Narrativa estadounidense │ Lucia Berlin: “Suicidio”
Con una mirada que sabía ver en los detalles su carga de significados profundos, Lucia Berlin tomó de su propia vida la materia con que construyó sus cuentos.
El tiempo hiere todas las curas.
Groucho Marx
Dieciocho años. Todavía estás aquí. O acabas de estar aquí, lo sé. O estarás ahí cuando llegue.
Este mes las azucenas estaban en flor. Macizos y macizos de flores rosadas, borrosas bajo la lluvia, justo en la entrada de la autopista por encima del hotel Claremont. Florecen dos veces al año, una en invierno y otra en agosto, el 19 de agosto, cuando moriste.
Una vez bebimos y nos peleamos toda la noche. Intenté romper contigo. Era todo delirante, enfermizo. Nosotros lo éramos. Por la mañana me llevaste al colegio de Oakland donde daba clases. Ninguno de los dos dijo nada. Cuando pasamos con el coche junto a las azucenas nos quedamos sin aliento.
—Son preciosas —dijiste.
—Son la única belleza en mi vida ahora mismo —murmuré.
A la mañana siguiente, cuando pasé en coche para ir al trabajo, vi que las habían arrancado, no quedaba ni una sola flor. Nunca hablamos de eso. Meses más tarde te pregunté si querías ir al lago Anza. Es precioso en primavera.
—No —dijiste—. A mí nunca me gustó la belleza.
Durante años usé mi remordimiento para seguir bebiendo, para que encendieran las sirenas y me dieran sábanas limpias y Valium. La seguridad de la camisa de fuerza, las correas. Usaba el dolor que me causaste para esconderme de todas las otras muertes, hasta que al final me perdoné para seguir con vida.
A ti no, no te perdonaré nunca.
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Lucia Berlin es una de las grandes maestras contemporáneas del cuento. Sus historias retratan a mujeres trabajadoras, madres que lidian con la adicción y el alcoholismo, vidas itinerantes, frustraciones y breves alegrías en medio de la desolación. Con una mezcla de humor negro y ternura, y una mirada que sabía ver en los detalles su carga de significados profundos, Berlin extrajo de sus propias experiencias vitales la materia con que construyó sus relatos. Su estilo, directo y sin artificios, y su frecuente uso de la primera persona, le otorgan a sus personajes femeninos una voz íntima, ingenua a veces, pero siempre brutalmente honesta. Casi desconocida durante su vida, hoy se la compara con autores de la talla de Antón Chéjov, Raymond Carver y Alice Munro.
Se acompaña este cuento de Lucia Berlin con una pintura de la artista estadounidense Kay Sage (1898-1963). Pintora y poeta, Sage se vinculó al surrealismo en la década de 1930, en París, y desde la Segunda Guerra Mundial se convirtió en una de las figuras más relevantes de este movimiento en los Estados Unidos. Conocida por sus obras con temas arquitectónicos que desafían la estabilidad del espectador, su obra se distingue por la fuerza expresiva de la ausencia, el desequilibrio, la soledad metafísica y la tensión que irradia en la inmovilidad de sus lienzos. Con esos elementos, Sage creó un personal mundo imaginario que evoca lo insondable del inconsciente y lo desconocido.
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