser cubanas. […] el objeto de nuestro Congreso es doble: en primer término es un exponente del grado cultural de la cubana demostrando que, con haberla hecho copartícipe de los beneficios de la enseñanza, le han otorgado el derecho a aspirar a todas las sanas posibilidades, y en segundo lugar servirá de exposición del pensamiento femenino respecto a los problemas que afectan al individuo, a la familia, al hogar y a la Patria.
¡Venid a saber lo que piensan las cubanas, venid a oír sus clamores, sus deseos para un mejor estado de cosas! ¡El debate está abierto y libre!
Esto es nuestro Congreso.
¡Cubanos, he aquí a vuestras mujeres, lo que saben, lo que valen! ¡Cubanos, he aquí lo que piensan, lo que quieren! Merece la pena prestar atención; el acto no es vulgar.
El debate es libre, pues queremos hacer de nuestro Congreso una amplia pulsación del pensamiento femenino.2
La oradora se refirió a la situación política del país y afirmó: “¿Quién de nosotros se atreve a afirmar que vivimos en un país libre?”
Cultura y educación
El análisis realizado por la Morlón incluía la necesidad de apoyar el progreso, la ciencia, la raza y la cultura. Hay que tener en cuenta que este es un año vital para entender más tarde por qué todo por lo que se había luchado “se fue a bolina”.
En el mes de enero se había publicado un Manifiesto estudiantil que pedía la reforma universitaria. Es justamente en marzo de 1923 que se produce la conocida “Protesta de los Trece” por la venta escandalosa del convento de Santa Clara. Esta protesta de intelectuales y artistas, no solo cubanos (por eso eran más de trece, pero no podían firmas a riesgo de ser sacados del país), se considera un importante punto de inflexión para el devenir de la política en el país.
En octubre se llevó a cabo el Primer Congreso Nacional de Estudiantes y en noviembre se constituyó la Universidad Popular “José Martí”. Por tanto, este congreso de mujeres no es un hecho casual, sino que respondía a ese caldo de cultivo que, en el terreno político, exigía cambios necesarios para la Isla.
El cónclave fue escenario de discusiones que demostraban que las mujeres cubanas no eran un bloque monolítico, sino que respondían a posiciones de clases e ideologías no siempre compartidas.
Por un lado, estaban las llamadas feministas más radicales, entre las que se encontraba Loló de la Torriente, que devendría en una de las críticas e historiadoras del arte más importantes de Cuba. Totalmente olvidada hoy y nunca más publicada su obra, Loló participó en el congreso como delegada del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Ella expresó en su salutación al Congreso:
El Primer Congreso Nacional de Mujeres marca […] una nueva página en los anales del feminismo cubano. En estos momentos de zozobra y de conflagración enorme, la mayor, sin dudas que han visto los tiempos […] ve a un contingente de mujeres, luchar pacientemente, romper cadenas y atravesar obstáculos hasta llegar a la cumbre de sus sueños: la celebración de un Congreso donde, cívica y patrióticamente se hablará de todos los problemas de interés. […] Las mujeres, es innegable, marchan hacia el futuro firmemente, los ojos puestos en él con la fe inmarcesible de que va a un destino grandioso.3
Los derechos de la mujer
Uno de los temas del congreso que llevarían a análisis en 1923 fue el de la prostitución. La intervención de la delegada Hortencia Lamar se convirtió en un escándalo para la época. Ella dejó claro que si no se hacían cambios profundos en el organismo de la sociedad:
La trata de blancas, la prostitución, el tráfico de drogas heroicas, la maromanía, las casas de juegos, etc., continuarán inyectando el virus de las asquerosas morbosidades y arrancando jirones de alma a hombres y mujeres que han de perpetuar la vida, no como un don precioso, sino como un legado infame.4
La cuestión de los derechos de la mujer fue expuesta por Pilar Houston, en representación del Club femenino de Cuba. La oradora habló de las diferencias tan graves que se advertían entre la mujer y el hombre en aquel momento. Acusaba al hombre de no defender a la mujer, sino cómo la denigraba al obligarla a tener hijos raquíticos, a la vez que le negaba la verdadera retribución salarial por labores iguales, pues el hombre siempre recibía más. Otro aspecto de interés de su intervención fue la concepción que el hombre había conformado en relación con la moral que debía caracterizar a la mujer, y cómo esto se vinculaba con las leyes vigentes en Cuba:
[…] si el hombre estima a la mujer bajo el punto de vista de la moral, inferior a él. ¿Por qué en lo criminal, severo e implacable, le aplica penas iguales cuando delinque? ¿Cómo se entiende que para el disfrute del derecho civil y político, se le estima inferior al hombre, y ante el deber se le iguala a aquel? ¿Por qué no se le considera cuando ha de alcanzarla la ley en su castigo, cual niño sin discernimiento? […] porque entonces la conciencia eleva su voz y se subleva ante la idea de la impunidad, y en aquel aciago instante, la igualdad la alcanza para abrumarla y confundirla, castigándola. ¡Todo es contradictorio para hacer justicia a la mujer. Empero, tarde o temprano, los errores se depuran y obtendrá la mujer lo que con tanto derecho ahora reclama.5Artistas en el Congreso Nacional de Mujeres
Por su parte, la representación más conservadora del congreso pedía más higiene pública, parques, que se promoviera el interés por el arte y la cultura. Así, la delegada María Teresa Raviná en su conferencia dedicada a “La mujer en el arte” expresaba:
Cultívese la inteligencia de la mujer, estimúlese, apréciense más sus dotes intelectuales que la belleza de las formas exteriores, y la veremos llegar airosa, brillante, a la cumbre del arte y frente a los hombres exclamar orgullosa: “¡Somos iguales!”.6
María Capdevila Casas en su conferencia sobre “La mujer en la Asociación de Pintores y Escultores”, habla de la existencia de una Academia de Letras y Arte en la Cuba republicana, que hoy brilla por su ausencia. Entre sus miembros estaban Adriana Bellini, Lydia Cabrera, Amelia Peláez, Enma Bacardí (importante escultora cubana olvidada) y Dulce María Borrero. La labor de la Academia y de sus integrantes era expandirse hacia la sociedad republicana de su tiempo.
Trascendencia del Congreso Nacional de Mujeres
No es posible detenerse en todos los momentos de este Primer Congreso Nacional de Mujeres. No obstante, el cónclave fue un reflejo de aquella sociedad, que en los próximos años se enfrentaría a la primera de las tiranías de su historia: la de Gerardo Machado. Allí, en esa lucha también estuvo presente la mujer cubana, no solo en roles heroicos, sino también como tristes porristas.
Pero la historia es diversa y hay que reconocer las verdades para no caer en los falsos discursos históricos. La intervención de la Doctora Rosa T. Lagomasino (apellido de estirpe mambí) en este Primer Congreso de las Mujeres Cubanas, por su vigencia, puede servir de cierre a este trabajo.
La feliz idea que habéis concebido de reunir por primera vez a la mujer cubana para propagar el verdadero feminismo (todavía bien desconocido por muchas cubanas), para estudiar juntas todos los problemas de interés vital para la mujer y el niño, para luchar para que nuestros Cuerpos Colegiadores hagan leyes que garanticen el cumplimiento de los acuerdos aquí tomados y para que la cultura de la mujer cubana se mantenga a la altura de las principales naciones extranjeras, merece la entusiasta felicitación de toda compatriota consciente.7
Volver sobre este Congreso de Mujeres es una necesidad para conocer la historia Patria en momentos tan difíciles como los de ahora. Es necesario, pues, retomar el legado y conocer de una vez la historia de la mujer cubana.
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1 María del Carmen Barcia: “De la reestructuración a la crisis: la sociedad cubana a finales del siglo XIX”, en: revista Historia Contemporánea, no 19, 1999, p. 129.
2 Pilar Morlón de Menéndez: “Discurso de apertura del Primer Congreso Nacional de Mujeres de Cuba”, en: Memoria del Primer Congreso Nacional de Mujeres celebrado en La Habana, por la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas, 1923, pp. 31-32.
3 Ibíd., p.39.
4 Hortencia Lamar: “Protección y defensa del hogar cubano”, en: Memorias del Primer Congreso Nacional de Mujeres. Organizado por la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas, abril 1 al 7 de 1923, Habana, Cuba, p. 97.
5 Pilar Houston: “Derechos de la mujer”, en: ob.cit. p. 107.
6 María Teresa Raviná: “La mujer en el arte”, en ob. cit., p. 105.
7 Doctora Rosa Lagomasino: Discurso de salutación al Primer Congreso Nacional de Mujeres de Cuba por la Universidad de La Habana, en: ob. cit., p. 59.
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