Luz Palomares: "¡Que no pasen la talanquera!"
En la madrugada del lunes 19 de agosto del año 1895 por la costa de Taco- Nibujón, barrio de Toa, en Baracoa, desembarcó la expedición mambisa del vapor León [1]dirigida por el coronel Francisco Sánchez Echevarría. El lugar más cercano de confianza para depositar los alijos y armamentos traídos en esa expedición, era la finca El Buquién de la familia Navarro- Palomares y hasta allí fue trasladado el cargamento. La mañana transcurría apacible en El Buquién cuando una tropa enemiga puesta al tanto de lo que ocurría en la finca, sorprende a los patriotas; en el primer momento los mambises repelen el ataque en retirada. Es en ese instante que una mujer se hace de un machete, se monta en su caballo y se lanza a la carga contra los españoles gritando “que no pasen la talanquera”; los hombres, ante esta impetuosidad, la siguen; el ataque es repelido y la tropa española se retira en desbandada, los pertrechos de la expedición del vapor León se salvaron.
¿Quién era esa mujer que, gracias al arrojo demostrado, salvó una importante expedición mambisa? Se nombraba Luz Palomares García. Su trayectoria vital, no lo suficientemente tratada por la historiografía cubana, ilustra con fuerza y claridad, cuánto aportaron las mujeres cubanas en las guerras de liberación, cuánto dieron de sí rompiendo tabúes y patrones que no solo se acumulaban en las filas enemigas. Nació en Guáimaro el 29 de mayo de 1850, en el seno de una de las familias más notables de la villa, su abuelo materno José María García sostuvo vínculos estrechos con Joaquín de Agüero y Agüero en la fundación de la primera escuela pública y gratuita del pueblo, así como en el Movimiento del 51. En su espaciosa casa[2] se efectuaron las sesiones públicas de la Asamblea Constituyente que comenzaron el 10 de Abril de 1869 y su padre Francisco Palomares Sola[3] era uno de los mayorales de Francisco Vicente Aguilera y compartía con este no solo relaciones de trabajo y amistad sino también ideales redentores.
Con 18 años, Luz Palomares es de las jóvenes guaimareñas que vitorean a la partida mambisa dirigida por Luis Magín Díaz y los hermanos Augusto y Napoleón Arango que el 4 de noviembre de 1868 toman la villa de Guáimaro para convertirla en el primer pueblo del Camagüey libre en manos mambisas. Las semanas y meses siguientes se vivió en la villa un ambiente de insurrección cívica del que participa la joven Luz Palomares, ese ambiente llega a su clímax el sábado 10 de abril de 1869, cuando los 15 representantes del pueblo de Cuba se reúnen en Asamblea Nacional para dejar fundada la República y legislada la Constitución que la regiría. La casa de su abuelo materno José María García se convierte en el Capitolio de la nación que apenas brotaba. Luz participa activamente en todas las concentraciones y mítines que se realizaban en la plaza pública para apoyar las discusiones o las decisiones de la Asamblea y luego del ya constituido Gobierno de la República de Cuba en Armas. Su presencia es notoria el 14 de abril de 1869 cuando Ana Betancourt de Mora exige a la nueva República y a los patriotas independentistas, el lugar merecido de la mujer cubana en la lucha, en la sociedad y en el hogar.
La familia de Luz Palomares y ella misma, participan en el incendio de la villa el 10 de Mayo de 1869, cuando los habitantes del pueblo, antes de entregarle al enemigo la primera capital de la República de Cuba en Armas, prefirieron incendiarla y darles “cenizas donde esperaban fortalezas”. Marchó, junto a la mayoría de los moradores del pueblo, para las haciendas y aldeas cercanas; a finales de 1869 se incorpora a las faenas mambisas en la prefectura de Guáimaro, en el taller de la finca La Redención. Durante casi tres años trabajó junto a su madre y hermanos pequeños en ese taller, a veces hizo de preboste, otras de costurera o reparadora de monturas, entre otros roles no tradicionalmente atribuidos a la mujer. Una mañana, el taller mambí de la finca La Redención fue asaltado sorpresivamente por una partida que dirigía el tristemente célebre Tizón, voluntario al servicio de España, fue tomada prisionera junto a su madre y hermanos pequeños, mientras se encaminaban a Guáimaro. Tizón, en un acto de barbarie sin límites, macheteó a los hermanos de Luz Palomares, Manuel y Pedro, de doce y catorce años de edad. El crimen lo cometió ante los ojos de la madre que murió de un síncope instantáneamente, y la joven Luz Palomares fue llevada prisionera para el Cuartel de las 28 Columnas en Las Tunas, luego trasladada al vivac de San Andrés, para finalmente ser recluida en La Periquera, donde estuvo prisionera hasta casi el final de la contienda, cuando la familia holguinera Manduley Salazar la acogió en su seno.
En esa casa de Holguín conoció a Francisco Navarro que se convertiría en su esposo. Con el Pacto del Zanjón se le permite salir de la ciudad y regresar a Guáimaro. Las autoridades de la plaza guaimareña le exigen que si pretendía vivir en la villa era en estado de confinamiento, de esta forma su pueblo natal le serviría de cárcel. Ella se revela contra esa injusta imposición y es deportada a Baracoa, se traslada entonces con su esposo para la Finca Buquién en Nibujón a unos 24 kilómetros de Baracoa. Ya establecidos en la Finca, no duda, llegada la hora, apoyar el levantamiento de la Guerra Chiquita e incorporarse a la insurrección. Al año siguiente, en 1881, regresa a la finca. Durante lustros estuvo al tanto de las actividades conspirativas de los patriotas de la zona, hasta que estalla la Guerra Necesaria.
Después del desembarco de la goleta Honor por Duabas, llegaron a la finca El Buquién los expedicionarios mambises, entre ellos, los hermanos Maceo, Flor Crombet y el resto de los patriotas que los acompañaban. Allí, en El Buquién, Antonio Maceo, enterado de los méritos de Luz Palomares en las contiendas anteriores, le confiere el grado de capitana que le fue ratificado cuatro meses después de su anuncio, cuando la valerosa patriota impidió que los alijos de la expedición del vapor León cayeran en manos enemigas, entonces se le entregó el diploma de capitana. Durante el resto de la Guerra del 95 se mantuvo en la zona de Nibujón, en 1896 también apoyó el desembarco de la expedición del Bermudas que trajo a Cuba al Mayor General Calixto García.
Al finalizar la Guerra
Necesaria se traslada al pueblo de Antilla donde gozó de un gran prestigio y
formó parte de las principales sociedades e instituciones de ese pueblo. En
1931 le fueron reconocidos los grados de capitana por el Congreso de la República. Murió el 1 de Agosto de
1948, en Antilla. Hay una deuda enorme con mujeres como Luz y lo que aportaron
al ser nacional. Su historia de vida, no lo bastante divulgada, justifica la
frase martiana de que: “En los Andes puede estar el pedestal de nuestra libertad,
pero el corazón de nuestra libertad está en nuestras mujeres”.
[1] Minfar: Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba: Primera parte (1510-1898) Expediciones navales. Acontecimientos político-militares, p. 70.
[2] La casa del patriota José María García estaba ubicada en la antigua calle Las Damas, hoy Constitución y en lugar donde estuvo la casa se levantó una escuela pública que en la actualidad es el Museo Municipal General “Casa de la Constitución”.
[3] Francisco Palomares Sola, padre de Luz Palomares, estuvo en la manigua durante toda la Guerra Grande, fue capturado en febrero de 1878 y se le conminó para que se declarara presentado, no aceptó, y cuando iba a ser fusilado en los muros del cementerio de Guáimaro llegó la orden de Martínez Campos de suspender las ejecuciones de los mambises prisioneros, salvando la vida de milagro.
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