Referentes │ Leymah Gbowee: “Convertir nuestro miedo en fortaleza”
“Era nuestro deber moral ser madres y ceñirnos la cintura para luchar contra los demonios de la guerra y proteger la vida de nuestros hijos, su tierra y su futuro.”

En un encuentro del Consejo de Seguridad de la ONU, en marzo de 2023, Leymah Gbowee insistió en la importancia de que las mujeres participen en las negociaciones para la resolución de conflictos como mediadoras y no como simples observadoras. Al mismo tiempo, señaló la necesidad de “redefinir la paz; que no es solo la ausencia de la guerra, sino la presencia de condiciones que nos dignifiquen a todos”.
Su propia labor como una de las principales activistas por la paz durante la segunda guerra civil en Liberia, y su papel protagónico en la resolución de conflictos en África y otras regiones, así como en la defensa de los derechos de las mujeres atrapadas en la violencia de la guerra y sometidas a todo tipo de vejaciones, han hecho de Gbowee un ejemplo de integridad y valor para el mundo.
En su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz, el 10 de diciembre de 2011, Leymah Gbowee cuenta algunas de sus experiencias con el movimiento Mujeres de Liberia Acción Masiva por la Paz, que ella fundó y dirigió, e insta a las mujeres de todo el mundo a no desfallecer en su lucha por alcanzar la plena igualdad de derechos.
La campaña Mujeres de Liberia Acción Masiva por la Paz
A principios de 2003, siete mujeres nos reunimos en una oficina/sala de conferencias improvisada para hablar sobre la guerra civil liberiana y la inminente guerra en la capital, Monrovia. Armadas únicamente con nuestra convicción y diez dólares estadounidenses, nació la campaña Mujeres de Liberia Acción Masiva por la Paz.
Las mujeres se habían convertido en un “juguete de guerra” para los jóvenes milicianos drogados. El abuso y la explotación sexual no perdonaban a ninguna; éramos violadas y abusadas sin importar nuestra edad, religión o condición social. Era común que una madre viera cómo reclutaban a su hija pequeña a la fuerza o cómo se la llevaban para casarla con algún combatiente envalentonado por las drogas.
Usamos nuestro dolor, nuestros cuerpos destrozados y nuestras emociones traumatizadas para enfrentar las injusticias y el terror de nuestra patria. Éramos conscientes de que el fin de la guerra solo llegaría mediante la no violencia, pues todos habíamos visto que el uso de la violencia nos estaba llevando, a nosotros y a nuestro amado país, a un abismo de dolor, muerte y destrucción.
“Nos tomamos de la mano ante el peligro y dijimos la verdad al poder cuando todos los demás se mostraban diplomáticos.”
La situación en Liberia durante aquellos años de guerra reafirmó en nosotras la profunda afirmación del Premio Nobel, el difunto Dr. Martin Luther King: “La violencia nunca trae una paz permanente. No resuelve ningún problema social; simplemente crea otros nuevos y más complejos”.
La campaña de las mujeres Acción Masiva comenzó en una comunidad y se extendió a más de 50 comunidades en Liberia. Trabajamos a diario enfrentando a los caudillos, reuniéndonos con los dictadores y negándonos a ser silenciadas ante el AK 47 y los RPG. Caminamos cuando no teníamos transporte, ayunamos cuando el agua era inasequible, nos tomamos de la mano ante el peligro y dijimos la verdad al poder cuando todos los demás se mostraban diplomáticos, nos mantuvimos bajo la lluvia y el sol con nuestros hijos para contarle al mundo las historias del otro lado del conflicto. Nuestra formación académica, experiencias de viaje, creencias y clases sociales no importaban. Teníamos una agenda común: “Paz para Liberia Ya”.
Triunfamos cuando nadie lo esperaba; fuimos la conciencia de quienes perdieron la conciencia en su búsqueda de poder y posiciones políticas. Representábamos el alma de la nación. Nadie nos había preparado a mis hermanas y a mí para el día de hoy: para que nuestra lucha pasara a la historia. Al contrario, al enfrentarnos a los caudillos, lo hicimos porque sentíamos que era nuestro deber moral ser madres y ceñirnos la cintura para luchar contra los demonios de la guerra y proteger la vida de nuestros hijos, su tierra y su futuro.
Las mujeres en la guerra
Existen numerosos ejemplos a nivel mundial de estas luchas por parte de las mujeres. Creo que el premio de este año no solo reconoce nuestra lucha en Liberia y Yemen, sino que también reconoce y honra las luchas de las mujeres de base en Egipto, la República Democrática del Congo, Costa de Marfil, Túnez, Palestina e Israel, y en todos los rincones del mundo donde hay conflictos.
Permítanme rendir homenaje a algunas de las figuras clave en la lucha continua de las mujeres por la libertad y la igualdad. Este premio es un homenaje a:
- Las Mujeres de Zimbabwe, por su valentía frente a la cárcel y la tortura, por seguir siendo la voz y el rostro del pueblo afligido de Zimbabwe;
- Las mujeres del Congo, que han sufrido algunos de los peores actos de inhumanidad que los hombres pueden perpetrar contra las mujeres. Ellas son plenamente conscientes y siguen siendo víctimas de la horrible violencia sexual inherente a la guerra interminable y sin sentido en la República Democrática del Congo;
- Las mujeres de la Tierra Acholi en Uganda que, frente a las constantes torturas y violaciones del llamado Ejército de Resistencia del Señor, siguen defendiendo la paz y la justicia;
- Las mujeres de Afganistán y de muchos otros lugares de la Tierra donde en el siglo XXI todavía pueden ser violadas y aún así ir a la cárcel o, a veces, ser sometidas a crímenes de honor: este premio es un homenaje a su reclamo de justicia, libertad e igualdad.
Paz, justicia, igualdad e inclusión
Majestades, Altezas Reales, distinguidas damas y caballeros, mujeres del mundo:
Este premio no podría haber llegado en mejor momento; un momento en el que las conversaciones globales y comunitarias giran en torno a cómo los miembros de las comunidades locales y los civiles desarmados pueden contribuir a que nuestro mundo, que está patas arriba, se recupere. Ha llegado en un momento en el que ciudadanos desarmados —hombres y mujeres, niños y niñas— desafían a las dictaduras e instauran la democracia y la soberanía popular.
¡Sí! Ha llegado en un momento en que, en muchas sociedades donde las mujeres solían ser víctimas silenciosas y objeto del poder masculino, ahora están derribando los muros de las tradiciones represivas con el poder invencible de la no violencia. Las mujeres están usando sus cuerpos destrozados por el hambre, la pobreza, la desesperación y la indigencia para enfrentarse a la amenaza. Este premio ha llegado en un momento en que las madres ya no imploran por la paz, sino que exigen paz, justicia, igualdad e inclusión en la toma de decisiones políticas.
“Reconocer y honrar a las mujeres, la otra mitad de la humanidad, es lograr la plenitud y el equilibrio universales.”
Debo añadir rápidamente que este premio no solo reconoce el triunfo de las mujeres. Es un triunfo de la humanidad. Reconocer y honrar a las mujeres, la otra mitad de la humanidad, es lograr la plenitud y el equilibrio universales. Las mujeres que conocí en la República Democrática del Congo hace más de un año, me dijeron: “La violación y el abuso son el resultado de un problema mayor, y ese problema es la ausencia de mujeres en la toma de decisiones”. Si las mujeres participaran en la toma de decisiones en la mayoría de las sociedades, habría menos políticas y leyes excluyentes que ignoraran los abusos que sufren las mujeres.
La plenitud y el equilibrio del mundo
Para concluir, permítanme felicitar nuevamente al Comité Nobel por otorgarnos el Premio Nobel de la Paz a nosotras, tres mujeres. Con este acto, afirman que los derechos de las mujeres son verdaderamente derechos humanos y que cualquier líder, nación o grupo político que excluya a las mujeres de toda forma de participación se está condenando a sí mismo al fracaso.
“Que la integridad del cuerpo de la mujer y la santidad de su vida no queden sumidas bajo tradiciones inventadas por los hombres.”
Que este reconocimiento sirva como un pacto renovado entre las mujeres y los líderes mundiales, para que los compromisos asumidos con las mujeres a través de diversas resoluciones de las Naciones Unidas y otras instituciones mundiales se cumplan con mayor compromiso y vigilancia. Que este sea un pacto renovado para que la integridad del cuerpo de la mujer y la santidad de su vida no queden sumidas bajo tradiciones inventadas por los hombres.
A las mujeres de Liberia y a la hermandad de África Occidental que siguen uniéndose para responder a la crisis en nuestra subregión; a las mujeres de Asia, Oriente Medio y el mundo: celebremos este logro, recordemos que la victoria aún está lejos. Debemos seguir unidas en hermandad para convertir nuestras lágrimas en triunfo, nuestra desesperación en determinación y nuestro miedo en fortaleza. No hay tiempo para descansar hasta que nuestro mundo alcance la plenitud y el equilibrio, donde todos los hombres y mujeres sean considerados iguales y libres.
Y, por último, mujeres liberianas: gracias por enorgullecer a nuestro país. Gracias por estar bajo la lluvia y el sol. Este es su premio. Este es nuestro premio. El mundo solía recordar a Liberia por los niños soldados, pero ahora recuerda a nuestro país por las mujeres de camisetas blancas. ¿Quién hubiera pensado que las mujeres liberianas estarían entre los rostros de la victoria mundial de las mujeres? Pero ustedes lo lograron. ¡Así que gracias!
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