Poesía coreana │ Han Kang: “El invierno a través de un espejo”
A lo largo de su obra, Han Kang explora desde disímiles perspectivas el tema del silencio y el lenguaje, y cómo nuestra relación con el mundo afecta la comunicación.

1.
Mira la pupila de una llama.
Azulado
ojo
con forma de corazón.
Lo más caliente y brillante
aquello que la rodea,
la llama interior naranja.
Lo que más parpadea,
lo que rodea de nuevo
la llama externa semitransparente.
Mañana por la mañana, la mañana
que parto a la ciudad más alejada,
esta mañana
el ojo azulado de una llama
mira más allá de mis ojos.
2.
Ahora mi ciudad es mañana de primavera. Si traspasas el centro de la tierra, si taladras recto hasta el centro sin vacilar, aquella ciudad aparece. La diferencia horaria allí exactamente doce horas menos, la estación exactamente medio año atrás. De modo que aquella ciudad es ahora una tarde de otoño, como si siguiera en silencio a alguien aquella ciudad sigue tras la mía. Para cruzar la noche, para cruzar el invierno, espero en silencio, mientras mi ciudad deja atrás a aquella como alguien que te adelantara en silencio.
3.
Dentro del espejo espera el invierno.
Un lugar frío.
Un lugar totalmente frío
tan frío
que los objetos no pueden temblar.
Tu cara (una vez congelada)
no puede hacerse añicos.
No extiendo mi mano.
Tú tampoco
quieres extender tu mano.
Un lugar frío.
Un lugar que se mantiene frío
tan frío
que las pupilas no pueden vacilar.
Los párpados
no saben cómo cerrarse.
Dentro del espejo
espera el invierno y
dentro del espejo
no puedo evitar tus ojos y
tú no quieres extender la mano.
4.
Dijeron que volaríamos durante todo un día.
Dobla bien veinticuatro horas métetelas en la boca y
entra en el espejo dijeron.
Cuando haya deshecho la maleta en una habitación de esa ciudad
debería aprovechar para lavarme la cara.
Si el sufrimiento de esa ciudad en silencio se apodera de mí
me quedaré rezagada en silencio y
cuando no estés mirando me apoyaré
un momento en la espalda escarchada del espejo
y canturrearé despreocupada.
Hasta que, habiendo doblado bien veinticuatro horas
y habiéndolas escupido empujadas por tu lengua caliente,
vuelvas a mirarme.
5.
Mis ojos son dos cabos de vela que gotean cera mientras gastan la mecha. No es abrasador ni doloroso. Dicen que el temblor del núcleo de la llama azulada es el advenimiento de las almas. Las almas se sientan en mis ojos y tiemblan, canturrean. La llama externa que se balancea en la distancia oscila para llegar más lejos. Mañana partes hacia la ciudad más lejana. Aquí estoy yo ardiendo. Ahora pones las manos en la tumba del vacío y esperas. La memoria te muerde los dedos como una serpiente. No te abrasas ni te duele. Tu inquebrantable rostro no se quema ni se hace añicos.

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Más conocida como novelista que como poeta, Han Kang ha afirmado que tiene una difícil relación con las palabras: “El lenguaje siempre es resbaladizo, como si se lanza una flecha con un arco, pero cae a medio camino y no da en la diana”. Quizás por eso, a lo largo de su obra, Kang vuelve desde disímiles perspectivas a los temas del silencio y la comunicación. Así ocurre, por ejemplo, en La vegetariana y La clase de griego, sus novelas más conocidas. Pero también en su poesía: “Cuando la armonía con el mundo y la vida se vuelve difícil, surge un conflicto con el lenguaje”, argumentó en una entrevista a propósito de esa conflictiva relación con las palabras que la han llevado a crear una de las obras más singulares de la literatura coreana actual y que, en 2024, le mereció el Premio Nobel de Literatura.
Acompañan este poema de Han Kang dos obras de la pintora coreana Chun Kyung-Ja. Considerada la artista más prominente de Corea, Chun estudió pintura en la Universidad de Arte Femenino de Tokio y realizó más de diez exposiciones individuales en Japón antes de regresar a Corea en 1955. Resistiéndose a adoptar los estilos convencionales que prevalecían en la escena artística de su país, insistió en desarrollar su propio estilo, marcado por el simbolismo del color y la representación de la mujer en retratos de apariencia tradicional, pero enfatizando en ellos los conflictos íntimos, la serena firmeza y el sufrimiento de las mujeres en una sociedad que limitaba su desarrollo. Chun Kyung-Ja fue profesora en la Universidad de Arte Hongik y una de las artistas coreanas más prolíficas.
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