Cuba: un feminismo incipiente, pero no libre de insultos
Mientras en lo que va del siglo XXI el feminismo ha protagonizado importantísimos debates y expresiones de unión en varios países de Latinoamérica, en Cuba no se ha arraigado ni se ha extendido todo lo suficiente. Las nuevas generaciones lo desconocen, las viejas también, y en los medios intelectuales prácticamente ni se menciona.
Son muchas y variadas las razones de que así sea. A pesar de que, con solo salir a la calle o ver algo de televisión, es posible percatarse de que en la Isla existen cuestiones urgentes por resolver en lo que a género y derechos de la mujer se refiere, ni siquiera en los ámbitos académicos, que es donde más ha germinado, existe un interés verdaderamente significativo por el feminismo, que ayude a comprender cuánto se ha ganado y, sobre todo, cuánto falta por hacer y cómo se haría. Especialistas en género y periodistas que abordan esta temática existen, y muy capaces, pero lamentablemente, es común que cualquier mujer instruida emita una opinión aclarando: «No soy feminista, pero…» (Pero creo que el acoso es incorrecto, pero creo que deberían existir más igualdad, pero mi marido friega los platos…)
Las voces del feminismo cubano, aunque perseverantes y consecuentes, se encuentran dispersas, sin la posibilidad de ejercer la presión necesaria sobre el sistema para conseguir demandas vitales. Muchas de estas voces por diversas razones, entre las que no se descartan las presiones por ejercer el activismo feminista, han emigrado. Hacen lo que pueden, cada cual desde su campo, sin una unión funcional que garantice visibilidad dentro de la sociedad civil. No es su culpa, Cuba es un país difícil.
Pudiera esperarse que con el cambio de siglo y la presencia de una nueva generación sino el feminismo, al menos actitudes alejadas del machismo serían comunes entre la población joven. Si muchos se muestran abiertos en el tratamiento de su imagen y en las relaciones con amigos (los varones se saludan de beso, se dicen palabras cariñosas, se arreglan las cejas y se depilan…); las muchachas eligen profesiones que antes solo eran ejercidas por hombres, usan ropa unisex, algunas postergan la maternidad para realizarse profesionalmente… ¿es posible que muestren cambios favorables hacia la mujer? Si existe mayor acceso a diversas fuentes de información, sobre todo de Internet: ¿se nutren los jóvenes y viejos de estas fuentes y enriquecen su cosmovisión? La respuesta es no, la mayoría no lo hace. Y aunque en ese desconocimiento hay una inmensa responsabilidad individual hay otras causas que lo sustentan.
En Cuba la pobreza de espíritu se ha agravado con el alargamiento de la crisis económica. Un impulso irrefrenable por sobrevivir marca la rutina de los cubanos. Si eso es así, claro que habrá poco tiempo, y menos ganas, de interesarse en la educación cívica, la igualdad de género o el feminismo. Hay que vivir, y si es posible, divertirse. En general, son pocas las personas que emplean Internet para informarse y educarse; el entretenimiento, la comunicación con amigos, los memes y el fútbol son algunas de las prioridades. Lo curioso es que a pesar de ese desgaste por la supervivencia es innegable que muchos cubanos y cubanas son capaces de sobreponerse y alcanzar el éxito profesionalmente. Lo llamativo es que esas mismas personas capaces y competentes no suelen acompañar su acervo artístico o científico con ideas avanzadas respecto a la igualdad de género, mucho menos sobre el feminismo.
Por su parte, los medios de comunicación no ayudan mucho. En programas televisivos como Lucas lo más común es ver videos donde la mujer no pasa de ser un maniquí, una figura en segundo plano que exhibe su cuerpo y forma parte del set donde el protagonista es el hombre o un grupo de ellos. Las telenovelas cubanas continúan con sus aburridos y tradicionales guiones donde, en cuestiones de género, no se muestran evoluciones que, sin embargo, sí es posible observar en la realidad cubana a pesar de manifestarse de modo aislado.
Las denominaciones religiosas evangélicas que a partir de la década de los noventa del siglo pasado se expandieron con una fuerza inusitada en zonas rurales y urbanas de Cuba, también contribuyen a frenar una educación abierta a la igualdad de género. Con sus mensajes conservadores alientan el protagonismo social del hombre y la preservación de los roles de género más tradicionales en el ámbito familiar y social.
La falta de políticas públicas dedicadas a esta cuestión, las carencias del sistema educativo (ni el personal dedicado a la enseñanza habla de igualdad de género), el retroceso en las expectativas de vida de muchachas y muchachos (vivir mejor materialmente, encontrar una pareja con solvencia económica, irse a otro país…), el miedo a lo desconocido, el pobre apoyo institucional, también atentan contra la difusión del feminismo en nuestra sociedad.
No lo comprendo, entonces me burlo.
Es lo que hacen esas personas que, aunque no tengan ninguna idea de qué es el feminismo le dedican burlas y chistes de mal gusto. Por ejemplo, en Facebook se ha compartido la siguiente imagen:
«Al fin un cartel feminista con lógica». La pregunta es: ¿cuántos de los que lo comparten —mujeres y hombres— han visto lo contrario, digamos: «carteles feministas sin lógica»? Creo que muy pocos. La cosa es así: ven el cartel, les resulta simpático y tiene su guapería, además, ¡es una figura femenina la que aparece! Lo comparten, inconscientemente hacen una declaración de principios y al mismo tiempo declaración de ignorancia, algunos le dan «me gusta». Algunos pasamos de ello porque con gente así: ¿vale la pena discutir en modo Facebook? ¿Será posible dialogar?
Y no es que el feminismo sea sagrado ni carente de errores. El feminismo admite críticas, debates y humor, por qué no, pero qué actitud atrasada es esa de intentar desacreditarlo cuando solo se conoce de oídas. Esa clase de chiste evidencian el desconocimiento del objeto del cual se burlan. «Lo reconozco, le temo y me río», parece ser lo que sucede cuando se apoyan estos mensajes sin ingenio que solo se basan en el etiquetamiento y en posturas ultraconservadoras. Además, se han compartido «bromas» que más allá del mal gusto demuestran la irresponsabilidad, la ausencia de ética e incluso, de respeto al dolor del otro, como ocurre cuando se pretende hacer humor sobre el feminicidio.
Más allá de las aprensiones que en muchos provoca lo que no alcanzan a comprender y, sin embargo, atacan, existen otros temores alimentados por la cultura machista.Un estudio realizado por la Western Carolina University ha concluido que el empeño que muchos hombres muestran en hacer chistes homofóbicos y machistas no es más que un recurso del cual se auxilian para reafirmar su masculinidad, la cual consideran fácilmente amenazada porque sienten que no es del todo estable. Según el estudio este tipo de humor sirve para que hombres inseguros sobre su masculinidad construyan su identidad dentro de un grupo, de este modo se protegen de sus inseguridades.
Reír, bromear, son acciones demasiado humanas, válidas y muchas veces han ayudado a los cubanos a canalizar sus problemas, sus angustias sociales. Pero cuando se utilizan para atacar algo que en esencia se desconoce, no ayudan y afianzan temores, inseguridades, estereotipos. Dudar, meditar antes de compartir un contenido, preguntar… también es de humanos, pero lo estamos olvidando. Todavía Cuba necesita mucho más abrirse a los debates sobre la igualdad de género y las problemáticas que en materia de violencia de género y otras opresiones la sociedad enfrenta. Necesita, para lograr una sociedad más justa, fortalecer el conocimiento del feminismo, sobre todo entre los más jóvenes, aunque, si continúa imperando la necedad, esta posible evolución tardará demasiado en traernos el beneficio del debate y el avance de ideas necesarias para dejar atrás el vacío de la feliz ignorancia de la que, como hemos visto, muchos hacen gala.
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