Referentes ⎸ Vandana Shiva: “El saber propio de las mujeres y la conservación de la biodiversidad”

“La subordinación de las mujeres a los hombres y la explotación de la naturaleza responden a lógicas comunes: la ilusión de poder vivir al margen de la naturaleza y el ejercicio del poder patriarcal.”

| Mundo | 26/02/2024
Mujer cultivando la tierra
Mujer cultivando.

El género y la diversidad están vinculados en muchos aspectos. De hecho, la construcción de las mujeres como el “segundo sexo” está asociada a la misma incapacidad para aceptar la diferencia que se encuentra en la base del paradigma del modelo de desarrollo que conduce al desplazamiento y a la aniquilación de la diversidad en el mundo biológico. El mundo patriarcal considera al hombre como la medida de todo valor, no admite la diversidad, sólo la jerarquía y, en consecuencia, trata a la mujer como desigual e inferior tan sólo porque es diferente; por consiguiente, no considera intrínsecamente valiosa la diversidad de la naturaleza; sólo su explotación comercial en busca de un beneficio económico le confiere valor.

Puede decirse que la destrucción de la diversidad y la creación de monocultivos que ocasiona la “nueva” agricultura se convierten en un imperativo para el patriarcado capitalista. La marginación de las mujeres y la destrucción de la biodiversidad son procesos que van unidos en el Tercer Mundo. La pérdida de la diversidad es el precio del modelo patriarcal de progreso, que presiona inexorablemente en favor de los monocultivos, la uniformidad y la homogeneidad. Este modelo de desarrollo agrario fomenta la supresión de la diversidad, mientras que los grupos de ámbito mundial que lo imponen, y que destruyen la biodiversidad, instan al Tercer Mundo a que vele por su conservación.

Sólo será posible proteger la biodiversidad si se adopta la diversidad como base, fundamento y principio lógico de la tecnología y la economía productivas. Y la mejor manera de entender la lógica de la diversidad es partir de la biodiversidad y de la vinculación que con esta mantienen las mujeres. Esta actitud nos permite contemplar las estructuras dominantes desde abajo, donde queda de manifiesto que los monocultivos resultan improductivos y que los conocimientos en los que se basan son bastante primitivos.

En muchos aspectos, esta diversidad tiene su reflejo en la base de la política de las mujeres y de la política ecológica, pues la política de género es, en gran parte, una política de la diferencia. Por lo tanto, la ecopolítica debe basarse en la variedad y las diferencias propias de la naturaleza, en contraposición a la uniformidad y homogeneidad que provienen de las mercancías y los procesos industriales. Estas políticas de la diversidad afloran cuando las mujeres y la biodiversidad entran en contacto, en los campos y los bosques, en las regiones áridas y en las zonas de humedales.

La diversidad como conocimiento especializado de las mujeres

Water Projects, en Mozambique. Foto: John Hogg
Water Projects, en Mozambique. Foto: John Hogg

La diversidad es el principio que da forma al trabajo y a los conocimientos de las mujeres agricultoras del Tercer Mundo. Por ello, el cálculo económico patriarcal no las toma en consideración. Sin embargo, es también la matriz que permite realizar un cálculo alternativo de la productividad y de las habilidades específicas necesarias para respetar la diversidad en lugar de destruirla. Por otra parte, las economías de muchas comunidades del Tercer Mundo dependen de los recursos biológicos para asegurar su sustento y su bienestar.

En dichas sociedades, la biodiversidad es, a la vez, un medio de producción y un objeto de consumo y, por lo tanto, la supervivencia y la sostenibilidad de su modo de subsistencia dependen, en última instancia, de la conservación y el uso sostenible de los recursos biológicos en toda su diversidad. Sin embargo, las tecnologías basadas en la biodiversidad, propias de las sociedades tribales y campesinas, se consideran atrasadas y primitivas y son reemplazadas por tecnologías avanzadas que destruyen tanto la diversidad como los medios de subsistencia de sus gentes.

En general, existe la falsa idea de que los sistemas de producción basados en la diversidad son poco productivos. Sin embargo, la elevada productividad de los sistemas uniformes y homogéneos es una
categoría construida teóricamente, ya que sólo toma en consideración los rendimientos y la producción concebidos de manera unidimensional. La supuesta baja productividad de los primeros frente a la pretendidamente alta de los segundos no expresa, pues, una medida neutral y científica, sino una evaluación sesgada en favor de los intereses comerciales, para los cuales la maximización de la producción, concebida en términos unidimensionales, es un imperativo económico.

La uniformidad de los cultivos, que tratan de imponer en el Tercer Mundo, socava la diversidad de los sistemas biológicos que sustentan la forma de producción, y también el modo de subsistencia de las personas cuyo trabajo está asociado a unas formas de explotación forestal, agrícola y ganadera diversificadas y de usos múltiples. Por ejemplo, en el estado de Kerala, en la India (cuyo nombre procede del de la palmera cocotera), el cultivo del coco se realiza mediante un sistema múltiple e intensivo, combinado con el de betel, pimientos, plátanos, tapioca, Cassia fistula, papaya, Artocarpus integrifolia, mango y verduras. Un monocultivo de cocoteros sólo requiere ciento cincuenta y siete jornadas de trabajo anuales por hectárea, mientras que el anterior sistema mixto exige novecientas sesenta jornadas de trabajo por hectárea.

Igualmente, en los sistemas de secano del Decán, el abandono del cultivo mixto de mijo, legumbres y semillas oleaginosas en favor del monocultivo de eucaliptos supuso una pérdida de empleo equivalente a doscientas cincuenta jornadas de trabajo anuales por hectárea. Cuando la mano de obra es escasa y cara, las tecnologías que desplazan el uso de trabajo resultan productivas y eficientes, pero cuando la mano de obra es abundante, el desplazamiento de la fuerza de trabajo es improductivo, ya que genera pobreza, desposeimiento y destrucción del modo de subsistencia. Por lo tanto, en el contexto del Tercer Mundo, la sostenibilidad se tiene que garantizar simultáneamente en dos planos: sostenibilidad de los recursos naturales y sostenibilidad del modo de subsistencia.

La conservación de la biodiversidad debe ir unida, por consiguiente, a la conservación de los modos de subsistencia basados en la misma. Y el trabajo y los conocimientos de las mujeres son de una importancia vital para la conservación y el uso de la biodiversidad, a pesar de que su aportación como agricultoras haya permanecido relegada a la invisibilidad. Los economistas, que tienden a no tomar en consideración el trabajo de las mujeres en el ámbito de la producción porque queda fuera de la supuesta demarcación de este ámbito, sufren una notable incapacidad conceptual para definir el trabajo de las mujeres dentro y fuera del hogar; y la agricultura se inscribe habitualmente en ambos ámbitos. El problema de la identificación de qué es y qué no es trabajo se ve exacerbado por el enorme volumen y diversidad del trabajo que realizan las mujeres.

También está relacionado, además, con el hecho de que, si bien las mujeres trabajan para mantener a sus familias y comunidades, la mayor parte de lo que hacen no tiene una contrapartida salarial. Su trabajo se torna invisible al situarse fuera del ámbito del mercado de trabajo remunerado, y debido a que la multiplicidad de tareas que realizan dificulta su concreción estadística. Los estudios sobre uso del tiempo, que no parten de una definición teórica previa de qué se entiende por trabajo, reflejan con mayor
fidelidad la multiplicidad de tareas realizadas, así como la entrada y salida estacional o incluso cotidiana de la fuerza de trabajo, en el sentido convencional, que es característica de la estrategia de subsistencia de la mayoría de las mujeres rurales.

Últimamente se han publicado estudios, realizados desde una perspectiva de género, que confirman que las mujeres son importantes productoras de alimentos en la India, tanto por el valor y volumen de su producción como por el número de horas trabajadas.

Campesinas de Madakasira visitando otras plantaciones vecinas.
Campesinas de Madakasira visitan otras plantaciones vecinas. Foto: fundacionvicenteferrer.org

La pericia de las mujeres ha sido también el puntal básico de la industria lechera autóctona. En las zonas rurales de la India, la industria de productos lácteos gestionada por las mujeres incorpora unas prácticas y una lógica bastante distintas a las que se enseñan en los centros de formación reglada del país, que corresponden en lo esencial a una ciencia importada de Occidente. Las mujeres han sido expertas en la crianza de animales de granja, no sólo de vacas y búfalos, sino también de cerdos, gallinas, patos y cabras.

Igualmente, los conocimientos de las mujeres tienen una importancia crucial en la silvicultura, en relación con el uso de la biomasa como combustible y abono. Los conocimientos sobre el valor nutritivo de las diferentes especies utilizadas como forraje, el valor calórico de los diferentes tipos de leña, y los productos y especies de uso alimentario son esenciales para una silvicultura asociada a la agricultura, en la que trabajan sobre todo mujeres. En la agricultura con un bajo nivel de insumos, el trabajo de las mujeres transfiere a los campos el poder fertilizante de los árboles de los bosques o los huertos, ya sea directamente o por mediación de los animales.

La aplicación del trabajo y el entendimiento de las mujeres a la agricultura destaca de manera singular en los espacios intermedios, en los intersticios entre los sectores, en los flujos ecológicos invisibles entre sectores. Y en unas condiciones de escasez de recursos, la estabilidad ecológica, la sostenibilidad y la productividad se mantiene a través de estos nexos. La indivisibilidad del trabajo y los conocimientos de las mujeres tienen su origen en un sesgo de género que impide una evaluación realista de sus aportaciones. La incomprensión de este fenómeno tiene sus raíces en el enfoque sectorial, fragmentado y reduccionista del desarrollo, que trata los bosques, el ganado y los cultivos como parcelas aisladas entre sí.

La “revolución verde” ha centrado su interés en el incremento del rendimiento del grano de los cultivos de arroz y de trigo mediante técnicas como el uso de plantas enanas, el monocultivo y la multiplicidad de cosechas. Pero para una agricultora india, el arroz no es tan sólo un alimento, sino también una fuente de forraje para el ganado y de paja para techar. Si las variedades de alto rendimiento pueden incrementar el trabajo de las mujeres, la sustitución de las variedades locales y de las estrategias autóctonas de mejora de las cosechas pueden arrebatarles, además, el control sobre las semillas y los recursos genéticos. Las mujeres han sido las guardianas de las semillas desde tiempos inmemoriales y cualquier estrategia encaminada a mejorar las cosechas debería apoyarse en sus conocimientos y habilidades.

Las mujeres como guardianas de la biodiversidad

Nersa Pérez, productora tunera. Foto: Reynaldo López Peña

En la mayoría de las culturas, las mujeres han sido las guardianas de la biodiversidad. Ellas producen, reproducen, consumen y conservan la biodiversidad en la práctica de la agricultura. Sin embargo, al igual que todos los demás aspectos de su trabajo y de su saber, la contribución de las mujeres al desarrollo y la conservación de la biodiversidad se ha presentado como un no-trabajo y un no-conocimiento. Su trabajo y sus conocimientos expertos se han definido como parte de la naturaleza, a pesar de que están basados en prácticas culturales y científicas complejas.

La conservación de la biodiversidad tal como la practican las mujeres difiere, no obstante, de la concepción patriarcal dominante. En el contexto indio tradicional, la biodiversidad se concibe como una
categoría relacional, en el marco de la cual las características y el valor de cada elemento vienen dadas por su relación con los demás.

Así, la biodiversidad está inserta en un marco ecológico y cultural: la diversidad se reproduce y se conserva a través de la reproducción y la conservación de los cultivos, mediante festividades y rituales
que, además de celebrar la renovación de la vida, son también el marco en el que se realizan sutiles pruebas con vistas a la selección y propagación de las semillas. La concepción dominante a escala
mundial considera que estas pruebas no son científicas porque no tienen su origen en el laboratorio ni en conjeturas experimentales, sino que forman parte de la concepción global del mundo y del estilo de vida de las gentes y, además, quienes las realizan son las mujeres y no hombres con batas blancas. Sin embargo, son pruebas sistemáticamente fiables, puesto que por este medio se ha mantenido la diversidad biológica en la agricultura.

Las mujeres conservan las semillas y la diversidad y, por consiguiente, también conservan el equilibrio y la armonía. El símbolo de esta renovación de la diversidad y del equilibrio, no sólo del mundo vegetal, sino también del planeta y del mundo social, es el navdanya o conjunto de nueve semillas. Esta compleja red de relaciones es la que confiere sentido a la biodiversidad en la cultura india y ha sido el fundamento de su conservación durante milenios.

Este texto pertenece al libro Ecofeminismo. Teoría, crítica y perspectivas, de María Mies y Vandana Shiva, donde se recogen varios ensayos acerca del ecofeminismo como una potente corriente de pensamiento y un movimiento social que liga el ecologismo y el feminismo. Yayo Herrero, una de las teóricas del ecofeminismo, que hace el prólogo de este volumen, destaca de él que “revela que la subordinación de las mujeres a los hombres y la explotación de la naturaleza son dos caras de una misma moneda y responden a unas lógicas comunes: la ilusión de poder vivir al margen de la naturaleza, el ejercicio del poder patriarcal y del sometimiento de la vida a la exigencia de la acumulación.”

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