La poesía de Dulce María Loynaz sobresale por la hondura de una sensibilidad que logra armonizar, sin apagarlos, el dolor y la paz, la fragilidad y la rebeldía.
Con maestría y sensibilidad, Dulce María Loynaz invita en esta historia a reflexionar sobre un dilema terrible y actual: cómo afrontar la injusticia sin ceder al odio.
“Esa actitud desafiante era el muro que Dulce María Loynaz ponía entre su persona y su literatura, y ellos; un ellos que englobaba mucho más que a los tiranos usurpadores.”
Sobre la capacidad de la literatura para abstraernos del presente, sobre la genialidad de Cervantes y el valor de la risa, habla Dulce María Loynaz en este texto.
Dulce María Loynaz sintetiza en sus versos su imagen de familia, surgida, por supuesto, de la propia experiencia.
“Eres la llegada y la partida, la fe y la desesperanza, la primavera todos los años aguardada y nunca disfrutada.”
"Estuve y ciertamente no estuve, pero sí bajé las escaleras, y ella estrechó la garra adolescente que fechó aquel poema mío..."
“Jardín aborda el tema de la reconquista de la ciudad esencial, en la que se integre lo humano profundo con la inevitable evolución del hombre.”
El “Poema XXIV”, de Dulce María Loynaz, pertenece a su libro "Poemas sin nombre" (1953). La poeta cubana fue Premio Cervantes en 1992.
En “Últimos días de una casa”, el último poema de Dulce María Loynaz, la casa es una mujer que sufre el olvido a que ha sido condenada.