Crisis sanitaria en Cuba: arbovirosis combinadas, opacidad oficial y colapso del sistema de salud
En Cuba los hospitales colapsan y las calles se convierten en focos de infección, mientras las autoridades ocultan la gravedad de la crisis.

Cuba atraviesa una de las crisis epidemiológicas más complejas de los últimos años, con la circulación simultánea de dengue, chikungunya y Oropouche en medio de condiciones sanitarias deplorables. Mientras los hospitales colapsan y las calles se convierten en focos de infección por arbovirosis, las autoridades han reconocido apenas tres muertes a causa del dengue en lo que va de año, una cifra muy inferior a la estimada dadas las condiciones del país.
Aferrados al control de las narrativas y a su habitual discurso político, los voceros del régimen adjudican las enfermedades a una supuesta agresión biológica de Estados Unidos al tiempo que descargan sobre los ciudadanos la responsabilidad de mantener servicios básicos como la limpieza de las calles y la recogida de basura. En su empeño por minimizar la gravedad del problema, los medios oficiales ofrecen informaciones contradictorias que dejan al pueblo en la incertidumbre y sin recursos ante una situación desesperada.
Una epidemia múltiple que el gobierno niega
Desde julio de 2025 Matanzas se ha convertido en el epicentro de lo que especialistas internacionales denominan “arbovirosis combinadas”: la cocirculación simultánea de tres virus transmitidos por mosquitos. Sin embargo, y a pesar de las alertas de la ciudadanía en redes sociales, el Ministerio de Salud Pública cubano (MINSAP) tardó semanas en reconocer parcialmente la presencia de arbovirus en varias localidades de la provincia y aún evita referirse oficialmente a los riesgos de la coexistencia de múltiples virus que se han extendido por todo el país.
El doctor Francisco Durán, director nacional de Epidemiología, admitió a inicios de septiembre la detección de casos de dengue y Oropouche en casi todo el país, pero negó la presencia de chikungunya, zika u otras arbovirosis. Aun así, el discurso oficial siguió tratando cada brote de forma aislada, lo que dificulta comprender la magnitud real del problema y limita la respuesta sanitaria. Todavía entonces, contra los reportes de la propia población, las autoridades no reconocían casos graves ni fallecidos a causa de estas enfermedades, y a inicios de octubre el ministro de Salud Pública, José Ángel Portal Miranda, atribuía la circulación de arbovirus en Cuba al cambio climático.
Apenas unos días después, el 15 de octubre, la viceministra de Salud, Carilda Peña García reconoció, por primera vez en 2025, tres muertes por dengue, aunque sin ofrecer detalles sobre edades, provincias o condiciones clínicas de los fallecidos. Fiel al discurso oficial, Peña García confirmó tres arbovirosis activas en Cuba: dengue en 12 provincias, chikungunya en ocho, y el virus Oropouche que, según ella, está en descenso.
Contradicciones y opacidad informativa
El reconocimiento tardío de las muertes marca un giro respecto a las declaraciones previas de las propias autoridades sanitarias. El 8 de octubre, el doctor Durán había negado rotundamente cualquier fallecimiento por arbovirosis y desestimaba como falsos los reportes de “11 muertes en una noche” en Matanzas. Un día después, el ministro Portal Miranda, aseguraba categóricamente que “no hay muertos en Matanzas por esta enfermedad. Ni hay casos graves ni críticos”, agregando que “nadie puede esconder una epidemia ni los muertos”.
Sin embargo, testimonios de médicos, periodistas independientes y ciudadanos contradicen sistemáticamente la narrativa oficial. Desde Cárdenas, el dramaturgo Ariel Cabrera denunció en redes sociales el 2 de cotubre la muerte de su abuelo Juan “por causa del virus”. En Ciego de Ávila, el activista Oscar Cervantes confirmó al menos tres fallecimientos: “una joven de 20 años, una niña de tres, y un hombre en el municipio de Venezuela”. En Villa Clara, Adelaida Yanes, de 63 años, falleció por dengue hemorrágico en Cifuentes, según fuentes cercanas a la familia.
La periodista independiente Inalkis Rodríguez, desde Camagüey, describió la desesperación de las familias: “Mi hija amaneció un día con vómitos y un malestar horrible. No supimos jamás lo que es porque yo no voy a los hospitales a no ser ya una emergencia. Los hospitales están colapsados porque no hay medicamento, no hay médicos”.
El colapso sanitario: sin reactivos, sin medicinas, sin respuestas
El dengue, el chikungunya y el Oropouche comparten manifestaciones clínicas similares: fiebre, dolor muscular, cefalea intensa, erupciones cutáneas y debilidad general. Esta similitud hace que los médicos no puedan diferenciarlos sin pruebas específicas, algo prácticamente imposible en Cuba por la falta de reactivos y equipamiento básico en los laboratorios provinciales.
En hospitales de Cárdenas y Colón, los médicos han denunciado que no se realizan leucogramas ni conteos de plaquetas, dos exámenes esenciales para detectar signos tempranos de dengue grave. Sin medios de diagnóstico, se trabaja a ciegas, solo a partir de síntomas comunes. Pero la situación se agrava porque no todos los que presentan síntomas acuden a consulta.
La escasez de medicamentos básicos como paracetamol, sales de rehidratación oral o soluciones intravenosas limita el manejo adecuado de pacientes febriles. Tampoco existen campañas públicas de educación sanitaria sostenidas ni sistemas de vigilancia que integren los tres virus. El gobierno ha implementado el ingreso domiciliario para pacientes sin comorbilidades, pero esta medida ha generado denuncias de personas desatendidas en sus hogares, sin seguimiento ni recursos médicos adecuados.
Basura, mosquitos y negligencia institucional

Las condiciones higiénico-sanitarias en todo el país han alcanzado niveles críticos. Desde Matanzas hasta Santiago de Cuba los testimonios se repiten: acumulación de basura en las calles, aguas estancadas, ausencia de fumigación efectiva y proliferación descontrolada del mosquito Aedes aegypti.
“Los basureros rebosados conviven con círculos infantiles y policlínicos”, relataba una vecina de Santa Marta, barrio cercano a Varadero. En Camagüey, pobladores señalan que “Cuba es un basurero” y que “las enfermedades por el mosquito no hay quien las pare” mientras las ciudades permanecen insalubres y los hospitales sin recursos básicos.
La viceministra Peña García admitió que los recursos para la fumigación y el control del vector “están destinados a los lugares donde hay evidencia de transmisión” y ha recomendado a la población quemar cáscaras de cítricos para espantar con el humo a los mosquitos. Mientras tanto, el gobierno ha puesto a la venta repelentes e insecticidas en tiendas en divisas, inaccesibles para la mayoría de los cubanos que cobran en pesos.
El ministro de Salud atribuyó el repunte de enfermedades “a factores climáticos como el calor y las lluvias, así como a problemas en la recolección de desechos y el suministro de agua”. Sin embargo, evitó mencionar la crisis estructural del sistema sanitario: éxodo masivo de médicos, falta de insumos, precariedad hospitalaria y años de inversión insuficiente.
Desinformación y teorías conspirativas
En medio de la crisis, el gobierno cubano ha recurrido a narrativas conspirativas para desviar la atención. El 14 de octubre, varios medios oficiales publicaron un artículo de Arthur González, quien se presenta a sí mismo como “analista político”, donde asegura sin ofrecer pruebas que el brote de chikungunya fue “intencionalmente orquestado” por Estados Unidos para dañar la economía cubana, especialmente el turismo en Varadero. El texto desempolva antiguas teorías sobre guerra biológica y vincula de manera especulativa una alerta sanitaria emitida por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) como parte de una supuesta estrategia para perjudicar a Cuba. En realidad, tales alertas son la norma cuando se detectan enfermedades transmisibles en cualquier país y no implican conspiración alguna.
El médico cubano Lucio Enríquez Nodarse, exiliado en España, explicó que “el relato oficial necesita 'chikungunya' y 'guerra biológica' (de la que no hay evidencias) para desviar la atención. Hay una multiplicidad de arbovirus circulando (dengue, chikungunya, oropouche) en un entorno de insalubridad, déficit de insecticidas, cortes eléctricos, fallos de vigilancia y opacidad de datos. Las denuncias de muertes en este contexto se explican por el manejo inadecuado del dengue grave, no por teorías conspirativas”.
El riesgo real: reinfecciones y dengue hemorrágico
La circulación simultánea de varias cepas de dengue aumenta significativamente el riesgo de reinfección, lo que puede llevar a formas graves o hemorrágicas de la enfermedad. Según la Organización Mundial de la Salud, sin un manejo adecuado, la letalidad del dengue grave puede alcanzar del 10 al 20%; mientras que con tratamiento oportuno cae por debajo del 1%.
El chikungunya, aunque raramente mortal, provoca dolores articulares persistentes que pueden durar hasta 90 días y dejar secuelas durante meses. El virus Oropouche, menos conocido hasta hace poco en Cuba, también ha mostrado formas clínicas complicadas, incluyendo casos neurológicos reportados en 2024.
La literatura científica internacional confirma la existencia y los riesgos de las arbovirosis combinadas. Estudios publicados en PLOS Biology advierten que “la falta de vigilancia multipatógeno puede impedir la detección temprana de coinfecciones y retrasar la respuesta de salud pública”. Investigaciones en Colombia, Venezuela y Brasil han demostrado la presencia simultánea de dengue, chikungunya y zika en pacientes con fiebre aguda.
Una crisis que se agrava por la negación

La negativa institucional a reconocer la cocirculación viral obedece a motivos más políticos que científicos. Admitir la circulación combinada de diversos virus equivaldría a reconocer un fracaso en el control epidemiológico y en la gestión de la salud pública. Por ello, el discurso oficial opta por achacar los decesos a “comorbilidades”, una estrategia que diluye la responsabilidad del Estado en medio de una evidente crisis asistencial.
Aunque las autoridades han señalado factores climáticos como causa del brote, la realidad en territorio refleja un escenario donde la crisis sanitaria responde más a problemas estructurales que a variaciones estacionales. Provincias como Matanzas, Ciego de Ávila, Camagüey, Holguín, Villa Clara y La Habana reportan hospitales saturados, barrios enteros con pacientes febriles, y una sensación generalizada de abandono y desesperanza, mientras en las redes sociales los cubanos expresan su indignación.
La crisis sanitaria en Cuba no es resultado exclusivo de factores climáticos o biológicos. Es consecuencia de décadas de inversión insuficiente en salud pública, del colapso de los servicios básicos, de la falta de transparencia informativa y de la prioridad que el régimen da a sostener su narrativa política por sobre el bienestar real de la población. Mientras las autoridades sigan negando la realidad y desviando responsabilidades, miles de cubanos continuarán enfrentando esta emergencia sanitaria sin diagnósticos, sin medicinas y sin respuestas.
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