Entrevista | Edgar Ariel: "Mi película 'Escuela de conducta' es un ensayo documental en torno a los espacios totalitarios"
Más que un filme "Escuela de conducta" es un gesto elocuente que habla sobre los espacios carcelarios, sobre las arquitecturas de poder en el contexto de la pandemia de Covid-19.

Escuela de conducta (2025) es el más reciente gesto creativo del escritor y artista interdisciplinar Edgar Ariel (Holguín, Cuba, 1994), un "filme" que desborda etiquetas y se construye desde la fisura, el cuerpo y la contemplación. Periodista, investigador, crítico de arte, comisario independiente y autor de una obra que transita entre lo textual, lo performativo y lo visual, Edgar Ariel ha hecho de la "indisciplina" una forma de pensamiento y de creación.
Formado en estudios teóricos de la danza, en comunicación y en periodismo, su práctica se sostiene sobre el cruce de lenguajes y el cuestionamiento de las estructuras establecidas. En Escuela de conducta, iniciada en el encierro pandémico de 2021 en Holguín y culminada en el invierno madrileño de 2024, esa mirada que interroga lo normado se manifiesta en un trabajo que no es solo audiovisual, sino también una experiencia de traducción de sí mismo, un mapa del cuerpo y de la memoria, un artefacto en el que la sensibilidad y el pensamiento se entrelazan.
Su estreno el pasado viernes 11 de abril en el estudio Dagoberto Rodríguez & Laura Lis, en Madrid, estuvo acompañado por los comentarios críticos de Elena Llovet y Juliana Rabelo. Conversamos con él para Alas Tensas sobre su experiencia como creador en tránsito, sobre la escritura expandida que atraviesa su obra, y sobre cómo esa película—ensayo—videoperformance condensa su relación con los espacios de disciplinamiento, con la fragilidad del cruce y con una forma de decir que apuesta por la emoción como posibilidad política para enfrentar los totalitarismos.
El título Escuela de conducta, Edgar Ariel, tiene una carga simbólica muy fuerte para los cubanos. ¿Por qué elegiste este nombre y qué significa realmente para ti?
En 2021 me ingresaron en un “centro de confinamiento”. Pero ese espacio clínico ocupaba el edificio de lo que en Cuba se conoce como “escuela de conducta”. Una especie de reformatorio. Estuve ahí porque me diagnosticaron Covid-19 y el sistema de salud estaba colapsado. Dice Marcel Proust que las ideas son sucedáneos de las penas. Quizá sea así. Al llegar a ese lugar me instalaron en un aula. Estaba solo. Estaba rodeado de todo lo que hay en las aulas cubanas. Símbolos. Tuve una idea: registrar todo aquello. Supe que esa experiencia podría convertirse en un material audiovisual. Entonces documenté cada detalle, cada zona de contemplación.

"Escuela de conducta es un dispositivo de la contemplación".
Es dentro de esa noción donde me regodeo, en la contemplación. Escuela de conducta es un dispositivo –por llamarle de alguna manera– de la contemplación. Es un ensayo documental en torno a los espacios de control, a los espacios de disciplinamiento, a los espacios totalitarios.
Ahora recuerdo algo que decía Jesús Soto, el artista venezolano: “Ya no hay espectadores, no hay sino participantes”. De alguna manera mi cuerpo se convirtió en un híbrido entre espectador y participante dentro de ese espacio. Quise participar dentro de la violencia del símbolo. Es aquí donde comprendo que esa experiencia micropolítica se metaforizaba en la experiencia del país. Esa escuela de conducta era todo el país. Esos cuerpos que me acompañaban era todo el país. Esa vaguedad de la enfermedad era todo el país.
Hay una diferencia entre los gestos y las acciones. Escuela de conducta es un gesto elocuente, es decir habla sobre los espacios carcelarios, sobre las arquitecturas de poder, para utilizar los términos de Foucault. Es un ensayo/película/videoperformance que intenta ir hasta la evidencia. La emoción es política. Hasta la evidencia de la emoción.

Edgar, ¿por qué denominas la obra como un ensayo/película/videoperformance. ¿Es difícil para ti enmarcarla simplemente como una película, sentías que tu relato rebasaba los límites de un filme?
"Los feminismos me han enseñado la elocuencia del nombrar. De nombrarnos".
Me interesa el poder del nombrar. Los feminismos me han enseñado la elocuencia del nombrar. De nombrarnos. Declaro que soy creador indisciplinar. Aunque a veces también digo que soy, simplemente, escritor. Pero me refiero a un tipo de escritura expandida que tiene que ver con los cuerpos. Con los cuerpos como textos. Con las escrituras de los cuerpos. De mi cuerpo. La escritura como una metodología para hacer traducciones, en el sentido barthesiano. Escuela de conducta es una gramática que huye de los parcelamientos tradicionales. Es una gramática que indisciplina eso que conocemos como cine o videoarte. En un sentido más amplio –ahora hablo en una perspectiva social– creo que no debemos luchar por la igualdad de los géneros, sino contra el género. Me interesa el cruce. La fragilidad del cruce. La vulnerabilidad del cruce. Me interesa un mundo posgenérico. Me interesa desgenerarlo todo. Que todo caiga.

En Escuela de conducta el concepto de repetición y el cuerpo parecen ser fundamentales. ¿Cómo se conectan estos temas dentro de la obra y qué significado tienen para ti?
He dicho que realicé Escuela de conducta con una especie de ingenuidad. Con saliva de niñe. (Una vez le escuché decir a Didi-Huberman que “hay que ser niños ante la muerte”). Con curiosidad, digamos. Echo de menos la curiosidad en las personas. Quizá sea una capacidad humana que estamos perdiendo. Me impuse una tarea. (No sé si sea demasiado esa idea de imponer-me). Quise leer lo que no ha estado escrito. Como creador es uno de mis objetivos: leer lo que no ha estado escrito. Leer los cuerpos.
"En Escuela de conducta está mi cuerpo, a veces visible y otras de manera inferida. Cuerpos que se infieren. Cuerpos desordenados".
En Escuela de conducta está mi cuerpo, a veces visible y otras de manera inferida. Cuerpos que se infieren. Cuerpos desordenados. Olvidamos que solo hay orden bajo la condición de desorden. Pero está mi cuerpo de forma múltiple. Mi cuerpo siempre es múltiple. Es un mapa fragmentado. Es un mapa informe.
Sí, es un mapa que se repite. La repetición genera ritualidad. Construyo rituales. Solo la ritualidad produce contemplación. La experiencia (y no el acontecimiento) genera ritualidad. La experiencia es una batalla del lenguaje. Sé que las primeras batallas se dan a través del lenguaje. El lenguaje también es un cuerpo. Una quimera, es verdad. Todxs somos quimeras.

Has comentado que el proyecto nació en 2021, en medio de la pandemia, y terminó en diciembre de 2024. ¿Cómo influyó el contexto de la pandemia en la creación de Escuela de conducta? ¿Fue este contexto parte esencial del ensayo?
Sí, totalmente. El tiempo hiperdilatado de Escuela de conducta se iguala al tiempo de la enfermedad, al tiempo pandémico. Tuve un propósito (telos) claro: coquetear con el aburrimiento. Una promesa. Tal vez sea una promesa ilegítima si hablamos en relación con el tiempo contemporáneo. Por eso mismo construir un dispositivo artístico desde el aburrimiento intimida. El aburrimiento es casi perversidad. No es nada inocente.
Como ensayista multimedial, si el concepto te lo puedo aplicar, ¿qué tipo de reflexión quieres generar en el espectador? ¿Qué mensaje o mensajes te gustaría que se lleven los que vean tu obra?
El escepticismo es una forma cobarde de superioridad, como nos enseña Tom Wolfe. Podría sugerir el escepticismo, pero sé que es una forma cobarde de superioridad. La nostalgia es otra forma cobarde de superioridad. Solo quisiera que la gente escarbe, como ardillitas, en la inmensidad del sotobosque.
El cine es una forma de digestión. Escuela de conducta es, por el contrario, una indigesta. Todo se muestra y todo se oculta. Lo que vemos. Lo que nos mira. Me interesa que el cuerpo se plantifique.
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