A la Virgen de la Caridad del Cobre
"Madre: ¡que Cuba se muere / y es urgente este mensaje! / ponte de nuevo tu traje / de reina y sal a ordenar / que vuelva a resucitar / la alegría en tu paisaje".
Virgen del Cobre, cubana
que llegaste sobre el mar
a sostener y amparar
nuestra isla soberana.
Marinera, capitana
sublime de nuestro anhelo
que como un barco de duelo
hoy boga por la aflicción,
dirige la redención
timoneando desde el cielo.
No importa si allá a tu imagen
la han vestido de uniforme
pues no hay nada que deforme
tu realeza aunque la ultrajen.
No importa que ahora viajen
los tres Juanes al destierro
si alrededor de aquel cerro
de la Cruz que te acompaña
un pueblo entero en campaña
tiene sustancia de hierro.
Madre de amor, madre ardida
de perdón y caridad,
envía tu claridad
a los que la luz olvidan.
Restáñanos esta herida
que el odio nos ha sajado,
hoy sangra nuestro costado
como aquel del crucifijo,
tu pueblo, como Tu Hijo,
grita que está abandonado.
Ya sabes lo que nos hiere,
ya sabes del paredón,
conoces la inmolación
de la nación que te quiere.
Madre: ¡que Cuba se muere
y es urgente este mensaje!
ponte de nuevo tu traje
de reina y sal a ordenar
que vuelva a resucitar
la alegría en tu paisaje.
Tú sabes que perseguida
o extraviada anda la fe,
que como oscuro café
va el alma del deicida,
y la criatura reída
que tienes entre los brazos
es una estampa en pedazos
al pie de un volcado cirio,
blasfemia, insulto, martirio,
entre ofrendas y rechazos.
Si es que por ser pecadores
sufrimos expiación,
alcancemos el perdón
siquiera porque no llores.
Que como el cobre fulgores
hace en las piedras chispear
tu gracia vaya a alumbrar
al alma más torva y dura
pues solo por tu ternura
podremos cicatrizar.
Oh Virgen, que el tiempo pasa
sin irte a ver al santuario
y queremos un rosario
para rezarlo en Tu casa.
Queremos ver si traspasa
la celda del prisionero
algo más que el carcelero
que lo mantiene cautivo,
milagro caritativo
que abra la jaula al jilguero.
Oh Madre, que yo quisiera
marchar en tu procesión
cantando, sin la oración
afligida y lastimera.
No sé qué te prometiera
porque otorgaras el don
de hacernos volver al son
de aquel himno de Perucho
no a herir, sino a amarnos mucho
flotando en tu bendición.
De: Poesía en éxodo. El exilio cubano en su poesía (1959-1969).
Comp. Ana Rosa Núñez, Ediciones Universal, Miami, 1970, pp. 358-360.
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