Poemas de Lourdes Gil dedicados a mujeres

| Escrituras | 21/11/2017
Ana María Mendieta.

LA AMANTE DEL TENIENTE FRANCÉS

Yo inventé tu amor como se inventan tantas cosas.
Salía en la niebla y la llovizna solitaria
daba largos paseos por la costa
mientras se hablaba de mí en voz baja.
Nunca te amé.
Ni a tu fantasma que acechaba en la maleza
y velaba mi sombra reflejada entre los patos del estanque.
 
Yo amé mi soledad. La amé con furia.
Amé la libertad de ir y venir por todas partes
mientras me señalaban con el dedo
como se hace
con las mujeres que sucumben a la pasión de un hombre.
 
Tejí la historia de tu abandono.
Fue necesario que existieras en la lengua suelta
de los pueblerinos de Lyme
este baluarte inglés frente al océano.
Que las mujeres apartaran a sus hijos de mi paso,
sin sospechar que yo te fabriqué como se falsifica un pasaporte
para salir para siempre de aquel sitio.
 
Fuiste mi estrategia para la fuga.
Mi triunfo sobre la mediocridad
y la somnolencia de la provincia.
​Mi mentira creció como la capa oscura
que protegía mi cuerpo en las heladas.
Yo les hurtaba el rostro para que no me apresaran con los ojos
mirándome de frente.
 
Dejadlos pasar, pobres seres
sin imaginación para el pecado.
Dejadlos hablar, a esos hijos de la maledicencia.
Dejadlos que permanezcan en su rincón del puerto
carcomidos por la ojeriza.
Quedaos allí,
junto a todos los tenientes venidos de Alsacia o de Lorena
que soñaron con hacerme su amante.
 
Mi burla ha sido el precio de mi libertad.
Me he salvado (por ti)
al huir de la tierra de mi nacimiento.
 

LA EXTRANJERA     

a Amelia Peláez
y a Carmen. por supuesto
 
Cada día se asoma a su jardín
de pájaros y helechos,
ensarta el reino
de lo visible a lo invisible.
Cara día fosforescen las ausencias,
la ciudad se hace más dulce y más distante.
Cada día es invierno y primavera.
Cada día es guerra y pacto venturoso.
Más allá del patio y los vitrales
trituran su mural.
Cada día Amelia se sumerge
en el raído mimbre de su silla.
Allá afuera
llueve a torrentes y triunfan las urracas. 

NIÑA ROTA       

para Ana María Mendieta
 
No estaba sola.
Llegó con un millar de niñas en bandadas
que quisieron volar por sobre el suelo ajeno
creyendo la ausencia permanente.
Y quién podrá culparlas, niñas rotas,
si nadie supo cuál era la cuerda,
el sostén de cada marioneta en el retablo,
la que en el día aciago hacia lo incierto
quedaba desatada.
Millares de niñas,
colegialas de uniformes blancos
hoy detendrán su giro enloquecido.

EL EXTRAVÍO

a Juana
 
Vengo de Tordesillas
me extravié al escapar
el peligro me acecha en todas partes
veo en sueños
las espuelas que se clavan al relincho
tras los árboles
se oyen gritos soeces en la oscuridad
jadeo entre mis ropas desgarradas
era un ovillo sobre el fango
nada me cubre ahora
permanecí oculta durante muchos años
y finalmente he entrado a la ciudad
los que me traicionaron
no me pudieron encontrar
soy la reina que no harán enloquecer
madre ni padre hermano o hijos
menos que nadie mi marido
el de los ojos lánguidamente hermosos
muerto o vivo
soy la escabullida de la historia
la eterna fugitiva
la pieza que ha de faltar en el relato
el personaje que no habrán de apresar. 

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