Entrevista | Rose Castelao: “Si no eres trans, no entiendes lo que se pasa cuando se es trans”

Rose Castelao es una mujer trans cubana exiliada en Canadá. En esta entrevista nos comenta acerca de su niñez, su transición, los cambios y la reticencia acerca de volver a Cuba.

Rose Castelao
Rose Castelao. Foto: Cortesía de la entrevistada

A Rose Castelao la conocí virtualmente en agosto de 2021, el año de las multitudinarias protestas del 11 de julio, cuando cientos de cubanos salieron a la calle a reclamar un cambio de sistema y libertad para Cuba. La esperanza renovada y la expectativa de un cambio en la isla llegó hasta Canadá, donde reside Rose, y coincidimos en el grupo de trabajo de la plataforma Archipiélago que, de naturaleza inclusiva, buscaba empoderar a la ciudadanía y organizar una marcha pacífica para exigir la libertad de los presos políticos y el derecho a exigir cambios democráticos en el país.

Rose se presentó como una mujer trans cubana-canadiense, profesora de inglés que, entre Canadá y EE. UU., manejaba una rastra a la que llamaba Olaf. Nació en Cienfuegos en 1975, y a los 29 años emigró a Canadá, gracias a un programa de trabajadores calificados, para escapar de un paisaje político-cultural esencialmente dictatorial, machista, homofóbico y transfóbico como el cubano.

Nuestras frecuentes conversaciones, vía WhatsApp, pasaron en poco tiempo del tema Cuba a su experiencia de vida como mujer trans y migrante. En esos intercambios con Rose entendí a cabalidad la importancia de visibilizar la cadena de factores (políticos, de clase, étnicos, cívicos, de género…) que perpetran la desigualdad y la exclusión en las personas trans.

Sobre mi invitación a que narrara el testimonio de su vida, me dijo: “Contar sana. Es la posibilidad de narrar nuestra historia desde una perspectiva propia”.

La infancia

“Mi niñez fue muy difícil”, cuenta Rose. “No entendía muchas cosas de mí en los primeros años, y jamás tuve un vocabulario para nombrar lo que estaba viviendo”.

En las consultas para su transición, que ocurrió en Canadá, se sometió a una terapia psicológica con MDMA, una droga sintética que actúa como estimulante y alucinógeno, que permite regresar a momentos de la infancia donde ocurrieron eventos traumáticos. “Te ayuda a procesar esos momentos, y a superarlos una vez que los procesas”. Con este procedimiento consiguió recordar su infancia temprana, y descubrió que, ya desde ese momento ―alrededor de los 18 meses de edad―, sus padres no la aceptaban. “Había algo en mí que los hacía mostrarme rechazo”.

Rose Castelao y su perro Karma.
Rose Castelao y su perro Karma. Foto: Cortesía de Rose.

Como medida de supervivencia se negó a aceptar quién era. “Cambié cosas en mí, de manera inconsciente, para que mis padres dejaran de rechazarme, para volver a recibir su protección y su amor”.

En esa etapa en que comienza a formarse la identidad de género, Rose Castelao no se recuerda diferente a como había nacido. “Simplemente era yo misma”. Sin embargo, percibía que quien era generaba rechazo en las personas a su alrededor, las mismas que debían cuidarla.

Cuenta que, en medio de ese clima, lo que más necesitaba era del afecto incondicional de sus familiares para sobrevivir. “Sacrifiqué mi identidad cambiando todo lo que debía cambiar para conseguir amor. Me encerré en el closet para encajar, para complacer a mi familia, para no sentirme desprotegida”.

No tuvo una conexión con sus padres en esos años, y ello se tradujo en un trauma importante. Bajo condiciones como esas se crece con mucha vulnerabilidad. “Estaba alerta constantemente, no pude desarrollarme de una forma adecuada”. Se trata de una infancia que “provoca que seamos débiles frente a los que están esperando la más mínima oportunidad para abusar de niñas y niños vulnerables. Yo no fui la excepción”.

El dolor

“A la edad de tres años, tuve la primera experiencia de abuso sexual a manos de un vecino que vivía frente a mi casa”. Rose explica que solo pudo recordarla en la terapia con los psicodélicos, pues le ocurrió a tan temprana edad, que su cerebro suprimió por completo ese evento y otros abusos posteriores.

“Esta clase de sucesos tan dolorosos contra inocentes, parecen el sello de sociedades machistas y homofóbicas como la cubana, donde personas con identidades de género que no son cis normativas, es decir, que no se identifican con su género de nacimiento, crecen vulnerables y en medio de un mayor peligro de ser abusadas, violentadas emocional, física y sexualmente”.

Rose y Shaan, su esposo.
Rose y Shaan, su esposo. Foto: Cortesía de Rose.

El abuso emocional le llegó temprano a Rose, y dentro de su propia familia: “Buscaba amor y aceptación. Y lo hacía bajo las presiones psicológicas de quienes me rodeaban. El machismo hace que los padres no muestren amor a sus bebés cuando no son como deben ser, o como ellos creen que deben ser”.

Según cuenta Rose Castelao, los abusos sexuales regresaron, al pasar los años, por parte de un tío y su hijo. Y más tarde sufrió otros pasajes de maltrato dentro de la familia. “Cuando se es inocente, y no se tiene todavía una noción clara de sí mismo, no entendemos lo que está pasando y el por qué. Vivía en una incertidumbre total”.

Esas experiencias tuvieron consecuencias, más tarde, en la vida de Rose. “Me volví retraída. Crecí encerrada en mi propio mundo, esperando encontrar algo que me diera energía para seguir viviendo”.

“Reprimía mi comportamiento, mis gestos femeninos porque, en Cuba, traen consigo el acoso en todas las áreas de la vida cotidiana”. Durante sus años de estudiante se vio obligada a cambiar muchas veces de escuela, pero el bullying jamás cesó. “Viví maltratos en la escuela, en el barrio, de parte de los que tenían mi edad”.

El acoso se intensificó en la universidad. Un día unos estudiantes le gritaron “¡Miren a esa rubia!”, pero estaba tan negada a aceptarse a sí misma que no llegó a entender por qué le decían algo así: para ese momento “todavía no lo asociaba con que, quizás, no era un hombre”.

Una luz al fondo

El proceso de descubrirse fue lento. A los 35 años una relación le hizo notar que tenía “gestos femeninos”, como, por ejemplo, al acomodarse el cabello detrás de la oreja. “Comencé a observarme a partir de ahí”.

La misma pareja le comentó que le gustaba su femineidad. “Fue una luz que surgió al fondo de puertas y ventanas que se abrieron dentro de mí. Llevaba 35 años viviendo sin ser yo misma, sin tener acceso de manera consciente a lo que estaba reprimiendo en mi interior”.

“Quería que la piel de mis brazos, por ejemplo, fuera más suave”. Cinco años después tomó la decisión de comenzar la transición hormonal. Entonces inició el proceso regular para bloquear la testosterona, luego de una serie de audiencias con psicólogos y psiquiatras a los que tuvo que explicarles cómo se percibía. “Me aprobaron, y empezó todo”.

Durante el proceso sintió que necesitaba aislarse, y rechazó el contacto con casi todas las personas que había conocido en el pasado. “Me volví muy frágil. No tenía energías para explicarle a nadie por lo que estaba pasando. Si no eres trans, no entiendes lo que se pasa cuando se es trans”. Rose confiesa que, hasta ese momento, no lo había entendido del todo.

“En algunas oportunidades he abierto la puerta a gente del pasado para que entren a mi nueva vida, y veo cómo les cuesta trabajo adaptarse al cambio”.

Lo que le resulta más difícil a Rose Castelao es que la traten con pronombres equivocados o, peor aún, que la llamen por su antiguo nombre. “Eso me crea un estado de disforia que puede desequilibrarme psicológicamente, recreando el dolor del pasado. Es algo por lo que no quiero volver a pasar”.

Los cambios

Al inicio del periodo de transición era profesora de inglés en un colegio, pero al comenzar a hormonarse prefirió dejar las clases. “No me creí con fuerzas para enfrentarme a un aula, a medida que pasaba por aquella experiencia, porque, aunque fue en Canadá, tenía muchísima transfobia a mi alrededor”.

Entonces se dedicó a conducir una rastra. “Ese camión fue mi refugio, me sentía protegida en él. Estaba sola, y no tenía que lidiar con comentarios de otros”. Aunque el transporte es un sector difícil debido a que la mayoría de sus trabajadores son hombres, y muchos de ellos machistas, ahí sintió mayor seguridad y protección. “Mi jefe era magnífico. Fue el mayor apoyo que tuve en todo ese tiempo”.

Rose en Olaf, la rastra que conduce.
Rose en Olaf, la rastra que conduce. Foto: Cortesía de Rose.

“A mis padres les costó mucho entenderme”. Rose Castelao cree que el hecho de que vivan en Cuba, donde hay cuestiones más básicas y elementales de las que preocuparse, fue la principal limitante que tuvieron, además de la edad, para llegar a comprenderla. Pero, sobre todo, les costó identificar y superar la circunstancia machista y la trans y homofobia impregnadas en la familia cubana. “Aunque la realidad del país, en ese aspecto, ha cambiado un poco, aún no es suficiente”.

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