Libros | “Classic subversive” y la condición agónica del camino
“Algo épico hay, algo de tragedia y, aunque no sea tan obvio, mucho de esperanza en «Classic subversive», de Miladis Hernández Acosta.”
Todo libro es un comienzo. Sin importar cuán extensa sea la obra previa de un autor, cada nuevo libro impone el reto de afrontar lo incierto. Desnudo ante los azares de la vida, el autor ha de reinventarse y buscar, sondear su experiencia y su determinación, sus hábitos, poner en riesgo lo que ha sido, lo que logró en términos de lucidez o prestigio, en pos de nuevas claridades. Es un camino que aspira a ser ascenso, y que por tanto exige dejar atrás el ámbito de lo habitual y lo seguro, tentar sus propios límites, asumir la fragilidad como esencia para convertirla en fuente, en manantial, por más que esa fuente pueda ser también abismo y derrumbe.
Todo libro es un salir al encuentro de lo desconocido, un penetrar en lo insondable confiando en que habrá luz suficiente para hallar a través de esa nueva etapa de su realización personal un sentido, una ruta que lo conduzca hacia estados de mejor comprensión. Devenir es un proceso agónico, una ruptura; mas es también anhelo de trascendencia, necesidad de establecer relaciones auténticas con el mundo; e implica, en consecuencia, una crisis, una reinvención de sí mismo, un ensanchamiento de lo posible, un esfuerzo por subvertir todo lo que limita al espíritu creador para liberarlo de eso que en su desarrollo se hizo rutina o cárcel.
“Devenir es un proceso agónico, una ruptura; mas es también anhelo de trascendencia, necesidad de establecer relaciones auténticas con el mundo.”
Todo libro es un comienzo, pero hay libros donde ese impulso se torna evidente, casi trágico ante la magnitud de aquello que se niega y abandona, o ante la gravedad de las circunstancias en que el autor emprende su viaje hacia lo ignoto. En tales casos, la obra y la vida suelen ser inseparables, la pulsión que lo empuja amenaza quebrarlo, pone a prueba su temple, su honestidad, su capacidad de regenerarse y ser flexible, al tiempo que expone su pequeñez y su firmeza ante el asalto de eso que —contra el despliegue y la emancipación del espíritu— ha erigido su perverso imperio de tabúes y dogmas.
Hay libros en que el autor debe poner su vida en riesgo y lanzarse hacia delante armado sólo con su sentido de lo necesario, de lo urgente, lo justo, y confiar en que ese devenir que lo trajo hasta su encrucijada actual lo guíe a buen puerto. Esos libros suponen, además del desgarro y el cisma, un implacable examen: de la realidad, del destino que se asume y, sobre todo, de conciencia.
Classic subversive, de Miladis Hernández Acosta
Uno de esos libroses Classic subversive (Ilíada Ediciones, 2024), de Miladis Hernández Acosta. Aquí, la autora hunde su raíz en una agonía colectiva y reta no sólo su suerte de poeta y persona, sino además el embate de un presente obstinado en su tiránico afán por eternizarse, el enigma de un pueblo sujeto entre la sordidez de su hoy y el dilema crucial de su futuro. Es, pues, testimonio de una crisis que va más allá de la evolución (est)ética individual para transmutarse en espejo, en eco de una urgencia de cambios que atañen también al lector, e increpación de esos límites, de esa dictadura de lo actual que frena terca el avance de ese pueblo hacia la luz.
El suyo es, de cierto modo, un destino prometeico, clásico, y su intención —explícitamente subversiva— aspira tanto al quiebre de los límites que constriñen su propia voz, como a la difusión de esa claridad que, página a página, la autora va adquiriendo en el examen riguroso de sí y de su entorno.
“Hay un hilo que conecta la voluntad política en este nuevo libro de Hernández Acosta con aquel aliento emancipador del individuo que es tradición en Occidente.”
El camino es íntimo. El verso no pretende ser arenga, sino meditación y diálogo con la realidad. La autora no recurre a los hoy gastados recursos que en siglos anteriores empleó la poesía abocada al cambio social. Sin embargo, hay un vínculo discernible, un hilo que conecta la voluntad política en este nuevo libro de Hernández Acosta con aquel aliento emancipador del individuo que es tradición en Occidente.
Aquí, como en un ciclo que concluye, la poeta es fénix que al arder recuerda su esencia inmarcesible y vuela. Sin excesos líricos, sin el nimbo o la áurea apariencia de los héroes clásicos, pero sin desoír entre las asperezas de lo cotidiano el reclamo de crecer e irradiar, su voz indaga en el presente, cuestiona lo que se afirma incontestable, despeja la espesura de celadas que coartan su avance, y al hacerlo, deja un rastro, un indicio, una posibilidad para los otros. No más, porque toda revolución exterior, para ser auténtica, debe partir de una transformación armónica de lo interior, y ese despertar sólo ocurre en el desbroce del propio camino.
La condición agónica del camino
Quizás por eso la interrogación es recurrente en estos textos: un filo que inquiere e invita a pensar, un pertinaz poner en solfa esa ilusión de realidad que los discursos fabrican, un llamado a la sospecha. La interrogación es el inicio de la subversión. Y quizás por eso, también, el notable peso que las disyuntivas adquieren en su escritura: ese estar entre una y otra posibilidad, ese percutir casi rítmico, reiterado, demoledor, de la preposición o sobre cada aserto, ofreciendo ante lo que se afirma una alternativa que lo tensa y tuerce, que nos llama a mirar atentamente, a no leer como autómatas, a desgranar el sentido —los sentidos, las implicaciones— de cuanto se nos dice.
La elección del léxico es igualmente significativa en Classic subversive. Aunque la autora evita fijar con localismos un referente sociocultural específico y reducir así el alcance de su poesía, aunque el libro se deja interpretar desde cualquier contexto, ciertos términos imponen un diálogo ríspido con la realidad cubana de estos años signados por la polarización extrema, la brutalidad, la inopia, el éxodo y la incertidumbre de un país que muchos vieron —y acaso ven todavía— como paradigma de libertad y justicia. Identificar esos términos, incluso si se lee desde lejos o con el filtro reductor de una ideología, aporta un matiz nada trivial a la interpretación: advierte contra el efecto narcótico de la propaganda, insta a no ser hipnotizables, y torna aún más clara la condición agónica del camino que, tras una extensa obra, la autora ha emprendido con este nuevo libro.
“Todo lo que aspira a crecer exige esfuerzo. Crecer es, sin embargo, un imperativo de la vida.”
Algo épico hay, pienso, algo de tragedia y —aunque no sea tan obvio— mucho de esperanza en Classic subversive: ¿qué sentido tendría escribir sin fe en el poder transformador de las palabras? Subversive no es aquí, entonces, una pose de rebeldía, no es guiño ni etiqueta comercial; es certeza profunda y conjuro del cambio, de lo inexorable. Es expresión de madurez y vitalidad ante el reto siempre difícil de recomenzar, de afrontar lo incierto.
El lector que se anime a leer este nuevo cuaderno de poesía de Miladis Hernández Acosta tendrá ante sí un libro exigente, pues todo lo que aspira a crecer exige esfuerzo. Crecer es, sin embargo, un imperativo de la vida.
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