Crónica de un exiliado | España en la mirada de una persona con autismo
"El mundo laboral para las personas con trastorno del espectro autista es un punto en que España todavía tiene que mejorar; el mundo académico es muy receptivo pero no pasa lo mismo en el mercado laboral".
España es para mí un lugar muy especial. Las tierras del Quijote me saludaron desde el avión. A través de la pequeña ventanilla vi todas las planicies en donde el Quijote y Sancho Panza pelearon con los famosos molinos como si fueran gigantes, los mismos que en los cuentos de hadas tanto me entretenían de niño. En España ya había vivido a través de su literatura.
Llegué junto a mi familia el 2 de octubre del 2018 a tierras españolas, encogidos llegamos, dejando atrás una Venezuela herida, y familias y sueños truncos. El clima de otoño me recibió, los árboles estaban haciendo sus mudanzas de hojas. Las hojas volaban como los emigrantes venezolanos, volaban en busca de un destino mejor. En el año 2018, de acuerdo con el INE, (Instituto Nacional de Estadística) éramos 109.880 venezolanos en España (para el 2024 casi alcanzamos el medio millón), mi familia y yo engrosábamos esas cifras. Tomamos un taxi y llegamos a Getafe (un municipio de Madrid). En ese lugar mi familia emprendería un nuevo comienzo. La incertidumbre y el miedo caminarían de la mano con la confianza y la certeza que nada sería peor a lo dejado atrás.
Las puertas para aprender, abiertas para las personas con autismo
No teníamos dinero para continuar los estudios al principio, pero obtuve un beneficio que nunca pensé que me ayudaría: mi autismo. En la sociedad española las personas con discapacidad tenemos derecho a ser reconocidos como tales; eso a largo plazo me dio la llave para continuar en el grado en periodismo, uno de mis sueños. En mis reflexiones personales veía las brechas entre Venezuela y España. “Acabo de salir de un país donde mi discapacidad era motivo de vergüenza, y entraba en otro donde literalmente me acababa de salvar el grado. ¡Increíble!”. Las personas que sabían que era autista me trataban bien, me ayudaban a entrar a los museos, si me perdía en la plaza Sol la gente me ayudaba, fue un cambio del cielo a la tierra. Aunque, claro está, todavía hay un largo camino para la inclusión real de la gente con discapacidad (más luego hablaré de eso).
Antes de ir a la universidad entré en un curso gratuito del SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal) llamado “Productos multimedia e interactivos”, fue la primera aula de clase que pisaba en España. Tenía miedo de no saber integrarme, tenía miedo de repeler a la gente, pero dos personas me ayudaron: Raquel y Javi. La primera es una talentosa escritora de fantasía que publicó Las crónicas del Orbe[1] y el segundo fue un educador con un gran tacto social. Ambos me ayudaron a integrarme en la sociedad española. Raquel me enseñó a disfrutar de la noche. Madrid es una ciudad que nunca duerme. Ir a la plaza mayor y ver todas las luces que ofrecen los edificios me hizo sentir como si estuviera en una novela de Ray Bradbury. Cada edificio te invitaba a entrar a sus dominios con una sorpresa diferente que ofrecer. Mi edificio favorito era el Teatro Calderón, su cartelera me invitaba a disfrutar a todos esos bailarines y cantantes. Javi por otro lado me enseñó "el lenguaje de España” de una manera jocosa para que no me perdiera en la infinita idiosincrasia que ofrecía la lengua de Cervantes.
Pasé el curso, y con la discapacidad reconocida logré retomar mi carrera en la Universidad Carlos III de Madrid (me exoneraron de pagar la matrícula). Me enamoré de las materias que estudian filosofía, entendí que el mundo es mucho más grande y diverso de lo que uno piensa, que hay diferente manera de vivir, que la complejidad y la contradicción están en todos los actos y gestos de la vida. Aprendí que un buen periodista debe mantenerse humilde, saber escuchar, como decía mi gran maestra Ursula K. Le Guin en su libro Contar es escuchar[2]. Conocí a muchos profesores que me demostraron un gran respeto y que eran buenos consejeros, que me ayudaron. Fueron años de aprendizaje e integración.
Me encantaba leer reportajes. Recuerdo cuando leíamos A sangre fría[3] de Truman Capote, me encantaron las figuras literarias que usaba el autor, cómo informaba a través de la belleza que puede traer las técnicas literarias. Nos salimos de la dictadura del verbo, sujeto y predicado para poder dar humanidad a la información. Raquel Mora Coba me hizo sacar mi pasión por la escritura, ella me enseñó cómo hacer una buena estructura del relato. Su esposo David Padilla es un fanático acérrimo de las películas del terror, él me mostró a todos los directores de terror españoles, de todos prefiero a Álex de la Iglesia, por esa manera orgánica de mezclar humor y terror como en El día de la bestia. Las noches en que debatimos de las artes cinematográficas fueron una gran válvula de escape al cambio cultural.
Autismo y mundo laboral, no todo fluye
El mundo laboral para las personas con trastorno del espectro autista es un punto en que España todavía tiene que mejorar, si bien el mundo académico es muy receptivo hacia a las personas con discapacidad, no se puede decir lo mismo del mercado laboral. Según la Fundación ONCE (La Organización Nacional de Ciegos Españoles), que es el principal órgano que apoya a la población con discapacidad, la tasa de paro de las personas con trastorno espectro autista, es de entre un 76% a 90%. Eso se tradujo en que los 6 años que estuve (y estoy) en las tierras españolas nada más he trabajado un mes. Las empresas españolas todavía no tienen la formación necesaria para hacer una inclusión laboral seria. El gobierno puso una ley en donde hay puestos reservados para personas con discapacidad, con el beneficio de que les desgravan en impuestos. El problema es que muchas empresas contratan a personal con discapacidad para maximizar los beneficios, como también buscan a ciudadanos con discapacidades visibles para lavarse la cara ante los medios de comunicación, y las inspecciones empresariales. No hay inclusión real, lo que hay son estrategias de marketing. Según la Estrategia española sobre discapacidad 2022-2030 publicado por el gobierno español unos de sus objetivos es la inclusión laboral y educativa para la población con discapacidad. En mi opinión todavía se tiene que recoger un largo camino para lograrlo, una voluntad política real, y sobre todo mucha empatía.
El capacitismo es una de forma de discriminación hacia a las personas con discapacidad (entraría en el mismo cuadro de opresiones como el racismo y el sexismo). En el caso de las personas con trastornos psíquicos los encasillan en dos categorías: “niños eternos” y “somos flojos porque queremos ser mantenidos”, yo he sufrido las dos, en el primero se evidencian la infantilización: no se toman en serio mis trabajos de investigación, invalidan opiniones, etc. El segundo, es en mi opinión, mucho más doloroso, porque se traduce en la deshumanización de la persona. He escuchado varias veces “eres una molestia” y en el peor de los casos es cuando hacen comparaciones como puede ser “he visto a una persona retrasada haciendo hamburguesas en el Burger King, ¿qué excusas tienes para no estar trabajando?”, dicho de una manera violenta desde una superioridad moral.
Las entrevistas de trabajo siempre fueron estresantes. El empleador te mira a los ojos y te hace la pregunta que toda persona con autismo teme que haga “¿qué es el autismo?”. Esa pregunta ya te invalida porque quiere decir que el empleador no tiene absolutamente ninguna formación, busca a alguien que se vea “discapacitado” que de vez en cuando le puedan tomar fotos y publicarlos en las redes sociales para que los que vean el teléfono ese día digan “que empresa tan incluyente”. En una empresa que se respete lo único que tienen que preguntarte es: “¿qué adaptaciones necesitas?” y listo, con todos los arreglos eres un igual al resto de tus compañeros del trabajo, no tienes que estar cada rato dando explicaciones de tu discapacidad.
La sociedad actual es sumamente competitiva. He observado que muchas empresas incentivan la competencia entre los empleados, pero nunca la cooperación. Esto me parece peligroso, porque saca rasgos negativos de la sociedad, como puede ser el egoísmo, la deshonestidad, etc. Un mercado laboral basado en esos valores nunca será inclusivo. Nunca evolucionará.
España es una tierra que me acogió con los brazos abiertos, le agradezco mucho, pero aún le falta mucho para que sea realmente inclusiva y no sería honesto si no dejara plasmada estas reflexiones. Yo tengo la convicción de que una sociedad que incluya a todas las minorías de manera honesta y humana, sin utilizarlas con fines políticos, nunca caerá en las garras del populismo. Una sociedad que aspira a la resolución de sus problemas acoge, respeta y naturaliza la diversidad.
[1] Raquel Mora Cobo:Las Crónicas del Orbe: El último místico, Ringo Rango, 2022.
[2] Ursula K. Le Guin: Contar es escuchar, Círculo de Tiza, 2018
[3] Truman Capote :A sangre fría, Editorial Anagrama, 2006.
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