Entrevista | La gran tragedia del pueblo negro cubano

En esta segunda entrega de la entrevista con la antropóloga y cineasta Aida Bueno Sarduy, se profundiza en su concepto de "feminismo de barracón" y la falta de un verdadero interés por las luchas históricas y actuales de las mujeres negras.

03/12/2025
Aida Bueno Sarduy
Aida Bueno Sarduy, es investigadora, realizadora de cine documental, fundadora de IBIRÍ FILMES, y "productora de contenido afrocentrado".

Parte II

Hablar con Aida Bueno Sarduy y que no se tocara el antirracismo, el afrofeminismo, o los orishas, hubiese sido un crimen de lesa humanidad porque la investigadora y cineasta no es lo que le sucedió sino lo que se ha logrado construir, es el referente que no nos podemos seguir perdiendo. 

Feminismo de barracón 

En contraposición a la “habitación propia” de Virginia Woolf es que Bueno Sarduy acuña el término “feminismo de barracón” para poder hablar de “los caminos de liberación que van a comenzar a ser pensados desde esa habitación colectiva donde no hay intimidad, donde no hay privacidad, donde no hay propiamente una maternidad reconocida, porque el hijo de una persona esclavizada no le pertenece, es un subproducto de la esclavitud, donde hay hombres que nunca van a tener una compañera sexual, porque las mujeres son las menos en las dotaciones de esclavizados” y habla de una realidad dolorosa de la que aún sigue investigándose muy poco: la vida dentro de un barracón.

“Digamos que aparte de las que el amo se reserva para él, las otras mujeres, si las divides en una plantación, la mujer negra es un bien escaso durante muchísimo tiempo. ¿Cómo pueden empezar esas mujeres a pensar una vida, a pensar una maternidad, a pensar un cuidado de los hijos? Yo no entiendo cómo no lo han querido saber, se me escapa ahí completamente” y se refiere a ese feminismo que ha estado posponiendo una conversación necesaria como la herencia de dolor que llevamos las feministas negras y que hoy se traduce en otras expresiones.

“Entonces yo escribo para ese mundo que sí quiere saber”, Bueno Sarduy retoma el legado justo en donde otras mujeres negras se agotaron de educar a gente blanca que no quiere saber ya sea porque no les interesa o porque se estaría desmontando con el conocimiento una estructura de poder que les mantiene muy cómodas.

Aun cuando el feminismo sea un constructo blanco y burgués, la cineasta no entiende por qué, quienes llevan el apellido de “ilustradas”, con las experiencias de las mujeres negras no se les activa el “deseo de saber”, “la curiosidad científica”. 

La antropóloga está convencida de que “el deseo de saber es algo muy importante en la construcción de la noción de cualquier tipo de feminismo porque es una de las cosas que los hombres le niegan a las mujeres. Es lo que supuestamente Dios, en el jardín del Edén, le negó a Eva: la posibilidad de saber. Entonces para mí, una feminista que no quiere saber es una feminista que tiene que revisar qué ha pasado en su manera de pensar feministamente”.

Y se sigue haciendo preguntas de las que estoy segura tiene respuestas, aunque no todas porque su curiosidad y su capacidad de asombro siguen siendo infinitas.

“¿Por qué no han querido saber de otros caminos de liberación de las mujeres?
¿Por qué no han querido saber de otros caminos muy anteriores que han trillado y desbrozado mujeres que se tuvieron que enfrentar a cosas mucho más terribles que buscar una voz pública, que buscar una voz política, que salir del ámbito doméstico al ámbito público?”

“He explicado en algunas de mis aportaciones teóricas que nosotras venimos de un lugar común, de un espacio donde nuestra vida tuvo que ser gestionada en un lugar que no era una vivienda, ni siquiera de una familia, era un barracón”, y habla de los millones de mujeres negras que fueron esclavizadas.

“De ahí mi concepto de feminismo de barracón. Es decir, tuvimos que en ese lugar lleno de personas diferentes, con lenguas diferentes, con costumbres diferentes, con ideas del mundo muy diferente, comenzar a trazar desde ese lugar nuestros caminos de liberación. Y una de nuestras prioridades viniendo de ese lugar fue comprar nuestro cuerpo para poder tener autonomía, soberanía de nuestro cuerpo”, procesos de liberación de los que aún no logramos una reivindicación histórica y que son minimizados por los discursos de la blanquitud.

“Con respecto a los objetivos del feminismo burgués ilustrado, a mí me parece que nuestras causas fueron infinitamente más profundas, que tenían que ver con la primera de las posibilidades, que es ser dueña de tu propio cuerpo, cuando tu cuerpo había sido vendido con un contrato de compraventa a otra persona. Por eso no entiendo, y me moriré sin entender, cómo a ese feminismo no le importa saber más sobre esto”. 

“Me quedo sorprendida cuando estoy estudiando teoría y crítica feminista en los cursos de doctorado y no hay ninguna referencia ni a los feminismos indígenas, africanos, afrodiaspóricos, y es un curso absolutamente de feminismo occidental académico, donde tienes que, como yo he dicho muchas veces, recitar el credo de las grandes mujeres blancas feministas y se acabó”.

Y como Bueno Sarduy es una antropóloga especializada en antropología de la religión lleva la discusión al panteón yoruba donde “hay varios arquetipos de feminidad y masculinidad, y de transición entre lo femenino y lo masculino, que yo creo que tiene mucho que aportar a esas discusiones que realmente son muy nuevas”.

Los orishas como referentes 

En su artículo Afrocentrando y emancipando la mirada de las mujeres negras: Yemayá, Oyá-Yansá y Oshún como referentes ancestrales de nuestras prácticas de liberación, Bueno Sarduy analiza “tres manera de pensar el feminismo a través de las orichas y los patakíes que nos hablan de sus vidas, de sus relaciones”.

Y cuenta de su fascinación con Yemayá “por su relación con su marido, me encanta el divorcio de Yemayá. Me encanta lo que pasa después de que Yemayá se divorcia. Me encanta cómo ese mito, cómo los diferentes mitos que hablan de esa relación, de cuando Yemayá pasó a usar el tablero en ausencia de su marido, en vez de convertirla en una mujer proscrita por haber desobedecido a su marido, lo que el mito hace es constatar que ella era la adivina por excelencia y cómo en ausencia de su marido, todo el que se consultó con ella ya no quería consultarse con él cuando él volvió” y constata una vez más que las estructuras machistas son herencias colonialistas. 

“Cómo la corrección de esa infracción (la de Yemayá), en vez de ser la destrucción, la muerte, la tragedia como ocurre en la mitología judeocristiana, sencillamente se reconoce que ella infringió esa interdicción, y que no debió de tocar el tablero con el que adivinaba su marido. Pero el castigo al fin y al cabo es el divorcio, lo que le permitió a Yemayá entrar en una vida sexual intensísima que se puede extrapolar con lo que hubiera podido ser la vida con su marido, que probablemente era bastante aburrida”.

“El destierro fue el otro castigo, pero ella consigue travistiéndose, seguir viviendo en el pueblo. Y eso nos enseña también algo con relación al sistema punitivo, que es muy importante hoy en día, cómo en la mayoría de las tradiciones africanas, nunca existió nada parecido a una cárcel, nada parecido a una condena de muerte. Y cómo todas las correcciones se hacen en el sentido de reordenar la sociedad y no de destruir a nadie”.

“Eso me fascina y no entiendo cómo el feminismo (blanco) se ha perdido todas estas posibilidades de pensar la vida de las mujeres”, y explica lo que hace en su artículo.

“Analizo cómo esos tres orishas caminan esos caminos de su autonomía personal, de su propia personalidad, cómo resuelven los problemas que se le presentan de una manera increíblemente creativa, sorprendente, dando cuenta de la diversidad de formas de estar en el ámbito femenino”.

Libro siendo consultado por Aida Bueno Sarduy
Foto: Cortesía de la entrevistada

Racismo, feminismo y religión 

Aida juega con el concepto de racismo. Lo explica al derecho y al revés de manera que se entienda lo mejor posible, que lo entienda todo el que quiera leerlo. 
“Creo que el racismo es una manifestación que obviamente, tal y como lo conocemos, tiene que ver con el colonialismo y con una manera inteligente, certera, y así se ha demostrado por la pervivencia del racismo, de atar al cuerpo a unas marcas fenotípicas, una serie de atributos que no pertenecen a ese orden y conseguir que se sostenga”.

“El racismo es el poder de conseguir que se aten unos elementos a otros que no tienen nada que ver y que eso perviva, que tú seas capaz de instaurar que quien tiene los ojos verdes tiene el coeficiente intelectual más alto y que todo el mundo lo crea. Y que cada vez que nazca una persona con los ojos verdes, la expectativa es de que es un genio, que ha nacido una genia, aunque todo puede probar que no tiene nada que ver tener los ojos verdes con tener un coeficiente intelectual muy alto”.

“El racismo es el poder de poder instaurar esa verdad que es insostenible, pero que el poder es capaz de mantener”.

Y ¿cómo se conecta el racismo al feminismo si este tiene una llegada tardía con respecto al proceso esclavista? Bueno Sarduy asegura que es una discusión que sigue pendiente.

“Las primeras mujeres feministas, tanto en Francia como en los Estados Unidos, pueden convivir con la esclavitud y con los vestigios de la esclavitud sin ningún problema. Ya sabemos que esa apertura de las mujeres blancas a lo que pueden ser sus derechos, no estaban viendo delante de ellas que había mujeres que no estaban siendo consideradas por lo que ese feminismo académico en su origen no tiene ningún problema ni ninguna confrontación con el racismo” y considera que es una “evidencia tan grande” que muchas veces ni habla de eso.

Y hace un paralelismo con la religión. 

“De la misma manera que es evidente que la religión puede convivir con la tortura y con la violencia extrema, porque casi en todas las haciendas de personas esclavizadas había una capilla, y si estaban en los Estados Unidos eran protestantes, y si estaban en Brasil eran católicos, y en esa capilla se hacía un culto religioso o se daba misa con una persona esclavizada recibiendo un bocabajo. Entonces, la religión es perfectamente compatible con el crimen”.
“Estuve hace unos años en la Luisiana, en una de las plantaciones que se conservan, incluso algunos edificios en su estado original, lo cual es una rareza, y ahí está la iglesia y aquel mundo de explotación, muerte y tortura conviviendo armoniosamente”.

“No sé qué más evidencia hay que poner sobre la mesa”, asegura. 

Aida Bueno Sarduy consultando un libro
Aida Bueno en uno de sus procesos de investigación. Foto: Cortesía de la entrevistada

Antirracismo 

Para una Cuba futura y antirracista Aida Bueno Sarduy tiene algunas recomendaciones. 

“Lo primero es que se deshagan de los falsos aliados. Y digo esto con mucho dolor porque en Cuba las personas que a veces hablan sobre la negritud son personas blancas. Todas las figuras de referencias del antirracismo cubano son blancos. Y esos son falsos aliados, porque han sido personas que han conocido del racismo que ha existido en Cuba, han ostentado esos cargos, han estado al frente de esas instituciones.”

 “Por la mañana podían quizás saber o entender o darse por aludidos de que había racismo. Pero por la tarde estaban ostentando esos cargos y manteniendo lo que Cida Bento llama el “pacto narcisista de la blanquitud”, que es que cada persona blanca sabe que cada vez que tenga que decidir por otra, debe optar por una persona blanca”.

“Eso lo primero, desconfiar de la blanquitud. La blanquitud siempre va a ser blanquitud. Y no tenemos ninguna evidencia histórica que nos lleve a pensar que la blanquitud, un día va a sentarse en su casa y van a llegar a la conclusión de que ellos también son parte de la estructura del racismo y que renunciar a sus privilegios es un paso imprescindible para avanzar en el antirracismo”.

“Ese día no llegará jamás por lo que no se puede continuar permitiendo que esas alianzas con la blanquitud lleven la voz de las demandas de las personas negras en Cuba”.

También recomienda otros pasos más personales como el “deber de hacer un ejercicio consciente y permanente de desaprendizajes del racismo que están muy dentro de nosotros, porque hemos sido colonizados por ese pensamiento racista, porque no hay en Cuba ninguna escuela antirracista, ni una universidad antirracista. Quien estudió en Cuba pasó por una institución racista. El trabajo que se tiene que hacer es muy consciente, porque hemos sido atravesados completamente por el racismo”.

“Y eso es un proceso que probablemente nos lleve toda nuestra vida a deshacernos de eso que nos han dicho que somos: desde las cuestiones que tienen que ver con la estética y nuestra visualidad; y si somos bellos o feos; y si tenemos el pelo bueno, regular hasta cuestiones más profundas, como el cuestionamiento sobre la calidad artística de nuestras obras; sobre la profundidad o contundencia de nuestra escritura, todo, todo en nosotros es cuestionado”.

Pero el crecimiento y el despojo que propone Aida Bueno no se limita a la blanquitud en el sentido literal sino también “a las personas negras de que si llegan arriba tienen que ser un negro diferente y único, eso es racismo también, o sea, jamás yo me sentiría orgullosa de ser la primera negra que llegó a ninguna parte, no necesitamos esas primogenituras racistas, la primera mujer negra que llega a tal sitio. Eso es racismo, no necesitamos esas primogenituras” y lo repite porque ella debe de haberlo sufrido en más de una ocasión.

“Cada vez que una mujer negra llega a un sitio, lo que tenemos es que exigir que lleguen las otras, porque no caminamos solos, pero la blanquitud disfruta que celebremos por tanto tiempo que una única persona negra llegó a tal sitio, porque mientras tanto estamos entretenidos en esa celebración, mientras la mayoría no va a llegar porque esa misma blanquitud está poniendo todos los tropiezos”.

“Tenemos que decidir qué celebramos y qué no, tenemos que tener una conciencia muy profunda de que el racismo es una estructura muy poderosa. No se trata de algo de gusto personal, de si me gusta una pareja así, no es una cosa de fuero íntimo. No lo es.  Es una estructura casi perfecta como casi ninguna otra, para seguir ordenando la sociedad y reproduciendo esa maquinaria que expropia a una parte de la sociedad de su humanidad plena”. “Para mí tomarme eso en serio ha sido empezar a producir esas imágenes que un niño negro y una niña negra puedan ver y sentirse representados, y dentro de mis pocas posibilidades y con mis recursos, dejar mis obras, mis escritos, para que podamos pensarnos fuera del feminismo blanco, ilustrado, académico porque ese feminismo tiene poco que enseñarnos”, aunque no descarta el diálogo porque “quizás ellas podrían aprender algunas cosas con nosotras”.

“Tenemos que tener conciencia de nuestra riqueza, de nuestra herencia espiritual, pero también material, y deshacernos de todo eso que nos fue atornillado con relación a quienes somos nosotros” y cuenta de su tristeza cuando ve que algunos hombres negros prefieren mujeres blancas porque aunque lo parezca no es una cuestión de gustos sino de cómo han sido colonizados por el racismo.  

“Es un proceso de larguísimo recorrido y que en el caso de Cuba ha sido interrumpido por un sistema comunista que ha dicho que no hay que hablar de eso y que eso ya se resolvió hace 60 años y que estamos bien como estamos. Lamentablemente, el pueblo cubano hoy en día es un pueblo huérfano de imágenes propias. Eso ha sido una tragedia para el pueblo negro cubano”.

Lee la primera parte de la entrevista aquí.

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La Habana (1979). Escritora. Realiza la columna de opinión «Mujeres de Alas», en la Revista Alas Tensas. Ha colaborado como periodista en medios y revistas como Cubaliteraria, Havana Times, Diario de Cuba, El Tiempo en Colombia, Hypermedia Magazine, Programa Cuba y Connectas. Sus reportajes han sido publicados en una compilación de ediciones Samarcanda, España, bajo el título Apocalipsis La Habana (americans are coming). En el 2020 publicó la novela Elizabeth aún juega a las muñecas (Editorial Hurón Azul) y el libro Orquesta Hermanos Castro: la escuelita, sobre la historia musical olvidada (Unos & Otros Ediciones ). Fue reconocida por la Fundación Internacional para las Mujeres en los Medios (IWMF) como Women Journo Heroes. Sus reportes sobre la vida cotidiana de las cubanas y los cubanos se pueden encontrar en el diario CubanetNews.