Nonardo Perea: «Soy una persona andrógina y punto»

| Vidas | 08/08/2019
Nonardo Perea, escritor y artista visual cubano.

A algunas personas parece dárseles todo sin dificultad, con solo desearlo. Para otros resulta mucho más complicado y deben luchar día tras día para ir alcanzando pequeñas metas en el largo camino de la realización personal. Entre esos luchadores cuento a mi amigo Michel o, mejor, Nonardo Perea, alguien a quien cabe perfectamente aquello de estar dando pico y pala, pico y pala como el más insaciable picapedrero. Narrador, artista plástico, realizador audiovisual, Nonardo reside desde hace algunos meses en Madrid y, pese a las dificultades que entraña emigrar, dejando atrás pareja, familia, amigos, la tierra natal, sigue soñando, acaso porque es un dreamer empedernido. Hoy hablaremos de esos sueños, de los postergados, los que dejaron de soñarse, los que se cumplieron pese a todo. En fin, converso una vez más con mi amigo acuariano, el artista, el blanquito del barrio “Cocosolo”.

¿Cómo recuerdas los primeros años de tu infancia? ¿Cuánto te afectó la separación de tus padres?

Realmente la separación de mis padres no creó en mí ningún conflicto, siempre fui un niño que andaba como en las nubes, un poco perdido o desubicado; sí me enteraba de que había problemas, y, cuando por algún motivo mis padres discutían, recuerdo que los mandaba a callar, pero su separación no me afectó, desde muy pequeño era capaz de entender que nadie está obligado a tener ataduras con otra persona y más si las cosas no marchaban bien. Toda mi infancia estuvo bien hasta que cumplí ocho años, lo malo vino después. Tuve un padrastro golpeador del que no quiero hablar, porque esas historias las he intentado borrar de mi memoria y todo lo que me afecta de algún modo intento no traerlo a la actualidad, aunque hay cosas que de vez en cuando afloran a mi mente y no me hace bien. Esa parte de la historia me la reservo para cuando ya sea una persona lo suficientemente vieja, puede que para entonces ya ni me acuerde, y eso sería lo mejor. Ahora solo puedo decir que lo perdono, y no solo a él, sino también a todas esas personas que siendo yo un niño me hicieron sentir disminuido por mi amaneramiento y androginia. Al final me cagué en todo eso, me impuse y nunca cambié mi forma de ser para complacer a otros. Puedo decirte que fueron una infancia y adolescencia muy complicadas.

En su novela Sangra por la herida, la mirada que Mirta Yáñez le dedica al reparto Alamar, ubicado al este de La Habana, es bastante crítica. ¿Qué piensas tú de este conglomerado de edificios entre cuyas calles muchos afirman perder todo sentido de la orientación y en el que viviste durante muchos años?

Mira, yo viví un buen tiempo en Alamar y me encantaban los edificios que son como solares. Allí, apenas hay privacidad, todo se oye, ahí te enteras de los chismes de todo el mundo y si vas a tener sexo tienes que hacerlo en silencio porque los vecinos escuchan todo. Me gustaba el ambiente y más porque ahí conocí a mis mejores amigos. Soy de los que piensa que uno vive bien donde se siente bien, no importa cuán feo pueda ser el lugar. Por entonces yo estaba en mi mejor momento, tenía apenas dieciocho años y una gran energía; fue mi período de ir a fiestas, de travestirme fuera de casa y tener muchos romances y amores platónicos que nunca llegaron a nada. De Alamar tengo un buen recuerdo. Luego, cuando mi padre murió, en el año dos mil, fui a vivir al municipio de Marianao y con el tiempo dejé de visitar Alamar con tanta frecuencia. Caí en cuenta de que realmente ese reparto estaba en el culo del mundo y ya no lo veía con tanto cariño, aunque mis amigos y amigas siguen estando allí y también una parte de mi familia.

«Levitando». Foto: Nonardo Perea.

Desde niño sufriste discriminación y acoso por lo que en Cuba se llamaba «amaneramiento». ¿Cómo respondieron tus padres ante estas agresiones? ¿Cómo lo hicieron tus maestros? ¿Cómo lo hiciste tú?

Nunca encajé en ninguna escuela, primero, porque una persona con mis características no era capaz de cumplir con los cánones establecidos por la sociedad para ser aceptada; mi apariencia siempre rompió con esos esquemas, era demasiado amanerado y súmale a esto mi cara de niña, que no tenía remedio. Mis padres al principio no advertían mi manera de ser, luego, cuando fui creciendo, les hice saber con ciertos actos que mis inclinaciones iban a causarles dolores de cabeza, y así fue. Mi adolescencia fue caótica, era demasiado rebelde, y a consecuencia de los maltratos continuos llegué a ser un poco agresivo y poco comunicativo. Mis padres siempre estuvieron ajenos a lo que acontecía conmigo en el plano emocional, nunca les dije nada de lo estaba pasando en mi vida fuera de casa o en la escuela. Los profesores solo daban quejas de mi comportamiento, pero nunca investigaron por qué actuaba de esa forma, muchas veces los maestros también me discriminaban, y es que era algo normal, yo simplemente no encajaba, por lo que decidí rebelarme, y la manera que encontré fue la negación: de ir a clases, no participaba de los trabajos en el campo, me escondía debajo de la escuela y ahí pasaba horas sin aparecer, hasta que se cansaron de mí y me expulsaron de la escuela, y lo peor de todo es que se suponía que la mala persona era yo.

Las escuelas de régimen interno, lo que en Cuba llamamos becas, son un caldo de cultivo para el bullying, y esto es algo sabido o al menos sospechado por los padres. Los tuyos, sin embargo, deciden que ingreses en una de estas escuelas siendo un preadolescente, ¿por qué crees que lo hicieron? ¿Podrías contarnos tus experiencias allí?

Mi padre no tuvo nada que ver con esa decisión, fue mi “querido” padrastro el que manipuló a mi madre para enviarme a la beca, porque supuestamente era el sitio ideal para hacer cambiar mi mariconería, pero en realidad fue peor, porque ahí confirmé que me gustaban los hombres. Imagínate que llegando a la escuela me pusieron en un albergue de noveno grado, porque el de séptimo, que era el que me tocaba, estaba lleno. Los muchachones estaban hechos a mano y en pleno desarrollo, yo, en cambio, no tenía ni un pelo en mi cuerpo, y la cara peor que antes, era como una maldición; los años no me habían masculinizado, al contrario, era como si hubiese tomado hormonas femeninas y no tuviera nada de testosterona. Fueron dos años de los peores de mi vida, no hubo un día que no llorase, ahí pasé por todo: abusos sexuales cuando yo no estaba de acuerdo en hacer ciertas y determinadas cosas, violencia física… Varias veces tuve que enfrentarme a personas más fuertes que yo. En ocasiones fui acosado por alumnos mayores, a los cuales ni entendía; de algunos me gustaba su actitud, pero otros eran unos tipos reprimidos que descargaban su odio contra mí. Esa también fue una época digna de ser olvidada.

¿Qué haces tras dejar la escuela?

Comencé en una escuela primaria para terminar el noveno grado, pero nunca hice las pruebas finales; me había cansado de todo, odiaba la escuela, a los profesores y a los alumnos que todo el tiempo se burlaban de mí, así que rompí con todo. Mis padres me llevaron al médico, me diagnosticaron un síndrome de falta de aprendizaje, confesé que era maricón, mi madre lloró un poco y mi padre al principio me dijo que me cambiaría el apellido, yo le dije que no había problema con eso, que estaba dispuesto, porque un apellido no iba a modificar mi actitud, por lo que él se relajó y terminó entendiéndome. Luego intentaron ponerme en una escuela multioficios, pero allí solo duré un mes, porque comencé a escaparme de clases y me echaron. Hasta que cumplí diecinueve años y comencé a trabajar por primera vez la cerámica, y estuve haciéndolo durante diecinueve años.

Tras morir tu padre, te trasladas a vivir en “Cocosolo”. ¿Cómo enfrentaste tu nueva vida en solitario? ¿Qué opinas de este barrio que muchos consideran marginal?

Mi padre muere en el año 2000 luego de un cáncer. Su enfermedad duró unos siete meses en los que estuve todo el tiempo a su lado junto con mi madre, que fue de gran ayuda para mí. Papá murió una noche de diciembre. Fue la primera vez que conocí cómo le llega la muerte a alguien, y resultó tan duro que luego de ese evento, no pude vivir en esa casa hasta que no transcurrió un año, tiempo en el que concienticé que ya mi padre no estaba y que su muerte había sido un acto liberador, porque era su momento de descansar. Luego me instalé en Marianao de manera más o menos definitiva, si bien ya otras veces había estado viviendo con mi padre por períodos cortos. La casa se convirtió en una parte de mí, fue en esa casa donde gesté gran parte de mi obra literaria, y donde de cierta manera me refugié del mundo exterior, me aislé y comencé a realizar mis trabajos audiovisuales en los que la casa es como un personaje más.

No creo que mi barrio sea marginal. Por la apariencia de abandono y suciedad que se percibe cuando se visita sí es marginal, pero no es culpa de su gente, sino de un gobierno al que no le interesa que sus ciudadanos tengan una mejor manera de vivir. En ese municipio, como en muchos otros, conviven personas de todo tipo, y si vamos a realizar un análisis de marginalidad, la isla entera está repleta de sitios que se pueden considerar marginales. Cuba tiene sus lugares privilegiados, esos que casi todo el mundo conoce, y donde también conviven delincuentes.

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«La ciudad también es nuestra». Foto: Nonardo Perea.

¿Cómo comienzas a interesarte en las artes visuales? ¿Ocurre antes, después o al mismo tiempo que comienzas a interesarte en la literatura?

La literatura fue lo primero. Estando en la beca, con quince años, escribía mucho; esos escritos mi padrastro se encargó de echarlos a la basura. Comencé escribiendo historias de terror de muy mala calidad, y novelitas de amor que ni siquiera se acercaban a la calidad de Corín Tellado. Luego de tener una obra escrita es que comienzo con la fotografía, y más tarde llego al audiovisual, y luego el performance, y también dibujo y sigo haciendo cerámica.

¿Qué papel tiene tu vinculación a la Casa de Cultura de Alamar con tu crecimiento como artista plástico y narrador?

Mis comienzos fueron en la Casa del escritor del municipio de Marianao, ahí estuve con dos especialistas maravillosos, Lucio y Ricardo, que fueron los que le dieron el visto bueno a mis primeros cuentos; luego de estar ahí por un par de años es que me traslado a Alamar y comienzo en el taller literario que impartían Nancy y Pablo, en la galería de arte del municipio; ellos son dos especialistas estelares y me ayudaron mucho y les agradezco enormemente mi crecimiento como escritor. Estando en ese taller, comencé a exponer anualmente en el concurso “Farraluque” de Narrativa y Artes Plásticas; durante varios años expuse mis trabajos fotográficos y algo de cerámica, y collages, todos vinculados al erotismo. Unos años más tarde, en el 2011, tuve mi primera exposición personal de fotografía titulada Miss Pop, que no se escapó de ser censurada y fuertemente criticada por algunos.

¿Podrías contarnos sobre el premio que recibiste en un concurso organizado por una revista cubana?

Fue en una revista que por aquel tiempo estaba muy de moda, Somos Jóvenes. Ahí tenían una sección de literatura y en el año 2001 sacaron una convocatoria para dar un premio al mejor cuento, pero era para menores de 27 años y yo recién había cumplido los 28. Por aquel entonces yo estaba en una relación que no puedo decir que fuera heterosexual, porque mi pareja era una chica lesbiana; eso sí, yo sentía que era algo muy raro. Ella tenía 20 años, nos conocimos cuando me mudé para Alamar. La primera vez que nos vimos yo estaba vestido de mujer y desde ese momento ella se interesó en mí, y yo, por experimentar, comencé un romance que duró casi dos años. Éramos una pareja abierta y ella de vez en cuando buscaba algún chico para hacer un trío. Lo hacía por complacerme y así éramos felices todos, pero la relación terminó porque ella tenía y tiene problemas serios de alcoholismo, se ponía muy mal cuando tomaba, era agresiva y se enamoró de mí de una manera enfermiza que me hacía daño; comenzó a ponerse obsesiva, hasta el punto de caerle a pedradas a la ventana de mi cuarto por celos. Todo terminó, pero poco antes de eso ya había hablado con ella para utilizar su nombre para enviar al concurso. Lo hice sin pensar que podía ganar. Envié un cuento escrito en un estilo experimental y al cabo de unos meses recibí la notificación de que había ganado. Me sorprendió mucho el premio y me hizo sentir un poco mal, porque realmente yo no recibiría el premio, sino ella, que no era escritora. Por esa misma fecha habíamos terminado y por venganza, recibió el premio y no lo compartió conmigo como habíamos acordado. Eran unos quinientos pesos, no mucho, realmente. Luego de eso, yo comencé a ganar concursos, y aprendí que ese tipo de cosas no se deben hacer nunca. Y ella comenzó a ser para mí una amiga más, que nunca se dejó ayudar, ni por mí ni por sus otros amigos; actualmente no ha conseguido superar su problema de alcoholismo y eso realmente me da mucha pena.

Tu entrada al Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso” fue harto complicada. Un año tras otro enviabas tus textos y te rechazaban. ¿Cómo pudiste superar tantos noes? ¿Qué sentiste cuando al fin te abrieron las puertas? ¿Qué te aportó el Onelio…?

En el tiempo en que me encontraba participando en los talleres literarios escribía mucho; considero que hacía cuentos buenos y otros no tanto, y quiero pensar que las veces que envié al Centro “Onelio” tal vez no hacía una buena selección, o que mi temática homoerótica no era del gusto de los que elegían. Siempre mandé los textos que los especialistas me recomendaban. Finalmente, luego de cuatro años intentándolo, al quinto fue la vencida. Fue entonces cuando comencé a pensar seriamente en que podía llegar a ser un verdadero escritor, algo impensable para muchos, porque imagínate, siempre he sido visto como una “loca de carroza”, muchas personas me subvaloran y no creen que sea capaz de hacer tantas cosas en el terreno del arte, mucho menos escribir, porque ni siquiera terminé mis estudios secundarios y no tengo formación académica. El Centro “Onelio…” me aportó muchos conocimientos, allí descubrí lo que eran las técnicas narrativas, algo que ya utilizaba en mis cuentos de manera inconsciente. Fue una época muy bonita, en ese período que duró un año, mis esfuerzos dieron frutos y gané varios concursos literarios que eran conocidos en Cuba, y aun así, a pesar de esos premios, ningún cuento mío fue publicado en la revista El Cuentero, por más que los envié personalmente a la editorial del Centro “Onelio…”, y nunca recibí respuesta de por qué no me publicaron ninguno de aquellos relatos que habían obtenido premios; eso aún sigue siendo un misterio para mí, pero ya es pasado. Me quedo con la imagen agradable de Eduardo Heras León e Ivonne Galeano y la satisfacción de haber tenido profesores que aportaron mucho a mis trabajos posteriores.

Guardo con cariño un ejemplar de tu primer libro publicado en Cuba. ¿Cuánto trabajo te costó publicarlo? ¿Cuán satisfecho estás con este primer libro?

Haber contado esa historia en algún momento me trajo problemas con una persona que yo de cierto modo apreciaba, y de la que no voy a mencionar el nombre para no crear conflictos. Mi primer libro de cuentos, Vivir sin Dios, estuvo cerca de diez años en el colchón editorial de Extramuros; tanta fue la demora que me vi en la necesidad de reemplazar los cuentos antiguos por otros más recientes, porque sentí que, para mi gusto, el libro había envejecido y ya mi manera de escribir era otra. Un día, luego de varios años, me entero de que el título de mi libro aparecía en una lista de la editorial para publicación, pero la copia en físico había desaparecido, o sea, no había libro, razón por la que escribí en algún momento en un artículo para Diario de Cuba que tal vez lo habían cogido para ir al baño; esa imagen escatológica al parecer afectó mucho a esa persona que tal vez por ceguera no quería darse cuenta de la ineficiencia en el trabajo de una editorial que funciona mal en todos los aspectos, pero su romanticismo la llevó a romper una amistad que recién comenzaba. Del libro hicieron una tirada de 500 ejemplares, y sí, se agotó rápidamente, pero es un libro del que nadie ha escrito absolutamente nada, solo aparece una nota escrita por la editora del libro, realizada el 15 de mayo del 2010, que fue cuando se presentó en la Jornada contra la Homofobia de ese año, por lo que considero que es un libro desconocido de un autor que también es prácticamente desconocido.

“Colchón de plumas”, el cuento con el que en 2003 ganas el Encuentro Debate Nacional de Talleres Literarios, cuenta la historia de un grupo de travestis. ¿Cuánto de tu experiencia personal volcaste allí? ¿Qué historias de tu etapa de travestismo en las calles nos puedes contar? ¿Crees que el cine cubano, que en los últimos años ha tratado bastante el travestismo, ofrece una imagen cercana a la realidad que viviste?

He vivido épocas muy complicadas, el Período Especial fue una de ellas. Precisamente, fue en los años 90 cuando comencé a travestirme para salir a la calle; ya antes había trabajado en shows de travestis, pero solo estuve unos tres o cuatro años en eso porque descubrí que no era lo mío; los travestis eran demasiado competitivos y había mucha maldad en el ambiente y yo siempre he sido una persona a la que no le gustan las críticas malévolas, ni burlarme de otras personas por su apariencia física, así que el ambiente en los shows no era bien visto por mí. La calle era complicada, por ese tiempo andar vestido de mujer no estaba bien visto, así que varias veces terminé detenido y con multas por escándalo público. “Colchón de plumas” es una historia de ficción donde pongo algo de mis vivencias. Muchas veces hacía autostop y los choferes siempre querían tener sexo conmigo, con algunos fui complaciente y con otros me negué porque no eran hombres de mi agrado, pero eso sí, siempre que tuve sexo con alguien usaba protección y nunca tuve relaciones por dinero. Por aquel tiempo todos los travestis tenían fama de ser prostitutos, y es cierto que muchos lo hacían, pero yo me vestía de mujer porque me gustaba experimentar con mi sexualidad y siempre me llamó la atención el comportamiento de los supuestos heterosexuales que, aun sabiendo que yo no era una mujer, me suplicaban que tuviéramos sexo. Como yo era muy desconfiado, casi nunca tuve relaciones con penetración, sólo los masturbaba y me dejaba tocar por ellos, que era lo que más les gustaba, y a mí también, ya que eso era menos peligroso. Por aquel entonces el sida estaba haciendo estragos, casi todas mis amigas de esa época han muerto de sida. Yo lo hacía con condón, a pesar de que fue una época en la que andaba a lo loco, y de la que tengo historias que contaré en su momento. Dejé de vestirme de mujer para salir a la calle luego de haber pasado un mal momento en la Habana Vieja. Era época de carnaval, yo buscaba un auto para regresar a mi casa y de repente un hombre muy alto, mulato, me sorprendió en la vía cogiéndome por el brazo, me llevó a un derrumbe cercano y me violentó, y no pude hacer nada porque me dijo que si gritaba me caería a golpes, así que no pude defenderme; allí me rompió la ropa interior y enseguida eyaculó; luego me dejó ir, pero esa situación me marcó y me sirvió para repensar volver a salir a la calle como chica.

«Dos tipos de hombre». Foto: Nonardo Perea.

Creo que antes de seguir hablando de tu obra deberías contarnos sobre tu experiencia laboral. ¿También en tu centro de trabajo sentiste acoso, rechazo?

Como ya te dije, comencé a trabajar a los 19 años y, como era de esperar, al principio la gente te mira como si fueses un bicho raro, pero cuando hay que verse todos los días poco a poco se van creando lazos de amistad, y finalmente, cuando te llegan a conocer, comienzan a verte de otra manera, e, incluso, te cogen afecto; para algunos sigues teniendo un “defecto”, pero te toleran.

Cuéntanos algo sobre tus exposiciones como artista plástico y tus criterios sobre las artes visuales en Cuba.

En Cuba hice dos exposiciones personales que no tuvieron gran repercusión, y no tengo el conocimiento suficiente para hablarte con propiedad sobre las artes visuales en Cuba, porque por un tiempo me alejé de todo para realizar una obra muy personal; yo trabajo al margen del circuito del arte, nunca fui de ir a galerías; poco antes de partir de Cuba y luego de participar de la #00bienal de La Habana fue que comencé a visitar algunas exposiciones. Considero que mi mejor momento lo tuve con la posibilidad de participar en esa Bienal independiente, donde de algún modo mi trabajo tuvo más visibilidad internacional, y ahora muchas personas fuera de Cuba ya saben que Nonardo Perea existe.

¿Cómo te vinculas a la realización de audiovisuales?

Lo hice de manera empírica. Comencé con mi amigo Efraín Galindo, un joven realizador; él me comenzó a utilizar como actor en sus cortos, y al tiempo de haber trabajado con él decidí hacer mis propios audiovisuales, porque me fascina la imagen, e incluso puedo asegurarte que la prefiero a la literatura. Para mí es muy complicado escribir, lo sufro; tampoco el audiovisual es fácil, y más cuando prácticamente me encargo de todo el proceso creativo: hago la cámara, escribo el guion y luego edito, pero casi siempre me satisface mucho el resultado, porque la imagen tiene mucho poder.

Pocos saben que eres el autor y modelo en la foto que aparece en la portada del libro de cuentos de Frank Padrón El secreto demonio de los Ángeles. ¿Te interesa la realización de portadas de libros?

Esa imagen llegó al libro gracias a mi amiga María Matienzo. Ella por ese entonces estaba trabajando de editora en Letras Cubanas y propuso mi imagen, lo cual fue para mí una grata sorpresa. Luego, algunas escritoras y escritores han usado mis imágenes en sus cubiertas de libros y, de igual modo, en mis tres libros publicados me he tomado la libertad de exponer mis obras. Sí, la realización de portadas para cubiertas de libros me interesa mucho, además de dar a conocer mi trabajo, es algo que disfruto en lo personal, porque al fin y al cabo trabajo para eso, para mostrar lo que hago.

El recibir el premio de novela de un concurso convocado por la embajada checa en Cuba te permitió viajar a Praga. ¿Qué te aportó el viaje, el encuentro con otro modelo sociopolítico?

Viajé a República Checa no por el premio, dio la casualidad de que coincidió con que yo había sido invitado a un taller de videoactivismo en Praga, y gracias a los organizadores del curso se consiguió hacer una magnífica presentación de la novela, que estuvo a cargo del dramaturgo y escritor español David Llorente Oller. Era la tercera vez que viajaba a Praga, una ciudad que deslumbra por su belleza y de la que me enamoré desde el primer momento. Fue un deslumbramiento en todos los sentidos.

También estuviste en Colombia. ¿Cómo fue tu experiencia allí?

Estuve en Medellín en octubre del año 2018, allí tuve la oportunidad de pasar por la universidad EAFIT durante una semana, recibiendo clases de periodismo, luego hice una pasantía en el periódico El Colombiano, y es una experiencia que no quiero recordar, porque hubo problemas con mi perfil, y no me pusieron en el sitio correcto; a mí me interesaba escribir sobre el movimiento LGBTI en Colombia, investigar sobre cómo funciona esa comunidad, y su lucha por los derechos individuales de las personas trans, pero no pude abordar esos temas porque, según me dijeron, era una temática algo delicada para el periódico. Al final conseguí hacer dos trabajos que nada tenían que ver con lo que me interesaba, e intenté hacerlos lo mejor posible, pero lamento decir que no fue una experiencia agradable, sobre todo porque la jefa de redacción desde un principio no parecía sentirse cómoda con mi presencia y de cierto modo su postura afectó mi rendimiento.

Los últimos años que viviste en Cuba fueron complicados. Cuenta lo que quieras al respecto.

Luego de la #00Bienal comencé a ser acosado por la Seguridad del Estado. Recibí tres citaciones y en cada una de ellas me amenazaban con encarcelarme si continuaba vinculado al movimiento de San Isidro, Museo de la Disidencia en Cuba. Me hicieron firmar una carta de advertencia por escándalo público, sin que hubiese escándalo alguno. La última citación y la más intimidante fue el 23 de febrero de 2019. Llegaron a mi vivienda para convocarme ese día a otra entrevista en la misma estación de policía. Estando allí tomaron mis huellas dactilares porque por las inmediaciones de mi casa habían pintado unos carteles en contra del voto en el Referéndum Constitucional, y según ellos yo podía estar vinculado a esos carteles, también recibí amenazas por postear en mi perfil personal de Facebook obras que criticaban el Decreto 349 y por continuar unido al grupo de San Isidro. Luego me subieron a un auto con cristales oscuros en el que fui encapuchado y obligado a meter la cabeza entre las piernas. En el trayecto del viaje, que duró unos veinte minutos, comenzaron a insinuar que me trasladarían a Villa Marista o el Combinado del Este, dos cárceles cubanas, la una es adonde trasladan a los presos políticos, y la otra, a los presos comunes. En ese período me sentí muy mal de los nervios, porque nunca había vivido una experiencia tan traumática y que me causó una gran ansiedad por el terror a lo que podría ocurrirme.

«Pose». Foto: Nonardo Perea.

Recuerdo que me llevaron a una casa alejada de la ciudad, para “conversar”. Al llegar me hicieron abrir la puerta con una de mis manos, lo que generó en mí un ataque de pánico, porque recién habían tomado mis huellas, y al momento comprendí que lo que deseaban era incriminarme en algún delito común para así poder ponerme bajo arresto.

Cuando consiguieron calmarme, me condujeron a una habitación y me brindaron comida, luego me hicieron miles de preguntas y me dijeron que si colaboraba todo iba a ser diferente para mí, solo tendría que informar de las acciones del movimiento de San Isidro. Me hicieron firmar una carta donde me comprometía a colaborar, y que, de no hacerlo, no me dejarían viajar y arremeterían contra mí con todo el peso de la ley. Me hicieron muchas preguntas, donde averiguaron cuales eran mis enfermedades y las de mi madre, cuáles mis comidas favoritas, cuándo había sido mi primera relación sexual y si la había disfrutado. Me dijeron que me harían pasar un curso que me ayudaría a controlar mis emociones, e insinuaron que mi pareja podría estar siéndome infiel.

Luego de mentir y acceder a su petición de colaborar con ellos, recibí un número telefónico para contactarlos. Yo estaba por volar a Praga, a mi curso de vídeo periodismo convocado por PIN y me pidieron filmar o grabar todas las clases y anotar los nombres de todos mis contactos en República Checa y entregarles toda esa información a mi regreso y también mi laptop, porque estaban interesados en revisarla.

El secuestro duró cinco horas. En citas anteriores ya había recibido amenazas de que me aplicarían multas e incluso me mandarían a la cárcel, haciéndome saber todo el tiempo que cada vez las represalias serían más fuertes.

Al decidir quedarte en España, dejas atrás a René Rodríguez, tu pareja por varios años. Supongo que fue una decisión difícil. ¿Cómo era y cómo sigue siendo tu relación con él?

Para mí, tomar la decisión de exiliarme ha sido dura, primero porque en Cuba he dejado a mi madre, a René, mi pareja desde hace 8 años, y esto ha sido muy doloroso para mí, porque él fue y es la persona que siempre he creído que es el amor de mi vida, aunque suene cursi. Él y yo hemos aprendido a soportarnos el uno al otro y ahora mismo no sé cuándo podremos volver a vernos, pero pienso que yo no tenía otra salida, era evidente que ya no podía regresar, tenía que renunciar a todo eso por mi libertad y mis convicciones, no iba a caer en ese juego de estar colaborando con esbirros, delatando a las personas que quiero y admiro, que luchan por el bien de Cuba y porque el futuro sea diferente.

En la cama con Nonardo ha sido un proyecto con diversas lecturas, desde el aplauso a la censura de tu canal de YouTube. ¿Qué buscas con estos audiovisuales? ¿Cómo surgió y se desarrolló esta idea?

En la cama con Nonardo surge a raíz de mi último curso recibido en Praga en el mes de marzo, en el que conté con la posibilidad de conocer y recibir clases de la youtuber Irantzu Varela, una empresaria, periodista y militante feminista española, coordinadora de Faktoría Lila, además de una de sus fundadoras; ella también es presentadora de “El Tornillo”, microespacio feminista de La Tuerka, y colaboradora del periódico digital Píkara Magazine, en la sección “Aló Irantzu”. Su trabajo me llamó mucho la atención y me sirvió de inspiración para crear este espacio personal en el que trabajo desde la individualidad como artista y abordo las temáticas que más me interesan, como lo son el feminismo, los temas LGTBIQ y la sexualidad, tratados con humor e ironía. Como era de esperar, fui censurado por el canal cuando abordé en un programa el tema del sadomasoquismo. Retiraron el material porque no cumplía con las normas establecidas, pero ya está corregido y se puede ver.

«Abandonado». Foto: Nonardo Perea.

Gay, travesti, transexual. ¿Cómo te definirías?

Soy una persona que no tiene problemas con su sexualidad. Me gustan los hombres y no me causa ningún trauma tener pene. Disfruto vestirme de mujer para realizar trabajos audiovisuales, pienso que soy una persona andrógina y punto.

¿Qué tal te ha acogido España? ¿Qué proyectos te ocupan ahora?

Agradezco inmensamente encontrarme en España, porque a pesar de la distancia que me separa de los míos y de la tristeza que a veces lo embarga a uno, me siento como en casa; en ningún momento he recibido rechazo por ser un extranjero y las personas por lo general son muy amables; en las calles se respira una libertad que es la primera vez que consigo experimentar. Continuaré trabajando para mi canal de YouTube y ahora mismo estoy ayudando en un voluntariado en COGAM (colectivo LGTB+ de Madrid), con motivo de las actividades por el Orgullo Gay. He conocido personas muy interesantes, y quiero continuar creando hasta el final de mis días.

Supongamos que escribo un guion cinematográfico basado en tu vida tal y como Los Javis quieren hacer con Cristina Ortiz, La Veneno, ¿cuál sería el final perfecto?

No creo que existan los finales perfectos, porque al final la muerte siempre acaba con todo. Nunca he sido fan de la perfección, sí me gustan las cosas correctas, pero no creo que nada sea perfecto, mucho menos en mi vida, en la cual siempre he estado impulsado por la improvisación. Ahora mismo me has dejado cavilando, realmente tengo que pensar en ese final, que claramente no terminará en muerte. Quiero un final feliz y esperanzador.

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