Entrevista | Joel Franz Rosell: “Soy un escritor lento, minucioso, a menudo insatisfecho”
Joel Franz Rosell: “Las sociedades que aspiran a tener ciudadanos conscientes y no solo consumidores pasivos, saben que la lectura desarrolla el cerebro y el espíritu crítico.”

Joel Franz Rosell, nacido en Cuba en 1954, es un destacado escritor de literatura para niños y jóvenes, pero también traductor, crítico e ilustrador de libros. De formación filólogo, graduado de dicha especialidad en la Universidad Central de Las Villas, Cuba, y en la Sorbona, Francia, ha ejercido también como docente, bibliotecario y periodista. Su obra ha sido publicada en una docena de países, en particular en Cuba, Colombia, Brasil, México, España y Francia, tanto en español como en portugués, gallego, vasco, italiano, inglés, francés, chino, catalán, coreano y japonés; en fin un autor muy traducido y de amplia y reconocida labor creativa.
Su obra narrativa es muy relevante, tanto cuentos como novelas. Se le deben cerca de cuarenta títulos, así como un interesante trabajo como ilustrador. Ha publicado más de 200 artículos y ensayos en diarios, revistas y publicaciones electrónicas de Alemania, Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, México, Suecia, Panamá y China. Su obra se ha caracterizado por su vuelo imaginativo, su sentido del humor y su incansable fantasía, así como por su interés en la narración detectivesca para niños y adolescentes.
Es, sin duda, un escritor con un alto sentido de su labor creativa, concentrado en sus objetivos literarios y una perpetua autoexigencia. Pocos escritores cubanos han sido tan traducidos y difundidos como Rosell. Ha sido merecedor de reconocimientos diversos; entre otros, en dos ocasiones el prestigioso The White Ravens (a los mejores libros infantiles publicados en el mundo) de la Biblioteca Internacional de la Juventud (Alemania); el premio Avelino Hernández de Novela Juvenil (España), así como en Francia el Premio de la Ville de Cherbourg. En Cuba obtuvo en ocho ocasiones el Premio La Rosa Blanca, que se otorga a los mejores libros para niños y jóvenes publicados cada año. Ha participado en cuatro congresos de la Organización Internacional del Libro Infantil (IBBY) y en numerosas ferias del libro en Europa y América Latina.
Sus obras de ficción han sido adaptadas a la radio, la televisión, la historieta, el teatro, la narración oral y la fotonovela. Es, pues, un autor con un extenso registro creativo y una versatilidad muy personal. Y asimismo un inteligente conocedor de la producción literaria contemporánea. Un autor que vale la pena escuchar y leer.
Ha residido en Brasil, Dinamarca, Francia, Argentina y España.
Un proceso de revisión constante
¿Cuál es tu modo de creación, cómo escribes?
Mi carrera es muy larga y por lo tanto mi modo de creación ha evolucionado bastante. No voy a detenerme en mis tiempos de creación ingenua, cuando escribía en cualquier condición y sobre cualquier cosa, sin documentarme ni revisar; lo que me permitió completar, entre los 13 y los 20 años, más de cincuenta novelas (todas impublicables; conservo algunas que lo confirman). En la época de mis dos primeros títulos (El secreto del colmillo colgante. Gente Nueva. La Habana, 1983 y De mis primeros lejanos tiempos la lechuza me contó. Editorial Oriente. Santiago de Cuba, 1987) ya padecía una obsesión perfeccionista que me hace pulir la prosa (corrijo incluso ejemplares ya impresos) y explorar variantes.
Ninguna nueva edición de mis libros es idéntica a la anterior y a veces son tantas las diferencias que he debido cambiar el título y, en algún caso, hasta el género. Así es, por ejemplo, en Las aventuras de Rosa de los Vientos y Juan/Perico el de los Palotes (sendas ediciones, española y cubana, de 1996 y una, argentina, en 2004) que en su actual versión, ampliada y corregida, se titula Los aventureros de la cometa (Panamericana. Bogotá, 2020). Por su parte, El secreto del colmillo dorado (Hillman. Bogotá, 2013) presenta más cambios de enfoque, personajes y trama que de forma, respecto a El secreto del colmillo colgante, estrenado treinta años antes.
“Soy un escritor lento, minucioso, a menudo insatisfecho… pero no por falta de ideas sino más bien por todo lo contrario.”
Los cuentos del mago y el mago del cuento (Ediciones de la Torre. Madrid, 1995) no es solo la versión definitiva de Era uma vez um joven mago (Editora Moderna. São Paulo, 1991) sino que marca el comienzo de mi madurez creativa y es la matriz de títulos nuevos: uno de sus cuentos creció hasta convertirse en novela, otro se transformó en un cuento más complejo (que además ilustré) y dos más han aparecido como álbumes en varias editoriales y lenguas.
En realidad, soy un escritor lento, minucioso, a menudo insatisfecho… pero no por falta de ideas sino más bien por todo lo contrario. Tengo tramas (algunas completas) que se atropellan (como las penas del famoso bolero) desde hace décadas sin que acaben de completar un libro. En algunos casos hasta he publicado algún capítulo, mientras continúo acumulando fragmentos, nombres de personajes, alguna descripción o diálogo. Dos de mis libros acabé por escribirlos de esa manera, pero es mucho más lo que continúa en estado de proyecto.
En general, trabajo en círculos concéntricos: veo películas, acudo a exposiciones, escucho música, colecciono objetos y leo libros del mismo tema, estilo o ambiente de la obra que me obsesiona.

Desafíos de la literatura para niños y jóvenes
Eres uno de los autores más constantes y prolíficos de Cuba, y te has hecho de una merecida reputación literaria en otros países. Me gustaría que compartieras con nuestros lectores tu percepción personal sobre la literatura para niños y jóvenes, en particular acerca de sus desafíos contemporáneos, sus transformaciones recientes y el debate entre quienes defienden la pervivencia de una fantasía que se hunde en la noche de los tiempos, y quienes consideran que los lectores de esas edades ya se interesan preferentemente por los temas relacionados con la tecnología del presente y el futuro.
Cuando hablas de interés por las nuevas tecnologías, supongo que te refieres a hardware y software tales como teléfonos celulares, plataformas de juegos, 3D, 5G, Inteligencia Artificial o Realidad Aumentada, y no a su presencia como asunto literario. En realidad, el futurismo, la tecnología y la ciencia-ficción no son los temas más frecuentes en la narrativa infanto-juvenil actual. La influencia de esas tecnologías lo que más ha traído a la narrativa infantil y juvenil es la fantasía épica, el neogótico, los universos híbridos, los superhéroes y otras criaturas y ambientes imaginarios.
Junto con la nueva fantasía, el realismo resiste. Lo cierto es que la literatura infanto-juvenil contemporánea se caracteriza por la diversidad de asuntos, estilos y géneros. Hay lugar para todo: fantasía convencional y fantasía heroica, realismo crudo y realismo-mágico, literatura gótica, distopías, humor, tramas detectivescas e históricas, almibaradas narraciones sobre bailarinas, estereotipados relatos futbolísticos y hasta la polémica dark romance. Trátese de series o de títulos independientes, de novelas o álbumes ilustrados, la producción editorial para niños y adolescentes conoce en la actualidad un desarrollo exponencial en títulos ―que muchas veces tienen una vida efímera― y se prolongan o inspiran en películas, series de televisión, historietas y novelas gráficas, y hasta en videojuegos o redes sociales.
Predomina, por supuesto, la narrativa (novelas y cuentos publicados solos, en forma de álbum ilustrado), seguida por los libros informativos, la historieta y, en mucha menor medida, la poesía y el teatro.
Desde tu experiencia como ilustrador, ¿cuáles son los aciertos y cuáles los riesgos mayores en las tendencias actuales de la ilustración del libro para niños y jóvenes?
Como en el caso de la literatura, la ilustración para niños y jóvenes presenta hoy una enorme diversidad. Si las novelas para mayores de 8 años suelen venir ilustradas en blanco y negro (por consideraciones más económicas que estéticas) en el álbum ilustrado la riqueza pictórica y gráfica es ilimitada. Algo común en ambos casos, y característico de la ilustración contemporánea, es que los dibujos no reproducen servilmente lo que dice el texto, sino que lo enriquecen, lo comentan, lo complementan e incluso lo discuten. La llamada “ilustración afectiva” expresa la libertad de interpretación del artista que, comportándose como coautor, invita al lector a ser ―él también― crítico, subjetivo, creativo.
Los catálogos editoriales de muchos países reúnen hoy impresionantes hornadas de talentos que, aun cuando emplean paletas gráficas y otros recursos electrónicos, están lejos de la falta de alma de las I.A. “creativas”, cuya amenaza sobre la profesión no afecta ―de momento― más que los proyectos editoriales obsesionados por la rentabilidad y sin ambición estética.
Excepción notable de la mencionada diversidad es Estados Unidos, donde los prejuicios ideológicos (el wokismo tanto como su contrario ultraconservador) condenan la oferta a un realismo bastante monótono.
La evolución de Joel Franz Rosell como escritor
Aunque me gustaría mucho, no tengo la posibilidad de preguntarte en esta corta entrevista por las distintas facetas y títulos de tu obra. Te ruego que nos hables de dos temas al menos: tu reiterado interés por la narración policial para los más jóvenes y uno de tus libros más deliciosos, Concierto No. 7 para violín y brujas.
Mi primera gran influencia literaria fue Enid Blyton, autora británica que, entre mediados de los años 1930 y comienzos de los 60, gozó de inmensa popularidad (más de 600 millones de ejemplares en 90 lenguas), en particular con sus series detectivescas juveniles, tan adictivas como estéticamente pobres. Mi primer texto, a los doce años, nació de una idea de la señora Blyton: unas misteriosas huellas en la nieve que trasladé al polvoriento suelo del molino de la calle Colón, en Santa Clara. Aproximadamente un año después, mi primera novela ―corta, pero completa― combinaba recursos blytonianos con la trama de la película francesa La guerra de los botones (Yves Robert, 1962), y personajes y situaciones de mi segundo año de secundaria.
La mayoría de las 54 novelas que escribí en esa etapa tenían tramas detectivescas y cuando, en 1977, decidí optar al premio Ismaelillo de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, me limité a reescribir una de ellas. El premio fue declarado desierto, pero me permitió entrar en contacto con Dora Alonso, la más importante autora cubana del género. Sus consejos y estímulo me permitieron, cuatro años después, obtener una mención en mismo concurso de la UNEAC con El secreto del colmillo colgante, título que inauguró mi bibliografía en 1983.
Yo aspiraba a ofrecer a los niños cubanos su primera serie de novelas de aventuras. Un segundo título, avalado por una mención en el Premio La Edad de Oro, fue contratado por la editorial Oriente en 1984, pero nunca llegó a publicarse. Los procesos editoriales eran extremadamente prolongados por entonces, y al cabo de tres años yo estaba en condiciones de corregir los muchos defectos del manuscrito, que retiré para convertirlo en un “Campamento en Costa Rara”, que estrenó Radio Progreso a fines de 1989, pero tuvo su impresión frustrada por la crisis editorial del llamado Período Especial.
A fines de los 80, cuando estaba a punto de abandonar el país, mi narrativa había evolucionado hacia temas más comprometidos con el ser humano y la sociedad en forma de cuentos que yuxtaponían realidad y fantasía. Reunidos en el que sería mi tercer libro, aparecieron en portugués, en 1991 y, cuatro años después, en su versión definitiva, Los cuentos del mago y el mago del cuento, en España.
“A fines de los 80, cuando estaba a punto de abandonar el país, mi narrativa había evolucionado hacia temas más comprometidos con el ser humano y la sociedad.”
No obstante, mi regreso a la novela detectivesca lo inicié estando aún en Brasil, cuando comprendí que no me dejarían volver a Cuba tan pronto como había imaginado. Mi tesoro te espera en Cuba me devolvió el país perdido, pero a los lectores solo llegó una década después, en versión francesa (Hachette, 2000) y argentina (Sudamericana, 2002). Fue precisamente mientras vivía en Buenos Aires que escribí mi tercera novela detectivesca, Exploradores en el lago (Alfaguara. Madrid, 2009); esta vez con tema ecológico y no político, pues Cuba solo aparece como marco natural despojado de peculiaridades socioeconómicas.
El hecho es que el realismo puro no me interesa. Necesito condimentar la realidad con una intriga intensa, y el enigma es lo que mejor he hallado para eso. Prácticamente todo lo que he escrito con ambiente cubano tiene trama detectivesca. No obstante, el recurso lo he introducido también en relatos fantásticos como Concierto nº 7 para violín y brujas.
Si, como lo sugiere su título, ya había recurrido a personajes feéricos en La tremenda bruja de La Habana Vieja (Barcelona, 2001), en esta segunda novela fantástica mis objetivos fueron más ambiciosos: por la complejidad de la trama, la elaboración de los personajes, la variedad de escenarios y las variaciones de estilo y estructura, Concierto nº 7… narra la historia de un violín encantado que se disputan, durante cuatro siglos y en tres continentes, un clan de brujas y una familia de príncipes. Amor, magia, terror, humor y hasta política se suceden y alternan en los siete capítulos-cuentos. Es uno de mis tres libros preferidos y quizás el de prosa más pulida.

La crisis de la lectura
Se habla insistentemente de una crisis actual de la lectura en las primeras edades. ¿Cuál es tu percepción personal sobre este tema? En tu experiencia como autor literario, como crítico y como promotor de la lectura, ¿cuáles son los desafíos principales para la formación de jóvenes lectores en el presente?
No voy a irme por las ramas: la lectura solo tiene problemas en países donde los adultos no leen y donde el Estado no garantiza las condiciones indispensables a industria tan peculiar como es la edición/comercio del libro.
No hay duda de que la competencia que le hacen hoy a la lectura los teléfonos celulares, las redes sociales, los seriales y videojuegos es mucho mayor, omnipresente y cronófaga que la generada otrora por el cine, la radio, la televisión y la música grabada. Pero en diversos países de Europa y el nordeste asiático, donde la escuela sigue cumpliendo su misión y donde la edición y las librerías disfrutan de las condiciones que merecen, los libros para chicos siguen gozando de enorme vitalidad tanto desde el punto de vista creativo como de sus formas de presentación y circulación.
“La lectura no es solo un excelente mecanismo de disfrute estético sino la mejor manera de adquisición de conocimientos.”
Está claro que la lectura está en dificultad en países como Cuba (donde los libros son pocos, y carentes de diversidad y atractivo) y muchos del hemisferio occidental (Latinoamérica o Estados Unidos, por ejemplo), donde no hay sólidos hábitos de lectura, escasean las librerías, los ejemplares resultan caros ―en buena medida por las bajas tiradas y la falta de apoyo estatal― y donde se vive fascinado por las nuevas tecnologías ―a veces no tan nuevas― y por una cultura industrializada y superficial.
No es una situación sin salida y mucho menos una situación que debamos aceptar. La lectura no es solo un excelente mecanismo de disfrute estético sino la mejor manera de adquisición de conocimientos para una especie como la humana que no solo piensa con palabras, sino que piensa palabras.
Las sociedades que aspiran a tener ciudadanos (conscientes) y no solo consumidores (pasivos) saben que la lectura es un proceso mental que desarrolla el cerebro (como órgano) y el espíritu (crítico). Esas sociedades invierten en la cultura, protegen la edición y el comercio de libros, y ven crecer el número de lectores. Las otras, se quejan o ya se han rendido.
Te has movido, entre otros, en dos ámbitos de recepción de la literatura para niños y jóvenes: América Latina y Europa. ¿Qué diferencias adviertes entre esos dos espacios de creación y de recepción?
En otros tiempos había una diferencia bastante marcada en los modos de publicación y promoción del libro en los diferentes países. Pero desde finales del siglo pasado, junto con la concentración editorial internacional, se ha producido una forma de homogeneización en las prácticas del ramo, y no solo entre Europa Occidental y las Américas. Mi labor de creación y promoción ―a través de la escritura y la ilustración, los talleres, las lecturas públicas y encuentros con lectores― se ha desarrollado fundamentalmente en Francia y España, pero también en Argentina, Brasil, Colombia y otros países más o menos distantes.
En materia de creación no veo diferencias esenciales ni siquiera entre países muy diferentes, pero con suficiente nivel de desarrollo socio-económico. En cuanto a la promoción, veo dos factores determinantes: la presencia del libro en catálogos activos y la accesibilidad de su autor. La actividad editorial está sometida en la actualidad a un criterio de rentabilidad muy estricto: un autor o libro que vende poco, no dura en catálogo ni se beneficia (paradójicamente) de acciones de promoción que pudieran incrementar su circulación.
Las grandes editoriales priorizan a una “escudería” de autores bancables, mientras las pequeñas y medianas, al disponer de menos recursos, tampoco garantizan amplia visibilidad a sus títulos y autores. Publiquemos en una editorial grande o pequeña, los extranjeros, o residentes en otro país, resultamos demasiado caros para el programa de visitas escolares o participación en ferias del libro. En resumen, la vida editorial se centra en una pequeña porción de autores y títulos; los demás quedamos librados a la suerte.
Otro factor que influye en la promoción y, de manera indirecta, en la creación, es el grupo de edad al que te diriges y los temas que abordas; sin olvidar tu capacidad o habilidad para desarrollar actividades paralelas a la lectura de tus obras. Los libros para pequeños son objeto de menos animaciones escolares, mientras los temas desvinculados de la actualidad resultan menos abordados en los debates en clase, tan apreciados por la educación moderna y tenidos en cuenta por la edición infanto-juvenil… que tiene a la escuela por cliente mayor.
“Nunca he estado dispuesto a condicionar mi libertad de creación a factores coyunturales.”
Pese a que la mayoría de mis libros se publica en países donde no resido, a que mis temas no siguen rigurosamente modas o temáticas de estricta actualidad, y al hecho de que últimamente he publicado más para menores de 7 años que para preadolescentes y jóvenes, lo cierto es que he tenido etapas de mucha actividad internacional, así como en la amplia geografía francesa. Me consta, sin embargo, que muchas veces se ha descartado mi participación en un evento latinoamericano por lo que cuesta moverme desde Europa. También me afecta el hecho de que, aunque soy cubano, mis temas y ambientes no son necesariamente los que se esperan de un autor de la mayor de las Antillas.
Debo, finalmente, reconocer que nunca he estado dispuesto a condicionar mi libertad de creación a factores coyunturales y que, en consecuencia, supongo que no he publicado ni he viajado más con mis libros porque no me lo he propuesto decididamente. Ningún negocio editorial espera por ti: tienes que salir a buscar las oportunidades. Eso requiere talento y trabajo constante; no solo en la creación propiamente dicha sino en materia de información y relaciones públicas.
Hay contextos en los que el agente literario libera al autor de la parte “externa” del oficio, pero en literatura infantil y en los países que conozco, esa instancia de mediación no ha alcanzado el nivel necesario.
Publicar en Cuba

Siempre te has mantenido atento a publicar tus obras en tu país natal. ¿Cómo percibes la creación, promoción y recepción actuales de la literatura para niños y jóvenes en Cuba?
En realidad, he publicado en Cuba mucho menos de lo que hubiera deseado... y de lo que hubiesen debido permitirme. Las editoriales cubanas abren difícilmente sus catálogos a los escritores emigrados. No obstante, siete años después de mi partida, la editorial Capiro, de mi casi natal Santa Clara, decidió publicar mi libro Las aventuras de Rosa de los Vientos y Juan de los Palotes, simultáneamente aparecido en Barcelona como Las aventuras de Rosa de los Vientos y Perico el de los Palotes. El cambio en el título, como otros en lenguaje o referencias culturales perceptibles en el texto, obedece a las diferencias existentes entre culturas tan cercanas, sin embargo, como la cubana y la española (lo señalo porque es algo que olvidan los compatriotas que no se explican por qué no les publican en la madre patria).
Tras otros dos títulos en Capiro, también me publicaron las editoriales Cauce, Matanzas y, sobre todo, la veterana editorial nacional Gente Nueva. Sin embargo, la mayoría de los títulos que he propuesto a editoriales del patio, incluidos algunos que hubieran sido más útiles que los aprobados, permanecen inéditos allá.
Las limitaciones materiales que padece la edición cubana son muy concretas y no ha faltado quien me diga ―a veces con una mezcla de incomprensión y envidia― que no puedo quejarme. Yo pienso, sin embargo, que los libros se hacen para satisfacer al lector y no para complacer al autor, y que quienes tienen derecho a quejarse por no acceder a la mayor parte de mi bibliografía (y a importantes obras de tanto colega emigrado) son los lectores residentes en el territorio nacional.
Desde 1959, la edición cubana se integró al programa de formación ideológica y de movilización en torno a objetivos políticos o socioeconómicos del Partido y el Estado; lo que no significa ―contrariamente a lo que algunos afirman― que cada libro tenga que defender al sistema. Desde la crisis de los 90, otro de los objetivos del complejo literario-editorial ha sido asegurar ingresos y proyección social a los escritores que, de otra manera, se hubieran encontrado sin empleo y sin medios de vida, convirtiéndose en apáticos o en abiertos opositores. Con el citado objetivo se importaron las imprentas ligeras (tipo Riso) y se crearon las editoriales territoriales, las ferias del libro y demás estrategias de promoción literaria presupuestada. En ese panorama los escritores residentes en el exterior ―incluso los menos críticos― solo podíamos desempeñar un rol secundario.
“He publicado en Cuba mucho menos de lo que hubiera deseado… y de lo que hubiesen debido permitirme.”
La edición cubana para chicos cultiva las formas tradicionales que son los cuadernos de cuentos, noveletas y ―cada vez más― novelas. Los poemarios han perdido la supremacía que tuvieron hasta comienzos de los 80, los textos dramatúrgicos nunca han sido menos publicados y los textos informativos también han perdido mucho terreno. La historieta gráfica ―que en otros países completa el menú de la lectura― nunca ha sido vista en Cuba, salvo en los 60, más que como un modo de amenizar la formación ideológica.
En cuestión de contenido y enfoque, en las últimas tres décadas se encumbraron los llamados “temas tabúes”. Inicial reacción a la idealización de la realidad que impuso durante treinta años la normativa revolucionaria, con el desmoronamiento del modelo se acentúa la percepción y representación desencantada de la vida familiar y social; con mucho niño infeliz, divorcio, adultos disfuncionales, alcoholismo, pobreza, problemática de género, violencia y ―en menor medida― fallo de las instituciones estatales.
Los autores infantojuveniles comparten con sus colegas para adultos y con el resto de la población las frustraciones sociales y económicas que generan la “narrativa del desencanto”. El problema es que muchos autores para chicos parecen más interesados en su propio descontento que en el de los niños y adolescentes que tienen por destinatario. Como en Cuba no existe un verdadero mercado del libro, el divorcio entre creador y lector no tiene mayores consecuencias en la vida literaria-editorial.
Por otro lado, pocos autores emigrados han logrado mantener una sostenida producción para niños y adolescentes. Eso explica, en parte, que no se perciba una gran diferencia ―salvo en la prédica ideológica― entre lo publicado dentro y fuera del país. En todo caso, no creo poder hablar de una producción de LIJ específica del exilio.
¿En qué nuevo proyecto literario estás interesado ahora?
Yo escribo varios libros al mismo tiempo y tengo entre manos, cerebro y disco duro, una aventura noruega, otra de piratas, un thriller parisino, varias historias de brujas y un par de tramas cubanas. Pero ahora mismo lo que más me quita el sueño es la publicación de mi primera novela para adultos: una versión novelada de nuestro clásico Espejo de paciencia que terminé gracias a una beca del Centro Nacional del Libro de Francia. Es un proyecto que me ocupa desde hace nueve años… Pero ya estoy acostumbrado a ver al tiempo mediar entre mis obras y los lectores.
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