"Negro en la costa", la nueva novela de María Elena Hernández: Un viaje entre la liberación y el dolor

Una obra que devela las contradicciones de la Cuba de los 80, desafía las normas narrativas y pone al descubierto el racismo, la desigualdad y la lucha por la identidad.

| Ensayo | Opinión | 02/08/2025
Maria Elena Hernández y su novela "Negro en la costa"
Imagen: Alas Tensas

La frase "no hay moros en la costa" proviene de una época de invasión morisca norteafricana a las costas de España, y significa que no había problemas en el camino, o sí según el caso. En Cuba la frase se degeneró (como tantas cosas) hacia “hay moros en la costa” para alertar a alguien de que hay niños presentes y que no deben ocurrir conversaciones con adultos, y también, para desviar a un intruso. De esa y otras connotaciones emerge el título de la reciente novela de María Elena Hernández Caballero Negro en la costa (Editorial Furtivas, 2025)

La novela es hilarante, profunda, acusadora y rompedora, inutiliza algunas leyes de la narrativa, de los estilos y todo lo conservador que se le asome. María Elena inventa frases que dan sentido a la rebelión de los protagonistas, y en otros casos las tuerce para lograr el efecto que necesita. Frases que llevan al lector a rozar el miedo, el dolor y la ignorancia. Es una novela desestabilizadora, como lo son sus personajes, en mayor medida los protagónicos, que se muestran seriamente perturbados frente a las verdades. Es una narrativa prolija y minimalista sin que exista contradicción en ello; engancha desde el primer momento y no deja de ser salvaje hasta el final: exhibe el dolor, los bajos fondos de una capital que fue próspera y ahora en quiebre, donde se ocultan aun los más oscuros sentimientos: la venganza, los rencores, el racismo, y sobre todo, la verdad, acallada a golpes. Se circunscribe en un tiempo de encuentros, y descuentos, amores, odios, y va de un extremo a otro donde lo más importante es sobrevivir, sobre todo salvarse, y una de las pocas formas para lograrlo es viajando hacia sí mismo.

Los años 80 cubanos en la novela de María Elena Hernández

Esta es una novela auténtica de los años ochenta en Cuba, uno de los períodos escabrosos de la era post revolucionaria, cuando comenzaba a recrudecerse el problema económico. Época de escasez, aunque mejor que el inicio del período castrista, también mejor que los posteriores años 90 y por supuesto mucho mejor que hoy, cuando ya mueren las personas en las esquinas por la inanición y el hambre y falta de medicina para combatir pandemias, necesidades, insalubridad y un largo etcétera. Un paraíso perdido de olores y lugares entrañables, calles y rincones ya desaparecidos y convertido en páramo. En la economía los años 80 acompañaron alimentos y útiles que luego se esfumaron: el jamón de lata, los pollos vivos para sacrificar en casa, la carne rusa, el cake gigante del día de las madres y bodas, los muñequitos rusos, la ropa y los juguetes por cupones… Era un pueblo uniformado y no únicamente verdeolivo, sino también de ropa y los zapatos Kiko plásticos de vida efímera debido al potente calor, controlado precariamente por los “cocos”, refrigeradores que solo enfriaban agua.

María Elena Hernández Caballero, poeta y narradora cubana.

Hernández Caballero no habla de las necesidades, narra la sociedad, a la que acompaña en su rol protagónico junto a su amigo de campaña Walterio Carbonell, un negro viejo, un intelectual de talla mayor defenestrado por la revolución...

Hernández Caballero no habla de las necesidades, narra la sociedad, a la que acompaña en su rol protagónico junto a su amigo de campaña Walterio Carbonell, un negro viejo, tembloroso y desaseado, un intelectual de talla mayor que se codeó con los grandes intelectuales hispanos y franceses, con gran cultura y un mundo de experiencia recorrido, pero fue defenestrado por la revolución. Este hombre ayudará a la protagonista a abrir los ojos y a crear con frenesí. En muchos momentos importantes de la obra se va desarrollando una amistad auténtica, la autora presta atención a lo cotidiano y va corriendo cortinas de lo más silencioso y profundo de la intimidad humana, nos describe el contexto pero solo para ubicarnos y se refiere al té como apaciguador del hambre, y lo convierte en una de las referencias más marcadas, con las que la autora insinúa, y de esa forma, el lector se agradece el espíritu de lo sobreentendido, ella deja que sea el lector el que se adueñare de lo “supuesto”, sin la necesidad de pasar por los discursos y descripciones que ya hartan por lo extensos, repetitivos y vacíos que resultan a veces en narraciones.

"Esa es la gran virtud de la obra, ir a la profundidad del ser, arañar la piel para encontrar más allá de la epidermis y las llagas".

La joven protagonista es una hippie ochentera, conocida hasta hoy (ya pasado el tiempo) por su rechazo a las normas sociales tiránicas establecidas, su búsqueda de la paz, y una sed infinita de conocimiento volcada totalmente a la palabra. Va descubriéndose a sí misma y al mundo en que vive imbuida en su necesidad interna de conocerlo todo y conjugar sin presta atención a las “tonterías” de la precaria economía. Esa es la gran virtud de la obra, ir a la profundidad del ser, arañar la piel para encontrar más allá de la epidermis y las llagas.

El relato de una amistad: Walterio Carbonell y la joven María Elena

Esta tampoco es la gran novela cubana que sigue sin escribirse, pero se acerca mucho. El mundo cubano, siempre varios pasos detrás, necesita epopeyas que narren historias de nativos y colonias, de revoluciones y dictaduras, de héroes que puedan encumbrar; pero ¿quién a estas alturas necesita una epopeya? Esta es la historia de una joven de 17 años, bella, blanca, irreverente y desconectada de la realidad socialista circundante, que comienza sus pasos en el conocimiento y creación de la poesía, y que adopta como tutor a Walterio Carbonell, una locura impensable, la más improbable de las situaciones y que a pesar de las guerras familiares por romper la amistad, se va desarrolla auténtica, fructífera. Hoy se humedece los ojos de la autora cuando habla de él y lo que pasaron juntos. Gracias que por fin deja de aferrarse a los recuerdos para regalarnos en este libro y soltar, para que Walterio descanse en paz.

Walterio Carbonell (Jiguaní, Cuba 1920 - 2008), intelectual cubano antirracista, su ensayo Cómo surgió la cultura nacional, publicada en 1961, le costó años de marginación y ostracismo.

Hay en la novela un ataque visceral contra todo lo estatuido, pero la denuncia es sencilla y directa, se dice lo que debe decirse y andando. El leitmotiv del té se convierte en una daga directa al corazón de la economía. Los personajes reales que se pasean por las páginas muestran la mediocridad, la desgana, la corrupción y otros males generados por un sistema sin organización ni fondo. Me atrapó la proporción de esos personajes, sus vidas, sus afectos y desafectos, sus ingentes carencias; me he extasiado con los personajes secundarios, bien diseñados, sin descripción precisa por lo que brillan dentro de las situaciones. Todos ellos, protagónicos, secundarios, escenográficos… todos los que asoman tienen una historia latente tan fuerte y conmovedora que darían para su propia novela. Me detuve a recordar aquellos días y me emocioné por la veracidad de esas páginas autobiográficas testimoniales y “ficcionadas”.

"La novela es una clase sobre libertad a cielo abierto y de imágenes que te obligan a perseguirlas, correr tras ellas"...

Otro de los logros más genuinos de Negro en la costa, es la ruptura con una tradición académica empecatada en que hemos estado todos, el despojo de los párrafos tradicionales, el alejamiento a las reglas de preposiciones e infinitivos, y al punto de vista omnipresente tan antiguo como retórico. Aquí el signo de puntuación más usado no es la coma, porque la autora lleva las riendas de la historia de los personajes y los frena en seco cada vez quiere y sin miedo. Marelena escribe y se detiene para que te detengas también abruptamente, y pienses en lo leído. Ella, que lo vivió, sabe dónde parar para organizar los recuerdos y volver al ruedo. La novela es una clase sobre libertad a cielo abierto y de imágenes que te obligan a perseguirlas, correr tras ellas, porque son claras, definidas, sin embrollos ni enredos; y si el lector acucioso las atrapa estará obligados a pensarlas, entenderlas y disfrutarlas, porque de eso se trata la creación, de que el otro disfrute. Pero ojo, también nos permitirá sentir dolor, frustración y locura… No se asusten, lean con los sentidos y encuentren el ancho caudal.

Nota de contracubierta a la novela "Negro en la costa" por Alberto Abreu Arcia

"Fue a mediados de la década del ochenta, gracias a María Elena Hernández, que supe de la existencia de Walterio Carbonell (el protagonista de esta novela y uno de los pensadores negros más lúcidos y perturbadores en Latinoamérica durante el siglo XX). Entonces era toda una leyenda. Su espíritu indómito y su fama de intelectual díscolo, estigmatizado por los circuitos políticos y oficiales de la cultura en la Isla lo precedía por todas partes. Su denuncia al racismo, presente tanto en la historiografía como en la sociedad cubana, lo habían convertido en un apestado.
A diferencia El libro de la Derrota —su primera novela— Negro en la costa construye su diégesis desde ciertos galanteos con los códigos del bildungsroman. La autora edifica un orbe fictivo donde la memoria personal, la memoria rota de la nación y la ficción sostienen un diálogo tenso. Su trama se adentra por los subsuelos de La Habana y del mundo cultural cubano de los años ochenta. Y nos ofrece un diagnóstico estremecedor sobre las relaciones interraciales, la marginalidad, la disidencia sexual, el racismo, los conflictos y vicisitudes del intelectual negro y la parametrización. Sus personajes están marcados por la negación, el nihilismo, la caída, la paranoia política, la asfixia y el delirio generados por el entorno sórdido en que están condenados a moverse".

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