Poesía mexicana | Dos poemas de Sor Juana Inés de la Cruz
Sor Juana Inés de la Cruz abogó con su poesía, y con el ejemplo de su propia vida, por la igualdad de los sexos y el derecho de la mujer a estudiar.
Quéjase de la suerte
¿En perseguirme, mundo, qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando solo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas,
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi entendimiento
que no mi entendimiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que vencida
es despojo civil de las edades
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor en mis verdades
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.
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Procura desmentir los elogios
Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
este en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido:
es un vano artificio del cuidado;
es una flor al viento delicada;
es un resguardo inútil para el hado;
es una necia diligencia errada;
es un afán caduco, y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
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La poesía de Sor Juana Inés de la Cruz sorprende no solo por su calidad formal y la gracia de su estilo, sino también porque en ella la mujer se libera de su rol subordinado al hombre para hablar sobre sus experiencias amorosas. Algo que, por otra parte, resulta paradójico al ser la autora una religiosa consagrada a la vida monástica.
En obras como Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691), Sor Juana abogó por la igualdad de los sexos y el derecho de las mujeres a estudiar, por lo que algunos investigadores la llaman “la primera feminista en el Nuevo Mundo”. Otros, como el académico Antonio Alatorre, afirman que el término feminista no es adecuado para describirla, aunque la reconocen como “pionera indiscutible (por lo menos en el mundo hispanohablante) del movimiento moderno de liberación femenina”.
Acompaña estos poemas de Sor Juana Inés de la Cruz un fragmento de María Magdalena Penitente (ca. 1640), de Artemisia Gentileschi. La pintura de Artemisia, influida por el estilo de Caravaggio, se distingue tanto por la intensidad dramática en el uso del claroscuro, como por la recurrencia de temas históricos y religiosos donde sobresalen, con inusual vigor, las figuras femeninas.
Abusada sexualmente a los 18 años, Artemisia superó el estigma de la violación y se impuso como artista en una sociedad dominada por los hombres. Su vida personal, la ruptura con los estereotipos de género que imperaban en su tiempo, y la fuerza expresiva de obras como Susana y los viejos (1610) o Judit decapitando a Holofernes (1620), han despertado el interés de la crítica moderna, que ha visto en ella “una adelantada al feminismo”.
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