Mercedes Matamoros: una gran olvidada

Mercedes Matamoros dejó una profunda huella no solo en el discurso femenino de la lírica insular, sino también en el proceso de formación de la cultura y la literatura cubana.

| Escrituras | 05/06/2023
Mercedes Matamoros y del Valle, precursora de la poesía intimista femenina y una de las figuras claves del modernismo en Cuba.
Mercedes Matamoros y del Valle, precursora de la poesía intimista femenina y una de las figuras claves del modernismo en Cuba.

Mercedes Matamoros y del Valle (1858-1906), como Gertrudis Gómez de Avellaneda, Aurelia Castillo de González o Juana Borrero, por sólo mencionar a algunas, fue una de esas mujeres que con su obra le abrió paso a una escritura diferente. Compartió las páginas de La Habana Elegante con Julián del Casal y Ramón Meza, publicó sus famosas Sensitivas en la Revista de Cuba.

Fue una de nuestras primeras traductoras, y en calidad de tal, se ocupó de dar a conocer la obra de Lord Byron, Longfellow, Thomas Moore, Chaucer, Wordsworth y Felicia Hemans. Aurelia Castillo de González valoró altamente este trabajo de Mercedes Matamoros al decir:

«Hay muchas poesías que están vertidas con pasmosa exactitud. En otras, se ha apoderado de la idea, ha fundido los diferentes miembros de un antiguo cuerpo, ha destruido para crear, y, transfundiendo la sangre de su raza en la nueva forma, la ha presentado fresca y brillante, sin que falte en ella un solo elemento de la creación inglesa».1

Un acercamiento a la poesía de Mercedes Matamoros devela un sujeto lírico de fuerte raíz romántica que se manifiesta a través de las intensas imágenes de la naturaleza, de la vida y del hombre mismo. Pero no se quedó la autora de Sensitivas en el mero romanticismo. Ella se aventuró en un lenguaje poético que trató de dejar atrás el Romanticismo literario.

«Ni romántica plena, ni modernista cabal, ella quedó en el tránsito de un movimiento a otro».

Ni romántica plena, ni modernista cabal, ella quedó en el tránsito de un movimiento a otro. Por eso, es tan importante analizar su lenguaje poético que dio paso a Julián del Casal. Estas peculiaridades son la base de la enorme expresividad de su obra que llegó a tocar temas tan sensibles como el amor, la pasión y el erotismo. Un erotismo que aparece por primera vez en la lírica cubana y que puede considerarse la antesala de esas grandes voces latinoamericanas que fueron: Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou y Alfonsina Storni. Pero que la manquedad cultural de la crítica literaria insular ha querido reducir a una manifestación de lesbianismo de la autora.2

En Sensitivas (1882) el yo romántico se manifiesta como desgarradura, emoción íntima, comunión del alma con un mundo que está en ella misma. Detrás de cada palabra hay una fortaleza enorme, conjugada con una aparente, solo aparente, suavidad. Su dominio de la lengua, su sensibilidad poco común y su cultura la llevaron a fundar una escritura sin parangón en la isla. Y, es que en la obra de Mercedes Matamoros parece cumplirse la sentencia de Gastón Bachelard de que «la poesía pone el lenguaje en estado de emergencia».3

Mercedes Matamoros y del Valle

Poetisa, dramaturga y traductora cubano-española (1858-1906). Asidua colaboradora en los principales medios de comunicación cubanos, en los que publicó numerosos escritos con el pseudónimo literario de “Ofelia”. La prensa había publicado las series poéticas de Mercedes Matamoros: SensitivasMirtos de antañoArmonías cubanas, Por el camino triste El último amor de Safo. La poeta sólo conoció en vida dos ediciones de sus obras, Poesías completas, que recogía su producción poética y traducciones hasta 1892; y el volumen breve, Sonetos, de 1902. A lo largo de los años también habían aparecido en prensa otros poemas sueltos que no pertenecían a ninguna serie poética, algunos habían visto la luz antes de 1893 y otros lo hacen a partir de esas fechas.

El alma de la patria

La poeta se abre el pecho, no sólo para mostrar sus heridas, sino también sus esperanzas. Lo que se escucha en sus poemas es un grito, una urgencia para que se aprese y conozca a un sujeto femenino que no puede seguir condenado a la marginación social.

Los ambientes creados por Luisa Pérez de Zambrana, su bosque, el cementerio sombrío de Juana Borrero o el hogar de Adelaida de Mármol, adquieren en ellas un carácter simbólico y, a la vez, fundacional. En Mercedes Matamoros todos esos ambientes se mezclan en un espacio de subjetividad tal, que solo puede percibir, de ese caos que significa el mundo para ella, el dolor y la angustia.

                 Yo subí a la región donde las nubes
                 Se extienden cual flotante pabellón,
                 Y allí escuché con el oído atento
                 De la tierra la voz.
                 Y entre infectos vapores que ascendían
                 De la oscura mansión.
                 Llegó hasta mí, poniéndose en los aires,
                 Sólo un inmenso grito de dolor.
4

Un dolor como este que toca la pérdida de un espacio donde se vivió no se encontrará, como inevitable eco, hasta Últimos días de una casa, de Dulce María Loynaz. En ese texto de la Loynaz, como en el de la Matamoros, hay dolor, desgarraduras de una casa que se perdía para todos al quedar totalmente destruida ante la impasividad de quienes la demolían. Sólo que ahora la casa de Dulce María Loynaz es Cuba y el poema se publica el 31 de diciembre de 1958. Pero hay también en la poesía de Mercedes Matamoros el bosquejo de una nación que ella sufre:

                        —Ay!, pensé; bajo el cielo de mi patria,
                        que ostenta sin la nieve de otros climas
                        en hondos valles y encumbradas cimas
                         la verde gala de un eterno abril;
                         no se caen las hojas de los árboles,
                         pero el alma sí!...
5

El alma de la patria queda dibujada en estos versos. Un alma que nada tiene que ver con ese otro espacio de alteridad que es la emigración. Esos versos insisten en su sentido de identidad poética y cultural. ¿Modernismo que se avizora como construcción del verdadero Romanticismo latinoamericano, como diría Octavio Paz? Es cierto que hay una exaltación del sujeto lírico, pero en función del reconocimiento de un espacio diferente al del Romanticismo europeo.

Entre las primeras composiciones de Mercedes Matamoros se destaca “La muerte del esclavo”, un poema que no solo deja claro el sentimiento antiesclavista de la autora, sino también sus ideas acerca de la libertad y la dignidad humanas. Los versos finales «y más vale morir que ser esclavo» tenían para la época una gran connotación política: «¡Atleta del dolor! ¡Descansa al cabo! / que el que vive en la muerte nunca llora / y más vale morir que ser esclavo».6 José Fernández de Castro no reparó en este poema de la Matamoros al escribir su libro Tema negro en las letras en Cuba 1608-1935. Tampoco la tuvo en cuenta cuando, en unión de Félix Lizaso, publicaron la antología de La poesía moderna en Cuba 1882-1925.

«más vale morir que ser esclavo»

Hubiera bastado conocer solo ese verso «más vale morir que ser esclavo» para incluirla. Su libro Sonetos aparecido en 1902, mucho después que Aurelia Castillo de González y otros amigos publicasen sus Poesías completas para aliviar la situación económica de la poeta, demuestra su valía como sonetista y la sitúa entre las mejores de la isla en este tipo de construcción poética. Es aquí donde da a conocer El último amor de Safo del cual escribió Juan J. Remos, crítico de talento y cultura:

«Es la exteriorización de un estado amoroso concentrado, a través de diversos motivos que tienen como eje a Safo. Están impregnados de un ardor erótico intenso, pero expresado en las formas y en las insinuaciones del más puro arte. Es el poema una página estética sensual, en que cada soneto es un latido de mujer profundamente humana y excepcionalmente artista».7

Cubierta de "El último amor de Safo", de Mercedes Matamoros y del Valle.

José Lezama Lima, al presentar a Mercedes Matamoros en la Antología de la poesía cubana, habla de ella en términos de precursora de un tipo de poesía femenina «donde la mujer expresa la más secreta voz de sus instintos, renunciamientos, apetencias, frustraciones».8 Si bien la visión de Lezama Lima está marcada por una cultura patriarcal, lo cierto es que su juicio sobre El último amor de Safo, sin ser acabado ni abarcador en su análisis, fue uno de los más justos:

«Su verso a veces cruje, la mucha carga de sentimiento acumulada rompe la forma, pero en esa materia poética que gime y ondula, que se deja recorrer por un pathos coloquial, está la más permanente fascinación de esta poesía».9

Es importante apuntar, además, que ese gusto por la antigüedad grecolatina que recorre todo el poema —no exclusivo de Mercedes Matamoros, por cierto— tiene mucho que ver con el proceso de modernización que se produce a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

El último amor de Safo, una composición única

El gusto por la literatura griega y la latina, por las literaturas medievales, las miradas hacia las literaturas orientales —estas últimas ¿no están presentes también en Polvo de alas de mariposa, de José Martí?— constituyeron una cierta medida de hasta dónde podían conocerse otras culturas como puntos de partida para la búsqueda de nuestra originalidad en las letras insulares y continentales. Este es el nudo del que parte el Modernismo en Cuba.

Lo cierto es que El último amor de Safo es un poema que sigue en pie para la literatura cubana. Lenguaje sensual, amor profundo, tono esencialmente femenino es lo que caracteriza a esta composición única y trascendente salida de mano de mujer en el tránsito hacia el siglo XX. Fowler, ciertamente, a pesar de los deslices críticos y de su desenfocada premisa de ver un lesbianismo expreso en el poema, es quien ha valorado la estatura esencial de esta composición:

«Esa mujer se canta a sí misma, se describe, la poesía es un espejo del cuerpo, la famosa expresión de Whitman se abre a una mirada absolutamente moderna en cuanto a lo que a la representación de la sexualidad y el erotismo se refiere; una vez más nos avisa de que tiene un cuerpo, se describe, la poesía es un espejo del cuerpo, se mira en la poesía y se declara satisfecha».10

Mercedes Matamoros toca desde su poesía lo que Gertrudis Gómez de Avellaneda hizo desde su teatro y su narrativa. Se asiste a la construcción de una escritura que les nacía no desde la espontaneidad, sino de la necesidad de expresarse desde su condición de mujeres. Y, esa manera de hacerlo no fue histérica, ni histriónica, sino culta, profunda y diversa. Todas ellas constituyen un tejido complejo de voces diferentes. No más pensar en Cuba para que aparezcan: La condesa de Merlín, la Avellaneda, Aurelia Castillo de González, Luisa Pérez de Zambrana, Nieves Xenes, Adelaida de Mármol, Emilia Bernal, Úrsula de Céspedes y Escaverino, Juana Borrero, por solo mostrar una parte de ese coro polifónico poético femenino. Coincido con la ensayista chilena Lucía Guerra cuando señaló:

«Todas estas historias de mujeres configuran un contratexto que hace estallar al signo de mujer en una multiplicidad que no admite abstracciones ni esencialismos. La contribución del feminismo latinoamericano radica, precisamente, en su énfasis en la heterogeneidad, nunca ajena a los procesos históricos. Ser mujer en nuestro continente rebasa y excede aquellas construcciones culturales que intentan definir y fijar con la intención de mantener un orden».11

La crítica literaria no ha tocado en toda su extensión la obra de Matamoros. La ha clasificado, sencillamente, como poeta erótica, centrando su atención en El último amor de Safo. Apenas hay estudios de sus primeras obras como «Sensitivas» o «Mirtos de antaño», estos últimos parecen haber sido recogidos en su totalidad por el investigador cubano Florentino Morales que los publicó como libro con el mismo nombre. Pero la Matamoros nunca los agrupó como texto aparte.

Mercedes Matamoros y José Martí

Resulta de interés también la posible relación de amistad entre Mercedes Matamoros y José Martí, de la que habla también el investigador Florentino Morales, según él ambos poetas se conocieron en los salones del Liceo de Guanabacoa.

En 1878 y 1879 ambos concurrían a las veladas literarias que entonces se efectuaban en las instituciones culturales y en las residencias de los intelectuales prominentes de La Habana, especialmente en el Liceo de Guanabacoa. Varias veces Martí, que era el Secretario de la Sección de Literatura, leyó públicamente poemas de nuestra poetisa, como en la velada del 10 de mayo de 1879; y en otras ocasiones las leía ella misma.

Como uno de los muchos testimonios que existen sobre la estimación que le tenía Martí a nuestra coterránea, recordamos la ocasión en que él le pidió a su amigo Pedro Coyula que leyera públicamente unas décimas que había escrito para Mercedes (…) También acostumbraba Martí a visitar la casa de nuestra poetisa y leer los versos de ella en alta voz o recitarlos, como lo recuerda ella en su elegía «En la muerte de Martí».12

El hecho es que el poema de Martí existe y se reprodujo en el periódico El Almendares el 25 de mayo de 1882.

                        A Mercedes Matamoros

                        Como la plegaria pura;
                        como la cólera altiva;
                        como tus sueños tristes;
                        como la inocencia tímida;
                        tú, la doncella garbosa
                        en cuyos ojos anidan
blandas miradas de tórtola
                        trágicas luces sombrías
                        ¡Mercedes! Bien nos las hizo
                        quien dio encomienda a las brisas
                        de que bordaran tu cuna
                        del Almendar en la orilla
                        con hojas de nuestras cañas
                        y flor de nuestras campiñas.13

Hoy no puede asegurarse si la amistad fue tan estrecha. Si fue así, ¿por qué no hubo correspondencia entre ellos? ¿Por qué Martí no vuelve a referirse a la poeta? Es algo que quedará siempre en el enigma. Lo cierto es que Florentino Morales encontró el poema completo de Martí dedicado a la Matamoros y fue publicado en el Anuario del Centro de Estudios Martianos, no. 2 correspondiente al año 1979.

Ese poema en cuestión va más allá de un simple retrato de mujer. Porque Mercedes Matamoros no fue ni una poeta lacrimógena, ni sentimental, ni mucho menos caracterizada por un erotismo desenfrenado. Basta leer el final del poema martiano para percatarse que sí la leyó y admiró: «¡Bien haya, Merced, quien tiene/ la religión de las ruinas, / héroes en indios y en negros, / y en su alto espíritu lira!»14 Dueña de una sensibilidad y una cultura muy especial, Mercedes Matamoros dejó una profunda huella en la formación no solo de un discurso femenino en la lírica insular, sino también en el proceso de formación de la cultura y la literatura cubana.

Monumento a Mercedes Matamoros en el Paseo del Prado de la ciudad de Cienfuegos, Cuba.
El busto de Mercedes Matamoros en Cienfuegos, situado en Prado entre San Fernando y Argüelles, se inauguró en 1921 por iniciativa de Pedro Modesto Hernández, posee tres metros de altura y fue realizado por el escultor E. Baralta en mármol blanco de carrara.

Rescatar su obra, no vuelta a publicar desde que lo hiciera Aurelia Castillo de González en 1906, sería el mejor tributo no solo a la Matamoros, sino al rescate de una escritura femenina que se está perdiendo en la distancia.


1 Aurelia Castillo de González: “Prólogo”, en: Mercedes Matamoros: Poesías completas. Imprenta La Moderna, La Habana, 1882, p. IX.

2 Ver: Víctor Fowler en su libro Rupturas y homenajes. Ed. Unión, La Habana, 1998. En las páginas dedicadas a Mercedes Matamoros llega a afirmar: “El último amor de Safo, en conjunto, no muestra orientación estética definida, y permanece, en su sitio modesto pero indiscutible, como una creación personal vigorosa perfilándose sobre un momento confuso de nuestra poesía”, p. 34. Víctor Fowler desconoce que El último amor de Safo nunca se publicó por su autora como libro aparte como también ignora que este es uno de los momentos más importantes del despegue de la poesía cubana. Más adelante, al referirse al poema en cuestión, habla de que su autora fue heterosexual hasta el soneto XV y de allí en adelante da a conocer su personalidad lésbica. Fowler se engaña por su incapacidad para entender el contexto cultural finisecular y por desconocer toda la cultura grecolatina que respalda a este poema.

3 Gastón Bachelard: La poética del espacio. Ediciones del Fondo de Cultura Económica, México, 1983, p. 19.

4 Mercedes Matamoros: “Poema XXIII” de Sensitivas, en: Revista de Cuba, La Habana, septiembre de 1882, p. 223.

5 Mercedes Matamoros: “Invierno en Cuba”, en: Poesías completas. Imprenta “La Moderna”, La Habana, 1892, pp.216-217.

6 Ibíd., p.245.

7 Juan J. Remos: Historia de la literatura cubana. Cárdenas y Cía, La Habana, 1945, t. II, p. 493.

8 José Lezama Lima: “Mercedes Matamoros”, en: Antología de la poesía cubana. Ed. Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1965, t. 3, p. 530.

9 Ibíd., p. 530.

10 Víctor Fowler: Rupturas y homenajes. Ed. Unión, La Habana, 1998, p. 38.

11 Lucía Guerra: La mujer fragmentada: historia de un signo. Premio Extraordinario de Estudios sobre la Mujer. Ed. Casa de las Américas, La Habana,1994, p.181.

12 Florentino Morales: “Prólogo” a; Mercedes Matamoros: Mirto de antaño. (s.e.), Cátedra “Mercedes Matamoros”, Cienfuegos, 1991, (s.p.).

13 José Martí: “A Mercedes Matamoros”, en: Obras completas, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 17, p. 186.

14 José Martí: “A Mercedes Matamoros”, en: Anuario del Centro de Estudios Martianos. Número 2, La Habana, 1979, p. 14.



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