Sin quitarnos las ropas

Foto: Alfonso Blanco. De la serie "Viajeros". Cortesía de: País de Píxeles.

La vida cotidiana es la parcela destinada a las mujeres, en mayor o menor medida signada por las culturas regentes en cada uno de los espacios geográficos en que habitamos; la vida cotidiana del encierro, entiéndase este estado como directo o indirecto, como un enmascaramiento del machismo o trasvertido en directrices políticas para acallar el verdadero status de la mujer en la sociedad, como plantea la investigadora mejicana Marcela Lagarde:

“[…] muy importante es la doble interpretación: por un lado se interpreta la forma de dominio masculino o de discriminación de las mujeres como un hecho innato de la sociedad […] que son machistas porque la sociedad es machista. Pero a la vez a esta discriminación se la ve como algo subjetivo, que ocurre a partir de ideas y no como algo que está basado en todas las características [presentes a nivel social y cultural].1

Son muchos los países que emprendieron el camino de la lucha por los derechos de las mujeres y las niñas, pero los resultados no son siempre los esperados. En nuestro continente, la marca de una sólida historia cultural desde los propios conquistadores es muestra de los altibajos que tuvo y tiene esta lucha emancipadora en pos de las mujeres. No pretendo hacer la historia de cada una de las etapas de luchas de las féminas en tan corto tiempo, tengo una sola intención: (re)marcar el discurso poético femenino a través del microespacio cotidiano tomando como referentes poetas que revierten en su obra el núcleo simbólico de la existencia femenina.

La realidad de finales del siglo xx no resultó muy alentadora para el desarrollo de la vida humana; los sistemas sociales estuvieron marcados por el subdesarrollo y la violencia y en este segmento real las mujeres llevan la desventaja por ser sustento, ente reproductivo u objeto sexual, según sea el caso. Esta realidad cambia en dependencia del espacio geográfico, pero el microespacio cotidiano permanece inalterable para casi todas las féminas, independientemente de la geografía o sistema social, o sea, lo público y lo privado son los espacios en que las mujeres, según sea su situación económica, religiosa o etnológica, despliegan su quehacer simbólico, ya en un terreno de subjetividades reprimidas o de representaciones manejadas estéticamente, para adueñarse de su microespacio simbólico transformado en una estética particularmente liberada.

En el campo literario no hay diferencias en la discriminación femenina por ser este un terreno mayoreado por los hombres, es un sitio de poder, de poderes encontrados y definidos de antemano por el sistema social y cultural. El campo literario cubano contemporáneo está signado por las generalidades sociales y políticas determinadas después del triunfo de 1959. La política de igualdad dictada por el gobierno se generalizó a todas las esferas sociales; se tuvo en cuenta a las mujeres, los niños, los negros, en fin, los que podían estar más desprotegidos, pero esto de ninguna manera hizo que Cuba dejara de ser una sociedad falocentrista, entonces se produce una dualidad de status femenino: a nivel social tenemos todos los derechos y a nivel de microespacio cotidiano se produce la desigualdad de roles entre las mujeres y los hombres, esto es una consecuencia de las actitudes machistas que aún no se han podido eliminar.

Silje Lundgren en su trabajo “Igualdad y complementariedad. Ideales de género en la vida cotidiana y el discurso estatal cubano”, nos dice: “La retórica oficial ha cambiado, de hablar de «incorporar a las mujeres» en la esfera laboral (1966), para pasar luego a enfocarse en la «representación» y «participación» de las mujeres (1974), hasta finalmente identificar la «igualdad de mujeres» o «plena igualdad» (1975) como objetivo de la política pública. En este contexto es importante anotar que el concepto de igualdad en Cuba no connota similitud, sino que se refiere a igualdad de derechos y oportunidades o igualdad formal”;2 las investigaciones realizadas reafirman el status de la mujer cubana. Este terreno es sumamente contradictorio y polémico por las diferentes miradas con que se revalida o se niega el rol de la mujer en la isla caribeña.

El hecho de haber utilizado la palabra “igualdad” en el contexto social ha enmascarado el sentido de discriminación cotidiana en Cuba; lo que más se visualiza es la mujer que puede desempeñarse en los mismos roles de los hombres: ser dirigentes, constructoras, choferes, agriculturas: siempre en equidad social. En mi opinión, en Cuba la mujer se debate entre la visión generalizadora de su emancipación, indico aquí, a la Federación de Mujeres Cubanas, y su realidad en el microespacio cotidiano: en Cuba somos una dualidad peligrosa, porque no basta indicar lo que no somos y en este sentido me uno al análisis realizado por la doctora Patricia Ares en su texto “Identidad de género y su especificidad en Cuba”, en el que demuestra que la emancipación de la mujer en nuestro país pasa por el prisma del modelo que le acomoda a los hombres. Argumenta la doctora Ares:

«Dentro de las estrategias de conciliación de la familia y el trabajo encontramos las siguientes: Delegar el cuidado y la recogida de los niños a otro familiar, generalmente los abuelos. Llevar a los niños al trabajo en semanas de receso escolar. Adelantar la comida del día siguiente la noche antes o en la mañana temprano, más específicamente ablandar frijoles, elaborar varios platos a la vez y guardarlos para varios días. Lavar la ropa los viernes en la noche, para tener un poco de más tiempo el fin de semana en caso de que se planifique una salida. Limpiar a profundidad una vez a la semana y el resto de los días por donde mira la suegra». Desde el punto de vista de las pautas de crianza, las estrategias de optimización del tiempo, incluyen las de hacer las cosas por el niño, para andar más rápido y ahorrar más recursos, como darle la comida, vestirlo rápido para poder llegar temprano, levantarlo y darle un pomo de leche teniendo edad escolar. Por la noche, dejarlo dormir en la cama de los adultos, para que no se despierte y todos poder descansar.»3

Se puede concluir en este sentido que la conciliación de las mujeres en Cuba con la familia y el trabajo reconstruye un subsistema opresor de la identidad femenina a manera de metadiscurso igualitario que se (in)visualiza por la política de aparente igualdad entre ambos sexos. En el campo literario se evidencia esta realidad por ser un terreno caracterizado por la concentración del conocimiento y la dedicación del tiempo intelectual a la labor creadora, se demuestra en el análisis de las rutinas cotidianas de los miembros de la familia en el que la labor intelectual de las mujeres en el plano artístico no aparece como una estrategia. Nos demuestra la doctora Ares en su investigación:

La mujer sigue asumiendo la mayor cantidad de responsabilidades domésticas independientemente de su nivel, cargo, profesión […] En la familia cuando estas se realizan de manera compartidas es otra mujer quien asume el rol de coparticipación y reemplazo en la emergencia. La mujer es la que asume mayormente las responsabilidades de atención y cuidado de los hijos, de los enfermos, de los discapacitados, de los ancianos sean estos sus padres o sus suegros. La mujer toma decisiones prácticas del cotidiano de vida, el hombre asume decisiones más estratégicas de implicaciones a más largo plazo. La mujer asume la toma de decisión en la distribución y consumo de la economía doméstica. El hombre es más inversionista, es decir, toma decisiones sobre inversiones mayores. En algunas familias, la mujer controla y distribuye la moneda nacional y el hombre la divisa […] La única tarea de esparcimiento de la mujer en el día es en el horario de la novela: momento que trata de defender a pesar de las múltiples tareas pendientes. Otras actividades, como: leer, escuchar música, hacer producciones artísticas […] o literarias se hacen en horarios de madrugada, y estuvieron menos referidas y representadas dentro del inventario de rutinas.4

Sin lugar a duda el campo literario es un terreno de poder liderado por los hombres, demostrado a través de investigaciones sociológicas y sicológicas en nuestro país, lo cual indica que el producto literario femenino es una visión amplia y completa del mundo trasfigurado en el que vive la mujer.

1 Silje Lundgren: “Igualdad y complementariedad. Ideales de género en la vida cotidiana y el discurso estatal cubano”, en: Emancipaciones feministas en el siglo XXI, Editorial de Ciencias Sociales y Casa Ruth Editores, La Habana, 2010, p. 83.

  1. Marcela Lagarde: Género e identidades. Metodologíade trabajo con mujeres, Oficina Regional para América Latina y el Caribe, Programa Regional de Capacitación de la mujer para el desarrollo, segunda edición, 1994.)
  2. Silje Lundgren: “Igualdad y complementariedad. Ideales de género en la vida cotidiana y el discurso estatal cubano”, en: Emancipaciones feministas en el siglo XXI, Editorial de Ciencias Sociales y Casa Ruth Editores, La Habana, 2010, p. 83.
  3. Patricia Ares Mizio: Identidad de género y su especificidad en Cuba, segunda edición, Editorial de la Mujer, La Habana, 2002, p. 6.
  4. Ibídem, p. 5.

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