Poesía colombiana | Dos poemas de Piedad Bonnett

La poesía de Piedad Bonnett nace de una observación aguda y minuciosa de las experiencias cotidianas.

| Escrituras | 15/06/2024
Fragmento de "Adolescencia" (1939), de Débora Arango.
Fragmento de "Adolescencia" (1939), de Débora Arango.

Réquiem

Resulta
que ya nada es igual, nada es lo mismo,
que algo se ha muerto aquí
sin llanto,
sin sepulcro,
sin remedio,
que otro aire se respira ahora en el alma,
patio oloroso a humo donde cuelgan
tantos locos afectos de otros días.

Tendría que decir
que ha llovido ceniza tanto tiempo
que ha tiznado por siempre las magnolias,
pero es pueril la imagen y me aburro.
Me aburro dócilmente, blandamente,
como cuando era niña y me tiraba
a ver pasar las nubes,
y la vida
era larga como una carrilera.

Ahora el tren da la vuelta y unos rostros
borrosos me saludan desde lejos:
yo amé a aquel hombre que va hablando solo.
Aquel otro me amó y no sé su nombre.
La tarde se silencia y todos parten.
Soy yo la que hace tiempo ya se ha ido.

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Tiempos de pesadumbre

Pongo mi corazón sobre esta mesa,
transido, desatado, hondo de pena.

Qué tirante y azul el cielo con su ojo.

Pero este oscuro dardo en el costado,
el látigo chirriando
y la espuela que quema la mejilla.
Y este dolor aquí,
este dolor de todos,
su rostro contra el polvo y este llanto.

Pongo mi corazón sobre esta mesa,
impúdico, aterido con sus clavos.
Un viento atolondrado
despeina en mi jardín el algarrobo.

Pero
y esta piedra en el pecho,
y este piso de erizos, y el mordisco rabioso,
y esta taza en pedazos que nos corta los dedos.

Mi corazón se obstina y el sol calienta afuera,
y tan sólo callamos con la mano en la frente.

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La poesía de Piedad Bonnett nace de una observación aguda y minuciosa de las experiencias cotidianas, de una sensibilidad que se reconoce frágil y obtiene de esa certeza la fuerza necesaria para no renunciar a la felicidad y el amor. Por su obra poética, atenta al sentido íntimo y transformador de la palabra, Piedad Bonnett ha sido considerada como “una de las voces más potentes y originales de la actual poesía en español”.

Desde su primera exposición, en 1939, Débora Arango (Medellín, 1907 – Antioquia, 2005) se convirtió en la artista más polémica de su país. Fue la primera mujer colombiana que se atrevió a pintar desnudos y por eso, durante años, se la tildó de inmoral. Hoy, sin embargo, es reconocida como “la mujer que desnudó a Colombia”; pero no solo por sus desnudos, sino también por su crítica a la corrupción y la hipocresía de la sociedad en que vivió. Obras como Justicia (1942), Amargada (1944) o Adolescencia (1939), muestran aspectos de la existencia de la mujer colombiana usualmente velados por el machismo que todavía impera en su país.

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