Ideología de género: la constitución histórica de un pánico moral en América Latina

"La amplificación de ese pánico moral sirve para reforzar al Estado como inherentemente masculino, heterosexual, misógino, contrario a la emancipación femenina y LGBT y con su laicidad puesta en cuestión".

22/04/2024
Personas LGTBQ marchando con banderas LGTBQ
Marcha de Orgullo Gay. Imagen: BBC

El combate a la llamada “ideología de género”1 no es precisamente una novedad. La proliferación de esta gramática política viene ganando terreno en América Latina al menos desde el comienzo del milenio. Existe una amplia literatura feminista que aborda el asunto2 y que puede ser consultada para alcanzar una comprensión más abarcadora del tema. No obstante, en este texto me gustaría presentar una síntesis de la perspectiva de Richard Miskolci y Maximiliano Campana, los cuales caracterizan a la ideología de género como un pánico moral, explorando su constitución y diseminación en países de la región latinoamericana y las conexiones de este pánico moral con la ascensión de mujeres a la presidencia en contextos de izquierda. Este punto de vista me parece que ha sido menos abordado y, por tanto, coloca otras aristas que nos ayudan a expandir los horizontes analíticos en este sentido.

Inicialmente, es pertinente puntualizar que cuando se habla de “ideología de género”, a grandes rasgos este término engloba cuestionamientos de sectores conservadores de la sociedad, a los derechos sexuales y reproductivos tales como la legalización del aborto, a la necesidad de una educación sexual reconocida en el seno de Estados laicos, así como a la legitimidad de identidades LGBTQIA+ y sus respectivos derechos ciudadanos.

Antecedentes históricos

Los orígenes en torno que apuestan en la existencia de una “ideología de género”, se localizan en el seno de la Iglesia Católica, específicamente en uno de los textos diseminados por el entonces cardenal Ratzinger, quien en 1997, expresó que las luchas impulsadas por los movimientos de mujeres y feministas a favor de su emancipación social, significaba ir en contra de los presupuestos biológicos de una esencia femenina. Este discurso fue una pieza clave en el diseño e implementación de una ofensiva político y discursiva contra el feminismo y su propuesta de reconocimiento y avance de una amplia agenda de derechos sexuales y reproductivos.

Este discurso fue un ataque explícito tanto a las ideas feministas sobre autonomía reproductiva que habían venido gestándose a lo largo del tiempo, como a la Conferencia Mundial de Beijing sobre la Mujer, organizada por la ONU en 1995. Fue precisamente en la Conferencia de Beijing 95 que se reconoció en la arena pública internacional que, para transformar la situación de desigualdad social que afectaba a las mujeres, era necesario implementar acciones que se basaran en una perspectiva de género. De aquí se desprende la reacción de sectores conservadores quienes distorsionaron esta propuesta política y la nombraron como “ideología de género”,  negando así tanto el discurso como los propósitos feministas en torno de la necesidad de una perspectiva de género.

La emergencia de un pánico moral en América Latina: puntos a considerar

De un lado es indiscutible que a partir de los años 2000, en países de América Latina comenzaron a observarse algunos avances en materia de derechos sexuales y reproductivos tales como la descriminalización del aborto, la legalización del matrimonio entre parejas del mismo género/sexo, la defensa pública de la inclusión de una educación sexual crítica en las escuelas, y la legitimación de agendas políticas LGBTQIA+.

Por otro lado, como señalan Richard Miskolci y Maximiliano Campana, entre 1999 y mediados de los 2000, llegan a la Presidencia de países latinoamericanos, políticos de izquierda. Ese es el caso de Venezuela , Brasil (2003-2016), Argentina (2003-2015), Bolívia (2006-presente), Chile (2006-2010) y Ecuador (2007). Aún cuando buena parte de la izquierda latinoamericana siempre relegó a un segundo plano las reivindicaciones feministas y LGBT, es también un hecho que dentro de este escenario, al menos en algunos países de la región, estos movimientos sociales alcanzan más independencia y consolidación, lo que no los exime de tensiones con esos gobiernos de izquierda, como ya sabemos.

Un punto que parece catalizar la ofensiva conservadora de combate a la amenaza que representa el avance de estos movimientos, es cuando se da la ascensión a la presidencia de mujeres como Michele Bachelet, en Chile, Cristina Fernández de Kirchner, en Argentina y Dilma Rousseff, en Brasil. Vale resaltar que la ocupación de estos cargos por mujeres no es equivalente a la formalización de agendas feministas en estos países, inclusive porque algunas de estas Presidentas reconocen públicamente que no son feministas  (como Cristina Fernández de Kirchner) y otras mantuvieron actitudes bastante cuestionables y conservadoras respecto a las agendas LGBT y feministas (como fue el caso de Dilma Roussef que vetó la implementación del Programa Escuelas sin Homofobia en Brasil).

Aún en este escenario, en el que era evidente que no existían alianzas entre los gobiernos de izquierda y las agendas feministas y LGBT, de manera que la ascensión de mujeres a la presidencia no significaba ninguna amenaza a la agenda moral de los conservadores, la reacción conservadora no se hizo esperar y adoptó la forma de un pánico moral que tuvo como su principal blanco a la “ideología de género”.

Desde el punto de vista sociológico, un pánico moral es cuando algo es definido como un peligro para la manutención de determinados valores e intereses sociales. El fenómeno que se torna objeto de un pánico moral suele ser presentado de forma estereotipada y sensacionalista por los medios de comunicación de masa y por actores políticos con reconocida aceptación y visibilidad social. Tales actores se dedican a formular diagnósticos de la situación y a proponer formas de combate a la misma.

A partir de esta perspectiva elementos centrales para las agendas feministas —derechos sexuales y reproductivos tales como la legalización del aborto, a la necesidad de una educación sexual reconocida en el seno de Estados laicos, así como a la legitimidad de identidades LGBTQIA+ y sus respectivos derechos— tienden a ser equiparados con la imposición de un modelo totalitario de vida que representaría, de acuerdo a la visión estereotipada de los conservadores, el fin de la familia, un riesgo para las infancias y cuestiones similares. Así, se yergue una ofensiva moral contra la agenda de género que aglutina a católicos, neo-pentecostales y personas que son contra las disidencias de género.

En el caso de América Latina, la presencia de mujeres en la presidencia en contextos que se declaran como democracias de izquierda, parece amplificar este pánico moral inclusive hasta cuando tales mujeres afirman no reconocerse como feministas. Al final, aún siendo falsa la tesis que asocia mujeres de izquierda en la presidencia con legitimación de agendas feministas, la amplificación de ese pánico moral sirve para reforzar al Estado como inherentemente masculino, heterosexual, misógino, contrario a la emancipación femenina y LGBT y con su laicidad puesta en cuestión.


[1] Esta columna se basa en el artículo “Ideologia de gênero”: notas para a genealogia de um pânico moral contemporâneo” de autoría de Richard Miskolci y Maximiliano Campana. Para más detalles, consultar: https://www.scielo.br/j/se/a/Ns5kmRtMcSXDY78j9L8fMFL/abstract/?lang=pt#

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Psicóloga por la Universidad de Oriente, Cuba. Máster en Intervención Comunitaria (CENESEX). Doctora en Ciencias Humanas (Universidad Federal de Santa Catarina). Investigadora de Post Doctorado vinculada a la Universidad de São Paulo, Brasil. Feminista, con experiencia en varias organizaciones y movimientos sociales.