Hedy Lamarr, entre el arte y la ciencia (segunda parte y final)
“La peculiar actriz y científica Hedy Lamarr marcó su época y la nuestra, y es, sin duda, una mujer trascendental del arte y de la ciencia.”
Hedwig Kiesler, que se convirtió luego en la famosa actriz Hedy Lamarr, disfrutó de una formación europea quizás irregular, pero sin duda privilegiada, tanto en artes diversas, en idiomas como en conocimientos especiales de Matemática, Física y Biología. Su matrimonio con el industrial Friedrich Mandl le permitió aprender mucho sobre fabricación de armamentos y su tecnología.
Tal vez una muestra deliciosa del talento de Lamarr está en una de sus frases ingeniosas: “Cualquier mujer puede ser glamorosa. Solo tiene que estar en silencio y poner cara de estúpida”.
Al huir de un marido asfixiante, su experiencia como actriz de cine y su habilidad para gestionarse un contrato la llevaron a trabajar con la Metro Goldwyn Mayer. Al año de haber huido de Viena filmó en Hollywood un primer filme, Argel (1938), compartido con Charles Boyer, que era ya un destacado actor tanto del cine francés como del norteamericano. Ese debut en Estados Unidos la convirtió de inmediato en una estrella.
La extensa carrera de Hedy Lamarr en Hollywood
Argel obtuvo varios premios Oscar y fue exitosa en taquilla. Tenía un guion del prestigioso John Howard Lawson y estaba dirigida por Thomas Cromwell, ambos víctimas luego del macartismo. La película era un remake del intenso filme francés Pepe le Moko, protagonizado por el genial Jean Gabin. La Metro Goldwy Mayer no solo compró los derechos de esta película, sino que también procuró, infructuosamente, hacer desaparecer el original francés.
Cromwell no apreció el desempeño de Hedy Lamar, sobre cuyo talento como actriz se expresó de manera negativa. La película, sin embargo, sentó bases que fueron luego fuente de inspiración para otras obras, como la archifamosa Casablanca, dirigida por Michael Curtiz. Incluso antes que en Ingrid Bergman, se pensó en Lamarr para el personaje de Ilse Lund en Casablanca. El asunto es que ella rechazó el papel. Y lo hizo por razones que tuvieron que ver con su sorprendente talento, como se verá más adelante.
Pero más allá de las críticas de Thomas Cromwell, vale la pena señalar que Lamarr filmó con varios de los más famosos actores de Hollywood, como el mencionado Charles Boyer, Clark Gable, James Stewart (quien en una entrevista destacó el profesionalismo de la actriz y su capacidad para memorizar exactamente su guion; pero también la calificó como “una verdadera dama”), Spencer Tracy, Walter Pidgeon, William Powell, Paul Henreid, Peter Lorre, Robert Taylor, Oscar Homolka (nominado al Oscar), así como otros actores de relieve, como Russ Tamblyn (también nominado al Oscar) y el prestigioso actor de teatro y cine de origen cubano Pedro de Córdoba. Las críticas de Cromwell a la capacidad actoral de Lamarr no son, pues, coherentes con el prestigio de los actores con quienes compartió el set.
Entre los directores que la dirigieron estuvieron algunos tan respetados como Victor Fleming, el director de Lo que el viento se llevó; Jack Conway, cuya cinta Viva Villa le mereció una mención especial en el festival de Venecia; Norman McLeod, reputado como uno de los grandes directores de comedia; y Edgar C. Ulmer, quien se formó y colaboró con Robert Wiene, Paul Wegener, Fritz Lang y otros grandes, y cuyo trabajo de dirección fue elogiado por Truffaut y Godard; así como el cineasta franco-suizo Marc Allégret, descubridor de actores luego famosos como Michele Morgan, Jean Paul Belmondo, Gérard Philippe, Louis Jourdan y Roger Vadim.
“Su relevante carrera en el cine se extendió hasta 1958 y tiene, con justicia, su propia estrella en el Paseo de la Fama en Hollywood.”
Obviamente, Allégret, experto en dirección de actores, no tuvo sobre Lamarr el mismo criterio negativo que Cromwell. Como no lo tuvieron Jean Negulesco y Richard Thorpe, otros dos grandes directores que trabajaron con Lamarr, cada uno con su estrella en el Paseo de la Fama en Hollywood. Otros muy prestigiosos directores que trabajaron ella fueron Clarence Brown, W. Van Dyke, Irving Allen, Robert Stevenson y John Farrow, todos nominados o ganadores de los premios Oscar; Cecil B. de Mille, varias veces nominado y ganador del Oscar, así como del Globo de Oro y del Festival de Cannes; y King Vidor, nominado cinco veces al Oscar y ganador de uno por el conjunto de su obra.
King Vidor, por cierto, tenía una sólida cultura, que incluía la literatura, la filosofía y las artes plásticas, y fue justamente considerado como “un cineasta total” por su talento orgánico. Él dirigió a Hedy Lamarr en Camarada X, un filme que, de paso, también tuvo dos nominaciones al Oscar. Lamarr actuó, además, en Fruto dorado, con otras dos nominaciones al Oscar.
Con el talentoso Joseph Lewis filmó Mujer sin pasaporte, donde el director, en esta cinta curiosamente vinculada a Cuba, trabajó con osadas estructuras narrativas: ambiente antillano, realismo de la violencia, aventuras (avión, aterrizajes forzados, fugas) y asfixiante ambiente sicológico. Pero su mayor éxito comercial, aparte de Éxtasis, fue como coprotagonista en Sansón y Dalila (1949), dirigida por DeMille. Debe destacarse que la actriz rechazó dos papeles en cintas que hoy figuran en la historia del cine: Luz de gas y Casablanca.
Su relevante carrera en el cine se extendió hasta 1958 y tiene, con justicia, su propia estrella en el Paseo de la Fama en Hollywood. De modo que no puede decirse que la trayectoria de Lamarr esté asociada a nombres mediocres del séptimo arte. Y si hubiera sido, como pensaba Thomas Cromwell, una simple belleza fotogénica, a la manera de María Montez, no hubiera visto su nombre ligado a grandes figuras del séptimo arte.
Hedy Lamarr y su sistema secreto de comunicación
Cierto día, en los comienzos de la década del cuarenta, Hedy Lamarr estaba tocando el piano con su amigo, el talentoso compositor norteamericano George Antheil, cuando la actriz tuvo una idea extraordinaria.
Antheil era un hombre de gran cultura. Había completado su formación musical en París, y allí había frecuentado a personalidades tan notables como James Joyce, Ezra Pound, Ernest Hemingway, Man Ray, Fernand Léger, Eric Satie y Pablo Picasso. Fue un compositor inicialmente muy influido por el dadaísmo y alcanzó fama en Europa por Ballet Mecánico, una obra ligada al futurismo y caracterizada por el empleo de la percusión en formas diversas, la incorporación de timbres eléctricos y el sonido de hélices de aviación. Tras su éxito en Europa, había regresado a los Estados Unidos, donde continuó su carrera como compositor y escribió para Hollywood las bandas sonoras de varios filmes.
Su amistad y colaboración con Lamarr, e incluso el hecho de que en privado tocase el piano a cuatro manos con ella, apunta una vez más que la actriz no era para nada una simple cara bonita, sino, al contrario, una mujer de personalidad y amplia cultura.
Durante aquella interpretación de ambos, Lamarr comenzó a repetir las notas que Antheil ejecutaba, introduciendo determinadas variaciones (algo que, por lo demás, es común en la música), básicamente un cambio de frecuencia. De pronto, la actriz se percató de que esas variaciones podrían servir, en el contexto del diseño de armamentos, para despistar a los submarinos alemanes, que en ese momento estaban ocasionando graves pérdidas a los barcos aliados al interferir con los torpedos norteamericanos. Fue una situación parecida al Eureka de Arquímides.
Lamarr le comentó su idea repentina a Antheil y, entusiasmados, empezaron a trabajar juntos en ese proyecto. Así fue como se inventó lo que hoy se conoce como espectro ensanchado, debido en primer lugar a los conocimientos en Física y Matemática de Hedy Lamarr; conocimientos que Antheil, su colaborador, no tenía. Pero, también, a su ya referida experiencia en la industria armamentística. Aquella primera versión del espectro ensanchado fue la base para las comunicaciones inalámbricas de largas distancias y, por ello, el punto de partida para los actuales teléfonos celulares y el Bluetooth.
“Cuando la actriz le propuso a la armada norteamericana su invento, la respuesta oficial que recibió estuvo marcada por los prejuicios machistas.”
En los años de la Segunda Guerra Mundial, las grandes potencias en pugna buscaban ansiosamente una tecnología que les permitiera mejorar sustancialmente la detección o, viceversa, la no detección de torpedos. Las investigaciones para mejorar los radares se intensificaron. Pero la solución a este problema tecnológico no vino de la mano de científicos e investigadores convencionales, sino a través del genio creativo de una actriz, y fue justamente esa idea que se le ocurrió a Hedy Lamarr mientras tocaba el piano con George Antheil: eso que hoy se denomina espectro ensanchado.
El espectro ensanchado por saltos de frecuencia es una tecnología que permite enviar la información segmentándola en pequeños bloques, cada uno de los cuales se transmite durante un breve intervalo de tiempo y con una frecuencia distinta. Es prácticamente imposible para un escucha externo detectar y mucho menos descifrar esa información. La primera patente de esa tecnología, por asombroso que parezca, pertenece a Hedy Lamarr y a su colaborador George Antheil. Tiene fecha del 11 de agosto de 1942, y el invento se llamaba Secret Communication System: sistema secreto de comunicación.
Lamarr estaba muy al tanto de los problemas en las comunicaciones cifradas para uso militar, pues, como ya se ha mencionado aquí, forzada por su celoso marido, el empresario Mandl, habían asistido a reuniones empresariales sobre los armamentos que él diseñaba y vendía a las potencias del Eje, e incluso había conocido a Hitler y a Mussolini. Por eso, el sistema de guía de misiles por medio de radiofrecuencias que ideó era un enorme paso de avance, cuya implementación permitía hundir los sofisticados submarinos alemanes e impedir que el enemigo detectara la frecuencia con que se guiaban los misiles de los aliados, algo que hasta entonces era imposible.
La genial idea de Lamarr, que consistía en cambiar continuamente la frecuencia de radio para controlar un torpedo, fue fundacional, y en 1942 se le otorgó la patente (firmada con su nombre de casada, Hedy Kiesler Markey), codificada como USPTO No. 2292387. Sin embargo, cuando la actriz le propuso a la armada norteamericana su invento, la respuesta oficial que recibió estuvo marcada por los prejuicios machistas y los esquemas: rechazaron sin más el invento.
“Una veintena de años después de otorgada la patente, el gobierno norteamericano reconsideró y comprendió el valor estratégico del invento de Lamarr.”
Pero Lamarr no iba a darse por vencida fácilmente y logró una entrevista en Washington con una comisión de altos oficiales navales para fundamentar su invento. La cita, al parecer, coincidió con la propuesta de que protagonizara Casablanca. El éxito de Argel explica que ella fuera la primera opción, antes que Ingrid Bergman. Pero Lamarr estaba segura de que su patente imprimiría un cambio en la contienda bélica, y eso era para ella más importante. Así que rechazó lo que hubiera sido un gran impulso a su carrera, como lo fue para la actriz sueca.
En Washington, los oficiales que se reunieron con ella la trataron con un machismo despiadado. No podían admitir que una actriz hubiera inventado una tecnología eficiente. Consideraron que Lamarr no tenía reputación como inventora, aun cuando le hubieran aprobado su solicitud de patente. Además, no entendieron la explicación tecnológica en sus detalles. Operó en ellos un prejuicio enorme contra esa mujer excepcional y llegaron a la suprema estupidez de decirle que, siendo una bella actriz, si quería ayudar a los esfuerzos bélicos contra el nazismo lo mejor era que vendiera bonos para la guerra.
Fue un tratamiento humillante. Pero hay que señalar que Lamarr tenía una voluntad tan grande de luchar contra el nazismo, que se tragó su orgullo y, efectivamente, vendió bonos de guerra. Y no volvió a ocuparse de su patente.
No fue hasta la década del sesenta que su idea fue de nuevo analizada. Eran los tiempos de la Crisis de Octubre y las violentas tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética a propósitos de Cuba y los armamentos comunistas situados allí. Ante la gravedad de la situación, se revisaron una serie de innovaciones tecnológicas para armamentos. Así, una veintena de años después de otorgada la patente, y con un apremio mayor, el gobierno norteamericano reconsideró y comprendió el valor estratégico del invento de Lamarr. Y lo llevaron a la práctica.
Reconocimiento tardío de Hedy Lamarr como inventora
Quiero señalar un detalle mezquino: la patente había caducado y Lamarr nunca se ocupó de renovarla. De modo que su aporte trascendental fue llevado a vías de hecho y a ella no le pagaron ni un centavo. Hay que agregar que la actriz, ni por este aporte tecnológico ni por ningún otro de los que diseñó, recibió pago alguno. El redescubrimiento y la aplicación exitosa de su invento por la marina norteamericana la consagraron como un verdadero talento en la investigación y diseño de tecnologías. Y, aunque tardíamente, fueron reconocidos su aporte y su talento, incluyendo su nombre, con justicia, en el National Inventors Hall of Fame, una verdadera consagración de Lamarr como figura científica.
Con el paso del tiempo, la importancia de esta contribución de Lamarr no ha hecho sino aumentar, pues su invento es la base imprescindible para otros desarrollos tecnológicos que han transformado el mundo, como el WiFi y el Bluetooth.
Lamarr no tuvo, como he hecho evidente aquí, una formación académica tradicional. Ella fue autodidacta, lo cual destaca más todavía su talento. El “sistema secreto de comunicación” que ideó en 1942 no fue su único invento. Tuvo una verdadera vocación por el diseño tecnológico, así que además creó, por ejemplo, un semáforo mejorado, e incluso un collar luminiscente para mascotas.
“Su invento es la base imprescindible para otros desarrollos tecnológicos que han transformado el mundo, como el WiFi y el Bluetooth.”
Otras incursiones suyas en la innovación fueron muy especiales. Aunque casi nadie conocía ese talento suyo, el famosísimo magnate de la aviación y el cine norteamericanos, Howard Hughes sí estaba enterado. Autodidacta como ella, aviador, empresario, cineasta y magnate, fue un reconocido innovador de la aviación y respaldó grandes aportes en el diseño de aviones. A él se deben, por ejemplo, la construcción del Hughes H-1 y del hidroavión Hughes H-4 Hércules.
Ambos tuvieron una relación sentimental. Con muchos puntos en común, él le pidió colaboración a Lamarr y ella le propuso que cambiara el diseño de sus aviones, trabajando una línea más aerodinámica. Su propuesta, que Hughes atendió, se inspiraba en la anatomía de las aves y los peces más rápidos. Lamarr comentó en una entrevista que Hughes puso su equipo de científicos e ingenieros a su disposición.
Una mujer trascendental del arte y de la ciencia
La peculiar actriz y científica recibió diversos premios por su trayectoria. Ya a partir de su primer filme, Argel, fue nominada como la “nueva actriz más prometedora” de 1938 en una encuesta del diario Philadelphia Record. En Gran Bretaña la eligieron como la décima mejor actriz del año por su actuación en Sansón y Dalila.
También fue reconocida como científica. Le otorgaron una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood en 1960. Su país natal, Austria, le otorgó la Medalla Viktor Kaplan de la Asociación Austriaca de Titulares de Patentes e Inventores. En 1997, Lamarr y Antheil merecieron el Premio Pioneer de la Electronic Frontier Foundation. Lamarr fue además la primera mujer en recibir el Premio BULBIE Gnass Spirit of Achievement de la Convención de Invención, conocido como “Oscars of inventing”.
En 2013 se instaló un telescopio cuántico en el techo de la Universidad de Viena, al que bautizaron en su honor en 2014. Sus cenizas fueron trasladadas a un panteón de honor en el Cementerio Central de Viena, cerca del panteón de los presidentes austriacos. Por último, en una metafórica y merecida consagración de la estrella, el 27 de agosto de 2019, un asteroide recibió su nombre: 32730 Lamarr. Ella marcó su época y la nuestra. Y aunque paradójicamente nunca ha recibido el reconocimiento oficial de ningún grupo feminista, es, sin duda, una mujer trascendental del arte y de la ciencia.
▶ Vuela con nosotras
Nuestro proyecto, incluyendo el Observatorio de Género de Alas Tensas (OGAT), y contenidos como este, son el resultado del esfuerzo de muchas personas. Trabajamos de manera independiente en la búsqueda de la verdad, por la igualdad y la justicia social, por la denuncia y la prevención contra toda forma de violencia de género y otras opresiones. Todos nuestros contenidos son de acceso libre y gratuito en Internet. Necesitamos apoyo para poder continuar. Ayúdanos a mantener el vuelo, colabora con una pequeña donación haciendo clic aquí.
(Para cualquier propuesta, sugerencia u otro tipo de colaboración, escríbenos a: contacto@alastensas.com)
Responder