Referentes | Patricia Hill Collins: “Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro” (primera parte)

“El pensamiento feminista negro tiene como objetivo empoderar a las mujeres afroamericanas en un contexto de injusticia social sostenida.”

Faith Ringgold: "Llegamos a América" (1997), fragmento.
Faith Ringgold: "Llegamos a América" (1997), fragmento.

Soy resultado de una tradición intelectual que hasta hace veinticinco años no existía en la academia. De forma semejante a los retazos de una colcha, esta tradición está fruncida con trozos y piezas importantes. Mi tradición no tiene nombre, porque abarca más que el womanism,1 la negritud o los estudios africanos, aunque esos términos valdrán por ahora.
Barbara Omolade

Estos días parece que me quedo sin palabras. Siento como si estuviera en una “rueda de molino” lingüística que ha aumentado gradual pero inequívocamente su velocidad, de tal modo que ninguna palabra que utilice para describirme de forma concluyente, a mí misma o a mis proyectos, dura más de cinco segundos en el campo académico. Ya no puedo justificar mi presencia en la academia, por ejemplo, con palabras de la lengua inglesa. En el momento en que encuentro algún símbolo de mi presencia en los pasillos enrarecidos de las instituciones de élite, es robado, apropiado, cubierto con significados negativos.
Patricia Williams

Las dificultades de las mujeres negras estadounidenses en estas “ruedas de molino” lingüísticas para nombrar una tradición que “no tiene nombre” revelan los problemas de arreglárselas con ciertos “términos [que] valdrán por ahora”. Ampliamente utilizado pero cada vez más difícil de definir, el pensamiento feminista negro estadounidense abarca significados diversos y a menudo contradictorios. A pesar de la considerable energía dedicada por las mujeres negras estadounidenses a nombrar el conocimiento generado por ellas mismas, las tensiones definitorias no solo persisten sino que además se encuentran con cambiantes climas políticos llenos de nuevos obstáculos.

Cuando se ataca al propio vocabulario utilizado para describir el pensamiento feminista negro, se vuelve casi imposible construir una auto-definición. Por ejemplo, a pesar de la continuada aceptación entre muchas afroamericanas del “afrocentrismo” como un término que hace referencia a las tradiciones de conciencia negra y solidaridad racial, durante los años ochenta y noventa los académicos y entendidos difamaron el término en medios de comunicación.

Asimismo, los significados peyorativos atribuidos cada vez en mayor grado al término “feminista” parecen diseñados para desacreditar un movimiento dirigido al empoderamiento de las mujeres. Incluso el término “negro” cayó víctima de la corriente deconstructivista y un creciente número de intelectuales “negros”, que se dedican al conocimiento de la “raza”, cuestionan los mismos términos utilizados para describirse tanto a ellos mismos como a sus luchas políticas.2 En conjunto, estas transformaciones dieron lugar a un contexto político e intelectual muy diferente para el pensamiento feminista negro.

A pesar de estas dificultades, buscar algún tipo de terreno común para pensar más allá de los límites del pensamiento feminista negro sigue siendo importante porque, como nos recuerda la activista feminista negra estadounidense Pearl Cleage: “Tenemos que entender de forma clara que somos un grupo único, distinto sin lugar a dudas por la raza y el sexo, con un conjunto de retos excepcionales”.3

Más que desarrollar definiciones y argumentar sobre las prácticas de nombramiento ―por ejemplo, si este pensamiento debería llamarse feminismo negro, womanism, feminismo afrocéntrico, womanism africano y demás― un enfoque más útil radica en reexaminar las razones por las que el pensamiento feminista negro ha llegado a existir. Explorar los rasgos que lo caracterizan puede proporcionar el terreno común tan necesario hoy en día tanto entre mujeres afroamericanas, como entre mujeres afroamericanas y aquellas con conocimientos o pensamientos colectivos con propósitos similares.

Los rasgos distintivos del pensamiento feminista negro no tienen necesidad de ser exclusivos, y pueden compartir mucho con otros cuerpos de conocimiento. Más bien, es la convergencia de estos rasgos distintivos lo que da al pensamiento feminista negro estadounidense sus contornos particulares.

¿Por qué un pensamiento feminista negro estadounidense?

Kara Walker: "Cuatro frases sobre el arte negro #4 Primitivismo" (2015).
Kara Walker: "Cuatro frases sobre el arte negro #4 Primitivismo" (2015).

El feminismo negro sigue siendo importante porque las mujeres negras estadounidenses constituyen un grupo oprimido. Como colectividad, participan en una relación dialéctica que conecta su opresión con el activismo. Las relaciones dialécticas de este tipo expresan que dos grupos son contrarios y opuestos. Mientras persista la subordinación de las mujeres negras dentro de las opresiones interseccionales de raza, clase, género, sexualidad y nación, el feminismo negro seguirá siendo necesario como respuesta activista a esa opresión.

De modo semejante, el propósito global del pensamiento feminista negro estadounidense es resistir a la opresión, tanto a sus prácticas como a las ideas que la justifican. Si las opresiones interseccionales no existieran, este pensamiento y los conocimientos oposicionales similares serían innecesarios. Como teoría crítica social, el pensamiento feminista negro tiene como objetivo empoderar a las mujeres afroamericanas en un contexto de injusticia social sostenida por opresiones interseccionales. En tanto que estas no pueden estar totalmente empoderadas a menos que las propias opresiones interseccionales sean eliminadas, el pensamiento feminista negro apoya principios generales de justicia social que trascienden las necesidades particulares de este grupo.

Gran parte del feminismo negro estadounidense ha sido analizado a través del prisma del contexto estadounidense, por lo que sus contornos han sido delimitados por la especificidad del multiculturalismo americano.4 En particular, el pensamiento y la práctica feministas negros responden a una contradicción fundamental de la sociedad estadounidense. Por un lado, las promesas democráticas de libertad individual, igualdad ante la ley y justicia social hechas a todos los ciudadanos. Pero, por otro lado, persiste la realidad del trato grupal diferencial basado en la raza, la clase, el género, la sexualidad y el estatus de ciudadanía. Los grupos organizados alrededor de la raza, la clase y el género en y por sí mismos no son inherentemente un problema. Sin embargo, cuando los afroamericanos, la gente pobre, las mujeres y otros grupos discriminados tienen poca esperanza de que su grupo mejore, esta situación constituye una injusticia social.

Persistencia de la segregación racial

Dentro de esta contradicción global, las mujeres negras estadounidenses nos encontramos con un conjunto distintivo de prácticas sociales que acompañan nuestra historia particular dentro de una matriz única de dominación caracterizada por opresiones interseccionales. La raza está lejos de ser el único indicador de diferencia grupal ―la clase, el género, la sexualidad, la religión y el estatus de ciudadanía son también muy importantes en Estados Unidos.5

Aún así para las mujeres afroamericanas, los efectos del racismo institucionalizado siguen siendo visibles y palpables. Este racismo depende en alto grado de la segregación racial y de las prácticas discriminatorias que lo acompañan, diseñadas para negar un trato igualitario a los negros estadounidenses. A pesar de los importantes pasos dados para abolir la segregación de la sociedad estadounidense desde 1970, la segregación racial permanece profundamente arraigada en la vivienda, la escolarización y el empleo.6

Para muchas afroamericanas, el racismo no es algo que exista en la distancia. Nos encontramos con el racismo en situaciones cotidianas, en los lugares de trabajo, tiendas, escuelas, viviendas… y en las interacciones sociales diarias.7 La mayoría de las mujeres negras no tienen la oportunidad de hacerse amigas de sus vecinos, mujeres y hombres blancos, y sus hijos tampoco van al colegio con los niños blancos. La segregación racial sigue siendo un rasgo fundamental del paisaje social estadounidense, dejando a muchos con la creencia de que “cuanto más cambian las cosas, más permanecen igual”.8 Ocultar estas persistentes desigualdades raciales es una retórica daltonista diseñada para hacer que estas desigualdades sociales resulten invisibles.

En un contexto en el que muchos creen que hablar de raza fomenta el racismo, la igualdad supuestamente radica en tratar a todo el mundo por igual. Pero como Kimberlé Crenshaw señala “es bastante obvio que tratar cosas diferentes por igual puede generar tanta desigualdad como tratar cosas iguales de forma diferente”.9

Aunque la segregación racial está organizada de distinta manera que en épocas anteriores,10 ser negra y mujer en Estados Unidos continúa exponiendo a las mujeres afroamericanas a ciertas experiencias comunes. Las similares experiencias familiares y laborales así como nuestra participación en diversas expresiones de la cultura afroamericana hacen que, en general, las mujeres negras estadounidenses vivan, como grupo, en un mundo diferente al de las personas que no son negras y mujeres.

Experiencias comunes y conciencia grupal

Annie Lee: "Lunes triste" (1985), fragmento.
Annie Lee: "Lunes triste" (1985), fragmento.

Para las mujeres, como individuos, las experiencias particulares que acumulamos viviendo como mujeres negras en Estados Unidos pueden estimular una conciencia distintiva con respecto a nuestras propias experiencias y a la sociedad en general. Muchas afroamericanas captan esta conexión entre lo que una hace y lo que una piensa. Hannah Nelson, una anciana trabajadora doméstica negra, expuso cómo el trabajo determina las perspectivas de las mujeres afroamericanas y las blancas:

En tanto que tengo que trabajar, la verdad es que no me tengo que preocupar por muchas de las cosas por las que se preocupan la mayoría de las mujeres blancas para las que he trabajado. Y si estas mujeres tuvieran su propio trabajo, pensarían exactamente igual que yo ―sobre esto, al menos.11

Ruth Shays, una residente negra de los barrios pobres, señala cómo las variaciones en las experiencias de los hombres y las mujeres conducen a perspectivas diferentes: “La mente del hombre y la mente de la mujer son lo mismo”, apunta, “pero este asunto de vivir hace a las mujeres utilizar sus mentes de formas en las que los hombres ni siquiera tienen que pensar”.12

El reconocimiento de esta conexión entre experiencia y conciencia que da forma al cotidiano de las mujeres afroamericanas, de manera individual, impregna a menudo el trabajo de las activistas y académicas negras. En su autobiografía, Ida B. Wells-Barnett describe cómo el linchamiento de sus amigos tuvo tal impacto en su visión del mundo que dedicó posteriormente mucha de su vida a la causa del anti-linchamiento.13

El malestar de la socióloga Joyce Ladner con la disparidad entre las enseñanzas de la academia mainstream y sus experiencias como mujer negra joven en el Sur le llevaron a escribir Tomorrow’s Tomorrow [El mañana de mañana] en 1972, un estudio innovador sobre la adolescencia femenina negra. Asimismo, el origen de la transformación de la conciencia experimentada por Janie, la heroína de piel clara del clásico de Zora Neale Hurtson de 1937, Their Eyes Were Watching God [Sus ojos miraban a Dios], de nieta y esposa obediente a mujer afroamericana auto-definida, puede ser ubicado directamente en sus experiencias con cada uno de sus tres maridos. En una escena del segundo matrimonio de Janie, el marido, enfadado porque ella le sirvió una cena de arroz quemado, pescado a medio cocer y pan pasado, la golpea. Ese incidente estimula a Janie a levantarse de “donde él la dejó por un tiempo desmedido” y pensar. Y en su pensar, “su imagen de Jody cayó y se hizo trizas [...] Ella tenía un interior y un exterior; ahora y de repente sabía cómo no mezclarlos”.14

En general, estos vínculos entre lo que una hace y lo que una piensa, ilustrados por mujeres negras individuales, también pueden caracterizar las experiencias e ideas de las mujeres negras como grupo. Históricamente, la segregación racial en vivienda, educación y empleo generó elementos en común, que animaron la formación de un punto de vista colectivo basado en el grupo.15

Por ejemplo, la fuerte concentración de mujeres negras estadounidenses en el trabajo doméstico sumado a la segregación racial en la vivienda y en la escuela hizo que tuviesen redes comunes de organización que las permitieron compartir experiencias y construir un cuerpo colectivo de saberes. Esta sabiduría colectiva sobre cómo sobrevivir como mujer negra constituyó un punto de vista distintivo sobre patrones de género específicos en la segregación racial y sus consiguientes sanciones económicas.

Opresiones interseccionales y subordinación

Los saberes colectivos de las mujeres negras desafían dos interpretaciones imperantes sobre la conciencia de los grupos oprimidos. Un enfoque afirma que los grupos subordinados se identifican con el poderoso y no tienen una interpretación válida independiente de su propia opresión. La segunda asume que los oprimidos son “menos persona” que sus gobernantes, y son por tanto menos capaces de interpretar sus propias experiencias.16

Ambos enfoques ven cualquier conciencia independiente expresada por las mujeres afroamericanas y otros grupos oprimidos como si no fuera de nuestra propia creación o como si fuera inferior a la de los grupos dominantes. Lo que es más importante, ambas explicaciones sugieren que la presunta falta de activismo político en parte de los grupos oprimidos proviene de nuestra defectuosa consciencia de nuestra propia subordinación.17

Históricamente, las mujeres negras han estado situadas bajo opresiones interseccionales, lo que ha producido puntos en común entre ellas. Al mismo tiempo, aunque las experiencias comunes pueden predisponer a desarrollar una conciencia de grupo distintiva, no garantizan que tal conciencia se desarrolle en todas las mujeres ni que sea articulada como tal por el grupo. Igual que cambian las condiciones históricas, también lo hacen los vínculos entre las experiencias que tienen las mujeres negras y cualquier conciencia de grupo en relación a esas experiencias.

Los puntos de vista del grupo están situados en, reflejan, y ayudan a, determinar las relaciones de poder injustas, por lo que los puntos de vista no son estáticos.18 Así, los retos comunes pueden promover ángulos de visión similares que lleven a saberes de grupo o a un punto de vista común entre mujeres afroamericanas. O puede que no.

Faith Ringgold: "Negro grande" (2010).
Faith Ringgold: "Negro grande" (2010).

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1 Womanism es un término acuñado por la feminista Alice Walker. Se trata de una reacción a la constatación de que el feminismo no abarca las perspectivas de las mujeres negras. El womanism aborda los aspectos racistas y clasistas del feminismo blanco y se opone activamente a las ideologías separatistas. Incluye la palabra man [hombre] para reconocer que los hombres negros son una parte integral de la vida de las mujeres negras como sus hijos, amantes y familiares [para no perder este aspecto con el castellano mujerismo, se mantendrá en inglés]. Esta perspectiva se utiliza a menudo para analizar la producción literaria de mujeres negras, ya que expresa el lugar donde se cruzan la raza, la clase, el género y la sexualidad. Véase A Feminist Theory Dictionary.

2 Véase, por ejemplo, Paul Gilroy, The Black Atlantic. Modernity and Double Consciousness, Cambridge (Mass.), Harvard University Press, 1993.

3 Pearl Cleage, Deals With The Devil and Other Reasons to Riot, Nueva York, Anchor, 1993, p. 55.

4 Ronald Takaki, A Different Mirrow: A History of Multicultural America, Boston, Little, Brown, 1993.

5 Margaret Andersen y Patricia Hill Collins, Race, Class, and Gender: An Antohology, Belmont (Cal.), Wadsworth Press, 1998.

6 Douglass Massey y Nancy Denton, American Apartheid: Segregation and the Making of the Underclass, Cambridge (Mass.), Havard University Press, 1993.

7 Yanick St. Jean y Joe Feagin, Double Burden: Black Woman and Everyday Racism, Armonk (NY), M.E. Sharpe, 1998.

8 Patricia Hill Collins, Fighting Words: Black Women and the Search for Justice, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1998, pp. 11-43.

9 Kimberle Crenshaw, «Colour Blindness, History and the Law», The House That Race Built, Nueva York, Pantheon, 1997, p. 285.

10 Patricia Hill Collins, Fighting Words…, op. cit., 1998, pp. 11-43.

11 John Gwaltney, Drylongso, A self-portrait of Black America, Nueva York, Vintage, 1980, p. 4.

12 Ibídem, p. 33.

13 Alfreda Duster, Crusade for Justice: The Autobiography of Ida B. Wells, Chicago, Universidad de Chicago, 1970.

14 Zora Neale Hurtson, Their Eyes Were Watching God, Greenwich (CT), Fawcett, 1969 [1937], p. 63.

15 Para debates sobre el concepto de “punto de vista”, véase Nancy Hartsock, “The Feminist Standpoint: Developing the Ground for a Specifically Feminism Historical Materialism”, Discovering Reality, Boston, D. Reidel, 1983 y Money, Sex and Power, Boston, Northeastern University Press, 1983; Alison Jaggar, Feminist Politics and Human Nature, Totawa (NJ), Rowman & Allanheld, 1983; y Dorothy Smith, The Everyday World as Problematic, Boston, Northeastern Univsersity, 1987. Aunque en este volumen utilizo epistemologías que consideran el “punto de vista” como un concepto organizador, estas siguen siendo controvertidas. Para una crítica útil de las epistemologías del «punto de vista», véase Sandra Harding, The Science Question in Feminism, Ithaca (NY), Cornell University Press, 1986. Véase también mi extensa discusión sobre la teoría del “punto de vista” (Collins, Fighting Words…, op. cit., 1998, pp. 201-28).

La socióloga canadiense Dorothy Smith (The Everyday World.., op. cit, 1987) también ve el mundo cotidiano vivido por las mujeres como estimulador de la teoría. Pero el cotidiano que ella examina es individual, una situación que refleja en parte el aislamiento de las mujeres blancas de clase media. En contraste, yo sostengo que los valores colectivos en los barrios negros estadounidenses, combinados con las experiencias de la clase trabajadora de la mayoría de las mujeres negras, han provisto históricamente tanto mundos cotidianos colectivos como individuales. De esta forma, la cultura negra estadounidense creada permanentemente a través de la experiencia negra vivida de segregación racial posibilitó la emergencia de un punto de vista de las mujeres negras. Aunque los contextos en los que se desarrolló este punto de vista colectivo son variables, los propósitos o la necesidad del mismo no han cambiado.

16 Judith Rollins, Between Women, Domestics and their Employers, Filadelfia, Temple University Press, 1985; James Scott, Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance, New Haven (CT), Yale University Press, 1985 [ed. cast.: Los dominados y el arte de la resistencia, Tafalla, Txalaparta, 2003].

17 Scott define la conciencia en Weapons of the Weak… como los símbolos, normas y formas ideológicas que la gente crea para dar significado a sus actos. Para Teresa de Lauretis, en “Feminist Studies / Critical Studies” (en Feminist Studies / Critical Studies, Blooming, Indiana University Press, 1986, pp. 1-19), la conciencia es un proceso, una “configuración particular de subjetividad [...] producida en la intersección de significado con experiencia [...] la conciencia está basada en la historia personal, y el yo y la identidad son entendidos dentro de contextos culturales particulares. La conciencia [...] nunca es fija, nunca es alcanzada de una vez por todas, porque los límites discursivos cambian con las condiciones históricas” (p. 8). Es importante distinguir entre en la conciencia individual y la grupal.

18 Patricia Hill Collins, Fighting Words…, op. cit., 1998, pp. 201-228.

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