Adiós a Carmen Herrera

La artista fue definida por el New York Times como “una pieza clave en el relato de la historia del arte de posguerra”.

| Vidas | 18/02/2022
Carmen Herrera, artista cubana pionera de la abstracción neo-concreta en América Latina.

El sábado 12 de febrero falleció en New York, a la edad de 106 años, Carmen Herrera. La artista, cuya obra fue sistemáticamente ignorada durante medio siglo, comenzó a ser reconocida tras cumplir 89 años. Desde entonces su sitial como pionera de la abstracción neo-concreta en América Latina no ha hecho más que afianzarse. 

Carmen Herrera nació en La Habana en 1915. Cursó el bachillerato en París y luego, de retorno en la ciudad natal, matriculó en la Escuela de Arquitectura; pero no finalizaría la carrera. Se mudó a New York después de contraer matrimonio en 1939 con un norteamericano. Allí estudió en la Art Students League, mas, al finalizar la Segunda Guerra Mundial la pareja abandonó los Estados Unidos y se instaló en París.

En dicha ciudad, Herrera entró a formar parte del círculo de artistas abstractos que dominaban la escena parisina de la posguerra y llegó a exponer en el Salon des Réalites Nouvelles junto a creadores de la talla de Josef Albers, Hans Arp y Sonia Delunay.

«Iberia No. 25» (1948).

En 1954, de vuelta en New York, continuó desarrollándose en el campo de la abstracción geométrica; ahora desde una concepción más simple si se quiere: el trabajo con las figuras elementales se caracterizaría entonces por el tratamiento a base de blanco y negro, tendiendo a un minimalismo que contrastaba con la producción de Rothko, Newman y de Kooning; artistas que acaparaban los titulares de la crítica de arte por esos años. La obra de Carmen Herrera apenas encontraba espacios de visibilidad en semejante contexto, y en la medida en que se efectuaba un desplazamiento de la preferencia en los circuitos artísticos por el expresionismo abstracto y la nueva figuración expresionista, se la relegaba a exposiciones callejeras. 

Los años ochenta y noventa tampoco significaron un giro favorable para su carrera, alejada de las nuevas tendencias en la medida en que persistía en el despliegue de la abstracción geométrica. No obstante, en 1984 consiguió abrirse espacio en el Museo Alternativo de East Village y en 1998, en el Museo del Barrio (East Harlem). Su obra se hacía presente en reseñas que la referían elogiosamente, pero el éxito comercial seguía siéndole esquivo.

Todo cambió en 2004, cuando el artista Antonio Bechara recomendó la obra de Carmen Herrera a un galerista brasileño, quien organizaba una exposición donde pretendía presentar a tres artistas latinoamericanas. El crítico Holland Cotter, del New York Times, se fijó con atención en las producciones de Herrera y a propósito de ellas comentó en una reseña de la muestra que el estilo de la artista era profundamente ingenioso y vanguardista. Hizo notar sus puntos de contacto con la obra de Mondrian y con el Op art, pero más aún con la vanguardia neo-concretista desarrollada en Brasil luego de la Segunda Guerra Mundial, donde descollaron figuras como Lygia Clark y Helio Oiticica. 

Obra sin título de Carmen Herrera (1948).

Tal combinación de sucesos abrió un nuevo capítulo en la vida y la obra de Carmen Herrera: Ella Fontanals-Cisneros adquirió cinco de sus pinturas; Agnes Grund, presidenta emérita del MOMA de New York, adquirió otra cantidad y las donó al museo; otros coleccionistas comenzaron también a identificar valor en sus pinturas. Una serie de exposiciones personales entre New y York y Londres se vio prolongada por una exitosa retrospectiva que afianzó su nombre en Europa. Las obras de Herrera ya no solo se encontraban en el MOMA: Museos como el Hirshhorn de Washington, la Tate Modern de Londres y el Walker Center de Minneapolis se hicieron con algunas de sus piezas.

Destaca en 2016 la muestra personal Lines of Sight en el Whitney Museum, exposición que compendió aproximadamente cincuenta lienzos trabajados por Carmen Herrera entre 1948 y 1978. En ellos se evidencia su apego a las formas de la abstracción geométrica, pero también el sello propio que la artista logró imprimirle a su obra. Así, desde 2009 y en el lapso de cinco años, el valor de sus piezas se incrementó desde alrededor de 50 mil hasta los 160 mil dólares.   

«Amarillo ´Dos´´” (1971).

El New York Times acompañó el punto de inflexión en la carrera artística de Herrera en forma de reseñas sobre su quehacer y entrevistas. En una de estas últimas, publicada en 2009, Karen Rosenberg planteaba que a los 101 años la artista obtenía, por fin, una exposición que el mundo del arte le debía desde cuarenta o cincuenta años atrás. Asimismo, la calificaba como una creadora “de formidable disciplina, consistencia y claridad de propósito” y como “una pieza clave en el relato de la historia del arte de posguerra”. Precisamente al responder una pregunta acerca de su rigor y perseverancia, expresó la artista: “Lo hago porque tengo que hacerlo; es como una compulsión que también me da placer”.

«…los prejuicios de los galeristas respecto a las artistas mujeres y latinoamericanas, contribuyeron a relegar a las sombras el quehacer en este caso de Carmen Herrera…»

Y ha sido gracias a esa mezcla entre estoicismo y amor por la profesión —la cual le llevó, incluso, a seguir pintando aun cuando se encontraba en silla de ruedas y padeciendo artritis— que hoy podemos conceder a la obra de Carmen Herrera su justo lugar; sitio afirmado en el documental The 100 Years Show, de Allison Klayman, donde se incluyó un díptico de la artista cubana (Blanco y verde, 1959) junto a piezas de Ellsworth Kelley, Frank Stella, Agnes Martin y Jasper Johns. Ese “justo lugar” la contempla como notable precursora de tendencias como el Op art y el minimalismo, y reconoce esos oscuros tejemanejes de la historia —del relato y de la vida misma—, que dejan ver cómo los prejuicios de los galeristas respecto a las artistas mujeres y latinoamericanas, contribuyeron a relegar a las sombras el quehacer en este caso de Carmen Herrera; tal cual reconoce John Cunningham en la entrada sobre la artista en la Enciclopedia Británica. 

Ante la obra y la figura de Carmen Herrera vale retener la frase de Susan Temkin de que “su legendaria perseverancia es una lección para todos”; pero a lo que nos conduce, aquello que realmente trae a la luz la trayectoria de la artista (y aquí resuenan las mencionadas ideas de John Cunningham), es una pregunta al estilo de la planteada por The Observer de Londres a propósito de su obra: ¿Cómo es posible que nos hallamos perdido estas brillantes composiciones? 

«Our America: The Latino Presence in American Art – Carmen Herrera». / Video: Museo de Arte Americano de la Institución Smithsonian.

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