Esa mujer que pasa
En voz de la autora el poema "Esa mujer que pasa", del libro Espigas de silencio (Ediciones Deslinde, Madrid, 2021), incluido en la antología Más allá del miedo es mi casa "Mujeres poetas contra la violencia" (Ediciones Deslinde, Madrid, 2021), una selección de Ivonne Sánchez-Barea e Ileana Álvarez, con prólogo de Milena Rodríguez Gutiérrez.
VIVIAN DULCE VILA MORERA nació en Florida, Camagüey, Cuba, en 1956. Poeta, narradora e investigadora sociocultural. Licenciada en Literatura y Español en Educación Superior. Máster en Cultura Latinoamericana. Dirigió por muchos años el Departamento de Investigaciones Socioculturales de la Dirección de Cultura de la provincia Ciego de Ávila y el Centro de Investigaciones Culturales "Enrique Sosa", realizando a la par estudios de rescates de tradiciones culturales y transmisión oral. Entre sus libros publicados se hallan los poemarios La cierva imagina alas a sus costados (Ediciones Fidelia, Ciego de Ávila, 1991), Jeremías aún canta (Ediciones Ávila, 2001), A espaldas de Dios (Ed. Ávila, 2004), y la Antología de la poesía cósmica de Vivian Vila Morera (Frente de Afirmación Hispanista A.C., México, 2005); la novela juvenil Mayet y el planeta azul (Ed. Ávila, 2008) y Espigas de silencio (Ediciones Deslinde, 2021), una selección de su poesía inédita. Aparece en Antología de la poesía cósmica cubana (Frente de Afirmación Hispanista, A.C., México, 2001).
Esa mujer que pasa
Esa mujer que pasa peregrina del aire
lleva un velo transparente sobre el rostro,
camina como si escuchase un concierto de violines
o el remoto gemir de una flauta.
No sabe que sus hijos hace siglos están muertos.
Sobre su vientre seducen madejas violetas
que se deshacen en apretados nudos.
Esa mujer que pasa sobre filos rojos deja que miren
la espina que late al fondo de sus entrañas.
No sabe que pasa diluida en la brisa,
quiebra la luz que emana de los astros,
funde los metales.
No sabe que es un pájaro vencido,
un vino destilado,
un corazón que pesa sobre las sombras.
Sacude con violencia su melena de vidrio,
casi arrullada, vestida por la muerte, sin piel se
desangra.
¡Ah!, dónde está el ángel que puede mostrarle
los tintes de los astros, los reflejos del agua.
Sería otra mujer vidente entre las sombras
con sangre en el cuerpo y la mirada,
cargada de lirios macerados.
¿A dónde irás misionera de constelaciones?
¿Dónde dejaste la piel de tu cuerpo?
Si aún clamas entre rejas,
con los ojos vueltos a la noche sin parques,
un nuevo comienzo.
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